Casi
medio día y el cielo amenazaba con soltar de una vez toda el agua que le debía
a la tierra por meses sedienta, pero por el momento, aquello no era más que una
promesa. La plaza lucía con poca gente, únicamente aquellos que necesariamente
pasaban por allí rumbo a otros lugares más elementales, salvo por dos hombres
que habían usado uno de los bancos para sentarse a contemplar la ciudad y su
gente, solo contemplarla.
Parecían
jóvenes, pero no lo eran ni remotamente, uno de ellos vestía con una elegancia
soberbia, el otro era mucho más informal, para ambos aquel era un atuendo
circunstancial. Eran amigos, casi hermanos, a pesar de sus diferencias
aparentes ninguno tenía más que el otro, ni era mejor ni peor, en el sentido
más estricto del concepto, en muchos aspectos eran idénticos, excepto por que
uno de ellos era un ángel y el otro un demonio. Sabiendo esto se podría creer
que uno era pura bondad y el otro solamente maldad, pero las cosas no eran así
y no es que ellos fueran una excepción, las cosas nunca han sido así. De hecho,
siempre les ha parecido un poco graciosa, un poco superficial esa idea del
común de la gente, siendo que pensándolo solo un poco saltaba a la vista lo
absurdo que sonaba la existencia de la bondad absoluta o de la maldad pura, aquello
no era más que una caricatura, una percepción infantil dentro de un mundo
pintado de dos colores, sin tonos ni contrastes.
Para
alguien como ellos, que conocían las reales consecuencias de los actos, que
sabían que cualquier suceso no se limitaba solo al tiempo que tardaba en
suceder, si no que trascendía, a veces en forma infinita en innumerables
efectos y que además, eran a su vez consecuencia de otros sucesos
indeterminables, entonces el pretender hacer solo el bien o solo el mal era una
epifanía, ¿Cómo le explicaban al asesino que con su acto estaba librando a
alguien de un sufrimiento tan grande y doloroso que preferiría estar muerto a
padecerlo?, por ejemplo, o ¿Cómo le explicaban a aquella noble dama, que con
ese alimento que repartió, en más de una ocasión gatilló enfermedades como
cáncer o diabetes, sin querer, por supuesto, en el cuerpo de aquellos que
pretendía ayudar?...Como explicar que aquella vez que creíste hacer un daño en
realidad fue un favor imposible de ver en ese momento…obrar de buena o mala
manera era algo meramente sugestivo, algo en lo que solamente intervenía la
intención del acto, los sentimientos del momento, pero que no significaba
necesariamente hacer el bien o el mal, muchos casos habían de quienes cometían
hechos atroces con la idea de estar haciendo un bien a sus víctimas. Para seres
como ellos, ningún acto podía calificarse de bueno o malo, y las intenciones,
casi nunca coincidían con los efectos.
¿Hombres
santos?... ¿Posesiones demoniacas?... meros roces de la humanidad con las altas
esferas, coqueteos entre dos mundos. Ni en el paraíso ni en el infierno hay
almas humanas, pues todas estas personas están en embrión para alcanzar cualquiera
de esos lugares, el hombre más bueno y el hombre más malo, solo son resultados
directos de su medio, Ellos saben que el hombre más malvado al iniciar su vida
en un ambiente favorable, será una persona completamente distinta, entonces
como considerar malo a alguien hecho así. No hay castigos ni premios, ni obras
que los merezcan, menos si creen que se trata de cosas materiales, cuantas
veces habían oído a personas decir que habían sido premiados por la divinidad
al recibir un contrato millonario, o que habían sido castigados por la misma
cuando lo perdieron todo, no, nada de eso, lo material no es bueno ni malo,
solo es humano.
El
ángel y el demonio no luchaban entre si, no había razón alguna para eso,
pertenecían a dos mundos que se complementaban en armonía como la luz y la
sombra, no estaban ahí para interferir de ninguna manera con las personas, solo
las contemplaban, y eso les resultaba agradable, sobre todo verlos correr
huyendo de las primeras gotas de lluvia.
León Faras.