sábado, 30 de junio de 2012

Relato Erótico.

Gotas de sudor. 

Aún quedaban un puñado de manís en el pocillo sobre la mesa de centro, que picaba sin ningún entusiasmo, al lado, un plato con restos pulverizados de papas fritas, algunos vasos, una botella de bebida medio llena y varias de cerveza completamente vacías, y en medio, como si fuera una elegante fuente con restos de algún exótico aperitivo, el cenicero de vidrio. La risa y el buen humor de la velada aún permanecían en el aire, mezclado con los fuertes olores del incienso y el cigarrillo que parecían ideal acompañamiento para la voz rasposa de Joe Cocker que sonaba bajito en el equipo de música. No te sentí acercarte hasta que te dejaste caer a mi lado sobre el sofá con dos botellines de cerveza en las manos y un cigarrillo apagado en la boca. Supongo que ya te había dicho lo mucho que adoraba esa costumbre tuya de guardar pequeñas porciones de todo para cuando quedábamos solos, sabiendo que todas las actividades de la vida, por mucho que el resto de la compañía sea grata, tienen un gusto distinto cuando solo se hacen de a dos. 

 Mientras yo tiraba un cojín al suelo para estar más cómodo, tú optaste por subir los pies descalzos enfundados en gruesas medias rayadas sobre la mesa, ya liberados de todas las etiquetas. Luego de un par de caladas al cigarrillo me lo acercas a los labios, dos fumadas y te lo ofrezco, no lo tomas, solo te inclinas hasta él y mientras aspiras el humo nuestros ojos hablan, en ese dialecto antiguo e instintivo, rápido y certero. En vez de volver atrás desciendes para un beso que me hace girar involuntariamente, me deshago del cigarrillo y en el segundo beso, subo contigo para evitar cortarlo, hasta que el respaldo del sofá nos detiene, dos lenguas que se buscan con anhelante necesidad, fuera y dentro de la boca, que se atrapan, se succionan sedientas, que se apropian de los sentidos haciendo desaparecer por largos segundos al resto del cuerpo, me das el espacio entre tus piernas, nuestros labios se separan para que los ojos vuelven a hablar, caigo sobre mis rodillas, haciendo esfuerzos por no soltar tu mirada dejo caer un beso calculado en uno de tus senos, por encima de las delgadas telas que lo cubren, lento, tierno, incluyendo un suave roce de mis dientes en tu pezón que me parece que ya despierta, apoyas tus brazos en mis hombros y siento tus dedos suaves en mi nuca, sin represiones, mientras poso mis labios en tu cuello, en la periferia de tus senos, en tu vientre, sin prisa, saboreando los olores y las texturas, sintiendo tu piel bajo la ropa, con mis pulgares firmemente aferrados a la pretina de tu pantalón…tu pantalón, ya sabes que esa es la única prenda que me molesta. Tu cinturón parece cooperar, pero el botón se resiste, se me hace más difícil la tarea con tus intenciones de quitarme la ropa, yo te ayudo y tú me ayudas, te acomodas recostándote sobre tu espalda para que aquella engorrosa prenda corra por tus piernas, pero solo esa, las otras pueden quedarse un rato más, es más, algunas de ellas llegarán hasta el final. 

 Recorro con mi lengua y mis labios la parte interior de tus muslos, de las rodillas hasta su nacimiento, en esa línea limítrofe es donde permanezco, donde tus piernas y tu cuerpo se unen, me muevo sin prisa ni vergüenza, bordeando tu ropa interior, luego mientras levanto la mirada hacia tus ojos, arrastro mi labio inferior por tu sexo de abajo hacia arriba, por encima de la tela que lo cubre, para detenerme en un beso que no tengo prisa por terminar, más que piel y tela se mezclan durante un rato, haciendo desesperar el contacto directo, entonces recién remuevo el velo de su sitio, solo el espacio suficiente, para acariciar con mi boca tu entrepierna, sus bordes, sus pliegues, deslizándome por su humedad, disfrutando de tus instintivas y bruscas reacciones que contrastan con la parsimonia con que desarrollo mi labor, desciendo y vuelvo a subir arrastrando mi lengua, que se deja acompañar de mis labios y mis dedos, se cooperan, se coordinan sin estorbarse, todo ahí me interesa, todo requiere mi atención, el interior y la periferia, deteniéndome a voluntad en ese punto que te descontrola, que te agita y que a ratos te desespera, pero todo eso solo me incita a continuar, a provocarlo con consciente intención, variando de la ternura a la brusquedad, en un juego de velocidades, de ritmos, de ataque y retirada, como una batalla que no estoy dispuesto a perder. Continúo así hasta que tu cuerpo te obliga a aferrarte de mi pelo para no desvanecerse, a apretarme entre tus piernas para detenerme, a contorsionarte, en un arrebato nacido de un delicioso placer que por segundos te domina por completo, te desarma, te controla y que yo trato de alargar en la medida que me lo permites, luego me retiro de ahí por un momento, buscando tu aliento, tu lengua, tus labios, tu agitada respiración que ya no se calma, los besos son ahora más violentos, más desesperados, dando y quitando la vida al mismo tiempo. Tú enrollas tus piernas a mí alrededor, atrapándome con fuerza, yo busco trozos de piel desnuda con mis labios, tu cuello, tu hombro, mientras con una mano hurgo debajo de tu ropa, hasta dar con tus senos, mi consciencia se traslada sin esfuerzo por mi cuerpo sintiéndote, el aroma de tu cuello, tus manos en mi pelo, tus piernas cruzadas en mi espalda, tu aliento tibio y premuroso en mi hombro, hasta mi mano aferrada a uno de tus pechos, tu pezón rígido que repaso con mis dedos, no pasa mucho tiempo hasta que llego a él con mis labios, para besarlo, succionarlo, acariciarlo con mi mano y mi lengua, junto a todo su rededor, desde ahí me traslado por tu cuerpo con mis manos, vuelvo a tus muslos, tu cintura, tu entrepierna. Sumido en tu piel apenas noto cuando empiezas a enderezarte tratando de desarmar las ataduras de mi pantalón, sin ayudarte ni oponer resistencia busco tus labios, tus besos, cayendo nuevamente en ese reducido y cómodo espacio que es el sofá, que sin embargo es más que suficiente para nuestros cuerpos que se funden, entregándose. Vuelvo a besar tu sexo antes de entrar en él, esta vez sin detenerme demasiado, sin la delicadeza y control del principio, esta vez solo es lascivo y crudo apetito, irresponsable provocación de tus reacciones, instinto de supervivencia, luego de eso realizo la carnal conexión, deslizándome despacio en aquella cavidad febril, donde la humedad y el calor atrapan y retienen. Entro y salgo sin prisa, sin apurarme, mis manos continúan su recorrido por tu cuerpo, me inclino sobre ti para besar todo lo que está a mi alcance, variando la velocidad y profundidad de mis movimientos, acariciando tus piernas que me aprietan, besando tus brazos que me envuelven, buscando de tanto en tanto tu boca para ahogar tu respiración agitada tragándome algunos de tus gemidos y convirtiéndolos en sedientos y desesperados besos que quitan el aire al mismo tiempo que lo entregan, invadiéndote por distintos frentes en forma simultánea. Mientras me agarras con fuerza me bebo el sudor de tu cuello, siento tus dedos que recorren mi carne, a ratos con ternura, a ratos con ímpetu. Me detengo un momento para concentrarme en mis labios y tu piel, entonces el desenfreno que alcanzamos, las ganas que acumulamos se vuelven impaciencia y nos obliga a romper con la breve estática, a seguir con el movimiento y el roce de piel, el amasijo de carne tibia y húmeda que nuestros cuerpos forman, rueda con brusquedad haciendo que casi lleguemos al piso, entre risas cómplices apagadas por labios que se estrellan torpemente, recuperamos la estabilidad, quedando esta vez tú encima mío, tendidos por un rato, apretándonos uno contra el otro, recorriéndonos con insistencia, pero pronto te acomodas y alzas tu torso, yo me alzo contigo abrazando tus caderas en todo su contorno, mis manos se pasean por tus muslos, tu cintura y tu espalda mientras te mueves con soltura, mientras nuestros acalorados alientos chocan cada vez con más insistencia y premura al ritmo de ambos corazones que golpean dentro del pecho impulsados por el deseo. Las sensibilidades se disparan, te recorren aumentando en intensidad con cada uno de tus vaivenes acompañados de gemidos que al salir parecen recoger tu espalda inclinándote hacia atrás y hacia delante, yo te sostengo de tu cintura mientras tú haces todo el trabajo sujeta a mi cuello decidida a llegar al fin forzando todas las resistencias hasta romperlas… 

Tus movimientos menguan en intensidad hasta detenerse soltando todo tu peso sobre mí que te estrecho manteniendo unidos nuestros cuerpos húmedos por algunos segundos más, mientras tú recuperas el aliento con tu cabeza apoyada en mi hombro… 

 León Faras.