XLII.
“¿Qué
cosa es esa?” Preguntó Gloria al abrir la puerta a su amigo Lorenzo Valdés, que
traía en las manos un aparato seguramente fabricado antes de que ella naciera,
el hombre entró confiado, seguido de su colega Mario Fuentes que traía una caja
de cartón mucho más pequeña bajo el brazo y cierta sonrisita de satisfacción,
“Este, es un magnetófono, Gloria, lo encontré en la feria hace un par de años, no
creerás lo barato que estaba, el tipo no tenía ni idea de lo que era…” Por su
cara, Gloria claramente tampoco, “Es una grabadora de sonido muy vieja” Le
aclaró Mario, con aires de erudito, “Pero no es solo una grabadora…” Continuó
Lorenzo, luego de reposar el aparato sobre la mesa, “…es una grabadora de EVPs”
Comentó orgulloso. La mujer se quedó esperando la explicación que seguramente debía
seguir a continuación, Lorenzo no la hizo esperar demasiado “Hace casi un siglo,
un señor de apellido Jürgenson, estaba de vacaciones en la hacienda familiar
con la intención de grabar el canto del pinzón para un estudio, pero, a pesar
de que él jamás vio ni oyó a nadie, pues se encontraba solo con el ave, en sus
grabaciones aparecieron voces de gente que no se lograba explicar, una de ellas
en particular, la identificó sin duda, como la voz de su madre fallecida hace algunos
años…” hizo una pequeña pausa para aumentar el dramatismo a su historia, que
fue aprovechada por su compañero, quien no soportaba bien el suspenso, “A esas
grabaciones llamó EVP, fenómenos de voz electrónica, o psicofonía” Gloria se
quedó procesando todo aquello por unos segundos, “¿Me estás diciendo que esta
cosa puede grabar la voz de los difuntos?” Lorenzo hizo un gesto de no estar
completamente convencido, “Eso aún está en debate, pero lo que sí está muy
claro, es que esas grabaciones existen, y muchos creen que vienen de un mundo
espiritual más allá de la vida” Gloria no lo podía creer, pero tampoco lo
quería descartar del todo, entonces intervino Mario Fuentes, dejando su caja de
cartón sobre la mesa “Y nosotros, con tu permiso, claro, queremos aportar
nuestras propias pruebas al debate e intentar averiguar qué es realmente todo
esto, por eso…” Mario abrió la caja, dentro había un aparatito a medio camino
entre un teléfono celular y un control remoto, con una pantalla pequeña de
color verde y no más de cinco o seis botones, Gloria lo miró sin asombro, “No
me digas que eso también es un grabador de esos EVPs” Y no era que lo estuviera
asumiendo o adivinando, sino que la misma caja de cartón lo exponía con ese
nombre específico para esa función específica, Mario asintió con una sonrisa,
como si le estuvieran felicitando por algo, “Sí, y además este funciona con
batería y trae incorporado un sensor de movimiento que funciona en trescientos
sesenta grados…” Hizo evidente con un gesto el desorden de la habitación, “…si
algo se mueve aquí, este aparatito se pondrá en marcha de inmediato” Luego,
enseñando las palmas de las manos y haciendo alarde de profundo respeto,
agregó, “No menosprecio la Vieja Escuela, pero también hay que darle una
oportunidad a la modernidad, además de que estaba a un excelente precio. Todo con
tu permiso, desde luego” Concluyó, acariciándose su cuidada barba, Lorenzo
aprobó las palabras de su amigo con gesto circunspecto, “Por supuesto, aquí
está sucediendo algo que no está bien y debemos intentar ayudar, más si se
trata de una de nuestras vecinas.” Su discurso era sincero, pero eso no quitaba
su interés, y el de su amigo, por la seudociencia del más allá. Gloria aceptó,
últimamente estaba escuchando tantas locuras sobre el otro mundo y los muertos,
que esto de tener aparatos capaces de grabar sus voces no le sonaba ya tan
descabellado. Consultó su reloj solo para poder afirmar con justificación que
tenía algo importante que hacer y que debía irse, así que dejó a sus dos
vecinos instalando sus aparatos y se marchó, “No olviden cerrar todo cuando
terminen” Les advirtió desde la puerta, lo hombres respondieron como hombres
maduros y responsables, “Por supuesto, Gloria, tú ve tranquila…”
Aquella
fue la experiencia más rara de toda su vida para Gloria, de esas cosas que no
las olvidas y que de tanto en tanto tienes que narrársela a alguien. Se reunió
con Olivia tal como habían acordado en una mesa de una cafetería poco
concurrida a esa hora, ahí la bruja le dijo que el sacerdote no había podido
acompañarla, pero que había invitado a alguien más, Gloria supuso que ese
alguien más llegaría luego. Se sentaron una frente a la otra, antes de decir
nada, Olivia sacó de su bolso una grabadora anticuada de las que todavía usaban
cinta magnética y dejándola sobra la mesa la puso a grabar, Gloria levantó las
cejas, suspicaz, qué estaba pasando con las grabadoras aquel día, que se habían
vuelto tan populares, “Esto es absolutamente necesario, cuando terminemos
entenderás por qué, ¿está bien?” Señaló la bruja, la mujer asintió con la
cabeza, y Olivia insistió, “Dilo, que tu voz quede grabada” Gloria obedeció con
gesto incómodo, entonces la bruja comenzó con un discurso de lo más extraño,
lleno de frases cortadas y pausas innecesarias. Algo así como: “Tu hija no
murió en un accidente… Una criatura nacida de un intenso sufrimiento ajeno… Ese
momento está a punto de llegar ahora…” Y así por cinco o seis minutos, Gloria
la quiso interrumpir en un par de ocasiones porque no estaba entendiendo nada
de nada, pero la bruja la contenía con las palmas de las manos y continuaba su
perorata incomprensible y absurda hasta que por fin se detuvo, “¿Cómo estás?”
preguntó de la nada, Gloria no tenía palabras, “Más confundida que antes”
Respondió un poco mosqueada, “Bien…” dijo Olivia, mientras detenía la grabación
y la rebobinaba hasta el principio, “…Sé que no has entendido gran cosa, pero
antes te dije que había invitado a alguien más” Gloria reconoció que así había
sido, pero no podía creer que alguien más vendría a dejarle todo claro porque
no había forma de que eso sucediera, “Pues ese alguien estuvo aquí y ya se ha
ido…” señaló Olivia, con la parsimonia propia del que sabe que tiene una mano
ganadora, Gloria en ese momento se cuestionó sinceramente la salud mental de la
mujer que tenía en frente, pero no le quedó más remedio que creerle cuando la
bruja puso en marcha la grabación, y se escuchó a sí misma y a la bruja y luego
la voz de un hombre que completaba todos los vacíos dejados por Olivia antes,
“Tu hija no murió en un accidente… Tu
hija fue asesinada para endosarle un Escolta… Una criatura nacida de un
intenso sufrimiento ajeno… Ella es inocente,
pero el Escolta no lo sabe y la seguirá hasta alcanzarla y hacerla desaparecer…
Ese momento está a punto de llegar ahora… Lamentablemente nadie sabe cómo detener
a un Escolta… Hemos intentado buscar una forma de destruirlo… Pero por lo que sabemos solo un ángel puede
ayudarla… Y no existe nada ni nadie en el mundo capaz de invocar uno… Debe haber algo que hacer, mientras tanto seguimos
buscando… Debe haber algo que hacer, solo hay que encontrarlo… Mi nombre es Alan Sagredo, soy amigo de tu padre
y aunque estoy muerto hace mucho, he decidido quedarme en este mundo” El cerebro
de Gloria en ese momento, y por más que lo intentaba, era incapaz de contactar con
los músculos de su mandíbula para cerrar la boca de la mujer y contener la baba
que estaba a punto de escaparse, apenas y después de varios intentos, logró articular:
“¿Alan Sagredo?”
León Faras.