miércoles, 28 de marzo de 2012

La alergia de la señorita Tierra.

Un día, la señorita Tierra decidió ir a la consulta de su médico debido a una alergia que ya le molestaba demasiado. Se sentó en la sala de espera hasta que una enfermera le llamó:
-Señorita Tierra, el doctor Júpiter la atenderá ahora.
Entró y le explicó al médico su problema, como en este mundo no existía la ropa, no le pidió que se desvistiera para examinarla.
Al cabo de un rato, el médico dictaminó seguro de su diagnostico:
-Lo que usted tiene- le dijo- no es una alergia, son parásitos, está llena de ellos.
-¿parásitos?- preguntó ella con una mezcla de sorpresa y asco.
-Sí, dígame, ¿hace cuanto días siderales que los tiene?- preguntó el doctor.
-No doctor- respondió ella –hoy en la mañana desperté y sentí toda esta irritación y comezón por todos lados.
-Entiendo, por el sarpullido que han producido en tan corto tiempo, me temo que lo que usted tiene son “humanos”
-¿eso es grave doctor?- la señorita Tierra preguntó preocupada.
-No, aunque sí pueden ser muy molestos. Es curioso que los tenga, son muy raros, sólo uno de cada doce millones de planetas los tienen.
-¡vaya suerte la mía!- respondió la señorita Tierra con forzada resignación –y dígame doctor, ¿Qué me recomienda que haga?
-Mire, tiene dos opciones- el médico se sacaba sus anteojos y los dejaba sobre su escritorio– lo primero es que los deje tal como están, estos parásitos tienden a desaparecer solos, son muy autodestructivos, no le durarán más de dos o tres días siderales.
-Pero doctor, ¿tendré que soportarlos dos días más?, ¿Cuál es la otra opción?
-Bueno, puedo recomendarle un buen dermatólogo, el doctor Asteroide, él le solucionará su problema en un santiamén.
-¡Ay no!- respondió la señorita Tierra alarmada- hace unos meses lo visité, tenía un problema similar aunque no era tan molesto, con unas cosas llamadas “dinosaurios”, era un problema más bien estético, el tratamiento del doctor Asteroide fue bastante rápido y efectivo, pero tuve que guardar reposo casi una semana y en este momento no puedo, espero a mi prima Venus que vendrá en un par de días, doctor, ¿cree que estos “humanos” sean contagiosos?
-No, no creo que se deba preocupar, como le dije es muy raro contraer este tipo de plaga, es posible que para cuando ella llegue usted ya no tenga nada.
-Eso espero doctor, ¡sino que vergüenza!. Ella viene a conocer mi satélite, lo que pasa es que ella no tiene y a lo mejor se entusiasma y adopta uno. ¿Usted tiene doctor?
-Sí, tengo sesentaitrés- respondió el doctor con orgullo.
-¡sesentaitrés!, vaya, le gustan las familias numerosas- respondió Tierra sinceramente asombrada.
-Sí, no me quejo, una de ellas, Calisto, trabaja aquí conmigo. ¿Cómo se llama la suya?
-Se llama Luna, es mi orgullo. Bueno doctor, tendré que aguantarme un par de días entonces. Muchas gracias por su ayuda, hasta luego.
-No se preocupe, esto sucede hasta en los sistemas más acomodados. Cuídese mucho, hasta luego.


León Faras.

miércoles, 14 de marzo de 2012

El Suicida.

El siguiente escrito corresponde a una consigna en la que participé, es decir, que el escrito debía cumplir con ciertas características impuestas previamente, estas eran:

- Escribir una "crónica" con una extensión máxima de 600 palabras.

Debe contar con las siguientes características:

- la trama debe ser sobre una visita al dentista
- un desconocido, por algun motivo acompaña al protagonista al consultorio
- luego de la visita, el protagonista participa de un accidente en la vía pública

Se deben incluir las siguientes frases dentro de la Crónica:

"pensé en irme a vivir al congo belga"
"supongo que será cierto, aunque viene de un gran mentiroso"
"manifestación de prostitutas frente al congreso"
"empezó el otoño"

Esto fue lo que salió:

El Suicida.

Lidia salió apurada de su casa, debía ir a la consulta de su dentista y llevaba diez minutos de atraso. Apenas salió a la calle levantó la mano para que uno de los dos taxis que pasaban en ese momento la viera, el primero siguió de largo, pero el segundo se detuvo varios metros más allá, la muchacha corrió solo para comprobar que era otro pasajero quien había solicitado la parada. Debe haber puesto una cara de infinita desilusión, porque el hombre que ya subía al auto, le ofreció compartir el vehículo si le servía, “Voy al centro, al edificio frente al congreso”, Lidia se iluminó, era una gran coincidencia que su dentista tuviera su consulta ahí mismo. “Y… usted trabaja en aquel lugar”, Lidia quiso comenzar una conversación, sentía cierto agradecimiento por la amabilidad de llevarla, “No, mire, no se asuste pero voy allí a suicidarme”, la muchacha se quedó inexpresiva, “...lo que sucede", continuó el hombre, "...es que empezó el otoño y no soporto un otoño más”, Lidia sintió un poco de arrepentimiento de haber subido a aquel auto, “Es una broma, ¿verdad?, mi jefe dice que los que anuncian que se van a suicidar, jamás lo hacen”, el hombre se veía muy tranquilo, “¿Y usted cree que eso es cierto?”, “Supongo que será cierto, aunque viene de un gran mentiroso”, “Pues..." continuó el hombre mirando el camino por sobre el hombro del chofer, "...¿Qué ganaría yo con engañarla a usted?”, Lidia sintió repentinamente ganas de fumar, “Y dígame, ¿Por qué quiere matarse?, perdone, no tengo tacto para estas cosas”, “No se preocupe, lo que ocurre es que se lo advertí a mi mujer, y ella no me hizo caso, así que lo haré frente a ella” La muchacha ya quería bajarse pero no se atrevía “¿Su mujer estará allí?”, preguntó, “Sí, en la manifestación de prostitutas frente al congreso”, “¿Su mujer es prostituta?” Lidia nuevamente se sintió desubicada, el hombre suspiró “Sí, pero solamente durante los otoños”. Dicho esto el vehículo se detuvo, el hombre pagó y se dirigió al interior del edificio, Lidia lo alcanzó en el ascensor, donde el hombre marcaba en el tablero el último piso “¿A qué piso va usted?” le preguntó con amabilidad, la mujer ya estaba alarmada “No, espere, no puede matarse, tal vez deba alejarse un tiempo, yo una vez pensé en irme a vivir al Congo Belga…” El hombre la interrumpió, “¿Sabe usted la cantidad de atrocidades que cometieron los Belgas con los africanos?” Lidia se quedó en blanco, ¿Qué rayos tenía eso que ver?, “No, pero…”, la puerta se abrió y el hombre salió apresurado rumbo a la azotea, “Disculpe”, le dijo, “¡Espere!”, gritó Lidia ya asustada, “...¿Cómo se llama su mujer?” El hombre se subía a la cornisa “Susana, ¿por qué?”, Lidia se asomó por la cornisa y comenzó a gritar desesperada a una gran cantidad de gente reunida en frente, especialmente mujeres “¡Susana, Susana!, ¿Hay alguna Susana allí?, ¡Su marido se quiere matar, haga algo por favor!” Los gritos de Lidia fueron oídos por un par de transeúntes que dieron la alarma y pronto toda la manifestación se volteó a ver al suicida, una mujer salió corriendo de entre la multitud tirando al suelo las pancartas que traía y se lanzó a la calle para ser vista por el hombre, sin percatarse del taxi que iba pasando, este frenó a fondo, pero con el último impulso de la inercia que llevaba chocó a la mujer quien cayó inconsciente, “Oh mierda, ¡es Susana!”, dijo el hombre, bajando de la cornisa y corriendo al ascensor”, Lidia le siguió aterrada “Fue mi culpa, fue mi culpa”.


León Faras.

viernes, 2 de marzo de 2012

Nada se olvida.

Entró en la habitación sosteniéndose el sombrero para que no se lo botara el dintel de la puerta, para un hombre tan alto, todas las puertas eran pequeñas. Sonreía satisfecho mientras se golpeaba la chaqueta eliminando un poco de la lluvia que traía adherida a su cuero “Ah, la lluvia, tan agradable cuando llega, pero tan molesta cuando tienes que enfrentarla…” Aquel rústico cuartucho de tablas de escaso mobiliario solo estaba destinado como refugio para pasar la noche durante las largas salidas al cerro cuando iban en busca de los animales o durante las infaltables y regadas cacerías que con frecuencia organizaban.
Sentado solo frente a una mesa estaba Amador, su rostro reflejaba la profunda angustia que vivía, también el revolver en la mano que hace horas estaba listo en espera de la orden para terminar con todo eso. El visitante seguía de excelente ánimo, haciendo simpáticos comentarios que Amador recibía en silencio como una patada en el estómago, “larga noche, ¿no?...pero tu amigo siempre se acuerda de ti”, dijo sonriendo mientras sacaba de su morral una botella de vino y llenaba dos vasos, estos últimos, Amador no supo de donde salieron, “toma, bebe un vaso de vino conmigo, si no te arregla el ánimo, por lo menos que te de valor…” y soltó una risotada antes de secar su vaso de un trago. Amador continuaba sin decir palabra, tampoco se animó a beber, aún tenía patente en su cuerpo las consecuencias de todo el alcohol que había ingerido sin parar los últimos días. El recién llegado miró de reojo el revolver en la mano de Amador mientras volvía a llenarse el vaso, “deja de calentar esa pistola en la mano y tómate el vino, solo así vas a tener coraje para hacerlo…así como tuviste valor para golpear contra la pared a tu hija, claro, si hubiese parado ese llanto desesperante para que pudieras dormir no habría pasado nada, pero el hambre y el miedo son testarudos… y porfiado, como tu esposa… a veces las mujeres se transforman… si solo la hubieses golpeado, tal vez aún estaría con vida, pero no fue solo eso, verdad?... no te aguantaste cuando intervino tu hijo mayor, ¿Cómo fue que lo llamaste?, ¿huacho eh mierda?...sí… aún no tenía la fuerza para enfrentarte, te ensañaste con él… si nunca lo pudiste querer porque siempre tuviste la duda, pero ¿querí que te diga algo?, sí era hijo tuyo, aunque salió puro a su madre… ya, tranquilo, no guardí llanto, si los hombres también pueden llorar, já, lloran los perros y tú no… pronto van a llegar, varios te vieron venir aquí, así que es mejor que apurí el trámite… ¿querí que te ayude?, ya sabí lo que eso te va a costar, pero te advierto, nada se olvida, yo te arreglo el entuerto pero lo hecho, hecho está… ¿sí?... ya, déjame ver eso…” El visitante se puso de pie, se paró al lado de Amador y le tomó la mano que sostenía el arma, lentamente la levantó hasta dejar el frío cañón en la sien de Amador, quien apretaba los músculos de su cara bañada de sudor, lágrimas y mocos.

El cañonazo lo despertó de golpe, sudaba, ¿aquello había sido una pesadilla?, aún recordaba el cadáver degollado de su mujer, pero ella dormía a su lado con su hija acurrucada al lado que todavía no se acostumbraba a dormir sola, todo estaba en orden, sintió alivio de que todo hubiese sido un sueño, sin embargo aquellas palabras se le repetían como una mala canción… “nada se olvida”… había dicho aquel hombre…


Fin.


Pd. Qué tal si los sueños son segundas oportunidades.


León Faras.