jueves, 26 de abril de 2012

Fugaz.

Sé que es inverosímil, pero estoy seguro de lo que vi, a pesar de que todos sepamos que es imposible y que los profesionales digan que lo imaginé, yo estoy seguro de lo que vi. Tú estabas ahí, con tu sucio perro de felpa del que no te separas nunca, en el suelo gateando sobre las frías baldosas, hablándole a la nada de tus sueños, riéndote en vano, con tu mente ausente, hasta que por unos segundo todo lo que hacías perdió sentido, te quedaste quieta, mirándote tu mano ennegrecida de tierra y saliva, tu permanente risa innecesaria se desvaneció, tu rostro adquirió gravedad. Yo que te observaba me puse de pie, me acerqué, tú buscabas a tu alrededor visiblemente confundida, hasta que me viste, me reconociste, lo vi en tus ojos, estabas en el aquí y en el ahora, asomándote a la realidad desde la profundidad de tu prisión. Lo supe cuando soltaste tu juguete, tu tabla de naufrago, para aferrarte con tu mirada anhelante a mis ojos, sin desviarla para no caer de nuevo, sin pestañar para no ahogarte. Sonreíste tímida, incrédula y tu sonrisa era distinta, era deliberada, auténtica… pero solo fueron unos segundos, luego tu seguridad se volvió miedo, empezaste a inspeccionar tu entorno, a ti misma, a restregarte las manos por tu bata, y te lanzaste triunfante sobre tu mascota falsa, con esa risa que no te pertenece, con ese vocabulario incoherente, con tu locura… sobre el piso del siquiátrico.

 León Faras.


lunes, 23 de abril de 2012

Lágrimas de Rimos. Primera parte.

IX.

Para cualquier persona con una mínima sensibilidad ante el arte y las cosas bellas, llamar “Palacio” al Palacio de Rimos, es como comparar las finas notas de un violín con el tosco graznido de un pato, ya que dicho edificio no deja de ser una aglomeración de cavernas artificiales, agujeros en la tierra similares a los que usó el hombre en sus orígenes, ambientes secos, polvorientos y oscuros, sucios y cláustricos. Claro, tiene cualidades que pueden considerarse positivas, austeridad, imponencia, eficiencia, no deja de ser el colosal producto de un colosal trabajo, pero llamarlo “Palacio” resulta del todo inadecuado. Pero una cosa sí que es innegable, el lugar no podría ser más idóneo como casa de la decadente realeza que sostiene este incurioso reino, es evidente que es digno estandarte de este pueblo y su gente. 

 Dimas reposa sentado, pensativo, en una habitación externa del palacio donde probablemente ha estado toda la noche, un amplio salón con una única entrada, y sin conexión con el resto del castillo, ocasionalmente utilizada en agitadas celebraciones, en las cuales abundan el alcohol y las mujeres, además de los sempiternos juegos con apuestas, una combinación letal para aquellos hombres que con algo de dinero y algo de ingenuidad, se dejan arrastrar y seducir hasta el punto en que pierden todo lo que tienen, y aún peor, pierden lo que no tienen, acumulando angustiantes deudas de las cuales es muy arriesgado querer escapar, y que solo deben pagar de cualquier modo, provocando terribles dramas y quiebres familiares, con sus naturales consecuencias, de esto bien pueden hablar las muchas mujeres que trabajan en el lugar sólo para pagar deudas de padres y esposos, a cambio de irrisorias ganancias que cubren porciones ínfimas de las deudas contraídas, infinitando su estadía como servidumbre y todo lo que esto significa. Una de estas mujeres se dirige al cuarto donde el príncipe de Rimos se encuentra, lleva en sus manos un lavatorio de madera con agua para que Dimas se asee, este permanece sentado, restregándose sus agotados ojos víctimas del insomnio que provocan los insolubles problemas de su tambaleante reino, al sentir los pasos de la mujer que se acerca, le dirige una mirada con sus ojos húmedos y magullados, se ve cansado, cabreado, la mujer duda, Dimas con un gesto poco amable le da a entender que no se detenga, a ella no le agrada, es nueva y no está acostumbrada a soportar tratos ingratos gratuitamente, no en vano a desechado varios trabajos anteriores no sin soltarle lo que pensaba a sus pasados jefes y también a un par de novios que no supieron tratarla como debían, pero ahora es distinto, a oído un par de cosas sobre el hombre sentado enfrente, que la han obligado a sofocar la zona más rebelde e intransigente de su carácter, manteniéndola contenida, tensa, incómoda, no le agrada, pero ¿qué puede hacer?, ella es la única prenda de pago de su endeudado padre, solo pensar que este es el principio del resto de su vida le provoca una angustia tal, que siente que envejece diez años en un par de minutos, sabe que no está hecha para esto, sabe que no soportará para siempre. “No te he visto antes, ¿Cuál es tu nombre?”, la mujer mantiene el entrecejo fruncido y la vista esquiva, no le interesa iniciar una conversación, “Rúia”, responde con indiferencia, “¿Cuál?”, Dimas oye perfectamente, la mujer le clava su mirada en los prominentes e impasibles ojos de él, pero al instante desvía la vista, “Rúia”, repite con calma procurando ser oída con claridad esta vez, Dimas se lava la cara con brusquedad, como deshaciéndose del cansancio acumulado “¿Qué clase de nombre es ese?, ¿De donde eres?”, la mujer comienza a sentirse incomoda, incluso algo ofendida con el interrogatorio, “Yo soy de Rimos, pero mis padres y los padres de mis padres, son de Velsi?”, “¿Velsi?, ciudad de sicarios”, “los sicarios están en todos lados, no solo en Velsi”, Rúia responde atropelladamente, tratando de justificar la reputación de su lugar de origen, a pesar que nunca vivió allí, “como sea, es una ventaja que seas mujer, porque no hay mujeres sicarios ¿sabes por qué?”, la mujer no es tonta, reconoce una pregunta capciosa cuando la oye, sabe que no hay más respuesta que la que Dimas tiene en mente, por lo que mantiene la calma, “no…” responde evidenciando su desinterés por la respuesta, “porque las mujeres no pueden matar a nadie, a veces le sobran ganas, pero no tienen la capacidad, hay algo en su ser que lo evita…claro, pueden haber excepciones pero son muy pocas y muy fáciles de reconocer” concluyó Dimas al tiempo que se retiraba del salón, mientras se secaba las manos y los brazos con un trapo, que desechó antes de salir, Rúia se quedó allí mismo, con la idea de que por esta vez no había salido tan mal parada de su encuentro con el príncipe de Rimos. Por otro lado, Dimas se quedó con la idea de los rentables asesinos de Velsi dando vueltas en su cabeza, una cofradía de individuos desperdigada por todas partes, dispuesta a segar la vida de quien sea a cambio de una pequeña fortuna. Tipos normales, que se dedican al pastoreo, a las armas o a manejar un negocio, pero que, paralelamente, siguen un estricto código de normas y un arduo y cuidadoso entrenamiento para realizar su trabajo con asombrosa eficacia y limpieza, de hecho, una vez realizado el trabajo todos saben que ha sido un asesino de Velsi, pero nadie sabrá nunca la identidad de dicho asesino o de aquel que lo contrató, es la primera ley de esta institución, y su rompimiento convierte automáticamente al ejecutante en objetivo, lo mismo si se osa revelar la identidad de algún colega. La forma de operar es simple, una vez contratado el servicio, se contacta al sicario que esté más próximo al objetivo, pero no solo en distancia, también próximo en lazos emocionales, la eficiencia con la que operan depende muchas veces y en gran medida de estos lazos, no es raro que algún sicario deba eliminar a algún pariente o amigo, y luego de hacerlo que llore la perdida, por lo mismo muchos de estos individuos operan lejos de sus lugares de origen, pues todos conocen las leyes y todos saben a lo que se exponen si las rompen. Dimas se pregunta, si estos tipos tendrán algún problema en asesinar a un rey.


León Faras.

jueves, 12 de abril de 2012

Inferno.

En la entrada, dos ángeles con descuajadas alas
 lloran sin sollozo lágrimas de sangre negra
 sintiendo la inmortalidad de la tristeza
 de una enmienda tan lejana como el paraíso.

 Un mundo tan amplio como la desesperanza
 limitado por abismos insondables
 donde hierven las inmortales almas
 de los que rebasaron su cuota de piedad.

 De las paredes de un pasadizo nebuloso
 emergen brazos anhelantes y solitarios
sólo capaces de destilar inagotable angustia
 reflejada en lamentos luctuosos e ininteligibles.

 Las cadenas entonan una sinfonía amarga
 acompañada de látigos y martillos
 que retumban en la piel de todos los huéspedes
 rasgando lo que les queda de humanidad.

 Una mujer famélica con su bebe exánime
 juega a los dados bajo el cadáver de un árbol
 con una bestia de jugosas fauces y ojos fríos
 que pierde desdichados en una mala racha.

 Criaturas de descarnada piel carmesí
 revolotean como moscas sobre la carroña
 esperando los restos que serán su festín
 en una orgía desenfrenada y tormentosa.

 El agua envenena y el viento quema
 como la presencia del creador del averno
 que engulle el inagotable fruto de su trabajo 
servido en bandejas de oro inmaculado.


 León Faras.

lunes, 2 de abril de 2012

El mundo de Huxley.

Lenina es perfecta, y esto no es dicho con ningún tipo de sentimiento en su favor ni en su contra, es perfecta porque fue creada de esa manera, desde que el único óvulo del que ella se desarrolló fue fecundado, todo ha sido cuidadosamente condicionado para hacer de ella un ser humano…perfecto. Solo las castas más altas tienen el privilegio de ser concebidos como únicos individuos a partir de un solo óvulo, para el resto, pueden tener incluso más de noventa mellizos idénticos creados de una sola célula sexual. Desde que la maternidad, la familia y el concepto de hogar fueron arrojados al oscuro abismo de las groseras obscenidades, todos los seres humanos civilizados vienen al mundo en condiciones asépticamente artificiales en enormes almacenes de fecundación donde son fomentados o atrofiados, según el caso, física, mental y hasta emocionalmente para pertenecer a una de las cinco castas sociales y realizar la labor para la cual su posición está destinada. Y todo el mundo acepta su estatus con satisfecho orgullo, la hipnopedia se encarga de eso. Frases con dulce y clara voz suenan miles de veces bajo sus almohadas todas las noches durante años mientras los niños duermen, repitiendo una y otra vez que la labor que realizarán es la mejor, que su posición social es la más cómoda y que no la cambiarían bajo ninguna circunstancia. Descargas eléctricas durante la niñez harán a los futuros adultos rechazar cualquier labor para la cual no están predestinados, eso entre muchas otras cosas que harán de su vida un transcurso feliz.

Lenina no tiene novio, sus parejas sexuales son todos los hombres que quiera, pues el amor o el compromiso ni siquiera son imaginados como viables, la promiscuidad no solo es aceptada si no también promovida desde la más tierna infancia, solo debe tener cuidado con no caer en el asqueroso proceso del embarazo, no está permitido ni tampoco es deseado de ninguna forma, su almohada le ha repetido miles de veces lo desagradable y antihigiénico que es parir o amamantar. Y debe tomar precauciones por que ella pertenece al treinta por ciento de los individuos femeninos que son fértiles, un margen seguro en caso de tener que recurrir a esas primitivas prácticas, el resto no deben preocuparse, aunque parecen mujeres perfectas son en realidad hermafroditas absolutamente estériles.

Dios y la vejez ya fueron abolidos hace mucho, así como también toda la cultura humana con más de doscientos sesenta años de antigüedad, la era Cristiana ni siquiera se conoce ni se recuerda más que como una época salvaje e indeseada de la cual no hay nada rescatable. Disfrutan de tiempo libre y de todo tipo de distracciones y diversiones en que gastarlo mientras estas no requieran aislamiento como la lectura o no prescindan del consumo, como jugar con una mascota. La frustración, el disgusto, la soledad, no existen, y si por alguna extraña razón algún individuo llegara a sentir alguna emoción indebida que lo llevara a tener pensamientos con atisbos de cuestionamiento, entonces está a su completa disposición y en las cantidades que desee el Soma, la droga perfecta, mejor que cualquier otra conocida pero sin ningún efecto desagradable ni peligroso, medio gramo garantiza el más dulce de los sueños lúcidos, un par de gramos le llevaran en unas vacaciones narcotizadas extraordinarias al mundo de las sensaciones placenteras.

La vida transcurre feliz sumida en la más infantil y hedonista de las ignorancias, excepto en la reserva, un lugar lejano y horrible, resguardado tras miles de kilómetros de vallas electrificadas tras las cuales, los salvajes, aún llevan a cabo prácticas tan absurdas como la religión o repugnantes como parir y criar a sus propios hijos.

Sobre: “Un mundo feliz” de Aldous Huxley.

León Faras.