XIII.
En la profundidad del bosque, la
agradable reunión en casa de Rodana llegaba a su fin. La Criatura ya hace un
rato que dormía plácidamente bajo el dominio de la hechicera de las jaulas, en
un lecho que Dendé había preparado para ella, mientras el Místico y su
anfitriona fumaban en una acogedora terraza con vista a un pequeño trozo de
cielo entre el follaje iluminado por la luna. Les preocupaba qué haría Rávaro
con todo el poder que había conseguido al matar a su hermano, era un tipo
ambicioso, cruel y ahora además poderoso, eso lo convertía en un peligro
inminente del que había que preocuparse y así lo harían. Dendé apareció para
avisar que el lecho para el Místico estaba listo y este se retiró a descansar
agradeciendo la hospitalidad, luego de eso la enana volvió y su ama le pidió
que le trajera una de sus jaulas, una en particular que contenía una pequeña
pluma en su interior. Apenas la toma puede invocar su hechizo ya lanzado,
inmediatamente obtiene el control del ave al que pertenece esa pluma. Rodana
mira, piensa y hasta respira a través del ave, puede oír con claridad lo que
ocurre a su alrededor e incluso puede sentir la molestia física del pájaro en
su pata izquierda luego de haber recibido una mordida furiosa por parte de una
de sus presas, el ambiente es más oscuro en las sombras donde el ave se oculta
pero sus ojos ven bien en la oscuridad. Un chillido agudo y estridente se oye
lejano, el sonido es reconocible para la hechicera pero poco probable, realiza
un vuelo entre los árboles para detenerse en una rama más cercana e investigar.
Una silueta pasa saltando de árbol en árbol a toda velocidad, antes de alejarse
suelta un nuevo chillido, Rodana no tiene dudas ahora, es un Grelo solitario, pero
que ande solo es tan raro como que ande de noche, tanto los Grelos como sus ranas
son criaturas principalmente diurnas, sin embargo las situación no tardó en
volverse más inusual, una horda de Grelos seguía al primero tan rápido como los
animales que cabalgaban eran capaces, soltando sus desagradables aullidos y
dejando tras de sí una estela con su repugnante olor. Algo muy inusitado estaba
sucediendo, porque difícilmente aquello se trataba de una cacería, a menos que
fueran ellos las presas.
El ave se elevó por sobre los
árboles para investigar, y no tardó en divisar aquello que provocó la estampida
de los Grelos. A una centena de metros una columna de denso humo era impulsada
hacia el cielo con fuerza, mientras todo el entorno estaba iluminado, era fuego,
sin duda, pero aquello no se trataba de un simple incendio. El sonido galopante
de un motor de vapor que se oía cada vez más claro comenzó a preocupar a la
hechicera, los árboles cercanos se inclinaban y quejaban como si resistieran un
gran peso, el abundante follaje no le permitía ver con claridad desde las
alturas, pero Rodana ya podía adivinar de qué se trataba semejante estructura
monstruosa, no muchos poseían el genio y los recursos para crear magia usando la
ciencia a tal nivel de espectacularidad. Se trataba de Galbatar, el
alquimista. Y para la hechicera era un misterio qué lo había traído hasta aquí.
Ya poco falta para el alba, pero
nadie se ha movido del patio del castillo del semi-demonio. Un hombre calvo y
de aspecto gordinflón, estaba inclinado sobre el cuerpo inerte de la Bestia con
el oído pegado a la caja torácica de esta, mientras Rávaro y los demás hombres
que habían presenciado el combate contra el Enano de Rocas, sobre todo aquellos
que habían apostado dinero, esperaban un diagnóstico con anhelante silencio. El
corazón del gigantesco animal se oía débil y lejano, al igual que su
respiración. El hombre luego bajó hacia el vientre de la Bestia, hacía muecas
difíciles de interpretar, despegando la oreja y pegándola en otro sitio, sin
que esto le ofreciera ninguna certeza, estaba confundido, oía el sonido característico
de rocas que chocan y se frotan entre sí, pero no podía descifrar si aquella
muestra de vida pertenecía al Enano, lo que era bastante probable, dada la
naturaleza indestructible de este o eran simples movimientos digestivos en las
tripas de la Bestia, cuyo organismo trabajaba para digerir el cuerpo extraño en
su interior, lo que era poco creíble, debido a que ese cuerpo extraño estaba
hecho de roca sólida. Rávaro perdía la paciencia, le había costado bastante
caro que atraparan a esa bestia como para que ahora simplemente muriera sin
prestarle ningún beneficio, estaba pensando ya en usar su magia para mantenerla
con vida cuando el estómago del animal empezó a contraerse con violencia,
provocándole a la Bestia una respiración anormal y dolorosa. Esta empezó a
moverse, a tratar de incorporarse, parecía tener un ataque, vigorosas contracciones
remecían su cuerpo inconteniblemente, la baba le colgaba de las fauces que
cogían aire con dificultad y lo expulsaban con furia. El gordinflón empezó a
retroceder con los brazos abiertos alejando a los curiosos, era un animal
enorme y nada podían hacer para contenerlo, parecía que en cualquier momento
iba a caer fulminado. Entonces, la Bestia estiró su cuello hasta el límite de
su capacidad natural apuntando hacia el suelo mientras abría su hocico tanto
como le era posible emitiendo ruidos realmente grotescos y como si se tratara
de un perro envenenado, vació su estómago hasta que este se contrajo
completamente en su vientre. Un montón de rocas cayó al suelo en medio de un
gran charco de restos de comida a medio digerir y jugos gástricos, después de
eso, la Bestia volvió a caer, pero esta vez el alivio que sentía era evidente,
su respiración volvía a llevar un ritmo pausado y normal y el sufrimiento que
la atormentaba por fin se había apaciguado. El Enano de Rocas se puso de pie
cubierto por un líquido viscoso y de olor fuerte que no era otra cosa que
vómito de bestia, claro que eso poco le podía importar a un enano de rocas,
caminó hacia la multitud, ya no caminaba con la misma elegancia de antes pero aquello
era comprensible después de haber salido del estómago de un animal.
Instintivamente los soldados comenzaron a retroceder para abrirle paso, algunos
con profundo respeto, otros con admiración y otros felices porque acababan de
ganar lo que habían apostado, pues el Enano estaba incólume y la Bestia
moribunda. Rávaro también lo observaba inmóvil, se preguntaba de dónde había
salido semejante criatura, tal vez perteneciera como mascota a su medio
hermano, podía serle muy útil si descubría cómo controlarlo, pensaba en ello
cuando sus cavilaciones fueron interrumpidas por un ruido fuerte y que sin
querer llamó la atención de todos, a alguien se le había quebrado el endeble
techo de la herrería y había caído dentro, con gran escándalo de fierros que se
golpean entre sí y maderas que se rompen y seguido de la réplica de un par de
caballos asustados y un perro que pretendía hacer bien su trabajo de cuidar el
lugar. Las antorchas se multiplicaron para iluminar al que había caído. Para
todos fue una sorpresa pero especialmente para Rávaro, era su media hermana,
Lorna, y nada le impediría ahora sacarla de en medio como lo había hecho con
Dágaro, de hecho, matar a Lorna era por lejos, mucho más sencillo para él.
León Faras.