viernes, 28 de noviembre de 2014

La Prisionera y la Reina. Capítulo tres.

XIII.

En la profundidad del bosque, la agradable reunión en casa de Rodana llegaba a su fin. La Criatura ya hace un rato que dormía plácidamente bajo el dominio de la hechicera de las jaulas, en un lecho que Dendé había preparado para ella, mientras el Místico y su anfitriona fumaban en una acogedora terraza con vista a un pequeño trozo de cielo entre el follaje iluminado por la luna. Les preocupaba qué haría Rávaro con todo el poder que había conseguido al matar a su hermano, era un tipo ambicioso, cruel y ahora además poderoso, eso lo convertía en un peligro inminente del que había que preocuparse y así lo harían. Dendé apareció para avisar que el lecho para el Místico estaba listo y este se retiró a descansar agradeciendo la hospitalidad, luego de eso la enana volvió y su ama le pidió que le trajera una de sus jaulas, una en particular que contenía una pequeña pluma en su interior. Apenas la toma puede invocar su hechizo ya lanzado, inmediatamente obtiene el control del ave al que pertenece esa pluma. Rodana mira, piensa y hasta respira a través del ave, puede oír con claridad lo que ocurre a su alrededor e incluso puede sentir la molestia física del pájaro en su pata izquierda luego de haber recibido una mordida furiosa por parte de una de sus presas, el ambiente es más oscuro en las sombras donde el ave se oculta pero sus ojos ven bien en la oscuridad. Un chillido agudo y estridente se oye lejano, el sonido es reconocible para la hechicera pero poco probable, realiza un vuelo entre los árboles para detenerse en una rama más cercana e investigar. Una silueta pasa saltando de árbol en árbol a toda velocidad, antes de alejarse suelta un nuevo chillido, Rodana no tiene dudas ahora, es un Grelo solitario, pero que ande solo es tan raro como que ande de noche, tanto los Grelos como sus ranas son criaturas principalmente diurnas, sin embargo las situación no tardó en volverse más inusual, una horda de Grelos seguía al primero tan rápido como los animales que cabalgaban eran capaces, soltando sus desagradables aullidos y dejando tras de sí una estela con su repugnante olor. Algo muy inusitado estaba sucediendo, porque difícilmente aquello se trataba de una cacería, a menos que fueran ellos las presas.

El ave se elevó por sobre los árboles para investigar, y no tardó en divisar aquello que provocó la estampida de los Grelos. A una centena de metros una columna de denso humo era impulsada hacia el cielo con fuerza, mientras todo el entorno estaba iluminado, era fuego, sin duda, pero aquello no se trataba de un simple incendio. El sonido galopante de un motor de vapor que se oía cada vez más claro comenzó a preocupar a la hechicera, los árboles cercanos se inclinaban y quejaban como si resistieran un gran peso, el abundante follaje no le permitía ver con claridad desde las alturas, pero Rodana ya podía adivinar de qué se trataba semejante estructura monstruosa, no muchos poseían el genio y los recursos para crear magia usando la ciencia a tal nivel de espectacularidad. Se trataba de Galbatar, el alquimista. Y para la hechicera era un misterio qué lo había traído hasta aquí.

Ya poco falta para el alba, pero nadie se ha movido del patio del castillo del semi-demonio. Un hombre calvo y de aspecto gordinflón, estaba inclinado sobre el cuerpo inerte de la Bestia con el oído pegado a la caja torácica de esta, mientras Rávaro y los demás hombres que habían presenciado el combate contra el Enano de Rocas, sobre todo aquellos que habían apostado dinero, esperaban un diagnóstico con anhelante silencio. El corazón del gigantesco animal se oía débil y lejano, al igual que su respiración. El hombre luego bajó hacia el vientre de la Bestia, hacía muecas difíciles de interpretar, despegando la oreja y pegándola en otro sitio, sin que esto le ofreciera ninguna certeza, estaba confundido, oía el sonido característico de rocas que chocan y se frotan entre sí, pero no podía descifrar si aquella muestra de vida pertenecía al Enano, lo que era bastante probable, dada la naturaleza indestructible de este o eran simples movimientos digestivos en las tripas de la Bestia, cuyo organismo trabajaba para digerir el cuerpo extraño en su interior, lo que era poco creíble, debido a que ese cuerpo extraño estaba hecho de roca sólida. Rávaro perdía la paciencia, le había costado bastante caro que atraparan a esa bestia como para que ahora simplemente muriera sin prestarle ningún beneficio, estaba pensando ya en usar su magia para mantenerla con vida cuando el estómago del animal empezó a contraerse con violencia, provocándole a la Bestia una respiración anormal y dolorosa. Esta empezó a moverse, a tratar de incorporarse, parecía tener un ataque, vigorosas contracciones remecían su cuerpo inconteniblemente, la baba le colgaba de las fauces que cogían aire con dificultad y lo expulsaban con furia. El gordinflón empezó a retroceder con los brazos abiertos alejando a los curiosos, era un animal enorme y nada podían hacer para contenerlo, parecía que en cualquier momento iba a caer fulminado. Entonces, la Bestia estiró su cuello hasta el límite de su capacidad natural apuntando hacia el suelo mientras abría su hocico tanto como le era posible emitiendo ruidos realmente grotescos y como si se tratara de un perro envenenado, vació su estómago hasta que este se contrajo completamente en su vientre. Un montón de rocas cayó al suelo en medio de un gran charco de restos de comida a medio digerir y jugos gástricos, después de eso, la Bestia volvió a caer, pero esta vez el alivio que sentía era evidente, su respiración volvía a llevar un ritmo pausado y normal y el sufrimiento que la atormentaba por fin se había apaciguado. El Enano de Rocas se puso de pie cubierto por un líquido viscoso y de olor fuerte que no era otra cosa que vómito de bestia, claro que eso poco le podía importar a un enano de rocas, caminó hacia la multitud, ya no caminaba con la misma elegancia de antes pero aquello era comprensible después de haber salido del estómago de un animal. Instintivamente los soldados comenzaron a retroceder para abrirle paso, algunos con profundo respeto, otros con admiración y otros felices porque acababan de ganar lo que habían apostado, pues el Enano estaba incólume y la Bestia moribunda. Rávaro también lo observaba inmóvil, se preguntaba de dónde había salido semejante criatura, tal vez perteneciera como mascota a su medio hermano, podía serle muy útil si descubría cómo controlarlo, pensaba en ello cuando sus cavilaciones fueron interrumpidas por un ruido fuerte y que sin querer llamó la atención de todos, a alguien se le había quebrado el endeble techo de la herrería y había caído dentro, con gran escándalo de fierros que se golpean entre sí y maderas que se rompen y seguido de la réplica de un par de caballos asustados y un perro que pretendía hacer bien su trabajo de cuidar el lugar. Las antorchas se multiplicaron para iluminar al que había caído. Para todos fue una sorpresa pero especialmente para Rávaro, era su media hermana, Lorna, y nada le impediría ahora sacarla de en medio como lo había hecho con Dágaro, de hecho, matar a Lorna era por lejos, mucho más sencillo para él.


León Faras.

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