domingo, 16 de noviembre de 2014

El encargo del Diablo.



La noche estaba más oscura que nunca, la lluvia caía gruesa y perpendicular sobre las viejas tejas de madera de la cabaña ubicada en la cúspide de una delgada y larga formación rocosa, en la que no podía caber nada más a excepción de la precaria vivienda y un viejo y atormentado árbol seco hasta las raíces, que se aferraba al peñasco para no caer, náufrago y vestigio de una tierra arrasada por el clima y la erosión. La luz amarillenta del fuego iluminaba los vidrios de las ventanas, empañados por el contraste del calor y el frío. De una chimenea de lata, flaca y chueca, brotaba un humo blanco que pacífico, se movilizaba en sentido contrario a la lluvia. En su interior vivía Noelia, una bruja superviviente de la vieja escuela, una mujer voluptuosa y coqueta, de anchas caderas y generoso busto, exhibido sin complejos por el escote de su vestido negro y ceñido. Dejaba caer con gracia extraños polvos dentro de un caldero hirviente, mientras consultaba un libro milenario ubicado en un atril, el que era iluminado por una vela adherida a un cráneo humano, junto a esta, un cuervo viejo reposaba solemne sobre un perchero. En una esquina, sobre una silla de manufactura clásica dormía plácidamente Diana, su gata, tan coqueta y refinada como su dueña y junto a la puerta, reposaba una atrofiada escoba. Noelia canturreaba ocupada en sus asuntos cuando se oyó que alguien golpeó su puerta, la mujer se sobresaltó pero se puso contenta, no cualquiera podía visitarla, justamente por lo inaccesible de su casa, pero cuando sucedía se emocionaba como una niña pequeña. Se arregló el cabello y se alisó el vestido con las manos antes de abrir la puerta, un rayo rajó el cielo en ese preciso instante.

El Diablo entró quitándose el sombrero y el abrigo que Noelia se apresuró a recibir, asombrada ante la inesperada e ilustre visita. A pesar del chaparrón, toda su ropa estaba seca, “Veo que te sorprendes de verme…espero no ser inoportuno” Dijo Lucifer, a lo que Noelia respondió con una sonrisa nerviosa, “Por supuesto que no, es solo que… no recuerdo haberte invocado… ¿o sí?” Y dirigió una mirada de severa duda al cuervo, mientras colgaba las prendas de su visita, pero el ave solo se encogió de hombros. “No, no has sido tú. Soy yo quien necesitaba verte” Dijo el recién llegado y se dejó caer en el mismo lugar donde estaba, con lo que la bruja debió reaccionar y con un rápido hechizo hacer que la silla, donde cómodamente reposaba Diana, volara para atajar el cuerpo del Diablo, cosa que este tomó como algo de lo más natural. La gata, por su parte, cayó dando un aullido de protesta, y una mirada de muy mal humor que la mujer respondió con una mueca de justificación y disculpa, para que buscara otro lugar donde continuar su siesta. Luego sirvió dos diminutos vasos de un fuerte licor y le ofreció uno a su visitante “Pues… usted dirá para qué soy buena” Lucifer se bebió su vaso como si se tratara de agua pura de vertiente, lo que hizo dudar a Noelia si había servido de la botella correcta. “Estoy aquí porque sé que no solo eres buena, si no que de las mejores. No seas modesta Noelia, odio la modestia. Necesito que hagas para mí un conjuro de horror, el más poderoso y eficiente que conozcas. Te pagaré bien” Concluyó el Diablo sacando de su bolsillo interior lo que parecía ser una esfera de oro macizo. Noelia se bebió su vaso de una sentada también, pero a ella le pareció lava ardiente, lo que la dejó sin habla por unos segundos. “¿De qué clase de horror?, ¿algo así como revivir algunos muertos tal vez?...”La bruja sonreía entusiasmada y encantadora “…Conozco un conjuro que los haría levantarse y aterrorizar a todo un pueblo,” Y terminó con una graciosa mímica que al Diablo no le hizo gracia alguna “No, ya no funcionan como antes, necesitaríamos muchos cadáveres recientes y que no estuvieran en esas tontas cajas de madera donde los ponen desde la última vez. Además son torpes y huelen mal, y ni siquiera atacan a nadie… lo que yo necesito es infundir el terror en sus corazones, que sepan quién soy yo y que conmigo no deben jugar” Noelia lo miraba con los ojos muy abiertos, “¡Ratas!” Dijo y el Diablo frunció el ceño “Las ratas…” Continuó la bruja “…Son perfectas, abundantes, omnipresentes y muy fáciles de dominar, además, transmiten cualquier cosa que quieras.” El Diablo hizo una mueca de poco convencimiento “Las ratas son geniales pero, ya sabes lo que pasó con ellas la última vez, hubiesen exterminado a toda la humanidad con aquello de la peste si no interferimos y… ese no es mi negocio. Un mundo sin humanos no es divertido”, Noelia reflexionaba unos segundos cuando alguien habló “¿Y qué tal, una prisión para almas?” El Diablo se volteó sorprendido hacia el cuervo, Noelia se excusó “Mi cuervo no habla demasiado pero cuando lo hace, no es en vano” “Ya veo…” La bruja explicó mientras le daba una caricia de premio a su cuervo “Una prisión de almas es un conjuro que evita que alguien muerto en un lugar se vaya de ese lugar, puedes ponerlo por el tiempo que quieras y con los años convertir cualquier sitio en un espacio lleno de espíritus errantes… lo usamos en lugares con abundantes muertes como cárceles u hospitales… pero tú lo puedes usar donde quieras…” Lucifer entrecruzó los dedos y sonrió complacido “Sé exactamente donde lo pondré. Hazme uno y que sea para llevar”

Noelia lo preparó todo en un santiamén, realmente encantada de ganarse una tan generosa recompensa y de forma tan fácil y rápida y se lo entregó en un bonito frasco de vidrio tapado con un trozo de tela cuadriculada, sujeta con un cordel, como si se tratara de esas mermeladas artesanales que venden en los pueblos pequeños. Curiosa y animada, preguntó mientras le ayudaba a ponerse el abrigo “¿Sería muy indiscreta si pregunto dónde lo piensas usar?” El Diablo respondió ya listo para irse “Tengo unos amigos míos que ahora les ha entrado deseos de arrepentirse de sus sabrosas vilezas y yo no puedo permitir que me abandonen después de tanto tiempo, eso no es justo ¿no te parece?”Dicho eso, desapareció en la oscuridad de la noche dejando solo el galope de su caballo en el aire y las chispas de sus herraduras de oro.



León Faras.

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