viernes, 9 de noviembre de 2012

Contemplación.


Casi medio día y el cielo amenazaba con soltar de una vez toda el agua que le debía a la tierra por meses sedienta, pero por el momento, aquello no era más que una promesa. La plaza lucía con poca gente, únicamente aquellos que necesariamente pasaban por allí rumbo a otros lugares más elementales, salvo por dos hombres que habían usado uno de los bancos para sentarse a contemplar la ciudad y su gente, solo contemplarla.

Parecían jóvenes, pero no lo eran ni remotamente, uno de ellos vestía con una elegancia soberbia, el otro era mucho más informal, para ambos aquel era un atuendo circunstancial. Eran amigos, casi hermanos, a pesar de sus diferencias aparentes ninguno tenía más que el otro, ni era mejor ni peor, en el sentido más estricto del concepto, en muchos aspectos eran idénticos, excepto por que uno de ellos era un ángel y el otro un demonio. Sabiendo esto se podría creer que uno era pura bondad y el otro solamente maldad, pero las cosas no eran así y no es que ellos fueran una excepción, las cosas nunca han sido así. De hecho, siempre les ha parecido un poco graciosa, un poco superficial esa idea del común de la gente, siendo que pensándolo solo un poco saltaba a la vista lo absurdo que sonaba la existencia de la bondad absoluta o de la maldad pura, aquello no era más que una caricatura, una percepción infantil dentro de un mundo pintado de dos colores, sin tonos ni contrastes.

Para alguien como ellos, que conocían las reales consecuencias de los actos, que sabían que cualquier suceso no se limitaba solo al tiempo que tardaba en suceder, si no que trascendía, a veces en forma infinita en innumerables efectos y que además, eran a su vez consecuencia de otros sucesos indeterminables, entonces el pretender hacer solo el bien o solo el mal era una epifanía, ¿Cómo le explicaban al asesino que con su acto estaba librando a alguien de un sufrimiento tan grande y doloroso que preferiría estar muerto a padecerlo?, por ejemplo, o ¿Cómo le explicaban a aquella noble dama, que con ese alimento que repartió, en más de una ocasión gatilló enfermedades como cáncer o diabetes, sin querer, por supuesto, en el cuerpo de aquellos que pretendía ayudar?...Como explicar que aquella vez que creíste hacer un daño en realidad fue un favor imposible de ver en ese momento…obrar de buena o mala manera era algo meramente sugestivo, algo en lo que solamente intervenía la intención del acto, los sentimientos del momento, pero que no significaba necesariamente hacer el bien o el mal, muchos casos habían de quienes cometían hechos atroces con la idea de estar haciendo un bien a sus víctimas. Para seres como ellos, ningún acto podía calificarse de bueno o malo, y las intenciones, casi nunca coincidían con los efectos.

¿Hombres santos?... ¿Posesiones demoniacas?... meros roces de la humanidad con las altas esferas, coqueteos entre dos mundos. Ni en el paraíso ni en el infierno hay almas humanas, pues todas estas personas están en embrión para alcanzar cualquiera de esos lugares, el hombre más bueno y el hombre más malo, solo son resultados directos de su medio, Ellos saben que el hombre más malvado al iniciar su vida en un ambiente favorable, será una persona completamente distinta, entonces como considerar malo a alguien hecho así. No hay castigos ni premios, ni obras que los merezcan, menos si creen que se trata de cosas materiales, cuantas veces habían oído a personas decir que habían sido premiados por la divinidad al recibir un contrato millonario, o que habían sido castigados por la misma cuando lo perdieron todo, no, nada de eso, lo material no es bueno ni malo, solo es humano.

El ángel y el demonio no luchaban entre si, no había razón alguna para eso, pertenecían a dos mundos que se complementaban en armonía como la luz y la sombra, no estaban ahí para interferir de ninguna manera con las personas, solo las contemplaban, y eso les resultaba agradable, sobre todo verlos correr huyendo de las primeras gotas de lluvia.


León Faras.

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