XXIII.
Laura
estaba realmente fascinada con su nuevo descubrimiento, su nueva habilidad,
poder ver el mundo a través de los reflejos era para ella una experiencia
extraordinaria, como si viera la vida por primera vez. Absolutamente todo comenzaba
a vislumbrarse allí, los numerosos vehículos, las interminables personas, los
árboles, la incontrolable vegetación, las aves en el cielo, los perros vagos o
con sus dueños, todo era visible para ella nuevamente, pero solo a través de un
reflejo mudo y lejano, impenetrable, como si se encontrara del otro lado del
espejo, pero aquello no era ningún inconveniente para la muchacha por el
momento, pues con ver todo aquello y saber que no estaba sola, que el mundo
seguía funcionando igual que siempre a su alrededor, aunque no pudiera
percibirlo como antes, ya era un avance muy sustancial para ella que la llenaba
de entusiasmo. La ciudad estaba llena de cristales por todas partes y Laura
aprovechó todos los que pudo durante su camino a casa para volver a ver a la
gente, ella caminaba sola, pero en los reflejos de los vehículos y los
escaparates, las personas pasaban por su lado o a través de ella sin prestarle
la menor atención, pues nadie la podía ver, ni siquiera ella se veía a sí misma
reflejada en la vitrinas, sin embargo, en más de alguna ocasión su mirada se
cruzó con la de algún transeúnte, una pequeña niña por aquí o un tipo con
lentes de sol por allá, era una experiencia curiosa, aunque probablemente
casual. Llevaba una idea muy clara en mente y era volver a ver a su madre y a
su hermana, cómo estaban, qué hacían, como se veían, tenía mucha curiosidad por
descubrir su casa y su entorno nuevamente, de ver caras conocidas, ya luego
cuando anocheciera volvería al cementerio para acudir a la cita que ese tal
Alan le había propuesto, otro tema que le causaba bastante curiosidad. Mientras
se dirigía a su casa, buscaba en su mente algún indicio de cómo había sucedido
su muerte, algún recuerdo o imagen que tal vez pudieran darle alguna pista,
pero nada, simplemente un día su vida era completamente normal y luego ya no,
sin que ningún suceso en particular marcara el antes y el después.
Se
llenó de autentica emoción y felicidad cuando llegó a su población y los
polvorientos cristales de un vehículo estacionado le ofrecieron una completa
panorámica del lugar, con la multi-cancha en frente y los bloques
habitacionales alrededor, pero esta vez con todos sus moradores pululando por
ahí, en su mayoría, rostros que le resultaban familiares y que la traían de
vuelta a su tiempo y espacio, a su universo. Las vecinas agrupadas conversando
en un rincón, jóvenes yendo o llegando en bicicleta, niños que corrían tras una
pelota y los árboles, los mismos que buscó con tanta insistencia los primeros
días de su nueva forma de existencia, todos ellos estaban allí, aun vivos y
resistiendo el constante maltrato al que estaban expuestos, pero al volver la
vista a cualquier otro punto la magia desaparecía y todo seguía siendo igual,
mudo y vacío, curiosa y entusiasmada, volvió a dirigir la vista hacia la
ventana del automóvil con la intención de escudriñar su alrededor con más cuidado
y tal vez descubrir la presencia de alguien conocido para ella, cercano o por
qué no, alguien de su familia pero lo que descubrió fue espantoso. Parado allí
entre los escasos transeúntes que circulaban en ese momento, había una figura
humana parada, delgada, alta y oscura como una sombra, como una escultura hecha
de humo negro y denso, tal vez, de oscuridad, de sombra, como si esta fuera
capaz de agruparse para formar un cuerpo, estaba de pie justo detrás de ella.
Laura notó cómo una chica que pasaba por allí con un par de amigas, al parecer
rozó aquel ser con su brazo desnudo y debió restregárselo enérgicamente con la
otra mano, pues sintió un escalofrío que le erizó los vellos, pero nada más que
eso, pues nadie parecía verlo, Laura volteó la vista con precaución tras ella
por encima del hombro, por si veía algo que antes no hubiese notado, pero nada,
su mundo seguía igual, entonces volvió la vista al cristal del auto, y lo que
vio la hizo caer al suelo, la figura se le lanzó encima con una violencia
terrible, creciendo de tamaño y abriendo una boca enorme en un grito mudo capaz
de engullirla por completo y con garras que parecían no dejarle ninguna escapatoria.
Pero toda la violenta embestida se estrelló contra el cristal, que sin ningún
esfuerzo, resistió incólume el aterrador envite que se desintegró en el aire
desapareciendo por completo. Laura quedó sentada en el suelo, aterrada, desconcertada,
sin entender qué había sucedido ni mucho menos poder imaginar a qué se
enfrentaba.
León Faras.