martes, 25 de enero de 2022

Los Condenados.

 Odregón.


Cuarta parte.



Vilma se encajó sus gafas protectoras, se cubrió la nariz y la boca con un pañuelo y aceleró amenazante el motor de Beatrice, “Prepara el cañón” Ordenó, pero Quci no estaba del todo convencida, por el daño que ocasionaría una detonación a la estructura del mismo camino, y a la consistencia del propio árbol; pero esta vez era demasiado grande el nido como para solo intentar moverlo, argumentaba la chica, “O usamos el cañón, o nos regresamos por donde vinimos” Concluyó Vilma, sabiendo ambos que regresar no era una opción, a menos que se pretendiera hacer todo el camino de regreso marcha atrás. El robot tenía otra preocupación, “Si usamos el cañón, es posible que nos veamos bajo ataque de…” Discutían como dos compañeras de cuarto que deciden si ir o no a una fiesta, cuando la voz de Caín comenzó a sonar por el comunicador, informándoles que habían encontrado un superviviente, pero que no entendían ni una sola palabra de lo que decía, así que necesitaban a Quci para que le tradujera. El robot lo hizo lo mejor que pudo, “El sujeto está muy alterado, pero habla sobre un “gran bebedor de sangre” que les atacó…” Marcus miró el cadáver que reposaba a su lado, “A este tipo le bebieron más que solo la sangre” Señaló. Quci recibió instrucciones de preguntar por qué algunos cuerpos parecían devorados hasta los huesos; el joven sacerdote respondió, y Quci lo interpretó como, “Aquellos que comen carne, son los hijos de la reina. Dice el joven sacerdote, que se multiplican tan rápido y son tan voraces, que son capaces de arrasar con los habitantes de una ciudad entera en tan solo una noche” Vilma, que había detenido el motor de Beatrice para facilitar la comunicación, echó un largo vistazo a la bóveda del árbol sobre sus cabezas, de donde continuaba surgiendo ese inquietante murmullo de zumbido en medio de una oscuridad que no tenían los medios para penetrar, y se preguntó si no serían aquellos los hijos de la reina a los que se refería el sacerdote… o acaso la reina misma, inmediatamente, tuvo un mal presentimiento. Se volteó hacía su compañero androide, “¿A qué hora oscurece en Odregón?” Preguntó.



Si te persiguen, deberás hacerlo rápido, pero tendrás que reducir la velocidad cuando llegues aquí o saldrás volando. No hay suficiente espacio. Nosotros esperaremos con el portón abierto y listo para cerrarlo” “Entendido” Fue la respuesta de Vilma a la advertencia de Caín, mientras se cubría la cara con su pañuelo y se preparaba para acelerar. Quci había presionado finalmente el interruptor verde, el que ahora era de un llamativo color rojo, y ajustaba los controles del cañón para un disparo más de impacto y menos penetrante, como le había aconsejado Marcus. El vehículo aceleró de forma súbita, provocando que sus robustos neumáticos rascaran la superficie del pavimento antes de agarrarse a este y arrancar, “¡Allí, justo allí!” Gritó Vilma, Señalando con todo su brazo el lugar donde quería el golpe, Quci disparó y antes de que la estructura colapsara, Beatrice la golpeó en su base con su reforzada nariz en forma de corta-olas. El nido literalmente estalló por los aires como si hubiese estado fabricado en su interior de gruesa y crujiente galleta bañada en la baba chiclosa de un bebé alienígena gigante, pero dejando el vehículo cubierto de los restos viscosos de una multitud de bichos en estado larvario, como quien atraviesa a toda velocidad una nube de mosquitos, cada uno grande, gordo y jugoso como un pequeño melón. Del otro lado, Vilma debió luchar para controlar a Beatrice, cuyos neumáticos parecían haber perdido completamente su adherencia, derrapando hasta chocar contra la pared y avanzando con dificultad. En la parte de atrás, Quci examinaba con su rostro carente de expresión, algunos restos óseos humanos que habían aterrizado a su lado, perteneciente a algún sacerdote desconocido, pero pronto debió desecharlos como basura. El zumbido que habían oído sobre sus cabezas, ahora era mucho más fuerte e intenso.



Marcus abría el portón, mientras Caín trataba de convencer al joven, cuyo nombre no llegarían nunca a conocer, de abandonar su precario escondite con todo tipo de gestos y señas, pero el sacerdote solo argumentaba una infinidad de excusas en su enrevesado idioma del que solo se podía extraer su más que evidente negativa, entonces, un crujido acabó con su estéril discusión. El portón que Marcus había accionado, se había logrado abrir con un fuerte sonido crocante, como si hubiese debido quebrar algunas resistencias a su paso. El gesto en el rostro del artillero era elocuente. La salida del túnel, a la que Vilma se dirigía tan rápido como podía, estaba totalmente obstruida por un nido gigante hecho como un envoltorio de una infinidad de fibras adheridas a todo su entorno, con un único agujero en el medio, pequeño y grotesco como el culo de un gusano, por el que comenzaron a salir una serie de bichos pardos del tamaño de un gato, similares a moscas sin alas, que afanados y con total desenfado, reconstruían con su saliva lo que el portón acababa de destruir sin prestar la más mínima atención a los recién llegados, “Vilma debería saber esto…” Comentó Marcus, y su jefe estaba de acuerdo, sin embargo, en un primer momento, la chica no respondió, lo que los hizo poner un poco más de atención en lo que estaban oyendo. Allá abajo, en el interior del árbol sobre el que estaban, se podía escuchar el rugido permanente y acelerado de Beatrice, además de numerosos y amortiguados disparos.



¡Qué diablos quieres? ¡Estoy ocupada!” Gritó Vilma al comunicador, asediada por un enjambre de bichos similares a langostas, cuyo batir de alas podía absorber casi cualquier otro ruido que no fuera el motor de Beatrice. Eran grandes y raros, pues tenían todo de a cuatro: cuatro alas, cuatro patas y cuatro ojos, y en todo ello, un par era más pequeño que el otro. También tenían un muy respetable par de mandíbulas, como tenazas capaces de cortarle un dedo a un hombre adulto si era necesario. Quci tampoco estaba totalmente a salvo del ataque, ya que las intenciones de los bichos no eran necesariamente alimenticias; estaban furiosas y trataban de coger al androide de donde podían, el cual se defendía con una porra eléctrica que Vilma guardaba bajo el tablero del vehículo. La chica mantenía firme el volante con la mano izquierda y su pistola en la derecha, aunque había sido más efectiva la velocidad de Beatrice que el arma para mantenerse con vida. Caín le informó de la cosa, fuese lo que fuese, que estaba obstruyendo la salida del túnel. Vilma estaba convencida de que aquello sería otro asqueroso nido de larvas como el que acababan de destruir, pero la voz del joven sacerdote, que exclamaba algo con desesperación en ese momento, se coló por el comunicador y llegó a los oídos de Quci, “Él dice que se trata de la reina” Anunció el robot. Marcus tuvo entonces la osada idea de echar un vistazo con su linterna al interior del sospechoso agujero del nido gigante, pero de inmediato, como si se tratara de un grupo de guardias de seguridad evitando a periodistas indiscretos, las moscas sin alas se agruparon allí para cubrir el ingreso de la luz, sin embargo, alcanzó a ver lo que parecía un trozo de piel oscura y rugosa cubierta de vello ralo moviéndose allí dentro, “¡Hazte cargo!” Gritó Vilma, al tiempo que le soltaba un disparo a un bicho que la seguía de cerca y que hace rato amenazaba con morderle el cuello. Caín y Marcus se miraron con gracia, como comunicándose mentalmente… “¿Y qué diablos espera que yo haga con esta cosa?” Pero en ese momento, el aleteo que oyeron antes al llegar, sonó a sus espaldas, muy cerca, y el grito del joven sacerdote fue silenciado en el acto por un potente escupitajo que se adhirió a su rostro como un pegote espeso y difícil de sacar, que lo asfixiaba lo mismo que lo enmudecía. Los hombres apuntaron sus armas, pero viendo el pánico en los ojos del muchacho y las dificultades que tenía para respirar en ese momento, además de a su amenazante enemigo tan cerca, tomaron la precaución de cubrirse antes el rostro con sus pañuelos. Eso al menos los protegería de la asfixia. Se podía decir que aquel tenía la apariencia de un hombre, uno extraordinariamente alto y delgado, ligeramente inclinado hacia delante por el bulto de sus alas sujetas a sus omóplatos. Sus miembros eran desproporcionados como los de un insecto y su complexión, sólida, acorazada. Tenía una cabeza pequeña, con ojos hundidos en su cráneo casi humano y un par de afilados incisivos terminados en punta, que se asomaron cuando el individuo abrió levemente su boca para expresar un par de palabras en la lengua sacerdotal con una voz áspera y rasposa. Sin duda aquel era el bebedor de sangre del que hablaban. Además no estaba solo, lo escoltaban dos bichos con cara de saltamontes, grandes como perros pastores, con sus alas recogidas y alineadas sobre sus lomos. Se movían muy bien sobre cuatro patas, y contaban con unas respetables mandíbulas bien adaptadas para destrozar y comer carne. Ya podían imaginar qué le había sucedido al pobre desgraciado devorado fuera del portón. El humanoide cogió al sacerdote por la nuca y lo elevó con la inesperada fuerza de uno de sus delgaduchos brazos, sus mascotas, en cambio, no perdían de vista a sus extraños visitantes. Tanto Marcus como Caín no sabían a qué disparar primero, retrocediendo hasta chocar con la barandilla, mientras el joven sacerdote se esforzaba por seguir con vida. Entonces se escuchó el cañón de Beatrice, amortiguado dentro del impresionante Dilion, destruyendo un nuevo nido que obstruía su camino. Eso sugería que estaba bastante cerca de la salida, la que aún permanecía bloqueada. El bebedor de sangre también lo oyó, y con una orden, sus mascotas se lanzaron encima de los intrusos. Caín soltó un disparo y esquivó, mientras que Marcus solo esquivó el ataque intentando disparar luego. Los saltamontes pasaron por encima de la baranda y cayeron al vacío torpemente, pero abriendo sus alas algunos metros más abajo, para describir un elegante círculo y volver a sujetarse con asombrosa facilidad a la rugosa corteza del árbol, por la que podían desplazarse mejor que sobre un plano horizontal. Para cuando esto acabó, el humanoide ya había despegado en perfecto ascenso vertical, como un cohete, hacia la copa del árbol, llevándose al joven sacerdote a punto de asfixiarse, con él. Aún no se recuperaban de su encuentro con el chupa sangre, cuando los bocinazos de Beatrice comenzaron a sonar apremiantes, acercándose a toda velocidad y perseguida por un enjambre de bichos carnívoros, hacia una salida que aún permanecía bloqueada.



El final del recorrido era una pequeña línea recta en la que Vilma pudo acelerar con más soltura y sacarles un poco de ventaja a los insectos gigantes que estaban detrás de su cuello, pero aquello no podía durar demasiado. Cuando los poderosos focos de Beatrice iluminaron el final del camino, la mujer vio que aquello que lo bloqueaba era totalmente diferente a los nidos que había destruido antes, este parecía más un capullo enorme, prodigiosamente construido con forma oval, que incluso recordaba a algunas elegantes construcciones modernas del nuevo mundo. “¡El cañón, el cañón!” Gritó Vilma con desesperación, pero el robot había fracasado miserablemente en su intento de mantener el equilibrio y defenderse de la horda de bichos salvajes al mismo tiempo, y yacía incapacitado de actuar, en el suelo, bochornosamente atorado de cabeza entre la base del cañón y los asientos traseros y completamente a merced de su destino. La boca oscura del capullo, similar a la de un pez gigante antediluviano devorador de naves, fue iluminada por la luz de Beatrice, la que se reflectó contra cuatro enormes ojos parecidos a gemas flotando en la nada, hasta que estos pestañearon al unísono y comenzaron a moverse hacia la salida. Quci ya empezaba a conseguir ponerse de pie, cuando Vilma soltó el grito más desaforado de su vida, al tiempo que Beatrice frenaba bruscamente sin conseguir nunca detenerse del todo. En ese momento, del capullo emergía una criatura de apariencia indeterminable. Era mucho más grande de lo que el tamaño de sus ojos sugería, pero su cuerpo no era más que una masa enorme y grotesca destinada a ser arrastrada por el suelo por cuatro patas mucho más poderosas de lo parecían. La criatura se arrastró fuera del capullo y escaló por la pared con inesperada agilidad, dejando un camino de baba que sin duda facilitaba su movimiento, y huyendo de los molestos focos de Beatrice, al tiempo que esta se estrellaba inexorablemente contra su capullo, a pesar de todos los intentos de su conductora por detenerse a tiempo.


León Faras.



domingo, 9 de enero de 2022

Los Condenados.

 

Odregón.


Tercera parte.



Vilma aceleró, llevaba mucho recorrido, pero era mucho más lo que le faltaba para llegar a alguna parte. Aquello de la sangre seca no sonaba nada alentador, “Bien…” Dijo de pronto, tratando de poner en orden sus ideas, “…Dijiste que durante la oscuridad surgió vida gracias a la luz de los árboles. ¿Qué clase de vida era esa?” Quci empezaba a acostumbrarse a darse por aludida aunque no le hablaran a ella directamente, algo que en el castillo del señor Dugan era impensado. “Una vida que desapareció sin dejar vestigios” Respondió el robot, tal como sus archivos señalaban, la chica apretó los labios con disgusto, “Ya, pero sí hay vestigios, ¡este árbol! ¿Por qué aquí no parece haber nada más?” Quci, a pesar de ser una máquina, parecía confundida, jamás se había visto obligada a razonar antes, a obtener conclusiones “Es posible que aquí se haya evitado, de alguna manera, el surgimiento de aquella vida” Replicó, sin estar muy segura de dónde había sacado eso. “¡Exacto!” Afirmó Vilma, y luego añadió, “Cosechando los huevos antes de que estos cayeran naturalmente.” Quci se maravillaba de su propia capacidad de deducir, “¿Sugiere usted, que surgió un ser vivo del interior del huevo que, de alguna manera, imposibilitó que los sacerdotes regresaran?” Por primera vez, Vilma quitaba los ojos del camino para echarle un breve vistazo a los ojos de su acompañante por el espejo sobre ella, “O tal vez más de uno” Concluyó.



¿Cuántos sacerdotes eran?” Preguntó Marcus, examinando los cristales de sus anteojos antes de volvérselos a poner. Caín miraba con preocupación la altura a la que estaban, sin atreverse a imaginar la altura a la que llegarían, “Diecisiete. Por algún motivo no pueden ser más, ni menos” Marcus miró hacia la aún lejana copa del árbol totalmente carente de hojas, “Diecisiete y ninguno logró volver…” “Tal vez estén todos allá arriba aún, pensando en cómo explicar lo del huevo roto” Sugirió Caín, con fingida inocencia. Su compañero soltó una risa sin ganas que se extinguió de inmediato.



Vilma frenó tan repentinamente que Quci por poco, se da con la frente contra el asiento del copiloto. Luego la chica cogió sus prismáticos y examinó la parte alta del árbol hacia donde iban, pero aquello no era más que un pozo negro sin fondo. Quci la imitó, pero sin prismáticos, “Aún falta bastante” Señaló. Vilma fingió no escuchar eso, “Algo se movió allá arriba. Estoy segura” Afirmó la chica, el robot asintió con la cabeza sin ver absolutamente nada que se moviera arriba ni en ninguna parte, “Es posible que se trate de murciélagos albinos, buscan sitios oscuros como ese para…” “No lo creo” La interrumpió Vilma, tajante, lo que provocó la curiosidad de la máquina, “Porque desde que entramos, no he visto mierda de murciélago por ninguna parte, ¿y tú?” Aclaró. El robot no pudo más que admitir la razón de ese argumento y volver a su lugar sobre Beatrice, “¿Tienes un arma?” Preguntó la chica, el robot respondió con la cortesía de una camarera que se excusa por no poder cumplir una orden, “Oh no. Los robot en Odregón no estamos diseñados para fines ofensivos” Vilma conducía bastante rápido ahora, pero apenas necesitaba mover el volante para mantener la dirección, “Pues yo te diseñaré rápidamente para fines defensivos…” Replicó la chica, “Quiero que tomes los controles del cañón que está detrás mío” Le ordenó. Quci no podía manejar un arma, eso contradecía una de las bases fundamentales de su programación diplomática, “Me temo que eso es imposible” Se excusó el robot con tono lastimero, algo que siempre funcionaba con seres civilizados… pero no con Vilma. La chica volvió a frenar el vehículo de golpe, con un breve pero sonoro patinado de los seis neumáticos de Beatrice, sacó su arma y la apuntó directo al medio de los ojos del androide, “¡Haz lo que te digo, o te juro por tus dichosos huevos que te volaré la cabeza!” Quci solo pestañeó, “Está usted amenazando con un arma a una máquina” Le informó, “Escucha, bola de cables…” Respondió Vilma, “…en la situación en la que estamos, o eres una ayuda o eres una molestia, y por lo general soy muy buena deshaciéndome de las molestias, de hecho me gusta hacerlo. No te estoy pidiendo que mates a nadie, pero es probable que ahora, todos tus queridos sacerdotes estén destripados por ahí o a medio digerir, y lo que lo haya hecho, querrá hacerlo también conmigo, tal vez no contigo, porque no te ves muy apetitosa, pero yo y mis compañeros estamos arriesgando el pellejo aquí, ¿entiendes? Así que la situación es la siguiente: o tomas ese cañón, y te pones de parte de nosotros, que pretendemos solucionar este problema y devolverle los huevos a Odregón, o no haces nada y te pones de parte de esa cosa que destripó a tus sacerdotes, en tal caso, tendré que volarte los sesos aquí y ahora. ¿Tienes algo de sentido de conservación?” Tanto el tono como el gesto de Vilma no dejaba lugar a dudas, Quci lo entendía, pero tampoco era que se sintiera intimidada por la amenaza, después de todo, era una máquina, pero, había aprendido algunas cosas nuevas desde que estaba allí con esa mujer, y podía sentir como su cerebro artificial trabajaba en una infinidad de situaciones y circunstancias en las que podía operar de nuevas e inimaginadas formas, lo que le provocaba una cierta sensación de evolución intelectual bastante sabrosa, por lo que aceptó, “…pero no le dispararé a ningún ser humano” Advirtió, acomodándose en el lugar de Marcus, frente al cañón, “¡Estupendo!” Exclamó Vilma, volviendo su arma a su estuche, “Asegúrate de empezar por no apuntar esa cosa hacia mí.” El robot sintió que no había nada racional que pudiera responder a eso, por lo que guardó silencio. “¡Ah!” Recordó Vilma de pronto, “¿Ves ese interruptor verde? Es el seguro. No lo presiones a menos que quieras disparar.”



Mientras más alto estaban, la luz de los huevos era más potente de lo que parecía desde abajo, llegando a deslumbrar con mucha facilidad, lo que obligó a los chicos a usar las gafas oscuras que eran parte de su equipo. Casi llegaban a la copa y aún no veían ni oían nada, lo cual no podía calificarse como bueno ni como malo, aunque, y ambos lo sabían, la incertidumbre siempre era algo malo, “¿Cuánto crees que tardarías en llegar abajo si caes desde aquí?” Preguntó Caín, visiblemente incómodo, Marcus no respondió, la altura a la que estaban era intimidante, sufrieras o no de acrofobia. Cuando llegaron arriba, una plataforma, como una especie de muelle aéreo, les permitía pasar del ascensor al árbol con seguridad. Este lucía lleno de puentes, plataformas y escalinatas que no eran visibles desde abajo, y por las que se podía circular cómodamente, incluso por encima de las numerosas ramas que salían en todas direcciones. Desde donde estaban, el árbol continuaba ascendiendo bastante más de lo que cualquier árbol podía crecer en tierra. Adherida al tronco, había una colosal grúa con tres enormes carretes de piola de acero, con el que claramente bajaban los huevos hasta el piso. Gigantesca, pero comparada con Dilion, no era más que una verruga. “¿Sientes eso?” Preguntó Marcus, Caín estiró hacia abajo las comisuras de los labios y negó con la cabeza, el artillero continuó, “Hace frío, y tenemos al menos una docena de soles aquí iluminándonos. Los huevos no generan calor” Era verdad, aunque Caín no se mostró especialmente interesado en ello; miraba la bóveda de la montaña, lejana y misteriosa. Junto a la grúa, había una bodega, estaba cerrada, pero podían verse dentro las herramientas y utensilios que usaban en la cosecha, “Ni siquiera sacaron sus trastos” Comentó Caín, “Tal vez ni siquiera llegaron hasta aquí” Añadió Marcus. En ese momento se oyó un aleteo, breve pero violento, como el de una criatura que le cuesta trabajo despegar. Ambos hombres apuntaron sus armas en todas direcciones, pero ninguno alcanzó a ver nada. Como si pretendiera darles un buen susto, la voz de Vilma sonó en el comunicador, “Oigan chicos, me temo que el camino está bloqueado” “¿Más escombros?” Preguntó Caín, aún inspeccionando los alrededores, nervioso “No…” Respondió la chica, y tardó algunos segundos en continuar, como cuando no encuentras las palabras adecuadas para describir lo que ves, “Yo diría que es algo así como… un nido… o lo era” Luego de otros segundos más de silencio, añadió, “…como una bola gomosa sujeta con varios tirantes al camino y llena de agujeros” Marcus relacionó aquello con el aleteo que acababan de oír, “¿Bichos?” Caín estaba de acuerdo, “¿Crees que puedas usar el cañón para abrirte paso?” Vilma tardó en responder, “No sé si esa sea una buena idea, Jaden… espera, ¿Qué dices?” Cortó. Al cabo de un rato volvió a comunicarse, “Oh, mierda. Mi colega dice que dentro de esta porquería hay un hombre… ¿Estás segura?” Volvió a cortar, “Ultrasonido, dice que hizo un rápido examen con ultrasonido” “¿Está muerto?” Preguntó Caín. Entonces se escuchó la voz de Quci por el comunicador, “Es muy probable, señor, detecto una masa andromorfa en el interior, pero se puede deducir que está seriamente dañada, incompleta y sin señales de vida que pueda detectar” “Me parece que el tipo fue la cena de una descendencia numerosa” Agregó Vilma, dentro de la misma comunicación, “Bueno, creo que ya encontramos a uno de los sacerdotes, solo nos quedan dieciséis” Comentó Marcus distraídamente. “Tenemos una idea para continuar. Te hablo luego” Vilma cortó. Habían pasado tres meses desde la desaparición de los sacerdotes y cierto era que las posibilidades de encontrar alguno con vida, que no hubiese sido capaz de regresar por sus propios medios, eran más que escasas, por lo que aquello nunca había sido una misión de rescate en realidad, más bien era una de exterminio, el problema, era que nadie sabía contra qué debían enfrentarse, ni su tamaño, ni su fuerza, y era muy importante averiguarlo antes de que fuera demasiado tarde.



Mientras Quci sujetaba el nido con su nada despreciable fuerza física, Vilma cortaba parte de los tirantes que lo sujetaban para balancearlo a un lado suavemente y darle suficiente espacio a Beatrice para pasar. El problema con usar el cañón, era que destruiría el nido fácilmente, junto con el cadáver en su interior y la pared que estaba más allá, generando nuevos escombros, y de paso dañaría el árbol, aunque esto último era algo que no le preocupaba particularmente a Vilma. “¿Crees que hayan más como este?” Preguntó la chica, reanudando su monótono recorrido y alzando la voz por sobre el persistente rugido de Beatrice. Quci parecía más interesada en vigilar los alrededores ahora, “Es probable” Respondió escuetamente, “¡Esa no es una respuesta!” Se quejó Vilma, pero a Quci le parecía que sí lo era. “¿Crees que lo que construyó ese nido y mató a ese hombre salió del huevo de dragón?” Preguntó el androide a su vez. Luego de varios segundos, la chica respondió al fin “Es probable” Sintiéndose conforme y dejando conforme al robot tras ella. Exactamente nueve minutos después, cuando parecía que la cima del árbol estaba al alcance de la vista, el camino volvía a aparecer bloqueado por un nido, solo que este era al menos cinco veces más grande que el anterior, parecía como si algo cremoso y viscoso se hubiese esparramado sobre la ruta y solidificado, como si una criatura colosal se hubiese defecado en el camino. También estaba cubierto de agujeros, pero muchos de estos aún estaban tapados. “Apague el motor del vehículo” Rogó Quci. A Vilma esa no le parecía una buena idea, solo mantener el motor de Beatrice encendido podía hacer una gran diferencia al momento de huir del peligro, pero el robot insistió, y a la chica le pareció que no lo hacía en vano. Apagó el motor. “¿Los oye?” Preguntó Quci, y Vilma comenzó a asentir cada vez de forma más enérgica. En la oscuridad de la bóveda sobre sus cabezas se podía oír el zumbido casi eléctrico de una multitud de rígidas alas vibrando a una velocidad vertiginosa. Se podía suponer que era allí donde se agrupaban las crías que salían de los huevos cuando acababan con el cadáver que mamá les había dejado.



...Entonces esa cosa te coge y te mete dentro de un capullo en el que pone sus huevos para que sus larvas se alimenten de ti” Repasaba Marcus mientras descendían por una escala hacia una plataforma especialmente robusta conectada a un amplio túnel incrustado en el árbol hace mucho tiempo, tanto que la corteza del árbol había crecido hasta acogerlo con naturalidad. El túnel estaba cerrado con una sólida puerta metálica de las que ascienden y descienden empotradas en dos rieles verticales con un sencillo mecanismo de dos botones. Caín respiró hondo, estaban los restos decapitados de un hombre allí tirados, con las costillas al aire y los miembros destrozados, como un cadáver encontrado por una panda de carroñeros. Casi se podía ver al tipo desesperado, aterrado corriendo hacia el túnel, mientras la puerta de este se cerraba ante sus ojos, dejándolo solo e indefenso frente a un enemigo numeroso y hambriento. Eso comentaban los hombres, cuando un ruido muy leve llamó su atención, no era imaginado, ambos lo oyeron, tenue como el tropezar de una rata en la noche. Venía de un rincón con insumos acumulados para operar la grúa, sacos, bidones y barriles. Caín se acercó para revisar, Marcus le seguía de cerca con su arma apoyada en el hombro y su ojo en la mira. No tardaron en encontrar el origen del ruido. Dentro de uno de los barriles había un hombre oculto, más bien un muchacho que apenas pasaría de los quince años, un aspirante a sacerdote, quizá. El chico enseñó sus manos indefenso dando excusas y explicaciones sin parar, asustado, en un idioma extraño, abrupto, y que abusaba demasiado de las consonantes.

León Faras.

domingo, 2 de enero de 2022

Los Condenados.

 Odregón.

Segunda parte.



El motor de Beatrice sonaba como un dulce gatito acurrucado entre los pliegues de una sibilante serpiente perfectamente limpia y lubricada, lo que le provocaba una profunda sensación de satisfacción interior a Vilma, literalmente, música para sus oídos. El camino era un sendero para carretas y bestias, escarbado en la roca dura de los escarpados cerros, ásperos como la piel de un reptil colosal, de seguro, de forma ardua y penosa, sin ningún tipo de mejora tecnológica en siglos y siglos de uso, lo que sí cabía destacar, era la dureza del terreno, que no parecía verse afectada, ni por el tiempo ni por el clima, ni mucho menos por hombres o bestias. Beatrice subía la suave pendiente sin problemas, salvo por algunos tramos peligrosamente angostos o en algunas curvas en extremo cerradas, sin embargo, lograron llegar a la entrada de la gruta, una caverna con una entrada esculpida en la pared, perfectamente rectangular, y holgadamente amplia como para que el robusto vehículo entrara en ella. El interior era completamente oscuro, pero al encender los poderosos focos de Beatrice, se dieron cuenta de que el suelo estaba llano, como pavimentado y que el recorte de las paredes y del cielo eran perfectos y regulares. El pasillo, ya no cueva, descendía describiendo una amplia curva apenas perceptible de no ser por los instrumentos del vehículo, un círculo enorme y monótono que, cuando parecía que no acabaría nunca, y todos comenzaban a dudar de que Quci los estuviera guiando por el camino correcto, desembocó en una cámara, tan desmesuradamente enorme, como el círculo que habían descrito rodeándola, como una montaña ahuecada, y dentro de esta cámara, un piso cubierto impecablemente de baldosas del color del cielo más frío y más o menos en el medio de éste, lo que parecía ser un árbol, cuya base era del tamaño de una aldea pequeña, una altura incalculable para un simple mortal y una corteza tosca y rugosa, petrificada como la montaña. La luz llenaba el espacio con dificultad, nacida de los frutos que colgaban del mismo árbol, aquellos, ubicados a increíble altura, eran los llamados “Huevos de Dragón” Quci se adelantó con ceremonia, sus pasos sonaban claros y secos en el ambiente abovedado, se detuvo frente a los demás y alzó una mano hacia el árbol, “Ante ustedes, Dilion, Padre de Odregón y de su señor, Dugan. El primer árbol, el eterno y el último de su especie” Mientras Caín se masajeaba la cara, Vilma escudriñaba las alturas con unos prismáticos, tratando de distinguir algo, “Espera…” dijo la chica, “… ¿Por qué le llaman huevos de dragón si más bien parecen frutos de un árbol?” Quci miró a Marcus, pestañeando un par de veces, tal vez esperando una correcta interpretación para esa pregunta, pero no había otra interpretación para esa pregunta, la robot sólo se limitó a responder, como si aquello fuese algo tan obvio que era innecesario de preguntar en un principio, que aquel era el nombre que siempre habían tenido, desde el origen de los tiempos y que nunca habían sido llamados de otra manera. Al dar un rodeo al enorme tronco, para comprobar que no estuvieran pasando nada por alto, encontraron lo que parecía ser la cáscara de un huevo, destruida contra el suelo, un huevo tan grande como para que cupieran dentro holgadamente todos los que estaban allí, incluyendo el robot. Tomando un pequeño trozo entre sus dedos y haciéndole un rápido análisis visual, Quci confirmó que era un huevo de dragón o los restos destruidos de él, luego de una impresionante caída. Cuando le preguntaron cuánto tiempo había pasado desde que ese huevo se había desprendido, el robot negó con la cabeza, “Es un material totalmente inalterable al tiempo. Puede haber caído hace diez minutos o hace diez años, seguiría estando exactamente igual” “Y lo que había ahí dentro…” preguntó Marcus, sin moverse de su cómoda posición en la parte de atrás del vehículo, “…¿por qué no hay restos de lo que había dentro?” Quci iba a responder, pero Vilma la interrumpió bruscamente, “¿Esto es habitual que suceda, digo, estas cosas se caen a menudo?” Nuevamente la robot hizo el amago de responder, pero ahora Caín se le adelantó sin prestarle ni la mínima atención, “¿Padre del señor Dugan, qué quisiste decir con eso?” Quci se volteó hacia él para responder, pero entonces Beatrice rugió gravemente y su conductora dijo, “Vámonos de aquí, esto me da mala espina”



¿Hacia dónde, Tuercas?” Le pregunto Vilma al robot, pero éste no le hizo ningún caso hasta que le cayó encima la mirada de Caín y Marcus, que esperaban una respuesta, “Pensé que se dirigía a alguien más…” se excusó con dignidad, y agregó “…en esa dirección están los ascensores” “¿Ascensores?” Repitió Vilma. Efectivamente, tal como lo temía la chica, las cajas eran amplias pero no lo suficiente como para Beatrice, “Dilion, el único, también cuenta con un camino interno hacia su copa, pero es muchísimo más largo” Informó Quci, diligente. “¿Esa cosa es hueca?” Preguntó Marcus, sorprendido, pero el robot solamente lo miró sin comprender a qué se refería exactamente con “cosa,” Caín intervino entonces, “Yo y Marcus tomaremos los ascensores, tú y Quci vayan por el camino interior. Estaremos en contacto” Vilma los miró como si aquellos solo buscaran deshacerse de una molestia, “Vamos, Vilma, es como Beatrice, solo que habla…” Agregó el líder, lo que no pareció ayudar mucho, “Además, no quiero que vayas sola, no sabemos qué puede haber…” La mujer silenció sus argumentos con un profundo rugido de los motores de Beatrice, luego agregó mirando hacia el frente “Vamos Tuercas, dejemos que los chicos tengan su tonta fiesta solo para niños” Por supuesto que Quci no comprendió ni una palabra de lo que dijo por lo que no se movió hasta que Vilma se lo aclaró amablemente y en términos sencillos, “¡Tú, aquí!” Le señaló el asiento trasero, “¡Nosotros, adentro!” Apuntó con ambas manos el interior del árbol, “Este será un camino muy largo” masculló luego entre dientes, sin embargo, solo podía empeorar: el camino interior no era más que un interminable espiral, y no había nada que Vilma odiara más que los monótonos y aburridos espirales interminables. “¿Tienes música?” Preguntó de pronto, Quci sentada atrás, recta como una geisha, bien instruida y acostumbrada al diálogo fluido y diverso con todo tipo de humanos, ahora dudaba constantemente de la interpretación correcta de cualquier cosa que dijese Vilma. Luego de varios segundos, al fin respondió, “No cuento con un reproductor de música, pero puedo cantar, conozco todas las canciones tradicionales de…” “Olvídalo” Le cortó Vilma, obviamente no era eso lo que ella tenía en mente, se reacomodó en su asiento para aliviar el tedio que se acumulaba a un costado de su columna y pensó en otra cosa, “Háblame de este árbol, ¿de dónde salió?” Quci comprendió perfectamente eso, pero aun así dudó antes de responder, “En los tiempos antiguos…” Se hubiese aclarado la garganta antes de hablar, de haber podido, esta historia la tenía perfectamente preparada, “…una fuerza oscura privó de luz este mundo durante mil años, la vida que bullía por todas partes y en todas sus formas, se extinguió hasta volverse un polvo cada vez más fino, casi impalpable, creando el infatigable desierto que hoy nos rodea…” Luego de unos segundos de dramático silencio, Vilma debió intervenir con algo de impaciencia en el tono, “Te estoy escuchando” Quci continuó entonces, “…pero del fondo de la tierra y de sus restos inertes, nació una semilla, la semilla de un árbol capaz de vivir en las tinieblas generando su propia luz. Muchos de estos árboles gigantes prosperaron, se multiplicaron y crecieron hasta tocar el cielo y nueva vida surgió bajo ellos gracias a su luz, pero entonces, la fuerza oscura devolvió la luz al mundo y los árboles nacidos en tinieblas no la soportaron, resecándose, resquebrajándose y convirtiéndose en los infinitos peñascos que riegan estas tierras, todos, excepto por uno, Dilion, que se mantiene en pie gracias a la montaña que lo protegió de la luz del exterior y que aún lo alberga.” El camino interior era completamente artificial, con una pared sólida a un lado y un pequeño muro de contención al otro, iluminado tenuemente por suaves lámparas instaladas cada cierta cantidad de metros, aun así Vilma llevaba encendidos los poderosos focos de Beatrice “¿Todo eso es cierto?” Preguntó la chica de pronto, “Porque a mí, todo esto me parece más un edificio, que un árbol de verdad” A Quci, esa le pareció una duda razonable, “Oh, tiene usted razón, pero esta estructura fue construida en tiempos recientes por los ancestros, con el fin de proteger a Dilion y cosechar sus huevos. Verá usted, en…” El robot iba a comenzar con una de sus peroratas históricas que tanto amaban escuchar los altos dignatarios de Odregón, pero Vilma estaba viendo algo más interesante más adelante y detenía el vehículo, “Olvídalo” Le volvió a decir, y Quci no entendía por qué aquella humana sin autoridad alguna, le pedía que eliminara de su memoria sus valiosos archivos. “Mira eso” Anunció la humana, y la máquina reaccionó espantada, “¡Apague las luces, se lo ruego!” Más adelante, había una pared destrozada por lo que parecía un buen golpe y los escombros bloqueaban el camino, tras el forado, que era de un tamaño por el que Beatrice podría caber holgadamente, se veía una maraña de gruesas raíces adheridas a la pared exterior, de la que brotaban marañas más pequeñas, y de estas, más pequeñas aun, cubriendo casi todo el espacio disponible, eso era Dilion. “¿Qué rayos crees que sucedió aquí?” Preguntó Vilma, bajándose del vehículo, Quci inspeccionaba los alrededores con detenimiento, “Veo muy baja la probabilidad de que esto haya sido provocado por un rayo” dijo al fin, lo que le valió una de las mejores miradas de intenso fastidio de Vilma, luego de algunos segundos de reflexión, el autómata agrego, “Creo más posible que se deba a una fatiga del material. Esta construcción es tan vieja como Odregón mismo” La chica había comenzado a mover algunos escombros para despejar el camino, pero Quci no hacía nada más que mirarla. En toda su existencia, el robot jamás había realizado ni un solo trabajo físico.



Marcus comprobaba sorprendido como la rugosa superficie del gran árbol podía ser escalada sin problemas, aunque se necesitaba de una gran potencia física para llegar a la copa por ese medio, “Tengo una teoría…” Anunció, mientras se sostenía agarrado a la corteza del árbol a dos metros de altura, “…Creo que los sacerdotes esos, la cagaron. Vinieron a cosechar el huevo pero se distrajeron y se les cayó y se les rompió en mil pedazos, y toda la energía para alimentar la ciudad se esfumó” Caín estudiaba los mecanismos del ascensor, “¿Y por qué no, simplemente, cosecharon otro huevo y limpiaron el desastre?” Marcus aterrizaba en el piso de vuelta, “Bueno, ya sabes, esta gente tiene creencias muy arcaicas, tal vez romper un huevo es un delito muy grave o un pecado irremediable y…” El ascensor funcionaba, “Y si del huevo que se rompió salió algo muy malo que acabó con todos” Sugirió Caín con algo de picardía en el gesto, “Eso suena mucho más interesante” Admitió el artillero, mientras su líder ponía en funcionamiento el ascensor sin que ninguno de ellos hubiese subido aún. “Hay dos ascensores…” Explicó Caín, “…y mientras uno sube el otro baja. El detalle es que el mecanismo no permite detenerse hasta el final del viaje, por lo que prefiero ver que esté todo bien con el otro antes de subir.”



¿Es que no piensas ayudarme?” Protestó Vilma, cabreada, ante una máquina de casi dos metros de altura que se comportaba como una señorita demasiado fina como para ensuciarse las manos, “Lo siento, pero yo…” Quci comenzó a excusarse, pero la mujer la silenció con unos ojos desmesuradamente abiertos y apuntándola con su dedo amenazante, “¡Solo mueve tu trasero hasta aquí, y ayúdame!” El robot pestañeó dos veces con las lucecitas de sus ojos, “¿Que mueva qué?” Dijo. Vilma sintió ganas de desenfundar su pistola, pero no estaba segura si prefería volarle la cabeza a esa tonta máquina o pegarse un tiro ella. Respiró hondo, miró al cielo, se rascó el cuello y se tranquilizó, “Solo ven aquí y haz lo mismo que yo.” El resultado fue estupendo, Quci levantaba los escombros más grandes sin apenas esforzarse y además estaba fascinada de hacerlo, “¡Ahora podré mover cualquier cosa que estorbe mi camino!” Exclamó. “A esta idiota le pones una silla en la puerta y la dejas atrapada para siempre” Pensó Vilma, preocupada de tenerla como compañera. Reanudaron el viaje. “Y dime, ¿Es común que esos huevos de dragón caigan?” Preguntó la chica sin mover la vista de su monótona ruta. Esta vez Quci respondió en el acto, “Según los registros oficiales, nunca ha sucedido antes” “Mierda” Replicó Vilma, y fingió no escuchar al robot cuando le preguntó, “¿Dónde?”



El ascensor llegó abajo, no era más que una caja de hierro, abierta por todos lados y una barandilla para evitar caídas. Caín entró primero, su vista se quedó pegada en una esquina de la estructura y luego en los ojos de su compañero. Había una mancha oscura provocada por un líquido que ya se había secado hace un tiempo. Marcus se acercó a examinarla más de cerca pero ambos sabían bien lo que era, la habían visto muchas veces antes: sangre. Luego ambos miraron hacia arriba, hacia la copa del árbol donde los huevos que quedaban brillaban con intensidad, no se veía ni se oía nada fuera de lo normal. Tomó el comunicador y llamó a Vilma, “¿Todo en orden por allá?” La chica le contó lo de los escombros, pero aparte de eso, el viaje era un completo tedio, “Muy bien…” Replicó el líder, “…en uno de los ascensores hay sangre seca, así que mantén los ojos abiertos y cualquier cosa que veas o escuches, nos llamas” La chica respondió afirmativamente y cortó. Ambos hombres prepararon sus armas antes de accionar el mecanismo del ascensor, “¿Cómo fue que dijiste?…” Preguntó Marcus, y él mismo se respondió, “¿Una cosa muy mala que salió del huevo y acabó con todos?”


León Faras