lunes, 18 de marzo de 2013

Lágrimas de Rimos. Segunda parte.


El ataque de los inmortales.

 I.


El ambiente dentro del castillo de Rimos era asfixiante, la escasez de luz natural se sumaba al saturado aire que reinaba en su interior en determinadas ocasiones, sin contar el constante frío independiente de la temperatura exterior y la humedad en ciertas épocas del año. Para alguien que se lleva gran parte del día encerrado aquí es bien difícil que tenga una buena salud, pensaba Rúia, mientras se dirigía hacia el cuarto del rey de Rimos con una bandeja donde llevaba el almuerzo de este: queso, frutos secos y agua. La puerta estaba abierta y la chica se asomó con precaución, Ovardo era ciego, que más daba si echaba un vistazo, le vio sentado en la cama profundamente pensativo, apretaba con su puño algo que colgaba de su cuello mediante un cordel de cuero. La mujer pidió permiso para pasar y le dejó la comida sobre una mesa cerca de él, pudo ver con libertad el objeto que colgaba del cuello del rey, una pequeña botella de vidrio en la cual había un líquido que parecía simplemente agua. Cuando Rúia salió del cuarto, el viejo rey volvió a sus recuerdos, los que ya no podía evadir.

Era agradable para sus oídos el sonido que provocaban las herraduras de su caballo sobre los adoquines que pavimentaban la entrada de Rimos, eso pensaba Ovardo, la suave y fresca brisa en las alturas de su reino refrescaba su rostro en aquel caluroso atardecer. Venía acompañado de dos de sus hombres de confianza, a su derecha el veterano Sinaro Camo, siempre recto y orgulloso sobre su cabalgadura, parece soberbio pero quienes lo conocen saben que no es así. Sus enormes bigotes lo hacen inconfundible. A la izquierda del joven príncipe de Rimos cabalga Emmer Ilama, apenas mayor que Ovardo, gran amigo de este, la permanente sonrisa en su rostro muestra la confianza que se tiene a si mismo, así como también la que inspira en los demás, el joven príncipe se dirige ante la presencia de su padre, el rey, con un importante encargo. En las cercanías del castillo de Rimos la efervescencia es aturdidora, decenas de hombres trabajan en su construcción, aunque sería más acertado hablar de formación, de darle forma al duro cerro, para convertirlo en el baluarte de Rimos y de su soberano. Ovardo llega a la casona ubicada en una meseta natural que sobresale de la pared del cerro más adentrada en la ciudad, su hogar antes de que el castillo se pensara en construir, mucho más agradable y acogedora en su opinión, antes de entrar despide a sus hombres, aconsejándoles reunirse con sus familias, pues pronto deberán partir nuevamente, él mismo hará lo propio también, Sinaro con una grave inclinación de cabeza, hace girar su caballo y emprende rumbo hacia su hogar, para reunirse con su mujer y sus tres hijos, Emmer, por su parte, desciende de su cabalgadura y la guía a un bebedero próximo al hogar del rey donde, mientras su animal calma la sed, él se sienta a esperar, pues su interés está dentro de aquella casona. Nivardo Hidaza, rey de Rimos, está en su interior, sentado en su trono conversa con Serna, un clérigo y consejero, quien en su momento le informó al rey de las nefastas consecuencias que traía beber de la fuente de Mermes, insinuándole que podían ser de gran ayuda en una campaña bélica, mientras los hombres que bebieran de ella solo supieran de la inmortalidad que adquirirían, obviando que esta inmortalidad se extendería irremediablemente en un perpetuo sufrimiento, guiando indirectamente a su señor, a tomar la decisión de apoderarse del poderío agrícola de Cízarin, sacrificando sólo una parte de su ejército, entre estos su propio hijo, quien comandaría la batalla.

Ovardo entró en el amplio salón principal con una pequeña caja de madera entre sus manos, sus pasos sonaron secos y limpios sobre el pulido piso de madera, Serna le dirigió una mirada de fingida bienvenida, que el príncipe ignoró, parándose frente a su padre y entregándole la caja, este examinó su interior y la volvió a cerrar, “Excelente, ¿las probaste, funcionan bien?”, “perfectamente, la fuente está cerrada como lo pediste” luego de este comentario, Ovardo ya se retiraba cuando el rey lo detuvo, “¿A dónde vas?, es una importante campaña la que comandarás y debes estar preparado” , “voy a ver a mi esposa”, “recuerda que saldremos mañana, quiero que esté todo listo”, “así lo haré, después de ver a mi mujer”. Mientras el príncipe de Rimos se retiraba, pudo oír los susurros que Serna transmitía a su padre, era imposible descifrarlos, pero fácil de deducir lo que el manipulador consejero le comentaba en voz baja a su rey.

León Faras.

domingo, 3 de marzo de 2013

El engaño.


El engaño.

Estoy confundido, resulta que todos estamos engañados mediante una forma de pensar que nos obliga a ver lo que vemos y a ser lo que somos, que esa forma de pensar a convertido la mitad izquierda de nuestro cerebro en una ciudad moderna y avanzada y a dejado el lado derecho en la edad de piedra, la que piensa por sobre la que siente, y que la realidad que vemos a diario está sometida a lo que creemos intelectualmente como lógico y no a lo que sentimos como verdadero, y como lo que entendemos está sometido a lo que nos han enseñado durante toda la vida pues entonces vivimos engañados. Sentir, podemos pasar horas sin sentir nada particularmente llamativo y sin embargo no paramos de pensar, de preocuparnos, de sacar conclusiones innecesarias, de calcular todo lo que nos rodea. La idea principal de todo esto es que pensar contribuye, aporta, mientras que sentir solo es una vulgar consecuencia. Pensar es voluntario y sentir es inconsciente. Todos podemos encontrar natural esto hasta que consideras que el hemisferio izquierdo de tu cerebro es un hombre moderno e informado y el derecho un Neandertal que aún funciona por instinto. La pregunta es: ¿De qué nos estamos perdiendo?... ¿cómo sería todo si ambos lados tuvieran el mismo desarrollo? Así como entendemos las emociones actualmente, no seduce mucho la idea de desarrollar esa parte que siente, lógicamente es más eficiente saber y pensar, ahí está lo productivo. Pero volvemos al engaño. Las impresionantes fotos del científico japonés Masaru Emoto dejan con la boca abierta a más de algún desprevenido, yo incluido, para quien no está enterado del trabajo de este señor, le diré que se dio el trabajo de fotografiar moléculas de agua congeladas, pero con la particularidad de someterlas antes a pensamientos, emociones u oraciones espirituales. Lo increíble que descubrió fue que las muestras de agua expuestas a un simple “gracias” o un “amor” se formaban cristales hermosos y simétricos, mientras que las que recibieron palabras y emociones de odio o miedo terminaron amorfos y feos, esto independiente de la calidad del agua que usó. Las emociones modificaron la materia, esto es particularmente interesante si recordamos que nosotros mismos somos materia y muy especialmente un ochenta por ciento agua. Yendo más allá, no existe ninguna duda de que absolutamente todo en el universo, incluyéndonos, está hecho de lo mismo y de que esa materia universal se reduce a energía y vacío. Lo interesante es que nosotros tenemos una cosa que no está en todas partes, consciencia, y no es descabellado pensar que es esta la que determina el orden de todo lo demás y que el lenguaje de la consciencia son las emociones y estas nacen del pensamiento el cual está influenciado por lo que nos han enseñado, el engaño. No existe otra razón para la cual estar dotados de consciencia, Descartes dijo “Pienso, luego existo” sin cuestionar al filósofo ¿no suena mejor decir “Siento, luego existo”?

            Últimamente se ha llegado a la conclusión de que solo existen dos emociones de las que se desprenden todas las demás, el amor y el miedo, es decir que todo lo agradable que podemos sentir nace del amor y todo lo desagradable es consecuencia del miedo, volviendo a la idea de que lo que sientes modifica la materia física, podemos decir que el miedo y todos los sentimientos destructivos que genera como el odio, el rencor, la depresión, “crean” un entorno favorable a si mismos e incluso nos predisponen físicamente para vivir con ellos y para ellos, crean un entorno que fabrica más miedo. Entonces no es un estímulo externo ajeno a nosotros el que hace brotar instintivamente nuestras emociones, como el lado izquierdo de nuestro cerebro asegura, si no que si generas miedo, recibes miedo, si generas odio, recibes odio, esto no es algo nuevo, siempre lo hemos sabido, “Lo que recibes, es lo que das”; “Cosechas lo que siembras” solo que la lógica de nuestro pensamiento le quita veracidad a este concepto y lo vemos solo como una metáfora utópica, pero no es así, nosotros somos los creadores de nuestra realidad, recuerda que todo está hecho de lo mismo pero no todo tiene consciencia. Por esto es que es fundamental amar y solo amar, amar lo que quieres pero especialmente lo que no quieres, amar a quienes están contigo pero más a quienes están contra ti, porque solo el amor puede oponerse al miedo, al odio, al rencor, si odias a quien te ha hecho algo es apagar el fuego con bencina, solo existen dos emociones y solo pueden fabricarse a si mismas y destruir a la otra, es así de sencillo.

No se trata de dejar de pensar, si no de emparejar ambos hemisferios del cerebro, se trata de darle control a lo que sentimos, equilibrio, convertir nuestras emociones en el acto y no solo en consecuencia, dotar de voluntad nuestros sentimientos. Saber que no hay nada que temer más que al miedo mismo, no hay más verdad que la que sentimos, no hay más realidad que la que fabricamos.


León Faras.