2.
Cuando Nora descubrió que el baño de
Yen Zardo no tenía puerta, ya era demasiado tarde para recular, no era lo más
cómodo al estar en la casa de otra persona, pero ya estaba allí y no dudaría en
usarlo. La explicación que el muchacho le dio al rato, la sorprendió un poco
pero acabó por aceptar que era de lo más lógica. El incidente con el robot
mensajero y el desestabilizador, no era el primero en el que Nora terminaba
perjudicada de alguna manera sin tener nada que ver. Apenas unos días antes, Zardo
y Doble R, como casi todos llamaban a Reni Rochi, consiguieron unas turbinas
urbanas anti-gravitatorias de segunda mano, un modelo clásico y a muy buen
precio que, luego de revisar cuidadosamente, decidieron que no había nada mejor
que probarlas dentro del edificio. Estas turbinas, que se ponían en la espalda
como una mochila, no estaban diseñadas para salir volando a gran altura ni a
altas velocidades, por lo que no era del todo desquiciado probarlas en los
pasillos, su función, era transportar a una personas en vilo sujeta con un
arnés a una velocidad razonable para moverse dentro de una ciudad sin necesidad
de caminar. Yen Zardo se la puso, pues Rochi era físicamente enorme. El caso es
que los muchachos rápidamente descubrieron un juego de lo más divertido, Reni
tomaba a su compañero por encima de su cabeza, quien gracias a la máquina
pesaba muy poco, y lo lanzaba tan lejos como podía, pero la caída de Yen era
amortiguada por la turbina quien detenía su cuerpo antes de que tocara el piso,
estabilizándolo nuevamente de forma suave y segura, resultando un truco genial
e intensamente emocionante. El juego era fantástico y Rochi lo hacía cada vez
con más fuerza y violencia, lanzándolo más y más lejos, hasta que las cosas,
como era de esperarse, salieron mal. Rochi en un mal cálculo lanzó a su amigo
demasiado alto estrellando la turbina contra las tuberías y luminarias del
cielo, algo se rompió dentro del aparato y otro algo se salió de donde debía
estar, con lo que la magia se acabo repentinamente en el aire y el pobre Yen se
estrelló en el piso de forma violenta y dolorosa, justo en la puerta del
departamento de Nora. Esta fumaba un cigarrillo mientras veía la televisión,
cuando tuvo que salir a mirar alertada por el golpe. Ahí estaban los dos, Reni
intentando liberar a su amigo del arnés que lo sujetaba mientras este, reía y
se quejaba a la vez tirado a los pies de Nora, la chica los miraba sin enojo ni
entusiasmo, como cuando lo que ves, no hace más que confirmar lo que ya
sospechabas, de pronto Rochi se puso serio, algo olía raro, su amigo Yen Zardo
fue apagando la risa hasta concentrarse en su olfato también, Nora no olía nada
ni le interesaba, su aburrido y repetido programa de televisión la estaba
esperando y por el momento no quería saber nada más sobre ninguna otra cosa,
botó su cigarro ahí mismo y se dio la vuelta sin decir palabra, en ese momento
los muchachos se dieron cuenta de que lo que olían, era gas inflamable que
salía de la turbina. El cigarrillo cayó en cámara lenta, ambos lo miraron
espantados, Nora cerraba su puerta de un empujón en el momento en que Zardo y
Rochi se ponían de pie y comenzaban a correr, gritando algo sobre una
explosión, Nora los escuchó y se quedó parada un segundo allí, como cuando no
estás seguro y esperas a oír algo más, la puerta se cerró y eso fue una suerte
para la muchacha, pues la máquina explotó ahí mismo, de una manera breve pero
increíblemente violenta, tanto que si la puerta no se hubiese alcanzado a
enganchar, la hubiese lanzado de vuelta golpeando a Nora de forma terrible. Sin
embargo, la suerte de Nora no fue la misma para la pobre puerta, que soportó
estoica, pero quedó con las bisagras de más abajo desvencijadas y su estructura
de metal abollada, como si hubiese sido golpeada por un diminuto meteorito . Nora,
luego de un minuto, volvió a abrir la puerta, los muchachos aun no se ponían de pie, un poco incrédulos todavía de estar ilesos, sin embargo, ninguno de los
tres se salvó de la sordera temporal y el pitido sostenido en el oído. Al día
siguiente, los muchachos llegaron con una puerta casi nueva y reemplazaron la
de Nora, ella ni se lo imaginó en ese momento, pero esa puerta era la del baño
de Yen Zardo, al fin y al cabo, él no la usaba casi nunca y además, todas las
puertas de todos los departamentos, eran exactamente iguales. La turbina quedó
rota irreparablemente, una lástima, hubiese sido utilísima para transportar al
robot, fuera del departamento de Nora.
El departamento donde vivía Nora, no
era para nada un lugar especial, de hecho, toda la ciudad seguía la misma línea
de poco espacio en las viviendas y hacinamiento en las calles y lugares
públicos, los edificios se elevaban a enormes alturas con ridículamente
estrechas separaciones entre sí que apenas dejaban pasar la luz del sol durante
el día o ver las estrellas por la noche; los carteles, anuncios y señaléticas
también tenían su parte importante en esto último, esto también se podía ver en
las angostas calles que solo permitían el movimiento de peatones o de medios de
transporte pequeños para uno o dos personas como máximo, todo medio de
transporte para un número de gente superior a ese, se hacía por aire o bajo
tierra. La naturaleza era escasa, jardines o mascotas, casi inexistentes. Los
sueños y los ídolos estaban obsoletos, nadie escribía canciones o pensaba que
viajar por el mundo podría ser algo grandioso. Tal vez era culpa de la comida o
de algo que había en el aire, pero la gente no parecía tener aspiraciones ni
deseos de cambios, todos vivían el día sin ilusiones en el futuro, incluso el
sexo parecía estar dominado, contenido o atrofiado de alguna manera artificial,
que parecía no llamar mayormente la atención de las personas, nunca habían violaciones
o abusos, pero tampoco se podían ver parejas que se dieran muestras de afecto o
atracción, sino más bien desgano y pereza por el cortejo o la sexualidad.
Curiosamente a nadie le llamaba la atención esto, como si sintieran que siempre
ha sido así. Ni siquiera los enfermos morían como seres humanos, sino que se extinguían
lentamente como una llama que se le agota el combustible o se secaban y
marchitaban como si fueran plantas olvidadas que hace rato nadie riega,
idiotizados, inhumanizados con sustancias que les permitían morir sin dolor ni voluntad
ni esperanza alguna. Una tendencia se está haciendo frecuente, el nacimiento de
jóvenes con dones extraños, habilidades que nunca han pertenecido a la raza
humana, aunque nada espectaculares sino más bien estorbosas a veces e inútiles
en su mayoría. Nora, y su don de dar vida, era un claro ejemplo de esto, pero
no el único.
Los robots mensajeros no eran el
medio más rápido para enviar mensajes importantes, pero sí el más barato y
seguro, ya que estas máquinas estaban provistas de una voluntad casi heroica
para cumplir con su encargo, y además, estaban muy bien equipados para comprobar
sin lugar a errores la identidad de la persona indicada antes de entregar su
mensaje, siempre recibido y transmitido de forma oral e irremediablemente
eliminado de la memoria una vez entregado. Sin embargo, como a la usanza
antigua, el mensaje moría con el mensajero, lo que dejaba a Nora sin la
información que esperaba y con casi doscientos kilos de chatarra sobre su
inodoro, la chica necesitaba una solución lo antes posible y se reunió con sus
dos amigos fuera de su baño. Yen Zardo propuso arrojarlo por la ventana durante
la noche, lo que era una idea muy tonta, no solo por el riesgo más que evidente
de que mataran a alguien de un golpe fulminante, sino que también porque la
ventana estaba enrejada. Rochi propuso desarmarlo y sacarlo del edificio por
partes, no alcanzó a terminar su idea, cuando su amigo lo interrumpió, en una ostentación
de genialidad, diciendo que la solución perfecta era lanzarlo por la ventana,
pieza por pieza. “Traeré mi caja de herramientas…” dijo Rochi, pero antes de
que se fuera, y en medio del susurro constante que transmitía el robot, se le
escuchó a este decir “Zeipa… marretienas… Porza pei zeipa…” Todos se quedaron
inmóviles, con los ojos pequeños y la boca abierta, como si eso ayudara. “Creo
que es griego” comentó Zardo profundamente serio, “No, no… estoy seguro que eso
de Marratienas es un lugar… una isla o algo así” aseguró Rochi, “Pues yo creo que aun tiene
puesto el desestabilizador que ustedes le pusieron” Concluyó Nora, cogiendo la
nuca del robot y retirando el dichoso aparato, el androide se quedó mirando el
suelo largo rato y sin levantar la cabeza dijo “Herramientas…” luego miró
directo a los, desmesuradamente abiertos, ojos de Nora “…pieza por pieza”
repitió “¡También quiere que lo desarmemos!” exclamó Yen Zardo sorprendido, “Está
aprendiendo a hablar, idiota” replicó Rochi, también incrédulo. “Idiota…” dijo
el robot mirándolo, y luego dirigiéndose a Zardo repitió “Idiota.”
León Faras.