viernes, 31 de agosto de 2018

La Hacedora de vida.


9.

Nora regresaba por segunda vez a su puesto preferencial en la primera fila para seguir mordisqueándose la punta de los dedos, justo detrás de su hermana Dixi, quien se mantenía concentrada e imperturbable, haciendo exactamente lo que Boris le decía, mientras Ragas celebraba todo, no paraba de hablar, alardeaba y tragaba puñados de unas láminas crujientes con sabor a papas fritas, esa era parte de su estrategia: verlo comer después de varias horas de juego era algo que realmente jodía la moral, pero Dixi no lo podía ver, esa era su ventaja y tampoco le prestaba la más mínima atención a sus burlas y provocaciones, sólo oía su Audio-visor y él le decía todo lo que debía hacer. Reni Rochi también estaba allí, en la primera fila, se había venido apenas recuperó el aliento y su corazón retomó un ritmo normal. Miró a Nora y meneó la cabeza con reprobación cuando ésta llegó a su lado, estaba tan nerviosa que era la segunda vez que iba al baño, de haber jugado ella, hubiese resultado todo un completo desastre. Poco rato después llegó Zardo, y se paró al otro lado de Nora, “¿Cómo va?” preguntó, y se quedó mirando hacia  el pequeño cuadrilátero donde se realizaba el juego. Nora ni lo miró para responder, “Hasta ahora, Dixi ha conseguido como un millar de fichas más que Ragas (esa era claramente una hipérbole) pero aún está muy lejos de terminar el juego…” Zardo sonrió y asintió con la cabeza, “Ah, está consiguiendo una buena ventaja para luego atacar…” dijo, con la convicción de un experto que sabe exactamente lo que está sucediendo. Nora también meneó la cabeza aprobando la idea, pero pronto se puso seria e inmóvil, una vocecita en su cabeza se hizo escuchar gritando por encima de todas las otras vocecitas que algo de lo que estaba sucediendo exigía una explicación. Nora miró a Zardo con la severidad de una madre que ve que su hijo ha roto su uniforme en su primer día de escuela “¡Y tú qué madres haces aquí? ¡Y dónde dejaste a Boris?” Zardo lo apuntó con el dedo, sin estirar el brazo, sólo con el dedo: allí estaba Boris, entre la multitud, sentado junto a un robot con vestido y peluca en medio de una animada conversación con éste, una conversación sin movimiento de labios ni expresiones faciales, y completamente diluida en el bullicio para cualquiera que estuviera a más de un metro de distancia, pero, una animada conversación sin duda, “¿Es un robot con vestido y peluca?” Nora se giró amenazante “…no sé qué tonta idea se te ocurrió ahora, pero si es alguna broma, te juro por tu madre que…” Zardo se defendió con desesperación, que no era su culpa, que ese robot se lo había llevado y que Boris había aceptado encantado. Contó todo lo que le había sucedido, no en orden cronológico pero sí lo más detalladamente posible, y al final, hizo un buen esfuerzo en recordar lo que el portero le había dicho “…un Portador de consciencia…” dijo, triunfante. Nora lo miraba como si le estuviera inventando la excusa más ridícula e inverosímil del mundo, pero Rochi le creyó “¿Un Portador de consciencia? Vaya, eso explica el vestido y la peluca…” Nora se volteó hacia él sin cambiar un ápice la expresión de su rostro, como si ambos chicos se hubiesen puesto de acuerdo para burlarse de ella, “Vale, ¿Y qué madres es eso?...” preguntó sin entusiasmo, como sospechando que la respuesta demostraría lo tonta que era la pregunta, pero Rochi no parecía bromear “Es una persona, que por algún problema de salud no puede moverse, entonces conectan su cuerpo a una máquina y ese aparato, traslada virtualmente  su consciencia a un robot, un cuerpo de metal con el que poder moverse e interactuar. Suelen usar ropa para no ser confundidos con un robot cualquiera, porque en el fondo, son personas como nosotros… No hay muchos así. Yo, es el primero que veo” concluyó Reni, sin quitarle la vista de encima a Mansi.

“Y dime... ¿Por qué estás así, en esa silla?; ¿Qué fue lo que te pasó?” preguntó Mansi interesada. Su cara no podía expresar mucho más de lo que expresa el rostro de un maniquí, pero su cuerpo y su voz lo hacían bastante bien, “Un accidente… creo, no lo recuerdo muy bien…” respondió Boris, con toda la inocencia de su máscara plana y basta, “…pero, es como si ese accidente hubiese sido el origen de todo, como si antes de eso, todo era un sueño, no era real… ¿me entiendes?” Mansi asintió lentamente, como un profesional asimilando palabra por palabra la historia de su paciente, “¡Claro que sí! Para estas máquinas…” dijo, refiriéndose al cuerpo de metal al que estaba conectada, “…los sueños y la realidad son exactamente lo mismo, se confunden y a veces logran que se confunda uno mismo también. A mí me ha pasado muchas veces eso de no estar segura si algo sólo lo soñé o en verdad sucedió, pero no debes preocuparte, lo realmente importante es lo que estás viviendo ahora” concluyó , luego, repitió muy despacio, como para sus adentros lo de “Un accidente…” y rió suavemente, no se lo dijo a Boris, pero ella muchas veces había sido catalogada, incluso por ella misma, como “Un experimento” Uno que había dado resultado después de varios intentos fallidos, de pacientes anteriores. Y todo el mundo sabía que un experimento y un accidente, siempre se podían encontrar juntos, eran una pareja que se llevaba muy bien “No te lo tomes a mal, pero, me alegro de ese accidente. Creí que nunca conocería a alguien como tú… o como yo. A propósito, no me has dicho tu nombre” dijo Mansi, mirando desinteresadamente el juego, pero sin ninguna intención de ocultar ni disimular su interés en su nuevo amigo, “Me llamo Boris, y créeme, para mí es una verdadera y grata sorpresa conocerte también” respondió el robot con una galantería anticuada pero efectiva, Mansi soltó otra risita.

La noche pasó desapercibida, encerrados en un edificio condicionado para evitar distracciones del exterior, y el día llegó sin que ningún gallo de verdad cantara en ninguna parte, los asistentes iban y venían constantemente. Yen Zardo y Rochi yacían tumbados sobre sus pequeñas e incómodas butacas, con los pies estirados y los brazos cruzados, buscando un mínimo de comodidad para sus cuerpos adoloridos. Nora se mantenía de pie, haciendo pequeños paseítos de aquí para allá, mordisqueándose las uñas sin parar, nerviosa pero firme, como un general que no puede permitirse mostrar debilidad ante sus hombres, a pesar de la adversidad. Dixi seguía su juego completamente absorta, mientras Babú Ragas jugaba despreocupado, confiado, hasta de buen humor, pero ya sin tanto aspaviento. Incluso su insufrible petulancia tenía un límite, por suerte. Mansi empujó a Boris hasta donde estaba Nora y los demás, su cuerpo metálico, el de Mansi, como cualquier coche más o menos moderno, había encendido una alarma en su interior que indicaba que necesitaba cargar energía antes de que ésta se agotara completamente. Debía irse. Boris levantó con enorme esfuerzo su mano derecha y la ofreció como saludo a la vieja usanza humana, sólo su mano, como si el resto de su brazo pesara mucho, Mansi aceptó el saludo con una sonrisa de agrado que su rostro de muñeca era incapaz de exteriorizar, y se fue. Nora no pudo evitar notar ese detalle, “¡Oye, puedes mover esa mano!” dijo con asombro, pero luego se puso seria, con el ceño apretado y los brazos cruzados, con ese cambio de humor repentino de los borrachos o de alguien muy cansado que no ha dormido en toda la noche, “¿Desde cuándo mueves esa mano?” lo regañó por no decírselo antes, “Desde hace algunos días, sólo que, es algo que se mueve lento, corre por un estrecho canal y comienza acumularse en un punto. Luego, cuando ese punto está lleno, pasa al siguiente. Lo puedo sentir” Concluyó Boris, estudiándose el movimiento de sus dedos. Nora lo miró con cansada admiración, después de una noche en vela, es difícil expresar las emociones, incluso sentirlas, también las ideas se espesan y endurecen y es más difíciles de digerirlas, por lo que Nora, no se esforzó demasiado en imaginar cómo, la vida que ella le había dado, se esparcía por el cuerpo del robot, lo colonizaba, y lo hacía de una forma casi material, casi como un río, uno pequeño y débil pero inagotable, que emanaba de su cabeza y poco a poco regaba su cuerpo, haciéndolo florecer. Pero Nora no imaginó nada de eso, para ella, la idea de que pudiera mover una mano que antes no podía, ya era más que suficiente para una noche. Para esa noche.



León Faras.

sábado, 18 de agosto de 2018

La Hacedora de vida.


8.

Babú Ragas era una celebridad dentro del mundillo de seguidores del Juego de Orión. Era un muchachuelo imberbe con la desconcertante mezcla de tener el tamaño y el peso de un adulto, y el rostro y la personalidad de un niño. Además de dos estómagos y un tercero en formación. Su resistencia se había vuelto legendaria, lo que había hecho disminuir drásticamente el número de jugadores dispuestos a competir con él. Su voz chillona, su risa burlesca y su actitud inmadura y petulantemente grosera, tampoco ayudaban demasiado a animar a algún retador. En cuanto vio a Dixi, inmediatamente hizo una pataleta, como si lo estuvieran sometiendo a una humillación pública por hacerlo jugar contra una ciega, como si lo estuvieran enfrentando a un rival que no era digno de él; Dixi no se lo tomó muy bien, a pesar de que sabía por Nora, que la acompañaba, que su rival era poco más que un niño, un niño… enorme, “¿Por qué no juegas conmigo y te dejas de lloriquear?, ¿Tienes miedo, eh?, ¿Tienes miedo de que te gane una ciega?, ¿El niño tiene miedo?” esto último lo dijo con la voz y los ademanes de quien habla con un hermoso y delicado bebé, provocativa. Nora la miró con ojos de plato, su hermana no se comportaba así. “Tú no me das miedo, ¡Me das pena! ¡No puedes ganarme! ¡Nadie puede ganarme!” Alegó el muchacho con infantiles muecas de burla, como cuando el matón del colegio derriba de un golpe al más pequeño, muecas que, por cierto, Dixi no podía ver. “¡No eres más que una boca muy grande! ¿Vas a ganarme hablando o jugando? ¡Me aburres!” Gritó Dixi, contenida a medias por su hermana, esta hacía las veces de la entrenadora que arenga a su boxeador antes de la pelea, estaba entusiasmada, realmente todo el público lo estaba. “¡Tengo dos estómagos! ¡No puedes contra eso!” gritó Babú levantando los brazos y buscando el apoyo de sus seguidores, alardeando, propio de quien, cuya ventaja, es sólo providencial y no por mérito propio, como si algún dios todopoderoso le hubiese concedido el don de la victoria perpetua a él, por ser su hijo preferido. Dixi estaba irreconocible, “¿Ah sí…? Y seguro que también tienes dos culos ¡Pues me preocuparía si tuvieras dos cerebros!” Nora miraba a su rededor un poco avergonzada, realmente su hermana era otra persona, pero el público celebraba cada una de sus respuestas, hasta Remo Taro estaba eufórico con la confrontación verbal y animaba al público con ademanes y saltitos, un tanto ridículos, eso sí. “Te veré correr, no durarás ni un día. Me mataré de la risa cuando te estés haciendo en los pantalones” Dijo el muchacho sentándose en su sitio. “No te daré tanto tiempo” Aseguró Dixi, tomando su lugar. Nora rogaba que Boris estuviera lo suficientemente cerca para comunicarse con el Audio-visor de Dixi o toda esta estupenda confrontación previa no serviría de nada. Remo Taro puso la ficha negra en medio del tablero, y el juego comenzó.

Para los muchachos, llegar con Boris hasta la calle, fue una auténtica odisea. La silla tenía un motor multiplicador de fuerza, con lo que casi no se sentía el peso al empujarla, pero tenía serios problemas para hacer giros cerrados, y los pasillos eran terriblemente estrechos, sin embargo, el verdadero problema surgió en las escaleras, porque allí las ruedas no servían, el motor no ayudaba y aparecía el peso real de la silla, más el robot. Sólo aguantaron el primer tramo de escaleras, porque ya habían comenzado a bajarlas y volver a subir al punto de partida en ese momento, era impensable, pero de ahí en adelante, tuvieron que bajarlos por separado, primero Boris y luego la silla, tramo por tramo y por tramo. Al llegar abajo, Reni Rochi estaba un poco más que agotado, con las manos en las rodillas, el trasero apoyado en la pared y respirando con la desesperación de un pez fuera del agua, Yen Zardo, por su parte, estaba cansado, pero no tan destruido físicamente, por lo que tuvo que irse solo con Boris para no llegar tarde al juego, Rochi  necesitaba recuperarse, lentamente su trasero se deslizó por la pared hasta tocar el piso. Esas malditas escaleras, no las había tomado en cuenta para nada. Al llegar al edificio, se podía oír el alboroto que había dentro, Zardo pensó que llegaban tarde, pero Boris lo tranquilizó, aquel griterío era Dixi enfrentándose verbalmente con Ragas, aunque, el robot sólo dijo que el juego aún no comenzaba. En la puerta había una buena cola de gente esperando y un tipo enorme y engominado autorizando la entrada, se veía ridículo como, unos brazos capaces de arrancarle la cabeza a alguien, sólo se dedicaban a romper boletos de cartón pre-picado una y otra vez. Mientras Yen hacía la cola para entrar, Boris ya estaba viendo el juego a través del Audio-visor de Dixi e indicándole a ésta todo lo que debía hacer. Al llegar a la entrada, la mano enorme que cortaba boletos los detuvo, “¿A dónde crees que vas con eso? Tú puedes entrar, pero este robot no tiene nada que hacer ahí dentro” Zardo se indignó, quiso discutir, pero sus argumentos, no fueron los mejores “¡Es mi amigo! Si él no puede entrar yo tampoco entraré” Y así fue, ambos se quedaron afuera.

Mientras dentro, Dixi jugaba totalmente en silencio y concentrada en cada una de las indicaciones que Boris le daba, afuera Yen, en cuclillas y apoyado en la pared, se pasaba las manos por la cabeza, enfurruñado con el guardia que no los dejó pasar, Boris salió de pronto de su transe, como un anciano que se duerme sentado y despierta de un sobresalto, miró a su amigo “Si quieres, puedes entrar tú. Yo estaré bien aquí” Zardo se pasó el dorso de la mano por la nariz, taimado, de pronto, se puso de pie de un salto, enfadado con el robot “¡Oye, no me estés hablando a mí! Preocúpate de lo que está sucediendo allá dentro” dijo, apuntando hacia la muralla. Boris lo miró con su rostro impávido, era como regañar a un poste, “No te preocupes. Mi cerebro no funciona como el tuyo” respondió el robot, Zardo no supo si aquello era un halago o un insulto. El robot continuó “Tengo un cerebro dividido en 38 partes, que puedo usar por separado o en conjunto…” Zardo lo seguía mirando sin entender. El robot agregó más “…que, puedo indicarle el juego a Dixi y hablar contigo al mismo tiempo” Zardo no estaba convencido, “¿De verdad?” Boris volvió la vista al frente, “No tienes de qué preocuparte, al rival de Dixi se le da fatal el juego, es malísimo, sólo puede ganar si logra alargar el juego lo suficiente, como lo ha hecho hasta ahora con los otros” Yen volvió a ponerse en cuclillas, ya más calmado, “¿Y cómo harás para ganarle?” “En estos momentos, Dixi está acumulando la mayor cantidad de fichas posibles para sí misma, debe sacarle una buena ventaja para luego, cuando llegue el momento, iniciar el ataque…” dijo el robot mirándolo a los ojos, Zardo escuchaba con la boca abierta, como un niño oyendo las aventuras de su héroe, “¿El ataque?...” preguntó “Así es, empezar a barrer el tablero, dejar las menos fichas posibles hasta que sólo quede la negra. Para cuando se dé cuenta, las fichas se estarán terminando, por lo que tratará desesperadamente de alargar el juego, pero para eso, su monto seguirá bajo y el de Dixi creciendo, y si quiere repuntar, él mismo estará ayudando a barrer el tablero. Entonces, estará atrapado y sólo será cuestión de tiempo. Si sólo una ficha entra y salen tres, no se puede alargar el juego indefinidamente” Concluyó Boris, con cierto tono de placer en la voz o de villano de película contando sus planes, lo que no sería tan raro pensando que ha aprendido mucho últimamente de la televisión. Zardo asentía sonriendo, de pronto, se puso serio, alguien llegó a su lado y no era su amigo Rochi, Boris giró la cabeza, la inclinó hacia arriba, luego hacia abajo hasta el piso y luego de nuevo hasta arriba. Era la cosa más extraña pero interesante que había visto nunca: un robot con un sencillo pero bonito vestido amarillo pálido y una peluca violeta brillante, de cabello corto, hasta la nuca, “Disculpen. Te escuché hablar… tú no eres un robot como los otros…” dijo el robot del vestido, con una cálida y titubeante voz femenina, incluso un poco tímida, Boris la miró largamente, varios segundos, hasta hizo una pequeña pausa en el juego de Dixi, “Tú tampoco eres un robot como los otros…” respondió al fin. Zardo miraba a uno y otro, totalmente excluido. El robot del vestido soltó una risita de lo más agradable, casi infantil, aquella respuesta confirmaba sus sospechas: Boris no era un robot como cualquiera. Una risita que su máscara imperturbable no reflejó en lo más mínimo, por cierto, una máscara de lo más bonita y bien elaborada, de un atractivo rostro femenino. “Soy Mansi, ¿Te agradaría dar un paseo conmigo? Podríamos conocernos un poco…” Propuso el robot del vestido, Boris aceptó encantado, Zardo estaba pasmado, y siguió pasmado incluso cuando Mansi tomó la silla de Boris y se lo llevó, sólo entonces reaccionó “¡Oye, oye, oye! No puedes alejarte demasiado, recuerda lo del juego” le dijo con los ojos abiertos más allá de lo normal, Boris lo recordó, “Ah, sí…” respondió, y luego se dirigió a Mansi que empujaba su silla, “¿Te importaría si no nos alejamos demasiado? Estoy interesado en el juego” “¿Te gusta ese juego?”, “No demasiado, pero está jugando una amiga mía” “Oh, ¿Quieres entrar?” Sugirió Mansi, y ambos se dirigieron a la entrada donde aún estaba el hombre de los brazos enormes cortando boletos, era un tipo amigable con el extraño robot “Hola Mansi, ¿Qué haces?” “Hola Sics, voy a entrar a ver el juego un rato. Él viene conmigo, ¿sí?” dijo la chica de metal empujando la silla de Boris. “¡Claro!” respondió el portero. Segundos después llegó Zardo a su lado, no entendía nada de lo que estaba sucediendo, ¿Por qué había dejado entrar a ese robot con peluca empujando la silla de Boris y a él no? El hombre de los boletos lo miró como si se tratara de un extraterrestre, o mejor dicho, una desagradable forma de vida extraterrestre, “Escucha, si tu amigo es un Portador de Consciencia debe tener algo que lo identifique como un ser humano, porque sólo parece un robot más…” Yen Zardo se esforzó en comprender, de verdad que lo hizo, pero al final desistió, lo que a él le interesaba era que Boris siguiera el juego y que Dixi ganara, eso era todo. Sacó su boleto del bolsillo, se lo dio al hombre de los brazos enormes, éste lo cortó y Zardo entró.



León Faras.

domingo, 12 de agosto de 2018

La Hacedora de vida.


7.

Fue menos difícil de lo que esperaban sacar a Nora del juego y poner a Dixi, bastaba con verificar que no fuera familiar o vecino de ningún otro jugador, lo difícil fue hacer entender al idiota que hacía las inscripciones, que ser ciega no era impedimento para poder jugar y jugar bien a su juego, Dixi era especialmente sensible a aquellos comentarios de personas que creían que por ser ciega era menos capaz que cualquier otro, de hecho la enervaba: “¡Soy ciega, sabe? ¡No tonta! puedo jugar a su estúpido juego, tan bien como cualquiera, ¡Mire!...” le gritó, enseñándole las manos y moviéndole los dedos en la cara “¡Sólo necesito esto, no voy a mover las fichas con los ojos!” “¡Oiga!...” intervino Nora, “No hay ninguna regla que lo prohíba” El hombre se mantenía pétreo y serio, como un oficial que está siendo regañado por un superior, “A nosotros lo que nos preocupa, es el espectáculo” Ese fue un comentario estúpido, Nora tuvo que sujetar a Dixi por la cintura para que no se subiera al escritorio del hombre “¡¿Espectáculo?! ¡Yo te daré espectáculo, les daré más espectáculo del que se imaginan!” Al final, el mismísimo Remo Taro se acercó para decirle al hombre que dejara jugar a Dixi, pues ese tipo de temperamento era el que le encantaba a él y a su audiencia, “¿No tiene ningún problema en enfrentarse a Babú Ragas, verdad?” preguntó Taro, Dixi, aun excitada, no tenía ni idea de quién era ese Babú, pero poco y nada le importaba en ese momento, parecía un boxeador retando al campeón para una pelea “No me importa contra quien juegue, yo sólo quiero jugar. Puedo ganarle a quien sea…”

Para ser alguien que no tenía ni un poquito de interés en participar del juego de Orión, y que en realidad, la idea le repugnaba, Dixi se había partido el alma para que se lo permitieran, ni ella misma se lo podía creer, sobre todo sabiendo que, en realidad, ella no podía jugar al juego, no podía porque ni su Audio-visor, ni ningún otro, ni siquiera el Audio-visor 5000 podían diferenciar colores, detalle del que nadie parecía capaz de darse cuenta, a menos que fuese otro ciego. Ella podía hacerse una idea clara de la distribución de las fichas sobre el tablero, pero le resultaba imposible saber cuál era blanca o cual era azul, sin embargo, Dixi respiraba entusiasmada y orgullosa, bien valdría la pena hacer trampa para ganar ese tonto juego, y demostrarle a todos esos palurdos lo que una ciega era capaz de hacer y de paso, conseguir ese maravilloso Audio-visor 5000.

Cuando regresaron, se encontraron con el bueno de Yen Zardo que cargaba con unos tubos de hierro al hombro, juntos llegaron hasta el apartamento de Reni Rochi, donde ambos trabajaban en una especie de silla de ruedas para poder mover a Boris con algo de libertad. Nora nunca había entrado allí, el chico nunca invitaba a nadie más que a su amigo Yen, pero esta vez, sólo entró, junto con su hermana y siguiendo a Yen Zardo, quien, incómodo, se le hacía un nudo terrible girar con los fierros en el estrecho pasillo, abrir la puerta y al fin meterlos. Había una especie de morbo injustificado pero inevitable, Nora siempre imaginó que en el departamento de Rochi se encontraría con algo asqueroso que seguramente prefería no saber, pero lo que encontró, la dejó pasmada. Dixi tardó un poco más en darse cuenta, pero cuando lo hizo, también reaccionó igual: El chico era un artista. Un artista, en un mundo en el que cualquier cosa que no cumpliera una función práctica o que gastara materiales simplemente en fines decorativos, o sea, arte, era considerado inútil, una tontería pasada de moda y un completo despilfarro que nadie estaría dispuesto a justificar ni mucho menos a remunerar. Era mal visto socialmente, y eso hacía que Rochi mantuviera su afición en privado. La casa estaba llena de esculturas de distintos tamaños hechas con una enorme variedad de desechos de fierro: tuercas, tornillos, cadenas, engranajes y cuanto se pueda imaginar. Lo primero que se podía ver, era un ave zancuda, similar a una garza con su cuello enchuecado como una “S”, un pico largo y peligrosamente aguzado apuntando de soslayo al visitante y sus plumas peinadas hacia atrás como espadas recortadas en ángulos afilados, violentas. Un ave que si aún existía, había abandonado ese lugar hacía mucho tiempo. Sobre una mesa, se podían ver una serie de figuras humanas que bien podían ser robots o bien podían ser pequeños hombres de metal, a Dixi le llamó la atención particularmente uno que corría, no era muy detallado, pero la forma que “veía” con su Audio-visor, más las sensaciones al sutil roce de sus dedos, le daban la idea de que parecía moverse al límite de sus capacidades, al borde de su velocidad, como si realmente estuviera a punto de romper su cáscara de metal y salir corriendo. Nora observaba de cerca un pescado pegado a la muralla, un animal que hace tiempo nadie veía en vivo tampoco, le pareció una criatura rara, fea, justificadamente extinta, cuya existencia real era difícil de imaginar, aunque la hubiese visto en la televisión, “¿Qué piensas hacer con todo esto?” preguntó la chica a su amigo, quien, al estar trabajando en la silla para Boris, recién se quitaba la gafas de soldar y se incorporaba para darse cuenta de la invasión a su hogar. “¡Es lo que le he dicho yo! Ya sabes cómo son las autoridades cuando descubren que alguien acumula basura en lugares no habilitados” exclamó Zardo, con la petulancia propia del que está seguro de tener la razón de su parte. Dixi estaba fascinada, mientras examinaba de cerca, lo que para ella, era una criatura extraña: un toro, con sus patas rígidas y apuntando sus cuernos hacía el frente, “No creo que sean basura, no pueden ser basura. No creo que hayan muchas personas capaces de hacer esto…” “Bueno, una cosa es la capacidad y otra cosa es el valor de esa capacidad…” explicó Nora encogiéndose de hombros, “¡Míralas!...” agregó Zardo “…sólo están ahí, sin cumplir ninguna función, sin servirles a nadie para nada. Como un zapato roto o un vehículo descompuesto: o lo reparas o lo reciclas, pero no lo dejas ahí” Dixi sabía que tenían razón, hasta Reni Rochi sabía que no servían para nada más que para su placer al verlos tomar forma, pero la chica podía sentir la sensibilidad necesaria para reproducir, no sólo una forma, sino también una actividad, una emoción, un pequeño instante del tiempo congelado en hierro, y eso era algo que sin duda, no cualquiera podía hacer, “A mí me gustan…” concluyó. Nadie le podía rebatir eso.

Yen Zardo miró la silla, tosca y pesada, de hecho, parecía pesar más que el mismo robot que debía transportar, Reni le aclaró que precisamente por el peso de Boris, debía ser resistente, pero que le pondría un accesorio que multiplicara la fuerza, “…no te preocupes, será como tirar del coche de un niño” Yen asintió sonriente, luego de pronto se puso serio, sacó una pequeña caja del bolsillo “A propósito, traje lo que me encargó Boris”

Para Dixi fue una sorpresa. Cuando el robot le dijo que solo necesitaría unas simples modificaciones para poder comunicarse con su Audio-visor, no pensó que esas modificaciones, eran para el propio Boris. Yen Zardo  le puso una cajita adherida a la nuca con una pequeña antena, soldó unos cables dentro de la cajita, otros en la cabeza de Boris, le puso una pequeña fuente de poder, la de Boris era inexistente, y listo. Nora traía un enorme bol con hojuelas crocantes de colores y se sentó junto a su hermana, “¿Qué cosa le has puesto en la cabeza?” preguntó, Yen Zardo le daba los últimos aprietes a unos diminutos tornillos, “Sólo es un emisor-receptor de señal. Un conector inalámbrico” “Ah…” respondió la chica, y agregó “… ¿Y para qué sirve?” No alcanzó a responderle, cuando su hermana se llevó las manos a los oídos, por unos segundos, el Audio-visor de Dixi se volvió loco, emitiendo sonidos muy cortos y rápidos, como el teclado de un computador, luego el silencio, “¿Qué ha sucedido?” Preguntó la muchacha, “Ya entré…” respondió el robot, Dixi miró a su izquierda, Boris giró su cabeza a la izquierda. La chica miró a su derecha, el robot miró a la derecha, “No noto absolutamente nada especial” Dijo la muchacha volviendo la vista al frente, “Nora, ¿Cuál es tu color de hojuelas favorito?” preguntó Boris, Nora se encogió de hombros, con el ceño apretado y mirando el bol sin saber qué responder, definitivamente, no tenía ningún color de hojuelas favorito, “Rojo…” respondió sin ánimo, por decir algo, Dixi, metió su mano al bol, al principio, todas las hojuelas sonaron como si fueran una olla llena de grillos, luego sólo las que estaban cerca de su mano, tomó una, la hojuela le indicó con un pitido que se movía en la dirección dónde debía ir, y en el lugar exacto donde debía quedar, luego lo mismo con las otras, Nora la miraba con la boca abierta, Yen Zardo masticaba una hojuela, “¿Qué madres estoy haciendo?” preguntó Dixi sin perder la concentración en su trabajo, Nora miró el montón de hojuelas frente a ella, eran todas rojas, luego observó los otros montones, no había ningún error, “Las estás separando por colores… ¿Cómo lo haces?” “No lo sé…” dijo Dixi, “…cada hojuela sabe dónde tiene que ir” Lo cierto era que el Audio-visor tenía una pequeña cámara que informaba al resto del aparato, qué había en la dirección en la que el usuario observaba. Literalmente, Boris estaba mirando a través de esa cámara.



León Faras.

domingo, 5 de agosto de 2018

La Hacedora de vida.


6.

“¡De qué madres está hablando Boris?, ¡Cómo que has sido aceptada en el juego de Orión?” Exclamó Dixi, escandalizada, “¡Ese juego es asqueroso! no necesitas verlo para saberlo. ¿Cómo es que te has inscrito?” “Genial…” exclamó Zardo con la sonrisa más encantadoramente estúpida del mundo, a su lado, Rochi también sonreía embobado, Nora acababa de convertirse en la heroína personal de ambos. Ésta esquivaba la inexistente mirada de su hermana, a veces daba la impresión de que, de alguna manera, podía verla, sobre todo cuando la regañaba. No era su idea que todo el mundo se enterara, al menos no de esa manera, “Pues sí, sabes que en ese juego se puede ganar mucho dinero y no tienes nada que perder, además de un par de días de tu vida…” “¡Ja! y la dignidad…” dijo Dixi como reprendiendo a un niño inconsciente de sus actos, “O la vida…” agregó Zardo con un extraño brillo de emoción en los ojos, “…la muerte se considera una forma de abandono y el que abandona, pierde el juego” Rochi complementó la información aun sabiendo que nadie estaba realmente interesado en los detalles, “Un tipo murió luego de resistir tres días sin ir al baño” Nora lo miró como a algo con la extraña mezcla de lamentable pero asqueroso, “Bueno…” disipó la imagen mental con una suave sacudida de su cabeza “…envié una solicitud, me pareció una buena idea en ese momento, pero la había olvidado, creí que sencillamente me habían rechazado. Nunca me enviaron una respuesta con un…” Nora miró a su hermana, de verdad a veces parecía que podía ver, que asustaba, Dixi dirigió los ojos hacia Boris y completó la oración “…un robot mensajero” Eso era lo que Boris le venía a decir cuando fue electrocutado.

El juego de Orión era un juego de fichas que casi nadie, nunca, ganaba por fichas, era mucho más probable perderlo por abandono: tenías un tablero de quince cuadrados por lado, dos jugadores y un surtidor de fichas infinitas (originalmente se juega con una cantidad determinada de fichas, el juego se termina cuando las fichas se acaban y las que quedan en el tablero no son más que una por color). Las fichas venían en cinco colores diferentes: blanca, amarilla, roja, verde y azul, más un comodín, una única ficha de color negro; y eran arrojadas de una en una por el dispensador en orden aleatorio, como esos dispensadores de caramelos de colores y debían formarse grupitos de tres juntas del mismo color o de dos más la ficha negra (de ahí el nombre del juego, por el cinturón de Orión) para poder retirarlas del tablero, esto, evitando “trabajar” para el contrincante a toda costa. El juego terminaba cuando sólo quedaba la ficha negra y ganaba el jugador con más fichas retiradas, cosa que casi nunca sucedía, pues las fichas nunca se acababan y el tablero nunca quedaba vacío. Los juegos podían durar días, de hecho, lo más común era que así fuera, pues el premio se duplicaba de un día para otro. El truco, y lo que hacía tan popular al juego, para el público, era que los participantes no lo podían abandonar hasta ganarlo, ni siquiera para dormir o para ir al baño, aunque, había una pequeña cláusula que decía que, luego de veinticuatro horas, los jugadores podían dar la partida por terminada, si ambos estaban de acuerdo en darle la mitad del premio a alguien del público presente. No a un familiar, ni alguien necesitado ni a alguna institución de caridad, no, debían ponerse de acuerdo y elegir a un completo desconocido presente en el lugar en ese momento, que había bebido cerveza (en realidad, un sucedáneo aceptable), dormido e ido al baño con total libertad en las últimas horas, mientras ellos, que habían llevado el cuerpo al límite de la resistencia (comer o beber lo que fuera, no estaba prohibido, pero debían soportarse las temidas consecuencias) debían repartirse la otra mitad, cosa que estaba muy lejos de la naturaleza humana, pues si un solo individuo, ya era difícil que lo hiciera, que dos estuvieran de acuerdo cuando había tanto dinero de por medio, eso, ya era otra cosa. El juego comenzaba cuando el célebre anfitrión del evento, Remo Taro, ponía la “carta blanca” en medio del tablero, la cual en realidad era la ficha de color negro, pero que llevaba ese nombre de cuando no se usaban colores sino símbolos, y la carta blanca no llevaba ninguno.

“Escucha…” exclamó Yen Zardo sobándose las manos, “…puedes ganar ese juego. Conozco un remedio que te dejará cinco días sin ir al baño. Garantizado” Nora alejó el rostro como si de pronto las palabras de Yen olieran muy mal. Dixi también sintió lo mismo “¿Pero no acaban de decir que un pobre tipo murió después de sólo tres días de aguantarse?”, “Pues ese tipo no conocía nuestro remedio…” respondió Zardo confiado, y agregó “…mi abuelo era recolector de larvas de mosca rosa…” Dixi meneó la cabeza sin entender “¿Y?...” Yen continuó “…pues que cuando esas larvas aparecen, son millones, pero sólo duran unos pocos días antes de convertirse en moscas y perder su valor. Mi abuelo usaba ese remedio para trabajar recolectándolas… ya sabes… sin interrupciones.  Está garantizado, ya te lo dije” a su lado, Rochi asentía con una sonrisa de Miss Universo y con un vehemente movimiento de cejas que no convencía a quien, a fin de cuentas, debía tomarse ese remedio: Nora. Dixi estaba a punto de prohibirle, como su hermana menor que era, que ni siquiera se atreviera a probar ese remedio, cuando Boris habló: “Ese juego es una farsa…” Todos le quedaron mirando como si se tratara de un tarado dándole solución a un complicado problema matemático. Boris no despegó la vista del televisor, “Las fichas que caen dentro del contenedor, no son las que luego salen de él. No son el mismo número, el surtidor las cambia antes de arrojarlas” Rochi lo miró enojado, como sintiéndose engañado “¿Y cómo demonios sabes tú eso?”, Boris volteó su rostro inexpresivo hacia él “Las he contado…” y luego añadió “…llevo treintaiocho horas continuas viendo ese programa y sé lo que hará la computadora del surtidor, según el movimiento de los jugadores, antes de que lo haga, en un 98% de las veces” Zardo le creyó en el acto, y no sólo eso, se puso tan serio como nunca, jamás en su vida lo había hecho, “¿Y sabes cómo ganar?” Boris le echo un vistazo a Yen, y luego volvió la vista al televisor, “Por supuesto, descifrando el algoritmo que usa el surtidor, puedes predecir sus movimientos y por ende, ganar el juego…” Boris volvió a dirigirle la mirada a Zardo, como si se tratara de un profesor de matemáticas dirigiéndose a un alumno que no puede entender la solución de un problema básico, “Si se tratara de un juego basado en el azar, no se podrían prever, pero en tal caso, el juego no sería forzado a durar tanto” Nora se acercó al robot, lo tomó por la mandíbula y le volteó la cabeza hacia ella, “¿En cuánto tiempo puedes ganarlo?” Boris apagó y encendió las luces de sus ojos rápidamente, lo que equivaldría a pestañar varias veces cuando algo te pilla por sorpresa, “Dependiendo del rival, he calculado entre doce y treintaidós horas” Nora miró a los demás, asintiendo y sonriendo, Zardo puso cara de desilusión, “Oigan ya sé lo que están pensando, pero, jamás dejarán jugar a un robot…” dijo, apuntando con la palma de la mano a Boris, como si estuviera señalando un florero roto o un agujero en la pared, Nora todavía sujetaba la mandíbula de Boris, “Él no va a jugar, bobo, ¡Yo voy a jugar! Sólo necesitamos que él vea el juego por televisión y me diga qué tengo que hacer para ganar” Rochi se rascaba los pelos que se dejaba crecer en el mentón, “Seguro que podemos armar unos comunicadores, pero necesitaremos de al menos una antena para cubrir la distancia y un medio para que nadie note que llevas un comunicador” Nora se quedó expectante, Boris giró toda su cabeza hacia Dixi, ésta percibió en la piel que en ese momento, todos la estaban mirando, “¿Qué? ¡QUÉ!” dijo la chica, sintiéndose repentinamente acorralada. El robot habló “El Audio-visor de Dixi es perfecto, con una pequeña modificación podemos usarlo para comunicarnos. No hay ninguna regla que prohíba la participación de ciegos en el juego” “Eso es cierto…” comentó Zardo con los ojos muy abiertos. Dixi sonrió incrédula, como si le estuvieran jugando una broma, pero pronto se dio cuenta de que no era ninguna broma, “¡Olvídalo! Esta fue tu idea Nora, yo no tengo nada que ver y no les prestaré mi Audio-visor para que lo estropeen…” “No tienes que prestarlo, lo puedes usar tú misma” comentó Zardo conciliador, como si el comentario sirviera de algo. Dixi apuntó a todos con el dedo, amenazante, como si tuviera un grande y afilado cuchillo en la mano, “Si creen que yo voy a participar de ese tonto y asqueroso juego, están muy equivocados…” Nora la tomó por los hombros entusiasmada, “¡Puedes ganar! ¡Vas a ganar! ¡Y luego podrás comprarte otro Audio-visor, uno nuevo, uno mejor!” “Dicen en la televisión que con el Audio-visor 5000 puedes percibir el vuelo de una pluma a medio kilómetro de distancia y detectar con facilidad un alfiler dentro de un charco de barro… es lo que dicen en la televisión” comentó Boris conspirativo. Dixi sabía que el Audio-visor 5000 era lo mejor y más espectacular que la tecnología y el mercado podían ofrecer y también sabía que estaba y seguiría estando por mucho tiempo fuera de su alcance y también sabía que ese Audio-visor 5000 bien valía uno o dos días en ese espectáculo morboso y repugnante. Finalmente accedió, pero… “Les juro por mi madre que si tengo que pasar por todo esto y al final no consigo mi Audio-visor 5000, los voy a odiar tanto, tanto que…” No se le daba bien amenazar, pero había quedado bastante claro, incluso para Boris, que si no ganaban, iba a estar muy, pero que muy enfadada.



León Faras.