El
gran diluvio.
…La enorme puerta de gruesos y
toscos maderos era golpeada por una multitud desesperada sin que pudiera
abrirse. Por entre las rendijas podía verse dedos asomarse pidiendo ayuda y
ojos muy abiertos, ávidos de auxilio. Los gritos helaban la sangre.
El anciano volvió en sí buscando
sujetarse de algo porque se desvanecía, los trances en los que entraba eran tan
profundos y prolongados que a menudo lo desorientaban en el tiempo y en el
espacio. Se trataba de un brujo respetado y reconocido en la región, sus
pronósticos eran certeros, y las personas creían en ellos más que en sí mismos.
Otros miembros más jóvenes de la tribu se apresuraron a sujetarlo, con sumo
cuidado le ayudaron a sentarse y lo acompañaron hasta que el viejo se recuperó.
“¿Qué fue lo que viste, Padre?” todo el mundo, más allá de que fueran
familiares o no, le llamaba “Padre” era una especie de título o reverencia. Le
acercaron un poco de agua en un cuenco que el viejo bebió con ganas y luego
habló, “había, una choza como la nuestra, hecha de gofer pero mucho más grande.
Estaba invertida, de modo que la cima del techo se apoyaba en el suelo y no
podía mantenerse de pie sin pilares que la sostuvieran. La base estaba abierta
a los cielos…” los hombres y mujeres que le escuchaban, se miraron sin
entender, a veces las visiones de Padre eran extrañas, pero no por eso perdían
veracidad. Uno de los hombres preguntó “¿Quién vive en esa choza tan extraña,
Padre?” el viejo miraba al fuego enfrente de él, y estiraba la mano con
cuidado, como tratando de tocar algo en su mente, esa imagen se desvaneció y el
anciano respondió “nosotros viviremos en ella, será nuestro refugio” la gente
no entendía nada, estaban muy bien donde estaban y sus chozas eran perfectas
con el techo sobre sus cabezas como les gustaba que fuera y como debía de ser,
pero nadie tendría el atrevimiento de dudar de las revelaciones de Padre y
mucho menos de contradecirle, entonces otro de los hombres preguntó “¿dónde
está esa choza, Padre?; ¿está demasiado lejos de aquí?” ese hombre era un
cazador, y había recorrido tanto como puede hacerlo un hombre sobre sus pies, y
en ninguna parte había siquiera escuchado de tan extraña construcción. “No
tendremos que ir a ninguna parte, esa choza estará aquí, debemos de construirla
nosotros mismos” concluyó Padre con un tono de quien anuncia lo que será, un
mal necesario.
La noticia se esparció con
facilidad, debido a que las visiones de Padre eran tema de conversación
obligado mucho más allá de su comunidad. A los pocos días llegaron hombres de
otras tierras, preocupados en saber si era cierto lo de la choza invertida y si
ellos también necesitarían refugio, los materiales para iniciar la construcción
se amontonaban en gran cantidad, así como también recipientes con plantas y
vegetales comestibles y un buen número de ganado. Padre les respondió que sin
duda, sí “…el agua será tal, que necesitarán protegerse de ella bajo sus pies,
por eso la choza debe tener el techo hacia abajo” los hombres se preocuparon,
su líder, conocido por todos como Tresdedos preguntó “¿podemos unirnos a su
grupo, Padre?, tenemos hábiles constructores y buenos cazadores” Padre asintió
“Por supuesto que sí, pero deberán asegurarse con una buena cantidad de
provisiones vivas, o no durarán el tiempo suficiente” los hombres parecían no
creer “¿provisiones vivas Padre?; ¿cuánto tiempo estaremos en el refugio?” el
viejo respondió sin rodeos, “Lo que tarda la tierra en cubrirse de agua por
completo y volver a secarse”
La escena se repitió en más de una
oportunidad, hombres de distintos puntos llegaron a corroborar los rumores y a
unirse al grupo y su arduo trabajo, tanto en la construcción, como en el
abastecimiento de víveres. Gracias al gran numero de brazos que llegaron, se
avanzaba rápido en los trabajos al mismo tiempo que se estrechaban lazos y se
unían familias, la choza invertida tomaba una forma y un tamaño absolutamente desconocido
para cualquiera de los hombres o mujeres que trabajaban allí, lo que hacía que
pocos pudieran imaginar la forma en que ese armatoste se convertiría en su
refugio o en su salvación. Por las noches, un grupo cada vez mayor se reunía en
torno a un gran fuego para recuperar fuerzas y escuchar las narraciones, en las
que Padre participaba y aprovechaba de repartir enseñanzas, sobre qué esperaba
la divinidad de nosotros y la mejor forma de comportarnos frente a distintas
situaciones. Trataba sobre todo de inculcarles el amor y respeto por los demás,
los últimos pasajes de la visión que había tenido lo torturaban dolorosamente
sin poder compartirlos con nadie, todas esas personas atrapadas, debía haber
una razón, solo sabía que haría todo lo necesario para salvar a toda esa gente.
Los trabajos terminaron, y la gente
quedó asombrada y orgullosa de la forma y tamaño de su construcción, sin duda una
obra de la que se hablaría en incontables generaciones. Las primeras gotas de
agua comenzaron a caer ese mismo día y Padre ordenó que subieran todas las
provisiones y luego todas las personas, todo lo que debía hacerse ya estaba
hecho y solo quedaba esperar. En ese momento, un gran número de personas que se
acercaban apresurados fueron avistadas, venían desde muy lejos, marchando
apenas se habían enterado de las predicciones, traían provisiones pero la
mayoría las habían agotado en el viaje, estaban cansados y temerosos, rogando que
los dejaran entrar en el refugio, la mitad de ese grupo eran mujeres y niños
pequeños, Tresdedos intervino diciendo que había espacio y provisiones
suficientes para todos y Padre estuvo de acuerdo, con lo que el grupo volvió a
crecer. La lluvia tomó consistencia poco a poco durante el día y continuó
durante la noche y durante todo el día siguiente y la siguiente noche, y así,
hasta desbordar todos los ríos, lagos y riachuelos, conquistando suelos que
nunca antes había conquistado, y subiendo cada vez más por las paredes de la
choza invertida, en cuyo interior los hombres temían que no fueran lo
suficientemente altas para que el agua no los cubriera también. El asombro y la
admiración fueron generalizados el día en que la choza invertida comenzó a
flotar y a moverse suavemente con el vaivén de las aguas, la gente no dudó en
celebrar bajo la lluvia con música y bailes, pues con seguridad era una
intervención divina que la colosal estructura que habían construido no sucumbiera
a las aguas, sino que se mantuviera sobre estas, pero el buen ánimo duró solo
unos días, hasta cuando se acercaron a un islote formado recientemente en el
que un gran número de desdichados, hambrientos y sin resguardo del aguacero,
rogaban a gritos ser salvados. Tresdedos intervino de inmediato asumiendo su
rol de líder, “No podemos recibir más gente, no podremos alimentarlos a todos.
Debemos alejarnos de aquí lo antes posible y no tentar su desesperación” Padre
no estaba de acuerdo, “Esos gritos nos acompañaran hasta el final de nuestros
días, pero sobre todo a mí, que debí construir este refugio para salvar a todo
el que lo necesite y no para un número determinado de hombres. ¿Si ese fueras
tú, tus padres, tus hijos? ¿No desearías y considerarías justo ser salvado?” Tresdedos
no podía discutir con eso, pero eso no cambiaba la insensatez de aumentar aún más
el número de personas dentro del refugio “Tú eres nuestro patriarca y apoyaré
tu decisión, pero hay una verdad que no debes ignorar: No todos pueden ser
salvados” “Una verdad sin duda, pero que es más fácil de admitir cuando se está
del lado seguro” respondió Padre, con lo que Tresdedos cogiendo una cuerda,
animó a todos los que lo quisieran seguir a rescatar a esas personas.
El rescate se llevó a cabo, aunque el
espectáculo que se dio fue perturbador y desagradable, los hombres se peleaban,
se insultaban, se agredían por salvarse, muchos perecieron ahogados en la lucha
por la supervivencia. Ni un solo niño logró llegar a bordo del refugio, aparte
de un bebé que una mujer traía atado a su espalda. Muerto. Los días pasaron y
la lluvia no se detenía, el clima dentro del refugio se tensaba y dividía, las
personas se separaban en clanes y poco compartían entre sí, de vez en cuando aparecían
pequeñas disputas y rencillas causadas por un poco de alimento o una cobija
para dormir, por lo general Padre era el único que podía intervenir sin caldear
más los ánimos pero no siempre estaba disponible para ello. Un día descubrieron
que una familia entera se había enfermado, nada habían dicho por temor a ser
expulsados, pero ya no lo podían ocultar, una serie de protuberancias grotescas
deformaban su cuerpo el que se llenaba de llagas que con el paso del tiempo
laceraban su carne, haciéndolo perder partes, la enfermedad era horrible,
contagiosa y muy temida. Una especie particularmente agresiva de lepra. El
pánico se esparció, muchos no dudaron en exigir que los enfermos fueran
arrojados al agua, hasta que ellos mismos o sus parientes cercanos se veían infectados,
entonces el discurso cambiaba. Padre, Tresdedos, sus familias y seguidores
atendían a los enfermos en lo que podían, aliviando su sufrimiento, sin
deshacerse de ninguno de los contagiados, debido a que, a pesar de las horribles
deformaciones, ninguno había perecido aun. Hasta el día en que Tresdedos se
presentó ante Padre, “Ya no volverás a bajar a atender a los enfermos…” dijo “…yo y mi gente nos encargaremos de todo…”
Padre no comprendió lo que sucedía hasta que Tresdedos le mostró el vientre,
una voluminosa protuberancia emergía de él, estaba contagiado y salvo Padre y
su familia, todos los demás también, entonces Tresdedos entró en la parte baja
del barco y le pidió a Padre que cerrara la puerta por fuera, Padre se negó,
pero Tresdedos insistió “Preocúpate de los tuyos. No todos pueden ser salvados”
La visión de Padre cobró vida en los
días sucesivos, al verse encerrados los hombres se lanzaron contra los
portones, gritando y pidiendo clemencia, sus cuerpos se deformaban
terriblemente, unos perdían el cabello, otros, sus miembros, el sufrimiento y la
desesperanza se apoderaron de todos ellos. Padre y los suyos se mantuvieron
sanos solo por obra divina, los portones no volvieron a abrirse y los alaridos
y golpes terminaron por acallarse. Y la lluvia por fin se detuvo. Días después
avistaron tierra, los montes y cerros ya se asomaban nuevamente, la choza
invertida se detuvo y Padre y su familia descendieron, la felicidad y gratitud
se mezclaban con la tristeza de haber perdido a tantos buenos hombres y
mujeres, tal vez si no hubiese salvado a esas personas del islote, la
enfermedad nunca hubiese llegado a bordo, pero ya no había nada que hacer. En
realidad sí había algo que hacer, debían sacar los cuerpos y darles sepultura
según su costumbre. Los portones se abrieron, pero lo que encontraron allí fue
sencillamente increíble. Había animales, miles, que con los rayos del sol se
despertaron y comenzaron a moverse con lentitud, espantando la modorra que los
embargaba, grandes, pequeños y en su mayoría, nunca antes visto por Padre y su
familia. No había un solo humano, ni vivo ni cadáver, solo animales que
salieron del refugio y se esparcieron por el mundo. Un majestuoso y bello tigre
salió al final, pareció saludar a Padre antes de irse, cojeaba levemente de su
pata delantera, Padre notó que solo tenía tres dedos en ella.
León Faras.