viernes, 28 de mayo de 2021

Del otro lado.

 

XLII.

 

“¿Qué cosa es esa?” Preguntó Gloria al abrir la puerta a su amigo Lorenzo Valdés, que traía en las manos un aparato seguramente fabricado antes de que ella naciera, el hombre entró confiado, seguido de su colega Mario Fuentes que traía una caja de cartón mucho más pequeña bajo el brazo y cierta sonrisita de satisfacción, “Este, es un magnetófono, Gloria, lo encontré en la feria hace un par de años, no creerás lo barato que estaba, el tipo no tenía ni idea de lo que era…” Por su cara, Gloria claramente tampoco, “Es una grabadora de sonido muy vieja” Le aclaró Mario, con aires de erudito, “Pero no es solo una grabadora…” Continuó Lorenzo, luego de reposar el aparato sobre la mesa, “…es una grabadora de EVPs” Comentó orgulloso. La mujer se quedó esperando la explicación que seguramente debía seguir a continuación, Lorenzo no la hizo esperar demasiado “Hace casi un siglo, un señor de apellido Jürgenson, estaba de vacaciones en la hacienda familiar con la intención de grabar el canto del pinzón para un estudio, pero, a pesar de que él jamás vio ni oyó a nadie, pues se encontraba solo con el ave, en sus grabaciones aparecieron voces de gente que no se lograba explicar, una de ellas en particular, la identificó sin duda, como la voz de su madre fallecida hace algunos años…” hizo una pequeña pausa para aumentar el dramatismo a su historia, que fue aprovechada por su compañero, quien no soportaba bien el suspenso, “A esas grabaciones llamó EVP, fenómenos de voz electrónica, o psicofonía” Gloria se quedó procesando todo aquello por unos segundos, “¿Me estás diciendo que esta cosa puede grabar la voz de los difuntos?” Lorenzo hizo un gesto de no estar completamente convencido, “Eso aún está en debate, pero lo que sí está muy claro, es que esas grabaciones existen, y muchos creen que vienen de un mundo espiritual más allá de la vida” Gloria no lo podía creer, pero tampoco lo quería descartar del todo, entonces intervino Mario Fuentes, dejando su caja de cartón sobre la mesa “Y nosotros, con tu permiso, claro, queremos aportar nuestras propias pruebas al debate e intentar averiguar qué es realmente todo esto, por eso…” Mario abrió la caja, dentro había un aparatito a medio camino entre un teléfono celular y un control remoto, con una pantalla pequeña de color verde y no más de cinco o seis botones, Gloria lo miró sin asombro, “No me digas que eso también es un grabador de esos EVPs” Y no era que lo estuviera asumiendo o adivinando, sino que la misma caja de cartón lo exponía con ese nombre específico para esa función específica, Mario asintió con una sonrisa, como si le estuvieran felicitando por algo, “Sí, y además este funciona con batería y trae incorporado un sensor de movimiento que funciona en trescientos sesenta grados…” Hizo evidente con un gesto el desorden de la habitación, “…si algo se mueve aquí, este aparatito se pondrá en marcha de inmediato” Luego, enseñando las palmas de las manos y haciendo alarde de profundo respeto, agregó, “No menosprecio la Vieja Escuela, pero también hay que darle una oportunidad a la modernidad, además de que estaba a un excelente precio. Todo con tu permiso, desde luego” Concluyó, acariciándose su cuidada barba, Lorenzo aprobó las palabras de su amigo con gesto circunspecto, “Por supuesto, aquí está sucediendo algo que no está bien y debemos intentar ayudar, más si se trata de una de nuestras vecinas.” Su discurso era sincero, pero eso no quitaba su interés, y el de su amigo, por la seudociencia del más allá. Gloria aceptó, últimamente estaba escuchando tantas locuras sobre el otro mundo y los muertos, que esto de tener aparatos capaces de grabar sus voces no le sonaba ya tan descabellado. Consultó su reloj solo para poder afirmar con justificación que tenía algo importante que hacer y que debía irse, así que dejó a sus dos vecinos instalando sus aparatos y se marchó, “No olviden cerrar todo cuando terminen” Les advirtió desde la puerta, lo hombres respondieron como hombres maduros y responsables, “Por supuesto, Gloria, tú ve tranquila…”

 

Aquella fue la experiencia más rara de toda su vida para Gloria, de esas cosas que no las olvidas y que de tanto en tanto tienes que narrársela a alguien. Se reunió con Olivia tal como habían acordado en una mesa de una cafetería poco concurrida a esa hora, ahí la bruja le dijo que el sacerdote no había podido acompañarla, pero que había invitado a alguien más, Gloria supuso que ese alguien más llegaría luego. Se sentaron una frente a la otra, antes de decir nada, Olivia sacó de su bolso una grabadora anticuada de las que todavía usaban cinta magnética y dejándola sobra la mesa la puso a grabar, Gloria levantó las cejas, suspicaz, qué estaba pasando con las grabadoras aquel día, que se habían vuelto tan populares, “Esto es absolutamente necesario, cuando terminemos entenderás por qué, ¿está bien?” Señaló la bruja, la mujer asintió con la cabeza, y Olivia insistió, “Dilo, que tu voz quede grabada” Gloria obedeció con gesto incómodo, entonces la bruja comenzó con un discurso de lo más extraño, lleno de frases cortadas y pausas innecesarias. Algo así como: “Tu hija no murió en un accidente… Una criatura nacida de un intenso sufrimiento ajeno… Ese momento está a punto de llegar ahora…” Y así por cinco o seis minutos, Gloria la quiso interrumpir en un par de ocasiones porque no estaba entendiendo nada de nada, pero la bruja la contenía con las palmas de las manos y continuaba su perorata incomprensible y absurda hasta que por fin se detuvo, “¿Cómo estás?” preguntó de la nada, Gloria no tenía palabras, “Más confundida que antes” Respondió un poco mosqueada, “Bien…” dijo Olivia, mientras detenía la grabación y la rebobinaba hasta el principio, “…Sé que no has entendido gran cosa, pero antes te dije que había invitado a alguien más” Gloria reconoció que así había sido, pero no podía creer que alguien más vendría a dejarle todo claro porque no había forma de que eso sucediera, “Pues ese alguien estuvo aquí y ya se ha ido…” señaló Olivia, con la parsimonia propia del que sabe que tiene una mano ganadora, Gloria en ese momento se cuestionó sinceramente la salud mental de la mujer que tenía en frente, pero no le quedó más remedio que creerle cuando la bruja puso en marcha la grabación, y se escuchó a sí misma y a la bruja y luego la voz de un hombre que completaba todos los vacíos dejados por Olivia antes, “Tu hija no murió en un accidente… Tu hija fue asesinada para endosarle un Escolta… Una criatura nacida de un intenso sufrimiento ajeno… Ella es inocente, pero el Escolta no lo sabe y la seguirá hasta alcanzarla y hacerla desaparecer… Ese momento está a punto de llegar ahora… Lamentablemente  nadie sabe cómo detener a un Escolta… Hemos intentado buscar una forma de destruirlo… Pero por lo que sabemos solo un ángel puede ayudarla… Y no existe nada ni nadie en el mundo capaz de invocar uno… Debe haber algo que hacer, mientras tanto seguimos buscando… Debe haber algo que hacer, solo hay que encontrarlo… Mi nombre es Alan Sagredo, soy amigo de tu padre y aunque estoy muerto hace mucho, he decidido quedarme en este mundo” El cerebro de Gloria en ese momento, y por más que lo intentaba, era incapaz de contactar con los músculos de su mandíbula para cerrar la boca de la mujer y contener la baba que estaba a punto de escaparse, apenas y después de varios intentos, logró articular: “¿Alan Sagredo?”


León Faras.

domingo, 23 de mayo de 2021

Del otro lado.

 

XLI.

 

Cuando por fin comprobó que aquel rayo oscuro caído del cielo crecía sin parar, Laura comenzó a angustiarse, no sabía qué era ni por qué estaba ahí, pero sí sabía que con toda seguridad la alcanzaría tarde o temprano y no estaba tan segura de que si eso era mejor o peor que la sombra siniestra que la acosaba desde el otro lado de los reflejos. Decidió rápidamente que para empezar, llamaría la atención causando un desastre en su inmaculada habitación de muerta, pero cuando terminó de destripar su cuarto dejando todo regado por el piso, comprobó con desilusión y un poco de fastidio, que a través del espejo, el sitio seguía en perfecto orden sin que ella lo hubiese alterado en lo más mínimo con su pataleta desesperada, entonces recordó que ella debía acceder al mundo de los vivos a través del espejo, y cogió su pequeño espejo de bolsillo, pudiendo ver con él la habitación en la que ella no existía y arrancar completamente un cajón de su espacio en la cómoda, fue increíble, porque a través del diminuto reflejo de su espejo, el cajón había salido volando por sí solo, como en una película de terror con casas poseídas y cosas por el estilo. Laura se quedó congelada ante tal demostración de poder fantasmagórico, porque antes había roto una lámpara empujándola hasta hacerla caer del velador, pero esto había sido completamente diferente, sintió que si ella o cualquier otra persona de su ciudad, o de cualquier otra ciudad probablemente, hubiesen visto un cajón salir disparado sin motivo alguno, sería razón suficiente para salir corriendo espantado lo más rápido posible de allí, ella lo hubiese hecho sin dudarlo, de no ser porque ella era la “fantasma enfurecida” en este caso. Le pareció una buena idea que estuviera haciéndolo durante la madrugada, cuando el sueño de los que amaba era más profundo. Quería llamar la atención, no matar a su madre de un infarto por el susto. El espejo de bolsillo tenía la ventaja de que, en caso de que la Sombra apareciera, no podía verse tan espantosa a través de un objeto tan pequeño, además de que era fácil y rápido de manipular en caso de que así fuera, a estas alturas, Laura ya había cogido algo de valor, junto con la certeza de que su persecutor no podía alcanzarla por más que lo deseara, mientras estuviera del otro lado, por lo que comenzó a arrancar cajones, patear zapatos y a lanzar toda su ropa de cama al suelo de un tirón, vaciando sus estanterías a manotazos, lo mismo que el velador y la cómoda. Todo el mayor desastre con el menor ruido posible. La habitación, vista a través del espejo, parecía una casa del terror poseída por espíritus malignos, en la que todo volaba por los aires impulsado por manos invisibles. Cuando terminó, satisfecha y sin muestras de cansancio, vio su retrato tirado en el suelo, de toda su habitación, aquello era lo único que no le pertenecía, a pesar de ser una foto suya, porque había sido añadido después de su muerte. Decidió volverlo a su sitio, quedando como un solitario estandarte de pie, en medio de un campo de batalla asolado por la guerra y la destrucción, serviría para que su madre comprendiera que no estaba haciendo esto porque sí, aunque era difícil que entendiera el porqué. Laura vio todo el desastre que causó y se dio cuenta de que no estaba enviando ningún mensaje, más bien era una gran y molesta anécdota para comentar con los vecinos y convencer a los escépticos de que los fantasmas fastidiosos sí existen, y no era eso lo que quería. Tardó casi un minuto completo en encontrar un lápiz labial dentro del caos de su cuarto, y otro en decidir dónde era el mejor lugar para dejar su mensaje. Optó por el espejo, solo porque era más fácil de limpiar, en el fondo, tampoco quería fastidiar a su madre con inapropiados grafitis en las paredes, pero cuando lo iba a hacer, se llevó una sorpresa que casi la deja bizca, porque usó su pequeño espejo para mirar en el espejo grande de su habitación, y lo que vio fue que su imagen se reflejaba en el grande, visto a través del pequeño, es decir, al usar dos espejos, su imagen se hacía visible, ella podía verse, sin embargo, dejó esa información para luego, porque la sombra estaba en ese momento parada en un rincón de su habitación, oscura y siniestra, mirándola con unos ojos que parecían los de una fiera acechante en la oscuridad, por lo que se guardó el espejito en el bolsillo y cubriéndose el rostro con un brazo, como quien se protege de una gran llamarada de fuego, comenzó a lanzar con el otro rayas largas y violentas contra el cristal, como si se tratara de espadazos contra un enemigo brutal, mientras se repetía en su cabeza una y otra vez, que su aterrador perseguidor no podía alcanzarle, que todavía estaba a salvo. En cuanto terminó de escribir su escueto mensaje, se pegó de espaldas a la pared, protegiéndose así de la Sombra, a la que había podido ver más de cerca y con ciertos detalles poco alentadores. Parecía verse más robusta, con garras largas y afiladas que destacaban en la ambigüedad nubosa de su cuerpo y una especie de vestimenta de niebla oscura que se desprendía a jirones de él, desapareciendo como el humo, o eso le pareció a ella. Comprobó discretamente con su espejo pequeño que su mensaje estuviese del otro lado, y luego observó por la ventana la gran línea negra que dividía el cielo en dos, creciendo hasta hacerlo desaparecer junto con todo lo demás y pensó que si pedía ayuda, debía al menos dar alguna pista de por qué hacía lo que hacía, y al ver esa gran raya en el horizonte, la imitó en el espejo de su cuarto.

 

En los siguientes días, Laura notó con cierta curiosidad y recelo como su cuarto seguía igual como ella lo había dejado, sin que hubiesen levantado ni siquiera un calcetín del piso, como si se hubiesen olvidado completamente de ella o cansado de sus berrinches metafísicos, no sabía ni siquiera si estaban tomando en cuenta sus intentos de ponerse en contacto con ellos para que le ayudasen. Engrosó la línea dibujada en el espejo y decidió que seguiría haciéndolo hasta quedarse sin espacio, lo mismo que la línea de allá afuera que amenazaba con dejarla a ella sin espacio en su mundo, sin embargo, no tardó en notar que no se habían olvidado completamente de ella. Un día, en el que regresó a su cuarto por la noche, se encontró con un extrañísimo aparato puesto sobre su cómoda, parecía una grabadora, pero de las que se usaban hace un siglo, con enormes rollos de cinta puestos en vertical y controles toscos de botones cuadrados y perillas prominentes, a su lado, en cambio, había un aparatito como un teléfono celular de pantalla pequeña y pobre en botones que no sabía muy bien que era, Laura los miró de cerca y con desconfianza, luego los examinó con su espejo de bolsillo pero no comprendió para qué estaban allí hasta el momento en que notó que su retrato de muerta, estaba a un lado tendido bocabajo, lo regresó a su posición con ayuda de su espejo y en ese momento ambos aparatos se encendieron y pequeñas luces comenzaron a parpadear, los rollos de cinta se pusieron en marcha y el pequeño teléfono celular escribió un mensaje en su pantalla que decía “Grabando…” Laura se espantó un poco al principio, pero pronto comprendió lo que sucedía, “¿Hola? ¿Pueden oírme?” Dijo junto al aparato, pero de inmediato se miró a sí misma como a una tonta; los aparatos solo grababan audio, no la comunicaban con nadie. Sospechó que aquel Alan estaría empleando todos sus recursos técnicos con ella y su caso y quiso responder de la mejor forma, “¿Hola? ¡Tienen que ayudarme! Mi mundo está siendo devorado por una oscuridad que no para de crecer y no sé qué hacer…” Casi gritó, pero en cuanto pensaba decir algo más, los aparatos se detuvieron por sí solos, tal y como se habían puesto en marcha. Laura tuvo la intención de intervenirlos para que funcionasen, pero se contuvo, tal vez era mejor dejarlos así, “Espero que estén bien…” susurró, y luego acercándose a la ventana, agregó, “…y que de paso puedan echarme una mano con esto”


León Faras.

domingo, 16 de mayo de 2021

Del otro lado.

 

XL.

 

Gloria estaba realmente preocupada, hablaba con su vecino y amigo Lorenzo Valdés, el cual le explicaba sus complicadas teorías sobre la vida después de la muerte y el más allá, teorías discutidas muchas veces con su amigo Mario Fuentes, Gloria ya no sabía qué pensar, y cualquier explicación le valía mientras le ofreciera una posible solución, en ese momento llegaba el padre José María vestido de paisano, citado por teléfono por la mujer. Lorenzo se despidió prometiendo una visita en los siguientes días, “Padre, gracias por venir tan rápido…” dijo Gloria, saludando al sacerdote con ambas manos e invitándolo a entrar a su departamento, el padre lucía desconcertado, “No hay problema, Gloria, pero dime, ¿qué ha pasado? Te oí realmente angustiada” La mujer lo guió hasta la habitación de su hija muerta, “Lo que hablamos el otro día, está empeorando. La encontramos así, le juro que no he tocado nada…” le advirtió antes de abrir la puerta. El cuarto parecía arrasado por un tornado, o por un nutrido grupo de mafiosos que revuelven un lugar en busca de algo valioso, era un completo desastre, la cama estaba completamente destripada, los cajones arrancados de sus huecos, con sus interiores esparcidos por el piso, los zapatos, violentamente despertados de su letargo, también habían volado en distintas direcciones, nada que hubiese estado posado sobre una superficie seguía ahí, todo estaba esparcido por el piso, a excepción del retrato de Laura, ese seguía ahí y Gloria no lo había tocado, “Mi hija Lucía lo encontró así hoy en la mañana, la pobre quedó tan consternada que se fue a casa de una de sus tías por unos días” El cura entró teniendo cuidado donde pisaba, realmente no sabía muy bien qué decir cuando la mujer le habló de pronto, “Pero eso no es lo peor, mire esto…” dijo, señalando el espejo, este tenía escrito con lápiz labial la palabra “AYUDA” con una letra larga y angulosa, con trazos violentos y desiguales, el cura se fijó en una línea muy recta que atravesaba el espejo de arriba abajo, más o menos en el medio de este, “¿Qué significará esta línea?” preguntó sin ánimos de recibir una respuesta, de todas maneras la mujer no tenía ni idea. “¿Le molestaría si llamo a alguien para que vea esto?” Preguntó el sacerdote, para Gloria, cualquier ayuda que pudiera tener, era buena, por lo que, lo animó a que llamara a quien quisiera. Menos de una hora tardó Olivia en llegar al lugar, Gloria no se la esperaba, creía que el sacerdote llamaría a algún cura especialista de la iglesia o algo así, pero si esa mujer con fama de bruja podía decirle algo que fuese de ayuda, era completamente bienvenida. Olivia entró en la habitación, inmediatamente se fijó en el retrato, como quien se fija en un rayo de sol durante un día completamente nublado y preguntó si había sido recogido, Gloria se apresuró a asegurar que todo estaba como lo encontraron, la bruja se dirigió al cura, “Quiere que sepamos que es ella…” “¿Quién quiere?” preguntó Gloria en el acto, Olivia se dirigió a ella, “Laura, su hija, removió todo pero dejó el retrato en su lugar para decirnos que es ella” Gloria estaba preocupada y confundida, “¿Y quién más podría ser?” Se atrevió a preguntar, la bruja inspeccionaba el lugar como un policía la escena de un crimen, “Solo se asegura de que no hayan confusiones” Respondió, sin ánimos de profundizar, al momento que toda su atención se iba hacía el espejo, “¿Tienes alguna idea de qué significa esa línea en el medio?” Preguntó el cura, Gloria también prestaba atención, Olivia parecía estar resolviendo un complicado cálculo mental durante algunos segundos hasta que finalmente habló meneando la cabeza de lado a lado, “No tengo ni idea de qué podría significar esa línea y por qué atraviesa la palabra ayuda…” Olivia conocía el caso de Laura, sabía que un Escolta le perseguía, y suponía que la chica llamaba la atención y pedía ayuda al sentirse sola y desvalida ante tal criatura, lo que era comprensible, sin embargo, la línea, en verdad no le decía nada en ese momento, “…pero me apostaría el pelo a que fue hecha a propósito y por algún motivo” concluyó la bruja, con la vista fija en el espejo, “Pero, ¿Cuál podría ser ese motivo? ¿Por qué mi hija me pide ayuda?” Preguntó Gloria, mirando a la bruja a través del espejo, esta parecía buscar algo escondido en alguna parte que le diera una respuesta, pero no encontraba nada, “Eso es algo que me gustaría saber…” dijo como para sí, con cierto tono de derrota, luego se giró hacia la dueña de casa, “Pero intentaremos averiguarlo, necesito que me haga un favor, quiero que no toque nada de este cuarto, no recoja nada, no limpie nada, pero necesito que se fije muy bien si en los próximos días, nota algún cambio” “¿Algún cambio?” Repitió Gloria, la bruja asintió, “Sí, tal vez el mensaje no está completo y por eso no podemos entenderlo”

 

Dos días después, a la hora del almuerzo, por fin pudieron reunirse el sacerdote y la bruja en casa del cura, “¿Qué es lo que piensas?” Preguntó este, luego de saludarse y servirse café instantáneo para ambos, Olivia lo miró indefensa, “No sé cómo le vamos a explicar a esa mujer, que su hija será devorada por una criatura que no es más que un espíritu vengativo, que la persigue a ella porque le hicieron algún tipo de hechicería o qué sé yo…” “Para luego tener que decirle que no hay forma humana ni divina de destruir esa cosa… al menos, que conozcamos” agregó el cura. Olivia sorbió su café, “Pero habrá que decírselo, y como dices tú: que sea lo que Dios quiera ¿Qué tal mañana?” Ante el desconcierto del cura, la bruja añadió, “¿No me dejarás hacerlo yo sola, verdad?” El padre puso cara de circunstancia, “Mañana no puedo, ¿Recuerdas ese sacerdote del que te hablé una vez? El padre Benigno… ¿Aquel que tenía más de ciento sesenta años? Pues resulta que finalmente falleció esta madrugada, mañana se le hará una gran ceremonia y debo asistir” Olivia recordaba aquello, asintió al mismo tiempo que se encogía de hombros, “Esperaré a que vuelvas…” Dijo, en ese momento su teléfono sonó dentro de su bolso, “¿Sí…?” “Ajá…” “¿Está segura?” “Lo sé, mañana iré a verla… puede ser. Adiós.” La mujer colgó, se veía preocupada, “¿Malas noticias?” Preguntó el cura, Olivia lo miró con los ojos chiquitos, como si algo indeterminado le doliera, “Era Gloria, dice que sí notó un cambio en la habitación de Laura…” El cura se quedó expectante, la mujer continuó, “…la línea vertical que dividía el espejo en dos, ahora está más ancha” “¿Más ancha? ¿Y eso significa algo?” El cura no entendía nada, pero por la cara de su amiga bruja, sospechaba que algo no estaba del todo bien, Olivia parecía meditar una idea, aunque en realidad, lo que hacía era buscar las palabras para expresarla, “Creo que ya sé lo que significa esa línea, su arroz ya se cocinó, José” el cura creyó entender pero no estaba seguro, “Estás diciendo que…”y completó su frase con los gestos forzados y ademanes de quien quiere que el otro termine con la frase, Olivia lo hizo, “Sí, su tiempo se termina mucho antes de lo que esperábamos, y su mundo se desvanece para darle paso al siguiente” El cura jamás dudaba de los conocimientos de Olivia, por disparatados que sonaran a veces, pero el caso era que, la mayoría de estas veces, no entendía cómo era que alguien podía llegar siquiera a tener tales conocimientos, “¿Eso es lo que significa esa línea en el espejo? ¿Estás segura?” El sacerdote no podía llegar a ver la relación entre una cosa y la otra, la bruja se la tuvo que explicar, “Mi madre tuvo el don antes que yo, ella me lo heredó, se llamaba Luna del Arroyo… Sí, lo sé, mi abuelo tenía un gusto muy artístico para los nombres, de hecho, era titiritero, pero era un nombre muy apropiado para quien era mi madre. Ella murió muy joven, pero me explicó muchas cosas antes de morir… y algunas también después. Ella me habló de la luz negra que baja del cielo, así la llamó, una luz capaz de dividir el cielo en dos” El cura escuchaba con el rostro contraído, como si fuera necesario tensar músculos para entender mejor, “Entonces, ¿Crees que esa luz es la línea que dibujó Laura?” Olivia asintió, “Una luz que crece día tras día hasta absorberte, y eso está bien, es lo que debe pasar, de hecho, para la mayoría, la luz te golpea encima y el cambio de mundo es tan rápido que apenas te enteras” El cura asentía mientras asimilaba todo, “Pero… ¿Por qué para Laura esa luz negra crece lentamente?” Preguntó con auténtica curiosidad, Olivia reflejó en el rostro toda la inmensidad de la ignorancia humana, “Tal vez fallaron en la puntería, o tal vez solo quieren darle dramatismo… ¡Yo qué sé!” dijo en un amargo tono irónico, pero luego reconsideró su respuesta, “…o tal vez sea que sí existe alguien allá arriba después de todo, que se apiada de un inocente que está siendo perseguido por un Escolta, dándole algunos días más de regalo…” El cura se persignó inconscientemente, “Algunos días más, antes de ser completamente borrado del mundo” Concluyó.


León Faras.

viernes, 7 de mayo de 2021

Del otro lado.

 

XXXIX.

 

Estaba relativamente claro para Laura, que lo que había visto en aquella televisión había tenido lugar en su mente, o en su imaginación, pero no en aquel aparato, lo que no podía entender, era por qué había visto todo aquello con los ojos de otro y por qué sus propios ojos no habían visto el rostro de quien le había disparado, supuestamente, y ahora no podía recordarlo. Lo que sí estaba más o menos claro, era que ella había muerto en aquel autobús, pues recordaba ese como su último día de viva, pero nada más, porque lo que había visto en aquella televisión, parecía más una escena sacada de una telenovela vieja de bajo presupuesto, que un recuerdo suyo. Salió aquella mañana con intenciones de despejar la mente de todas esas cosas raras de muerto que no entendía y vaya que sí lo logró. Pensó que montar un autobús y quedarse algún rato dando vueltas en él, le ayudaría, sino a olvidarse del asunto, a tal vez recordar su último viaje en vida, no obstante, no hizo nada de eso, porque algo llamó su atención antes que cualquier bus, allá lejos en el horizonte, en algún punto tras los cerros, se divisaba una oscura línea que ascendía hasta los cielos, como una fina columna de humo inexplicablemente recta, o tal vez descendía de él como un rayo de luz negra, Laura no estaba segura, tampoco lo estaba de investigar, sin embargo se decidió a hacerlo luego de echar un vistazo a través de su diminuto espejo de bolsillo y comprobar que aquella misteriosa línea negra que parecía dividir el cielo en dos, no estaba en el mundo de los vivos, solo en el suyo, lo que significaba que por alguna razón, aquella rareza, fuera lo que fuera, solo le concernía a ella, la única habitante de su mundo. Estaba lejos y le tomaría buena parte del día, pero ella podía correr sin parar, o mejor aún, pedalear indefinidamente sin asomo de cansancio, además estaba libre de cualquier necesidad humana, lo que le permitía una enorme capacidad de desplazamiento y aunque no estaba muy convencida de nada, se puso en marcha.

 

Fue un viaje largo y monótono, a excepción de una parte en la que Laura pedaleaba cuesta arriba por una calle llena de curvas muy pronunciadas, en una de estas, la chica decidió salirse del eterno y serpenteante camino y de esa manera descender el cerro de forma directa, jamás lo hubiese hecho en vida, pero ahora que estaba muerta no tenía miedo, no había riesgos, por lo que pedaleó a toda la velocidad que podía y se lanzó de la vía literalmente volando en un salto espectacular y reconfortante, que la hizo gritar de júbilo, sin embargo, llegado un momento, la bicicleta comenzó a caer, a precipitarse contra el suelo de tierra y rocas, como era de esperarse, pero con alarmante velocidad, Laura se olvidó completamente de que estaba muerta y sintió que moriría, entró en pánico, se descontroló, gritó, pero esta vez no de júbilo, sino de susto ante la inminencia de lo que iba a ser un gran golpe, hasta que, en el último segundo, soltó la bicicleta para soportar el impacto con sus manos y su caída se detuvo abruptamente en ese mismo momento, como si el aire se hubiese condensado a su alrededor, deteniéndola suavemente como si se tratase de una gran masa de agua, o como si su peso se hubiese esfumado repentinamente, mientras la bicicleta sí se estrellaba una y otra vez contra la cara del cerro, dando botes y piruetas que parecían no tener fin. Laura aterrizó con la delicadeza y discreción de una pluma, tratando de asimilar lo que acababa de suceder, “Yo no, pero las bicicletas sí. Muy bien.” Pensó. La física de su mundo tenía sus propias reglas.

 

Ya era media tarde cuando por fin logró llegar al lugar, un sitio despejado, o al menos así lo veía Laura, con lo que parecía ser el cauce de un río seco a un costado y uno de los muchos cerros arcillosos que rodeaban la ciudad por el otro. El punto medía algo más de un metro de diámetro en el suelo y se extendía hasta el cielo, desapareciendo en la inmensidad del universo, como una especie de cilindro hecho de la negrura más espesa e impenetrable. Laura comprobó lo que le decía su pequeño espejo de bolsillo y no se sorprendió ni un pelo, es más, ya se esperaba que en el lugar del rayo negro ese, no hubiera nada y que justo cuando utilizara su espejo, aparecería su extraño amigo Urano, el gato ceniciento, allí sentado impasible y con su pinta de sabiondo, “¡Es que lo sabía!” Exclamó, descargando una patadita sobre el piso, a ese animal solo le faltaban un par de anteojos para verse más listo, “¿Se puede saber qué rayos haces aquí tú?” Preguntó la chica, segura de que el gato le entendía aunque no hacía ningún sonido, pero, presumido y con su cola innecesariamente enhiesta, el animal se metió dentro de la columna de oscuridad desapareciendo por completo en su interior, como quien atraviesa una pared, la chica no pudo más que aspirar una corta y rápida bocanada de aire, como quien intenta un grito hacia dentro de sorpresa, luego se acercó tanto como su sentido común se lo permitía y lo trató de buscar dentro con la vista, agachándose y girándose alrededor, pero era inútil, aquella negrura era impenetrable, entonces, como último recurso, comenzó a acercar su mano, si el felino podía meterse dentro, ella también podría, pero desistió de esa idea justo antes de hacer contacto, una, porque aquello se veía demasiado impenetrable, y otra porque el pobre gato aún no salía, y podría estar fulminado en un millón de micro partículas para ese momento. A modo de experimento, arrojó una ramita seca dentro del cilindro oscuro y fue absorbida de inmediato por este, se dio cuenta de que aquello no le decía nada, entonces cogió otra ramita y esta vez la introdujo dentro sin soltarla, cuando la sacó, le faltaba la mitad de su extensión a la rama, y el corte había sido tan limpio, que parecía obra de la ciencia ficción, entonces Laura soltó el trozo de rama que le quedaba y retrocedió alarmada, no conocía mucho a ese gato, pero lo sentía por él, de seguro que estaba desintegrado en ese momento y ni siquiera se había enterado, sin embargo, Urano no tardó en aparecer por el otro lado con suficiente soltura como para detenerse abruptamente para lamerse su entrepierna con afán.

 

Laura se fue esa noche, pero regresaría varias veces en los siguientes días para comprobar con horror, que aquella cosa, fuese lo que fuese, crecía día con día devorando su mundo, lo cual no sería ningún problema, si no fuese porque fuera de la protección de su mundo, la aguardaba una sombra tenebrosa con ansias de devorarla y aunque podía mantenerse lejos por el momento, comprendió que llegaría el día en que aquella cosa oscura crecería hasta alcanzar su casa, su habitación y entonces inevitablemente le alcanzaría a ella. Tenía que hacer algo, lo que fuera.


León Faras.

sábado, 1 de mayo de 2021

Del otro lado.

 

XXXVIII.

 

Julieta jamás en toda su vida, ni después de esta, había oído algo de aquellos Escoltas ni de su atemorizante reputación de verdugos implacables, a su lado, Gastón Huerta había oído de ellos hacía muy poco tiempo, cuando ya llevaba más años de muerto que los que vivió, aunque por supuesto, nunca había visto uno, de hecho, nadie veía un Escolta que no fuera su propio ejecutor. Alan describía un grave problema, la completa ausencia de ideas para deshacerse de tal cosa y cómo el tiempo se agotaba sin que nada pudiera hacerse. La chica desaparecería del universo en el mejor de los casos o quién sabe qué espantoso destino les aguardaba a los desdichados que eran devorados por un Escolta en el peor, “Un ángel… ¿cómo diablos se invoca un ángel?” Se preguntó Huerta mirando al piso, “Supongo que rezando mucho” Sugirió Julieta, sin ánimo de sonar graciosa, Alan suspiró, realmente no tenían ni la más remota idea, luego de eso echó a caminar sin despedirse, solo dijo que iría a ver a alguien. Ese alguien era un viejo al que llamaban Jeremías, aunque ese no era su verdadero nombre, tenía la barba y la cabellera larga y rojiza, como cuando el pelo ha recibido demasiado sol, la ropa harapienta, los pies descalzos y varios dientes menos, absolutamente todo el aspecto de algún profeta cualquiera. Desde que Alan lo conocía, vivía en completa oscuridad en el fondo de un antiguo túnel destinado a evacuar las aguas lluvia de la ciudad, aunque cada vez se usaba menos para eso y más para acumular desperdicios. Era un ermitaño auto-exiliado que disfrutaba de la soledad y el silencio, dotado de una notable inteligencia natural que le daba la habilidad de dar buenos consejos, mientras no se le fastidiara muy a menudo. Alan lo había visto un par de veces mientras él aún estaba vivo, siempre solo, siempre en silencio y jamás pidiendo nada a nadie y se sorprendió mucho cuando lo volvió a ver después de muerto, prácticamente igual que como lo recordaba, solo entonces comprendió que aquel hombre debía estar muerto también hace mucho tiempo, sin embargo, cuando tuvo la oportunidad de preguntárselo, el viejo lo miró como si se tratara de la idea más absurda que jamás había oído, “¿Acaso te parezco un muerto?” Alan no supo qué responder en ese momento, pero lo cierto era, y según se enteró mucho después, que el abuelo había salido un día de su agujero dejando su cuerpo sin vida dentro de la más negra oscuridad sin darse ni cuenta siquiera, y siguió recorriendo su mundo en silencio sin echarle de menos a nadie ni que nadie le echara de menos a él. El cadáver había sido hallado una semana después cuando el mal olor se hizo evidente, hedor que por supuesto, el viejo nunca sintió. Era frustrante saber que Jeremías seguía negando su propia muerte a pesar de no poder decir con certeza cuántos años tenía, y triste conocer las razones por las que había elegido ese estilo de vida, que no era otro que la pérdida del amor, un amor largamente esperado, alcanzado, disfrutado y perdido. Por supuesto, jamás le había conversado ni a Alan ni a nadie mucho sobre su vida, y todo lo que este sabía era lo que había podido deducir con retazos de innumerables charlas con el viejo, cuando este se lo permitía.

 

“Cada vez que vienes a verme, es porque tienes un problema” Dijo el viejo cuando Alan se asomó dentro de su cueva artificial, “Sí, lo sé, pero esta vez es diferente…” se justificó este último, mientras Jeremías lo miraba tratando de adivinar qué tan diferente era eso. Alan le explicó de la mejor manera posible la complicada situación de Laura y el aterrador monstruo que le esperaba para devorarla, el viejo le escuchó inexpresivo, inmóvil, cuando el relato terminó, Jeremías lo meditó algunos segundos, “Tú no te imaginarías la cantidad de cosas que he visto en mi vida, incluso hombres muertos que parecen tan vivos como tú o como yo…” Alan no dijo nada ante ese comentario, o su conversación acabaría antes de lo debido. Jeremías continuó, “…como también hombres vivos que parecen muertos, pero nunca he visto ni oído nada parecido a lo que mencionas, ¿dices que es indestructible?” Alan pensó en las opciones que le había dado Olivia y asintió con resignación, “Al parecer, sí.” El viejo lo desestimó con un gesto de su cara, “No hay nada en todo el universo que tenga el poder de destruir y que no pueda ser destruido, una cosa tiene que venir con la otra… es una ley.” Afirmó Jeremías, con la convicción de un erudito, Alan aceptó la respuesta como válida, pero poco útil y endeble, “Hay fuerzas de la naturaleza que no pueden ser destruidas… vamos, ni siquiera detenidas” Jeremías mostró las palmas de sus viejas y muy blancas manos, “Tú hablas del hombre, pero hasta la ola más poderosa del mar se anula si choca contra otra igual, o el terremoto más devastador quedaría en nada si la tierra decidiera jalar en sentido contrario” Alan no lucía convencido, el viejo agregó, “Si vas a enfrentar a un hombre contra esa cosa, estás perdido, debes conseguir uno de esos monstruos que esté dispuesto a ayudarte… a ayudarla a ella” Concluyó Jeremías, como si aquello fuese tan fácil como obvio, Alan seguía sin tener nada, “¿Un ángel?” Sugirió sin más ideas, el viejo lo miró como asustado, “¿Conoces a uno?” El otro negó con la cabeza, Jeremías se mostró desilusionado, “Yo sí conocí uno, hace muchos años…” Se quedó unos segundos regodeándose en algún recuerdo, luego continuó, “Pero no, no hablo de un ángel del Señor, yo hablo de un ángel de los hombres” Alan ya no tenía ni idea de qué decir, Jeremías volvió a apoyar la cabeza en la pared y los brazos en las rodillas como estaba cuando Alan llegó, “Solo digo que si el hombre pudo crear a ese monstruo, el hombre debe ser capaz de destruirlo también” Concluyó.

 

Alan caminó de vuelta con las manos en los bolsillos y la vista en el suelo, la verdad era que la conversación con Jeremías no le había dejado nada claro, siempre era de utilidad hablar con él, pero no había entendido qué podía hacer un hombre contra un ser que, según se decía, era capaz de crecer hasta perder su cabeza en las nubes y desde allí atacar como un rayo desintegrador de almas enviado desde el mismísimo cielo, implacable como la justicia de Dios e indestructible como el odio. Nadie había visto nunca a un Escolta y contado su historia, pero… eso era lo que se decía.


León Faras.