8
Minutos.
Los
seis robustos neumáticos giraban casi con desesperación tratando de agarrarse
al piso extremadamente pulido de la nave, con un chillido agudo de esfuerzo,
lograron cambiar su dirección antes de chocar contra la pared y coger una recta
acelerando nuevamente y de forma alarmante. A bordo viajaban cuatro personas,
tres de ellas eran parte del equipo que tenía a cargo la misión: El líder, la
conductora y el artillero. El cuarto sujeto era Nardi, un trabajador
especialista en los sistemas informáticos de la nave, un hacker reformado de
bajas capacidades sociales pero hábil con las máquinas, era lo mejor que
encontraron disponible en el momento para extraer los archivos de códigos de
cada uno de los procesadores de la nave por separado ya que el central que
debía agruparlos todos estaba inoperante, una tarea relativamente sencilla si
no fuera porque la nave hace rato que sugería la evacuación absoluta debido a
que la autodestrucción para prevenir un desastre mayor ya era inminente e
irreversible, “¿Cuánto tiempo nos queda?” preguntó Caín, el líder del grupo, un
hombre calvo de cuarenta años que estudiaba una pantalla frente a él con un
diseño tridimensional de los caminos que debían tomar, Nardi incorporándose
luego del brusco viraje le respondió consultando su cronómetro, “solo ocho
minutos…”; “dime una cosa…” Vilma era siempre la encargaba de conducir “… ¿Por
qué arriesgamos nuestras vidas por un montón de dígitos?”, esta aun no llegaba
a los treinta y había dos cosas que jamás le resultaba hacer: Reír y emborracharse, no importa cuán gracioso fuese algo o cuanto alcohol bebiera.
Varios accidentes sufridos principalmente en carreras ilegales, le habían
dejado como consecuencia numerosos implantes artificiales en todo su cuerpo,
incluyendo la cabeza, lo que explicaría ciertos rasgos anormales de su
personalidad. “…Al parecer esos números valen más que
nosotros” respondió Caín que viajaba a su lado “No para mí” dijo la chica sin
quitar la vista del camino. “Para mí tampoco así que vamos a salir con vida de
esto como sea. Dobla a la izquierda, aparecerá una especie de túnel, una vez
dentro, la primera está a menos cien” “Lo tengo”
Nuevamente
el viraje hizo patinar el vehículo en un inútil esfuerzo de sus ruedas por
sujetarse, hasta que nuevamente consiguió reanudar la marcha y recobrar
rápidamente la velocidad, todos a bordo se zamarrearon pero sabían que debían
agarrase fuerte y de lo que fuera, salvo Nardi que no podía acostumbrarse a los
bruscos vaivenes de la ruta, volvió a acomodarse los anteojos y levantó la
vista, frente a él, el amplio pasillo se empequeñecía abruptamente, tanto de
ancho como de alto convirtiéndose en una especie de túnel donde por unos
segundos tuvo la certeza de que no cabrían, eso le generó una ansiedad
sofocante, la impasibilidad de los demás lo desesperó, comenzó a gritar y
cuando el agujero estaba ya encima, sintió que su angustia estaba al borde de
la histeria, se cubrió la cabeza con las manos y apretó absolutamente todos los
músculos de su cuerpo. Vilma frenó con suavidad para que el vehículo patinara y
se alineara para luego en el momento exacto volver a acelerar y lograr encajar
casi a la perfección, casi, porque raspó un poco uno de los costados. Luego una
profunda aceleración seguida de una brusca frenada que arrastró el vehículo siete
metros hasta dejarlo exactamente junto a una caja adherida a la pared. Debieron
de gritar al pobre Nardi para que se incorporara he hiciera su trabajo, “por
Dios, casi me orino” susurró, aun consternado y tembloroso, no necesitó bajarse
del transporte para manipular el teclado de la caja a la que se conectó con un
aparato que llevaba colgado al cuello, extrajo los datos que necesitaba y tuvo
la mala idea de anunciar que había terminado sin pensar que Vilma aceleraría de
inmediato dejándolo con medio cuerpo afuera. Por suerte Marcus, el artillero,
reaccionó rápido y lo jaló de la chaqueta. Este era un hombre joven y alto con
aspecto de basquetbolista, usaba la barba más larga que el cabello y unos
pequeños anteojos que le daban un toque entre místico e intelectual, estaba
sentado en un pequeño sillín unido en una sola estructura giratoria con el
cañón doble y de doble propósito que portaba el vehículo.
“Ok,
la siguiente está muy cerca, antes de salir del foso” Al salir del túnel el
camino continuaba pero todo lo demás desapareció, el foso era un espacio vacío
de proporciones geológicas, sobrecogedor y profundamente intimidante. Fue
inevitable para todos echar un vistazo a ese colosal espacio vacío sin principio
ni fin, excepto Vilma que cruzó los diez kilómetros de puente a toda velocidad y
con la vista fija hacia enfrente. Justo antes de salir del foso estaba la
segunda caja, Nardi se bajó y de inmediato se sintió intimidado por el vacío,
“¡Dese prisa ¿quiere?, tenemos menos de cinco minutos!” tuvo que acercarse
hasta la orilla del puente y no con poco esfuerzo soportó el vértigo de estar a
centímetros de una caída interminable, hizo su trabajo y retrocedió hasta
sentir el vehículo tras él. Una vez que Vilma partió, recién notó que tenía las
manos mojadas de sudor.
Una
vez que salieron del nuevo túnel, se encontraron con un pasillo amplio que
describía una amplia curva, luego una curva cerrada seguida de una recta
interminable donde Vilma forzó al máximo el poderoso motor del vehículo, frente
a ellos apareció un gran portal cerrado, Nardi se apresuró a registrarse los
bolsillos “Esperen, tengo los códigos de todos estos accesos” “No hay tiempo
para sutilezas. Marcus, dispárale” ordenó Caín pero Nardi se puso como loco
“¿Qué?, ¿Están dementes? ¡Esa es la central de energía! ¡Hay dos mil
generadores nucleares ahí dentro!” el líder ojeó su pantalla, efectivamente se
veía una multitud impresionante de cuadritos blancos perfectamente formados y
alineados al otro lado de aquella puerta, por lo que debió reconsiderar la
orden “Marcus, dispárale. Pero usa el Ariete.” El Ariete era una facultad del
cañón para disparar un golpe de energía de baja combustión pero de alto impacto
físico, en otras palabras, lo que se llamaría “un buen golpe” Marcus preparó el
cañón rápidamente y apuntó, aguardó la distancia óptima y disparó,
inmediatamente después Vilma volvió a acelerar a fondo. Los gruesos portones se
abollaron como si un puño gigante y poderoso los hubiese golpeado, pero
resistieron en su lugar, eran más fuertes de lo que parecían a simple vista,
pero nada más se podía hacer, el choque era inminente, sin soltar el pedal del
acelerador Vilma gritó “¡Sujétense!” y además de eso todo el mundo escondió la
cabeza entre los hombros y cerró los ojos, excepto la conductora que solo los
empequeñeció, hace años había aprendido a nunca quitar la vista del camino.
Gracias
a que la construcción del vehículo era realmente sólida y a que poseía una
nariz reforzada y en forma de rompeolas, también al golpe de Ariete que debilitó
considerablemente la estructura y por cierto a la pericia de Vilma, fue que
lograron atravesar esas puertas y mantenerse en una sola pieza aunque no del
todo incólumes, el brutal golpe había aflojado más de algún conductor,
eléctrico o de fluidos y debería resistir así hasta el final. Atravesaron un
sendero largo y limpio, franqueado por interminables filas de cajas de metal
grandes como casas pequeñas, casi como cruzar un monótono pueblo, lujoso,
moderno y abandonado. Dos minutos y medio faltaban cuando Nardi tomaba los
datos de una nueva caja y aun les quedaba una más, Caín se comunicó con el
Coronel “…hace rato pasamos el PNR (punto de no retorno), repito: El PNR está
claudicado. ¡Necesitamos otra salida! …O esos datos no saldrán de aquí” luego
de varios segundos de desesperante chicharreo estático se escuchó la voz de un
hombre “les enviaré una nave de abordaje, abrirá un agujero para ustedes. Llegará
en un par de minutos. ¡Dense prisa!”; “¡No tenemos un par de minutos!” Caín
gritó pero la comunicación ya se había cortado. “Si partimos ahora, te aseguro
que puedo volver a la entrada en menos de dos minutos” Vilma hablaba en serio y
nadie dudaba de sus capacidades pero era más riesgoso que continuar “Además…”
habló Marcus “…nadie asegura que aun nos esperen por donde entramos” Eso disipó
las dudas y generó algunos segundos de silencio hasta que Nardi arriba del
vehículo miró a todos con cara de preocupación e impaciencia “¿Qué estamos
esperando? ¡Falta un minuto y medio!” y nuevamente se pusieron en marcha.
Luego
de salir de una curva se encontraron en un pasillo largo, recto y completamente
oscuro, entonces notaron lo dañadas que estaban las luces del vehículo, aun así
aceleraron, el mapa en la pantalla indicaba un camino sin curvas ni obstáculos
que desembocaba en un gran salón perfectamente circular, la última caja estaba allí.
Con el acelerador a fondo, en penumbras y cincuenta segundos de tiempo entraron
al salón, se estrellaron contra tres o cuatro pilares de un material parecido
al cristal que se quebraron sin oponer demasiada resistencia, Vilma al darse cuenta de donde estaba, cargó
todo su peso contra el pedal del freno tratando con desesperación de detenerse mientras los neumáticos rechinaban perdiendo velocidad con alarmante lentitud,
y provocando que todo el vehículo se girase hasta finalmente detenerse a escasos
centímetros de la gigantesca cúpula de cristal en la que se habían metido. Con
la boca abierta contemplaron el universo infinito en toda su majestuosidad
frente a sus ojos, tal visión los había hecho olvidar que habían estado a centímetros de
salir despedidos al espacio. Nardi revisó su cronómetro, “¡veinte segundos!”
Todos excepto Vilma bajaron a buscar la última caja, pero todo era cristal allí
y no había ninguna dichosa caja, entonces sonó la voz del Coronel en la radio “…ya
casi no les queda tiempo ¿tienes los datos?” Vilma respondió “¿y tú tienes esa
salida que nos prometiste?” “Ah, Vilma, supongo que tu jefe está demasiado
ocupado para responder” “Sí está en el baño, ya sabes cómo se tarda cuando
entra…” respondió la chica con absoluta seriedad. “Bien…” replicó el Coronel “…espero
que tengan todos los datos o no servirá de nada todo esto. Vuelve por donde
entraste, a la primera oportunidad dobla a la derecha, cubre ese pasillo a toda
velocidad, al final encontrarás tu recompensa” terminada la comunicación se escuchó la voz de Marcus “Creo que esta es la caja que buscamos…” en sus manos
sostenía la cabeza de uno de los pilares que habían quebrado al entrar… estaba destrozada.
Nardi la tomó con las manos temblorosas, estaba lleno de angustia hasta las
pestañas “¿y ahora qué haremos?” el vehículo se detuvo junto a ellos, Vilma
hizo sonar la bocina que emitió un ruido ahogado y defectuoso como un ave de
corral moribunda “¡Suban con todo y vámonos de aquí! Ya tenemos una salida”
La
nave de abordaje era capaz de adherirse a la superficie de otras naves de mayor
tamaño como un molusco, luego los hombres en su interior abrían las puertas y perforaban
la pared con cortadores especializados y poderosos. En eso estaban trabajando
cuando Vilma encontró el camino de la derecha y comenzó a acelerar a fondo y en
total penumbra “¡Dos segundos!” gritó Nardi, pero aquel era un pasillo que no
se podía cubrir en dos segundos y el tiempo se terminó. La explosión se sintió
cercana y poderosa como si la gigantesca nave en la que aun estaban se hubiese
partido en dos, Vilma perdió un poco el control pero aunque chocó contra las paredes
continuó. Le pareció ver una luz débil al final del pasillo, estaban cerca, de
pronto todo se iluminó. Una gigantesca bola de fuego apareció tras ellos y a
gran velocidad, Caín tomó la radio y gritó con desesperación sin saber bien si
le escuchaban o no “¡vamos a chocar! ¡Salgan de ahí, vamos a chocar!”
En
la pared se veía un grueso cordón brillante de metal derretido pero el círculo
que formaba aun estaba incompleto “¡Dispara, dispara!” Marcus preparó el cañón,
la bola de fuego ya los alcanzaba. Disparó y el vehículo atravesó la pared a
toda velocidad, las puertas de la nave de abordaje se cerraron en el acto y
alguien ordenó “Liberen la nave y sáquennos de aquí” un gran remezón siguió esa
orden hasta que luego todo fue calma. A varios metros el vehículo había logrado
detenerse, su estado era desastroso, una mujer de uniforme se acercó. Vilma se
bajó y pasó junto a la uniformada sin decir nada, esta preguntó “¿A dónde vas?”
“Necesito un trago…” dijo la chica y siguió su camino, Marcus le siguió “Voy a
asegurarme de que no se meta en problemas… está realmente cabreada” y se fue
también. La uniformada se quedó con Caín “Estuvo cerca esta vez” El jefe del
pequeño grupo asintió “Sí, demasiado. Pero bueno, hay que ganarse la vida de
alguna forma” luego le dio unas afectuosas palmadas en la espalda al pobre de
Nardi que aun no se recuperaba “Vamos muchacho, te ganaste un espacio en
nuestro pequeño equipo…solo es cuestión de acostumbrarse”
León Faras.