domingo, 5 de agosto de 2018

La Hacedora de vida.


6.

“¡De qué madres está hablando Boris?, ¡Cómo que has sido aceptada en el juego de Orión?” Exclamó Dixi, escandalizada, “¡Ese juego es asqueroso! no necesitas verlo para saberlo. ¿Cómo es que te has inscrito?” “Genial…” exclamó Zardo con la sonrisa más encantadoramente estúpida del mundo, a su lado, Rochi también sonreía embobado, Nora acababa de convertirse en la heroína personal de ambos. Ésta esquivaba la inexistente mirada de su hermana, a veces daba la impresión de que, de alguna manera, podía verla, sobre todo cuando la regañaba. No era su idea que todo el mundo se enterara, al menos no de esa manera, “Pues sí, sabes que en ese juego se puede ganar mucho dinero y no tienes nada que perder, además de un par de días de tu vida…” “¡Ja! y la dignidad…” dijo Dixi como reprendiendo a un niño inconsciente de sus actos, “O la vida…” agregó Zardo con un extraño brillo de emoción en los ojos, “…la muerte se considera una forma de abandono y el que abandona, pierde el juego” Rochi complementó la información aun sabiendo que nadie estaba realmente interesado en los detalles, “Un tipo murió luego de resistir tres días sin ir al baño” Nora lo miró como a algo con la extraña mezcla de lamentable pero asqueroso, “Bueno…” disipó la imagen mental con una suave sacudida de su cabeza “…envié una solicitud, me pareció una buena idea en ese momento, pero la había olvidado, creí que sencillamente me habían rechazado. Nunca me enviaron una respuesta con un…” Nora miró a su hermana, de verdad a veces parecía que podía ver, que asustaba, Dixi dirigió los ojos hacia Boris y completó la oración “…un robot mensajero” Eso era lo que Boris le venía a decir cuando fue electrocutado.

El juego de Orión era un juego de fichas que casi nadie, nunca, ganaba por fichas, era mucho más probable perderlo por abandono: tenías un tablero de quince cuadrados por lado, dos jugadores y un surtidor de fichas infinitas (originalmente se juega con una cantidad determinada de fichas, el juego se termina cuando las fichas se acaban y las que quedan en el tablero no son más que una por color). Las fichas venían en cinco colores diferentes: blanca, amarilla, roja, verde y azul, más un comodín, una única ficha de color negro; y eran arrojadas de una en una por el dispensador en orden aleatorio, como esos dispensadores de caramelos de colores y debían formarse grupitos de tres juntas del mismo color o de dos más la ficha negra (de ahí el nombre del juego, por el cinturón de Orión) para poder retirarlas del tablero, esto, evitando “trabajar” para el contrincante a toda costa. El juego terminaba cuando sólo quedaba la ficha negra y ganaba el jugador con más fichas retiradas, cosa que casi nunca sucedía, pues las fichas nunca se acababan y el tablero nunca quedaba vacío. Los juegos podían durar días, de hecho, lo más común era que así fuera, pues el premio se duplicaba de un día para otro. El truco, y lo que hacía tan popular al juego, para el público, era que los participantes no lo podían abandonar hasta ganarlo, ni siquiera para dormir o para ir al baño, aunque, había una pequeña cláusula que decía que, luego de veinticuatro horas, los jugadores podían dar la partida por terminada, si ambos estaban de acuerdo en darle la mitad del premio a alguien del público presente. No a un familiar, ni alguien necesitado ni a alguna institución de caridad, no, debían ponerse de acuerdo y elegir a un completo desconocido presente en el lugar en ese momento, que había bebido cerveza (en realidad, un sucedáneo aceptable), dormido e ido al baño con total libertad en las últimas horas, mientras ellos, que habían llevado el cuerpo al límite de la resistencia (comer o beber lo que fuera, no estaba prohibido, pero debían soportarse las temidas consecuencias) debían repartirse la otra mitad, cosa que estaba muy lejos de la naturaleza humana, pues si un solo individuo, ya era difícil que lo hiciera, que dos estuvieran de acuerdo cuando había tanto dinero de por medio, eso, ya era otra cosa. El juego comenzaba cuando el célebre anfitrión del evento, Remo Taro, ponía la “carta blanca” en medio del tablero, la cual en realidad era la ficha de color negro, pero que llevaba ese nombre de cuando no se usaban colores sino símbolos, y la carta blanca no llevaba ninguno.

“Escucha…” exclamó Yen Zardo sobándose las manos, “…puedes ganar ese juego. Conozco un remedio que te dejará cinco días sin ir al baño. Garantizado” Nora alejó el rostro como si de pronto las palabras de Yen olieran muy mal. Dixi también sintió lo mismo “¿Pero no acaban de decir que un pobre tipo murió después de sólo tres días de aguantarse?”, “Pues ese tipo no conocía nuestro remedio…” respondió Zardo confiado, y agregó “…mi abuelo era recolector de larvas de mosca rosa…” Dixi meneó la cabeza sin entender “¿Y?...” Yen continuó “…pues que cuando esas larvas aparecen, son millones, pero sólo duran unos pocos días antes de convertirse en moscas y perder su valor. Mi abuelo usaba ese remedio para trabajar recolectándolas… ya sabes… sin interrupciones.  Está garantizado, ya te lo dije” a su lado, Rochi asentía con una sonrisa de Miss Universo y con un vehemente movimiento de cejas que no convencía a quien, a fin de cuentas, debía tomarse ese remedio: Nora. Dixi estaba a punto de prohibirle, como su hermana menor que era, que ni siquiera se atreviera a probar ese remedio, cuando Boris habló: “Ese juego es una farsa…” Todos le quedaron mirando como si se tratara de un tarado dándole solución a un complicado problema matemático. Boris no despegó la vista del televisor, “Las fichas que caen dentro del contenedor, no son las que luego salen de él. No son el mismo número, el surtidor las cambia antes de arrojarlas” Rochi lo miró enojado, como sintiéndose engañado “¿Y cómo demonios sabes tú eso?”, Boris volteó su rostro inexpresivo hacia él “Las he contado…” y luego añadió “…llevo treintaiocho horas continuas viendo ese programa y sé lo que hará la computadora del surtidor, según el movimiento de los jugadores, antes de que lo haga, en un 98% de las veces” Zardo le creyó en el acto, y no sólo eso, se puso tan serio como nunca, jamás en su vida lo había hecho, “¿Y sabes cómo ganar?” Boris le echo un vistazo a Yen, y luego volvió la vista al televisor, “Por supuesto, descifrando el algoritmo que usa el surtidor, puedes predecir sus movimientos y por ende, ganar el juego…” Boris volvió a dirigirle la mirada a Zardo, como si se tratara de un profesor de matemáticas dirigiéndose a un alumno que no puede entender la solución de un problema básico, “Si se tratara de un juego basado en el azar, no se podrían prever, pero en tal caso, el juego no sería forzado a durar tanto” Nora se acercó al robot, lo tomó por la mandíbula y le volteó la cabeza hacia ella, “¿En cuánto tiempo puedes ganarlo?” Boris apagó y encendió las luces de sus ojos rápidamente, lo que equivaldría a pestañar varias veces cuando algo te pilla por sorpresa, “Dependiendo del rival, he calculado entre doce y treintaidós horas” Nora miró a los demás, asintiendo y sonriendo, Zardo puso cara de desilusión, “Oigan ya sé lo que están pensando, pero, jamás dejarán jugar a un robot…” dijo, apuntando con la palma de la mano a Boris, como si estuviera señalando un florero roto o un agujero en la pared, Nora todavía sujetaba la mandíbula de Boris, “Él no va a jugar, bobo, ¡Yo voy a jugar! Sólo necesitamos que él vea el juego por televisión y me diga qué tengo que hacer para ganar” Rochi se rascaba los pelos que se dejaba crecer en el mentón, “Seguro que podemos armar unos comunicadores, pero necesitaremos de al menos una antena para cubrir la distancia y un medio para que nadie note que llevas un comunicador” Nora se quedó expectante, Boris giró toda su cabeza hacia Dixi, ésta percibió en la piel que en ese momento, todos la estaban mirando, “¿Qué? ¡QUÉ!” dijo la chica, sintiéndose repentinamente acorralada. El robot habló “El Audio-visor de Dixi es perfecto, con una pequeña modificación podemos usarlo para comunicarnos. No hay ninguna regla que prohíba la participación de ciegos en el juego” “Eso es cierto…” comentó Zardo con los ojos muy abiertos. Dixi sonrió incrédula, como si le estuvieran jugando una broma, pero pronto se dio cuenta de que no era ninguna broma, “¡Olvídalo! Esta fue tu idea Nora, yo no tengo nada que ver y no les prestaré mi Audio-visor para que lo estropeen…” “No tienes que prestarlo, lo puedes usar tú misma” comentó Zardo conciliador, como si el comentario sirviera de algo. Dixi apuntó a todos con el dedo, amenazante, como si tuviera un grande y afilado cuchillo en la mano, “Si creen que yo voy a participar de ese tonto y asqueroso juego, están muy equivocados…” Nora la tomó por los hombros entusiasmada, “¡Puedes ganar! ¡Vas a ganar! ¡Y luego podrás comprarte otro Audio-visor, uno nuevo, uno mejor!” “Dicen en la televisión que con el Audio-visor 5000 puedes percibir el vuelo de una pluma a medio kilómetro de distancia y detectar con facilidad un alfiler dentro de un charco de barro… es lo que dicen en la televisión” comentó Boris conspirativo. Dixi sabía que el Audio-visor 5000 era lo mejor y más espectacular que la tecnología y el mercado podían ofrecer y también sabía que estaba y seguiría estando por mucho tiempo fuera de su alcance y también sabía que ese Audio-visor 5000 bien valía uno o dos días en ese espectáculo morboso y repugnante. Finalmente accedió, pero… “Les juro por mi madre que si tengo que pasar por todo esto y al final no consigo mi Audio-visor 5000, los voy a odiar tanto, tanto que…” No se le daba bien amenazar, pero había quedado bastante claro, incluso para Boris, que si no ganaban, iba a estar muy, pero que muy enfadada.



León Faras.

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