domingo, 2 de enero de 2022

Los Condenados.

 Odregón.

Segunda parte.



El motor de Beatrice sonaba como un dulce gatito acurrucado entre los pliegues de una sibilante serpiente perfectamente limpia y lubricada, lo que le provocaba una profunda sensación de satisfacción interior a Vilma, literalmente, música para sus oídos. El camino era un sendero para carretas y bestias, escarbado en la roca dura de los escarpados cerros, ásperos como la piel de un reptil colosal, de seguro, de forma ardua y penosa, sin ningún tipo de mejora tecnológica en siglos y siglos de uso, lo que sí cabía destacar, era la dureza del terreno, que no parecía verse afectada, ni por el tiempo ni por el clima, ni mucho menos por hombres o bestias. Beatrice subía la suave pendiente sin problemas, salvo por algunos tramos peligrosamente angostos o en algunas curvas en extremo cerradas, sin embargo, lograron llegar a la entrada de la gruta, una caverna con una entrada esculpida en la pared, perfectamente rectangular, y holgadamente amplia como para que el robusto vehículo entrara en ella. El interior era completamente oscuro, pero al encender los poderosos focos de Beatrice, se dieron cuenta de que el suelo estaba llano, como pavimentado y que el recorte de las paredes y del cielo eran perfectos y regulares. El pasillo, ya no cueva, descendía describiendo una amplia curva apenas perceptible de no ser por los instrumentos del vehículo, un círculo enorme y monótono que, cuando parecía que no acabaría nunca, y todos comenzaban a dudar de que Quci los estuviera guiando por el camino correcto, desembocó en una cámara, tan desmesuradamente enorme, como el círculo que habían descrito rodeándola, como una montaña ahuecada, y dentro de esta cámara, un piso cubierto impecablemente de baldosas del color del cielo más frío y más o menos en el medio de éste, lo que parecía ser un árbol, cuya base era del tamaño de una aldea pequeña, una altura incalculable para un simple mortal y una corteza tosca y rugosa, petrificada como la montaña. La luz llenaba el espacio con dificultad, nacida de los frutos que colgaban del mismo árbol, aquellos, ubicados a increíble altura, eran los llamados “Huevos de Dragón” Quci se adelantó con ceremonia, sus pasos sonaban claros y secos en el ambiente abovedado, se detuvo frente a los demás y alzó una mano hacia el árbol, “Ante ustedes, Dilion, Padre de Odregón y de su señor, Dugan. El primer árbol, el eterno y el último de su especie” Mientras Caín se masajeaba la cara, Vilma escudriñaba las alturas con unos prismáticos, tratando de distinguir algo, “Espera…” dijo la chica, “… ¿Por qué le llaman huevos de dragón si más bien parecen frutos de un árbol?” Quci miró a Marcus, pestañeando un par de veces, tal vez esperando una correcta interpretación para esa pregunta, pero no había otra interpretación para esa pregunta, la robot sólo se limitó a responder, como si aquello fuese algo tan obvio que era innecesario de preguntar en un principio, que aquel era el nombre que siempre habían tenido, desde el origen de los tiempos y que nunca habían sido llamados de otra manera. Al dar un rodeo al enorme tronco, para comprobar que no estuvieran pasando nada por alto, encontraron lo que parecía ser la cáscara de un huevo, destruida contra el suelo, un huevo tan grande como para que cupieran dentro holgadamente todos los que estaban allí, incluyendo el robot. Tomando un pequeño trozo entre sus dedos y haciéndole un rápido análisis visual, Quci confirmó que era un huevo de dragón o los restos destruidos de él, luego de una impresionante caída. Cuando le preguntaron cuánto tiempo había pasado desde que ese huevo se había desprendido, el robot negó con la cabeza, “Es un material totalmente inalterable al tiempo. Puede haber caído hace diez minutos o hace diez años, seguiría estando exactamente igual” “Y lo que había ahí dentro…” preguntó Marcus, sin moverse de su cómoda posición en la parte de atrás del vehículo, “…¿por qué no hay restos de lo que había dentro?” Quci iba a responder, pero Vilma la interrumpió bruscamente, “¿Esto es habitual que suceda, digo, estas cosas se caen a menudo?” Nuevamente la robot hizo el amago de responder, pero ahora Caín se le adelantó sin prestarle ni la mínima atención, “¿Padre del señor Dugan, qué quisiste decir con eso?” Quci se volteó hacia él para responder, pero entonces Beatrice rugió gravemente y su conductora dijo, “Vámonos de aquí, esto me da mala espina”



¿Hacia dónde, Tuercas?” Le pregunto Vilma al robot, pero éste no le hizo ningún caso hasta que le cayó encima la mirada de Caín y Marcus, que esperaban una respuesta, “Pensé que se dirigía a alguien más…” se excusó con dignidad, y agregó “…en esa dirección están los ascensores” “¿Ascensores?” Repitió Vilma. Efectivamente, tal como lo temía la chica, las cajas eran amplias pero no lo suficiente como para Beatrice, “Dilion, el único, también cuenta con un camino interno hacia su copa, pero es muchísimo más largo” Informó Quci, diligente. “¿Esa cosa es hueca?” Preguntó Marcus, sorprendido, pero el robot solamente lo miró sin comprender a qué se refería exactamente con “cosa,” Caín intervino entonces, “Yo y Marcus tomaremos los ascensores, tú y Quci vayan por el camino interior. Estaremos en contacto” Vilma los miró como si aquellos solo buscaran deshacerse de una molestia, “Vamos, Vilma, es como Beatrice, solo que habla…” Agregó el líder, lo que no pareció ayudar mucho, “Además, no quiero que vayas sola, no sabemos qué puede haber…” La mujer silenció sus argumentos con un profundo rugido de los motores de Beatrice, luego agregó mirando hacia el frente “Vamos Tuercas, dejemos que los chicos tengan su tonta fiesta solo para niños” Por supuesto que Quci no comprendió ni una palabra de lo que dijo por lo que no se movió hasta que Vilma se lo aclaró amablemente y en términos sencillos, “¡Tú, aquí!” Le señaló el asiento trasero, “¡Nosotros, adentro!” Apuntó con ambas manos el interior del árbol, “Este será un camino muy largo” masculló luego entre dientes, sin embargo, solo podía empeorar: el camino interior no era más que un interminable espiral, y no había nada que Vilma odiara más que los monótonos y aburridos espirales interminables. “¿Tienes música?” Preguntó de pronto, Quci sentada atrás, recta como una geisha, bien instruida y acostumbrada al diálogo fluido y diverso con todo tipo de humanos, ahora dudaba constantemente de la interpretación correcta de cualquier cosa que dijese Vilma. Luego de varios segundos, al fin respondió, “No cuento con un reproductor de música, pero puedo cantar, conozco todas las canciones tradicionales de…” “Olvídalo” Le cortó Vilma, obviamente no era eso lo que ella tenía en mente, se reacomodó en su asiento para aliviar el tedio que se acumulaba a un costado de su columna y pensó en otra cosa, “Háblame de este árbol, ¿de dónde salió?” Quci comprendió perfectamente eso, pero aun así dudó antes de responder, “En los tiempos antiguos…” Se hubiese aclarado la garganta antes de hablar, de haber podido, esta historia la tenía perfectamente preparada, “…una fuerza oscura privó de luz este mundo durante mil años, la vida que bullía por todas partes y en todas sus formas, se extinguió hasta volverse un polvo cada vez más fino, casi impalpable, creando el infatigable desierto que hoy nos rodea…” Luego de unos segundos de dramático silencio, Vilma debió intervenir con algo de impaciencia en el tono, “Te estoy escuchando” Quci continuó entonces, “…pero del fondo de la tierra y de sus restos inertes, nació una semilla, la semilla de un árbol capaz de vivir en las tinieblas generando su propia luz. Muchos de estos árboles gigantes prosperaron, se multiplicaron y crecieron hasta tocar el cielo y nueva vida surgió bajo ellos gracias a su luz, pero entonces, la fuerza oscura devolvió la luz al mundo y los árboles nacidos en tinieblas no la soportaron, resecándose, resquebrajándose y convirtiéndose en los infinitos peñascos que riegan estas tierras, todos, excepto por uno, Dilion, que se mantiene en pie gracias a la montaña que lo protegió de la luz del exterior y que aún lo alberga.” El camino interior era completamente artificial, con una pared sólida a un lado y un pequeño muro de contención al otro, iluminado tenuemente por suaves lámparas instaladas cada cierta cantidad de metros, aun así Vilma llevaba encendidos los poderosos focos de Beatrice “¿Todo eso es cierto?” Preguntó la chica de pronto, “Porque a mí, todo esto me parece más un edificio, que un árbol de verdad” A Quci, esa le pareció una duda razonable, “Oh, tiene usted razón, pero esta estructura fue construida en tiempos recientes por los ancestros, con el fin de proteger a Dilion y cosechar sus huevos. Verá usted, en…” El robot iba a comenzar con una de sus peroratas históricas que tanto amaban escuchar los altos dignatarios de Odregón, pero Vilma estaba viendo algo más interesante más adelante y detenía el vehículo, “Olvídalo” Le volvió a decir, y Quci no entendía por qué aquella humana sin autoridad alguna, le pedía que eliminara de su memoria sus valiosos archivos. “Mira eso” Anunció la humana, y la máquina reaccionó espantada, “¡Apague las luces, se lo ruego!” Más adelante, había una pared destrozada por lo que parecía un buen golpe y los escombros bloqueaban el camino, tras el forado, que era de un tamaño por el que Beatrice podría caber holgadamente, se veía una maraña de gruesas raíces adheridas a la pared exterior, de la que brotaban marañas más pequeñas, y de estas, más pequeñas aun, cubriendo casi todo el espacio disponible, eso era Dilion. “¿Qué rayos crees que sucedió aquí?” Preguntó Vilma, bajándose del vehículo, Quci inspeccionaba los alrededores con detenimiento, “Veo muy baja la probabilidad de que esto haya sido provocado por un rayo” dijo al fin, lo que le valió una de las mejores miradas de intenso fastidio de Vilma, luego de algunos segundos de reflexión, el autómata agrego, “Creo más posible que se deba a una fatiga del material. Esta construcción es tan vieja como Odregón mismo” La chica había comenzado a mover algunos escombros para despejar el camino, pero Quci no hacía nada más que mirarla. En toda su existencia, el robot jamás había realizado ni un solo trabajo físico.



Marcus comprobaba sorprendido como la rugosa superficie del gran árbol podía ser escalada sin problemas, aunque se necesitaba de una gran potencia física para llegar a la copa por ese medio, “Tengo una teoría…” Anunció, mientras se sostenía agarrado a la corteza del árbol a dos metros de altura, “…Creo que los sacerdotes esos, la cagaron. Vinieron a cosechar el huevo pero se distrajeron y se les cayó y se les rompió en mil pedazos, y toda la energía para alimentar la ciudad se esfumó” Caín estudiaba los mecanismos del ascensor, “¿Y por qué no, simplemente, cosecharon otro huevo y limpiaron el desastre?” Marcus aterrizaba en el piso de vuelta, “Bueno, ya sabes, esta gente tiene creencias muy arcaicas, tal vez romper un huevo es un delito muy grave o un pecado irremediable y…” El ascensor funcionaba, “Y si del huevo que se rompió salió algo muy malo que acabó con todos” Sugirió Caín con algo de picardía en el gesto, “Eso suena mucho más interesante” Admitió el artillero, mientras su líder ponía en funcionamiento el ascensor sin que ninguno de ellos hubiese subido aún. “Hay dos ascensores…” Explicó Caín, “…y mientras uno sube el otro baja. El detalle es que el mecanismo no permite detenerse hasta el final del viaje, por lo que prefiero ver que esté todo bien con el otro antes de subir.”



¿Es que no piensas ayudarme?” Protestó Vilma, cabreada, ante una máquina de casi dos metros de altura que se comportaba como una señorita demasiado fina como para ensuciarse las manos, “Lo siento, pero yo…” Quci comenzó a excusarse, pero la mujer la silenció con unos ojos desmesuradamente abiertos y apuntándola con su dedo amenazante, “¡Solo mueve tu trasero hasta aquí, y ayúdame!” El robot pestañeó dos veces con las lucecitas de sus ojos, “¿Que mueva qué?” Dijo. Vilma sintió ganas de desenfundar su pistola, pero no estaba segura si prefería volarle la cabeza a esa tonta máquina o pegarse un tiro ella. Respiró hondo, miró al cielo, se rascó el cuello y se tranquilizó, “Solo ven aquí y haz lo mismo que yo.” El resultado fue estupendo, Quci levantaba los escombros más grandes sin apenas esforzarse y además estaba fascinada de hacerlo, “¡Ahora podré mover cualquier cosa que estorbe mi camino!” Exclamó. “A esta idiota le pones una silla en la puerta y la dejas atrapada para siempre” Pensó Vilma, preocupada de tenerla como compañera. Reanudaron el viaje. “Y dime, ¿Es común que esos huevos de dragón caigan?” Preguntó la chica sin mover la vista de su monótona ruta. Esta vez Quci respondió en el acto, “Según los registros oficiales, nunca ha sucedido antes” “Mierda” Replicó Vilma, y fingió no escuchar al robot cuando le preguntó, “¿Dónde?”



El ascensor llegó abajo, no era más que una caja de hierro, abierta por todos lados y una barandilla para evitar caídas. Caín entró primero, su vista se quedó pegada en una esquina de la estructura y luego en los ojos de su compañero. Había una mancha oscura provocada por un líquido que ya se había secado hace un tiempo. Marcus se acercó a examinarla más de cerca pero ambos sabían bien lo que era, la habían visto muchas veces antes: sangre. Luego ambos miraron hacia arriba, hacia la copa del árbol donde los huevos que quedaban brillaban con intensidad, no se veía ni se oía nada fuera de lo normal. Tomó el comunicador y llamó a Vilma, “¿Todo en orden por allá?” La chica le contó lo de los escombros, pero aparte de eso, el viaje era un completo tedio, “Muy bien…” Replicó el líder, “…en uno de los ascensores hay sangre seca, así que mantén los ojos abiertos y cualquier cosa que veas o escuches, nos llamas” La chica respondió afirmativamente y cortó. Ambos hombres prepararon sus armas antes de accionar el mecanismo del ascensor, “¿Cómo fue que dijiste?…” Preguntó Marcus, y él mismo se respondió, “¿Una cosa muy mala que salió del huevo y acabó con todos?”


León Faras

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