jueves, 24 de julio de 2014

Los Condenados.

8 Minutos.

Los seis robustos neumáticos giraban casi con desesperación tratando de agarrarse al piso extremadamente pulido de la nave, con un chillido agudo de esfuerzo, lograron cambiar su dirección antes de chocar contra la pared y coger una recta acelerando nuevamente y de forma alarmante. A bordo viajaban cuatro personas, tres de ellas eran parte del equipo que tenía a cargo la misión: El líder, la conductora y el artillero. El cuarto sujeto era Nardi, un trabajador especialista en los sistemas informáticos de la nave, un hacker reformado de bajas capacidades sociales pero hábil con las máquinas, era lo mejor que encontraron disponible en el momento para extraer los archivos de códigos de cada uno de los procesadores de la nave por separado ya que el central que debía agruparlos todos estaba inoperante, una tarea relativamente sencilla si no fuera porque la nave hace rato que sugería la evacuación absoluta debido a que la autodestrucción para prevenir un desastre mayor ya era inminente e irreversible, “¿Cuánto tiempo nos queda?” preguntó Caín, el líder del grupo, un hombre calvo de cuarenta años que estudiaba una pantalla frente a él con un diseño tridimensional de los caminos que debían tomar, Nardi incorporándose luego del brusco viraje le respondió consultando su cronómetro, “solo ocho minutos…”; “dime una cosa…” Vilma era siempre la encargaba de conducir “… ¿Por qué arriesgamos nuestras vidas por un montón de dígitos?”, esta aun no llegaba a los treinta y había dos cosas que jamás le resultaba hacer: Reír y emborracharse, no importa cuán gracioso fuese algo o cuanto alcohol bebiera. Varios accidentes sufridos principalmente en carreras ilegales, le habían dejado como consecuencia numerosos implantes artificiales en todo su cuerpo, incluyendo la cabeza, lo que explicaría ciertos rasgos anormales de su personalidad. “…Al parecer esos números valen más que nosotros” respondió Caín que viajaba a su lado “No para mí” dijo la chica sin quitar la vista del camino. “Para mí tampoco así que vamos a salir con vida de esto como sea. Dobla a la izquierda, aparecerá una especie de túnel, una vez dentro, la primera está a menos cien” “Lo tengo”

Nuevamente el viraje hizo patinar el vehículo en un inútil esfuerzo de sus ruedas por sujetarse, hasta que nuevamente consiguió reanudar la marcha y recobrar rápidamente la velocidad, todos a bordo se zamarrearon pero sabían que debían agarrase fuerte y de lo que fuera, salvo Nardi que no podía acostumbrarse a los bruscos vaivenes de la ruta, volvió a acomodarse los anteojos y levantó la vista, frente a él, el amplio pasillo se empequeñecía abruptamente, tanto de ancho como de alto convirtiéndose en una especie de túnel donde por unos segundos tuvo la certeza de que no cabrían, eso le generó una ansiedad sofocante, la impasibilidad de los demás lo desesperó, comenzó a gritar y cuando el agujero estaba ya encima, sintió que su angustia estaba al borde de la histeria, se cubrió la cabeza con las manos y apretó absolutamente todos los músculos de su cuerpo. Vilma frenó con suavidad para que el vehículo patinara y se alineara para luego en el momento exacto volver a acelerar y lograr encajar casi a la perfección, casi, porque raspó un poco uno de los costados. Luego una profunda aceleración seguida de una brusca frenada que arrastró el vehículo siete metros hasta dejarlo exactamente junto a una caja adherida a la pared. Debieron de gritar al pobre Nardi para que se incorporara he hiciera su trabajo, “por Dios, casi me orino” susurró, aun consternado y tembloroso, no necesitó bajarse del transporte para manipular el teclado de la caja a la que se conectó con un aparato que llevaba colgado al cuello, extrajo los datos que necesitaba y tuvo la mala idea de anunciar que había terminado sin pensar que Vilma aceleraría de inmediato dejándolo con medio cuerpo afuera. Por suerte Marcus, el artillero, reaccionó rápido y lo jaló de la chaqueta. Este era un hombre joven y alto con aspecto de basquetbolista, usaba la barba más larga que el cabello y unos pequeños anteojos que le daban un toque entre místico e intelectual, estaba sentado en un pequeño sillín unido en una sola estructura giratoria con el cañón doble y de doble propósito que portaba el vehículo.

“Ok, la siguiente está muy cerca, antes de salir del foso” Al salir del túnel el camino continuaba pero todo lo demás desapareció, el foso era un espacio vacío de proporciones geológicas, sobrecogedor y profundamente intimidante. Fue inevitable para todos echar un vistazo a ese colosal espacio vacío sin principio ni fin, excepto Vilma que cruzó los diez kilómetros de puente a toda velocidad y con la vista fija hacia enfrente. Justo antes de salir del foso estaba la segunda caja, Nardi se bajó y de inmediato se sintió intimidado por el vacío, “¡Dese prisa ¿quiere?, tenemos menos de cinco minutos!” tuvo que acercarse hasta la orilla del puente y no con poco esfuerzo soportó el vértigo de estar a centímetros de una caída interminable, hizo su trabajo y retrocedió hasta sentir el vehículo tras él. Una vez que Vilma partió, recién notó que tenía las manos mojadas de sudor.

Una vez que salieron del nuevo túnel, se encontraron con un pasillo amplio que describía una amplia curva, luego una curva cerrada seguida de una recta interminable donde Vilma forzó al máximo el poderoso motor del vehículo, frente a ellos apareció un gran portal cerrado, Nardi se apresuró a registrarse los bolsillos “Esperen, tengo los códigos de todos estos accesos” “No hay tiempo para sutilezas. Marcus, dispárale” ordenó Caín pero Nardi se puso como loco “¿Qué?, ¿Están dementes? ¡Esa es la central de energía! ¡Hay dos mil generadores nucleares ahí dentro!” el líder ojeó su pantalla, efectivamente se veía una multitud impresionante de cuadritos blancos perfectamente formados y alineados al otro lado de aquella puerta, por lo que debió reconsiderar la orden “Marcus, dispárale. Pero usa el Ariete.” El Ariete era una facultad del cañón para disparar un golpe de energía de baja combustión pero de alto impacto físico, en otras palabras, lo que se llamaría “un buen golpe” Marcus preparó el cañón rápidamente y apuntó, aguardó la distancia óptima y disparó, inmediatamente después Vilma volvió a acelerar a fondo. Los gruesos portones se abollaron como si un puño gigante y poderoso los hubiese golpeado, pero resistieron en su lugar, eran más fuertes de lo que parecían a simple vista, pero nada más se podía hacer, el choque era inminente, sin soltar el pedal del acelerador Vilma gritó “¡Sujétense!” y además de eso todo el mundo escondió la cabeza entre los hombros y cerró los ojos, excepto la conductora que solo los empequeñeció, hace años había aprendido a nunca quitar la vista del camino.

Gracias a que la construcción del vehículo era realmente sólida y a que poseía una nariz reforzada y en forma de rompeolas, también al golpe de Ariete que debilitó considerablemente la estructura y por cierto a la pericia de Vilma, fue que lograron atravesar esas puertas y mantenerse en una sola pieza aunque no del todo incólumes, el brutal golpe había aflojado más de algún conductor, eléctrico o de fluidos y debería resistir así hasta el final. Atravesaron un sendero largo y limpio, franqueado por interminables filas de cajas de metal grandes como casas pequeñas, casi como cruzar un monótono pueblo, lujoso, moderno y abandonado. Dos minutos y medio faltaban cuando Nardi tomaba los datos de una nueva caja y aun les quedaba una más, Caín se comunicó con el Coronel “…hace rato pasamos el PNR (punto de no retorno), repito: El PNR está claudicado. ¡Necesitamos otra salida! …O esos datos no saldrán de aquí” luego de varios segundos de desesperante chicharreo estático se escuchó la voz de un hombre “les enviaré una nave de abordaje, abrirá un agujero para ustedes. Llegará en un par de minutos. ¡Dense prisa!”; “¡No tenemos un par de minutos!” Caín gritó pero la comunicación ya se había cortado. “Si partimos ahora, te aseguro que puedo volver a la entrada en menos de dos minutos” Vilma hablaba en serio y nadie dudaba de sus capacidades pero era más riesgoso que continuar “Además…” habló Marcus “…nadie asegura que aun nos esperen por donde entramos” Eso disipó las dudas y generó algunos segundos de silencio hasta que Nardi arriba del vehículo miró a todos con cara de preocupación e impaciencia “¿Qué estamos esperando? ¡Falta un minuto y medio!” y nuevamente se pusieron en marcha.

Luego de salir de una curva se encontraron en un pasillo largo, recto y completamente oscuro, entonces notaron lo dañadas que estaban las luces del vehículo, aun así aceleraron, el mapa en la pantalla indicaba un camino sin curvas ni obstáculos que desembocaba en un gran salón perfectamente circular, la última caja estaba allí. Con el acelerador a fondo, en penumbras y cincuenta segundos de tiempo entraron al salón, se estrellaron contra tres o cuatro pilares de un material parecido al cristal que se quebraron sin oponer demasiada resistencia, Vilma al darse cuenta de donde estaba, cargó todo su peso contra el pedal del freno tratando con desesperación de detenerse mientras los neumáticos rechinaban perdiendo velocidad con alarmante lentitud, y provocando que todo el vehículo se girase hasta finalmente detenerse a escasos centímetros de la gigantesca cúpula de cristal en la que se habían metido. Con la boca abierta contemplaron el universo infinito en toda su majestuosidad frente a sus ojos, tal visión los había hecho olvidar que habían estado a centímetros de salir despedidos al espacio. Nardi revisó su cronómetro, “¡veinte segundos!” Todos excepto Vilma bajaron a buscar la última caja, pero todo era cristal allí y no había ninguna dichosa caja, entonces sonó la voz del Coronel en la radio “…ya casi no les queda tiempo ¿tienes los datos?” Vilma respondió “¿y tú tienes esa salida que nos prometiste?” “Ah, Vilma, supongo que tu jefe está demasiado ocupado para responder” “Sí está en el baño, ya sabes cómo se tarda cuando entra…” respondió la chica con absoluta seriedad. “Bien…” replicó el Coronel “…espero que tengan todos los datos o no servirá de nada todo esto. Vuelve por donde entraste, a la primera oportunidad dobla a la derecha, cubre ese pasillo a toda velocidad, al final encontrarás tu recompensa” terminada la comunicación se escuchó la voz de Marcus “Creo que esta es la caja que buscamos…” en sus manos sostenía la cabeza de uno de los pilares que habían quebrado al entrar… estaba destrozada. Nardi la tomó con las manos temblorosas, estaba lleno de angustia hasta las pestañas “¿y ahora qué haremos?” el vehículo se detuvo junto a ellos, Vilma hizo sonar la bocina que emitió un ruido ahogado y defectuoso como un ave de corral moribunda “¡Suban con todo y vámonos de aquí! Ya tenemos una salida”

La nave de abordaje era capaz de adherirse a la superficie de otras naves de mayor tamaño como un molusco, luego los hombres en su interior abrían las puertas y perforaban la pared con cortadores especializados y poderosos. En eso estaban trabajando cuando Vilma encontró el camino de la derecha y comenzó a acelerar a fondo y en total penumbra “¡Dos segundos!” gritó Nardi, pero aquel era un pasillo que no se podía cubrir en dos segundos y el tiempo se terminó. La explosión se sintió cercana y poderosa como si la gigantesca nave en la que aun estaban se hubiese partido en dos, Vilma perdió un poco el control pero aunque chocó contra las paredes continuó. Le pareció ver una luz débil al final del pasillo, estaban cerca, de pronto todo se iluminó. Una gigantesca bola de fuego apareció tras ellos y a gran velocidad, Caín tomó la radio y gritó con desesperación sin saber bien si le escuchaban o no “¡vamos a chocar! ¡Salgan de ahí, vamos a chocar!”

En la pared se veía un grueso cordón brillante de metal derretido pero el círculo que formaba aun estaba incompleto “¡Dispara, dispara!” Marcus preparó el cañón, la bola de fuego ya los alcanzaba. Disparó y el vehículo atravesó la pared a toda velocidad, las puertas de la nave de abordaje se cerraron en el acto y alguien ordenó “Liberen la nave y sáquennos de aquí” un gran remezón siguió esa orden hasta que luego todo fue calma. A varios metros el vehículo había logrado detenerse, su estado era desastroso, una mujer de uniforme se acercó. Vilma se bajó y pasó junto a la uniformada sin decir nada, esta preguntó “¿A dónde vas?” “Necesito un trago…” dijo la chica y siguió su camino, Marcus le siguió “Voy a asegurarme de que no se meta en problemas… está realmente cabreada” y se fue también. La uniformada se quedó con Caín “Estuvo cerca esta vez” El jefe del pequeño grupo asintió “Sí, demasiado. Pero bueno, hay que ganarse la vida de alguna forma” luego le dio unas afectuosas palmadas en la espalda al pobre de Nardi que aun no se recuperaba “Vamos muchacho, te ganaste un espacio en nuestro pequeño equipo…solo es cuestión de acostumbrarse”



 León Faras.

viernes, 11 de julio de 2014

Del otro Lado.

XVII. 


“¿Qué estás haciendo aquí a estas horas?” Alan se detuvo abruptamente, incrédulo de que le hablaran a él, se volteó, en un asiento acosado por descuidados arbustos cercano a los juegos infantiles estaba sentada su joven amiga, Julieta, extrañada pero contenta de verlo. Casi amanecía y el frío se podía ver en el ambiente, aunque para ellos era imperceptible, el hombre se acercó, se saludaron cordialmente y se sentó a su lado, “Establecí contacto” le dijo con un toque de presunción y le mostró la hoja de papel escrita con lápiz labial, estaba un poco borroso como si se hubiese corrido la escritura, el hombre se justificó mostrando su trasero en el que se podían ver manchas de vivo color rojo, “Sí, es que estaba sentado encima…” dijo, lo que gatilló la risa fácil de la muchacha, “…¿Y a ti cómo te ha ido?” agregó Alan retomando la seriedad, “Pues… bien, a veces creo que Lucas se da cuenta de que estoy con él. Su mamá dice que tiene un ángel guardián que lo cuida, sé que no habla de mí pero… me gusta pensar que sí”; “No creo que encuentren a alguien mejor para ese puesto” la chica recibió el cumplido con una sonrisa de satisfacción. Lucas era el hijo que el Chavo y la Macarena tenían postrado en cama y al cual Julieta se sentía atraída intensamente “¿Crees que él sienta de alguna manera mi presencia?” La muchacha preguntó distraída, con la mirada puesta en el sol que ya se insinuaba en el horizonte, “Claro que sí, seguro tiene capacidades especiales para percibir los buenos sentimientos que le rodean, capacidades que la mayoría tenemos atrofiadas cuando creemos que somos tan perfectos” ambos se quedaron pensativos unos segundo hasta que la chica rompió el silencio “Por cierto, tengo noticias para ti…” Julieta había oído al Chavo hablando con alguien por teléfono sobre el arma que había matado a Laura, decía que las cosas no habían salido como lo habían planeado pero el objetivo para el que debían conseguir esa arma, se había cumplido igual, por lo tanto era justo que le pagaran lo acordado, nada de lo que había sucedido había sido culpa de él “Entonces ya sabemos para qué necesitaban esa arma, ahora solo nos queda saber quién tiró del gatillo finalmente” señaló el hombre, “Y por qué” concluyó la chica. Pronto Julieta se despidió, Lucas despertaba temprano y le gustaba acompañarlo en esos momentos de tranquilidad mientras todo el mundo aun dormía, Alan también debía marcharse, quería hablar con Manuel, con seguridad estaría enojado con él por lo de la ventana rota pero el plan había resultado y tenía información para darle.


Ya estaba bien entrada la mañana y el sol, debido a la orientación de la casa de Manuel, daba casi de lleno en la entrada de esta, abrigando el asiento que precisamente había sido puesto en ese lugar para esos fines y estrellándose ahora, contra el enorme trozo de plástico oscuro pegado con cinta adhesiva, puesto ahí para cubrir el agujero dejado por la pedrada que Alan le había dado en una de las caras que formaban el ventanal principal de la casa. Manuel salía como casi todos los días despejados, a sentarse en la entrada de su casa hasta la hora del almuerzo, como siempre llevaba su bastón para verificar antes de dejarse caer, que no estuviera ninguno de los gatos del vecindario asoleándose sobre su lugar y evitar así sentarse encima de uno de estos indiferentes animales que solían comportarse como amos del mundo sin importarles nada las necesidades o deseos del dueño de casa. Algunos golpecitos en la cubierta de su banca eran suficientes, pero aquella mañana, los golpecitos no sonaron de forma correcta ni se dieron a la altura adecuada, por lo que el viejo decidió agudizar el oído y golpear un poco más fuerte hasta conseguir alguna respuesta, esta vez en forma de quejas, que además de ser humanas también eran bastantes conocidas para él. Alan se había recostado a lo largo en aquel lugar a la espera de su amigo, no había descansado nada esa noche y su cuerpo cada vez más materializado no solo acusaba agotamiento con cierta frecuencia, sino que también disfrutaba de los pequeños placeres mundanos, como ese momento de relajo al abrigo del sol mañanero, placer del que fue sacado abruptamente con repetidos golpes a la altura de sus canillas. “¡Y encima tienes la desvergüenza para presentarte aquí luego de atentar contra mi propiedad!; ¡Porque no me vas a negar que fuiste tú quien agarró a pedradas mi casa!, ¡Sé que fuiste tú!” El viejo estaba realmente ofuscado y aunque lo regañaba casi a gritos Alan aguardó en silencio y dejó que desahogara su enojo, luego le soltó lo que le venía a decir “¿sabes de alguien que quisiera matar a tu nieta?” Manuel tardó un poco para procesar la pregunta por lo que Alan continuó con su informe “…a esa muchacha la mataron y no solo fue una fatal coincidencia, al parecer, el arma fue encargada a un tal Chavo para que la consiguiera con el fin de eliminar a tu nieta por alguna razón que desconocemos…” el viejo se había sentado lentamente y no perdía palabra de las que le decía su amigo “Ese tal Chavo, ¿Es el mismo que vive en la población de mi hija y mi nieta?”, “El mismo, son casi vecinos” respondió Alan. El viejo parecía hacer un esfuerzo recordando detalles, “Lo recuerdo, Laura tenía una pareja, le llamaban “el Tavo” Gustavo Fuentes se llama, era amigo de ese tal Chavo que mencionas y de la misma calaña diría yo, vago, oportunista y aprovechador. No sé qué le vio mi nieta a un tipo así, a veces las mujeres parece que tuvieran un…” y el viejo ya comenzaba a desarrollar su hipótesis sobre los misteriosos motivos de las mujeres para escoger a sus parejas pero fue interrumpido abruptamente por Alan quien ya veía venir una discusión tan larga como estéril “…Eso no es todo lo que debía decirte. Todo el montaje que hicimos anoche dio los resultados esperados, comprobé que tu nieta aun habita su cuarto, logré atraer su atención” Manual volvió a poner su interés en lo que hablaban “¿Y cómo atraes la atención de una difunta?”, “Con las velas que me diste. Por lo menos los espíritus que no se han ido aun, solo perciben dos olores, el de las velas y el de las flores. Por algo será que ambas estás asociadas a los muertos, ¿no?” El viejo lo meditó todo durante un rato “Y aun no sabes qué necesita para…tú sabes, descansar en paz” Alan sonrió en silencio ante esa frase, no conocía demasiados muertos pero ninguno de ellos estaba precisamente descansando en paz, “Trataré de comunicarme con ella y ya te cuento… ya me voy” Se puso de pie para irse pero recordó algo más “¿Tú sabes donde ella está sepultada?” Manuel respondió de inmediato “Ah, eso es sencillo, el mausoleo familiar es muy fácil de encontrar. Está justo frente a la pileta del cementerio, ahí está la tumba de Laura”, “Vaya…” susurró Alan antes de irse.


León Faras. 

jueves, 3 de julio de 2014

La Prisionera y la Reina. Capítulo tres.

X.

El enano de rocas había regresado al castillo del semi-demonio no porque le interesara de alguna manera seguir a Lorna, nada en especial lo ataba a ella, su razón era mucho más práctica, había perdido su piedra primaria y con ella, tal vez su única posibilidad de reproducción, de transmitir su magia única a otras rocas ordinarias para que a partir de estas un nuevo enano de rocas naciera, en un periodo de gestación que podía durar varias décadas de lento y silencioso proceso mágico. Hace bastante tiempo que su ojo ya no se sostenía adherido a él como las otras rocas de su cuerpo, sino que se desprendía, señalando que el momento de entregar una parte de sí a favor de la multiplicación de su especie había llegado. Lorna ya había visto sin entender, en el momento en que conoció al enano de rocas, cómo su ojo se caía y debía ser devuelto a su lugar por el mismo enano, cosa que probablemente no recordaba ni menos asociaba con el regreso de la extraña y rocosa criatura a las catacumbas, lugar donde la piedra primaria se había extraviado al momento de rodar por las escaleras, el enano lo notó, pero cuando la iba a buscar, Lorna cayó y él fue arrastrado en esa caída. Ahora se mantenía en la sala de guardias a la espera de poder entrar nuevamente a las catacumbas para recuperar su ojo cuando una pequeña roca lo golpeó suavemente. Observó su rededor, Lorna estaba allí, también un guardia y un espíritu que el enano podía percibir, un espíritu que estaba especialmente interesado en la pequeña joya que lo acababa de golpear, ninguno de los seres que estaban presentes le generaba mayor interés al enano de rocas, para él, las criaturas orgánicas eran raras y de costumbres incomprensible, que en general poco o nada podían afectarlo en su apacible e imperecedera existencia, no eran una amenaza pero tampoco le generaban admiración. Sin embargo la joya llamó su atención, era bella, pulida, ovalada, como una piedra de río. Para un enano de rocas, una roca hermosa era especialmente interesante, casi irresistible. La tomó con la intención de adherirla a su cuerpo, en al acto se dio cuenta de que aquella no era un piedra ordinaria, sintió una energía extraña en su interior que provenía de aquella joya, era algo extraño pero nada que afectara su siempre impávida actitud, hasta que de pronto el espíritu que los acompañaba fue absorbido por la joya y su cuerpo dejó de pertenecerle, su conciencia permaneció pero todos sus movimientos  eran dirigidos por otra entidad, el enano de rocas no lo sabía, pero Dágaro se había apropiado momentáneamente de su pequeño y sólido cuerpo con el que pretendía iniciar su venganza y recuperar su reino.

Lorna se mostraba lo más encantadora posible tratando de convencer al guardia que aquel no era el momento ni el lugar para aquello que tenía en mente, pero el guardia no quería negociar, se suponía que ella debía estar encerrada, y si había escapado, era su trabajo volverla a encerrar, pero antes, nada le impedía sacar provecho de su situación, por lo que usó su espada para desarmar a la chica, quien debió botar el puñal que había conseguido y retrocedió hasta que una pared se lo impidió, no le temía a lo que el hombre podía hacerle, estaba bastante acostumbrada a manejar a ese tipo de “clientes” pero lo que no quería, era volver a las catacumbas otra vez y no sabía bien qué hacer, solo le quedaba obedecer y tratar de ganar tiempo, luego intentar negociar de nuevo y esperar que algo sucediera, sin embargo, lo que sucedió, no era algo que esperara.

El enano de rocas se irguió en un rincón de la sala de guardias, observándose con curiosidad a sí mismo, luego comenzó a caminar hacia la pareja, lo que inmediatamente llamó la atención de Lorna que en la posición que estaba podía verlo, aquel no era el enano de rocas que ella conocía, aunque lucía idéntico, su expresión, sus movimientos, su forma de caminar, no era la criatura torpe y graciosa que conoció en las catacumbas, incluso ahora hasta se veía amenazante desprendiendo un extraño vapor negro. La expresión del rostro de la chica hizo que el guardia se volteara con cierta preocupación, pero al ver al enano se relajó, pensando que se trataba solo de la simpática criatura con la que se divertían hace un rato, solo le dijo que estaba ocupado y que no molestara y continuó en lo suyo, pero Lorna seguía interesada, ese enano era diferente, este se acercó y en un momento la mujer pudo ver la joya adherida al pecho de su pequeño compañero, entonces recordó los guardias del semi-demonio, esas armaduras inertes con oscuros espíritus aprisionados en su interior capaces de intimidar a cualquiera, el enano lucía como uno de ellos. Un solo golpe de puño fracturó de inmediato la pierna del guardia quien cayó al suelo dando alaridos de irrefrenable dolor, mientras se arrastraba por el suelo tratando de alejarse del enano de rocas al que no tenía posibilidades de dañar, pero este pasó caminando por su lado sin prestarle más atención, solo se dirigió a la salida y se fue rumbo a la superficie. Lorna se quedó boquiabierta, absolutamente sorprendida con lo que había sucedido no podía ordenar sus ideas, solo se le ocurrió una cosa, recoger su puñal, pasar alejada del guardia que le pedía ayuda y la trataba de alcanzar y correr tras el enano que ya no era el enano, sino que al parecer era la reencarnación, si es que se podía llamar así, de su medio hermano, el mismísimo semi-demonio Dágaro.


Lorna corrió por los pasillos dudosa de haber tomado la dirección correcta porque no pudo dar con el enano. A pesar de moverse rápido, la mujer lo hacía con precaución, pues no quería encontrarse con sorpresas desagradables como lo había hecho con aquel guardia en las catacumbas, pero sospechosamente encontró todos los pasadizos vacíos, lo que era muy raro, sin duda algo había sucedido, algo lo suficientemente grande como para requerir la presencia de todos los soldados del castillo. Cuando llegaba a la superficie, el escándalo que había era más que evidente, en el fondo luminoso del pasillo se podía ver una confusa escena donde un gran número de soldados gritaban y se movían frenéticos manteniendo lo que parecía una batalla épica contra una fuerza colosal, cuerpos volaban por los aires hasta estrellarse contra las paredes, mientras otros se lanzaban al ataque con gritos de furia, un aullido ensordecedor retumbó y un nuevo grupo de soldados fue esparramado por el suelo. Lorna no lo podía creer, por un momento imaginó a su pequeño compañero luchando solo contra todos los guardias del castillo, pero al asomarse a la salida lo que vio era aun peor, la bestia se había liberado y estaba destrozando al ejército de Rávaro.


León Faras.