XVII.
“¿Qué
estás haciendo aquí a estas horas?” Alan se detuvo abruptamente, incrédulo de
que le hablaran a él, se volteó, en un asiento acosado por descuidados arbustos
cercano a los juegos infantiles estaba sentada su joven amiga, Julieta, extrañada
pero contenta de verlo. Casi amanecía y el frío se podía ver en el ambiente,
aunque para ellos era imperceptible, el hombre se acercó, se saludaron
cordialmente y se sentó a su lado, “Establecí contacto” le dijo con un toque de
presunción y le mostró la hoja de papel escrita con lápiz labial, estaba un
poco borroso como si se hubiese corrido la escritura, el hombre se justificó
mostrando su trasero en el que se podían ver manchas de vivo color rojo, “Sí,
es que estaba sentado encima…” dijo, lo que gatilló la risa fácil de la
muchacha, “…¿Y a ti cómo te ha ido?” agregó Alan retomando la seriedad, “Pues…
bien, a veces creo que Lucas se da cuenta de que estoy con él. Su mamá dice que
tiene un ángel guardián que lo cuida, sé que no habla de mí pero… me gusta
pensar que sí”; “No creo que encuentren a alguien mejor para ese puesto” la
chica recibió el cumplido con una sonrisa de satisfacción. Lucas era el hijo
que el Chavo y la Macarena tenían postrado en cama y al cual Julieta se sentía
atraída intensamente “¿Crees que él sienta de alguna manera mi presencia?” La
muchacha preguntó distraída, con la mirada puesta en el sol que ya se insinuaba
en el horizonte, “Claro que sí, seguro tiene capacidades especiales para
percibir los buenos sentimientos que le rodean, capacidades que la mayoría
tenemos atrofiadas cuando creemos que somos tan perfectos” ambos se quedaron
pensativos unos segundo hasta que la chica rompió el silencio “Por cierto,
tengo noticias para ti…” Julieta había oído al Chavo hablando con alguien por
teléfono sobre el arma que había matado a Laura, decía que las cosas no habían
salido como lo habían planeado pero el objetivo para el que debían conseguir
esa arma, se había cumplido igual, por lo tanto era justo que le pagaran lo
acordado, nada de lo que había sucedido había sido culpa de él “Entonces ya
sabemos para qué necesitaban esa arma, ahora solo nos queda saber quién tiró
del gatillo finalmente” señaló el hombre, “Y por qué” concluyó la chica. Pronto
Julieta se despidió, Lucas despertaba temprano y le gustaba acompañarlo en esos
momentos de tranquilidad mientras todo el mundo aun dormía, Alan también debía
marcharse, quería hablar con Manuel, con seguridad estaría enojado con él por
lo de la ventana rota pero el plan había resultado y tenía información para
darle.
Ya
estaba bien entrada la mañana y el sol, debido a la orientación de la casa de
Manuel, daba casi de lleno en la entrada de esta, abrigando el asiento que
precisamente había sido puesto en ese lugar para esos fines y estrellándose
ahora, contra el enorme trozo de plástico oscuro pegado con cinta adhesiva, puesto
ahí para cubrir el agujero dejado por la pedrada que Alan le había dado en una
de las caras que formaban el ventanal principal de la casa. Manuel salía como
casi todos los días despejados, a sentarse en la entrada de su casa hasta la
hora del almuerzo, como siempre llevaba su bastón para verificar antes de dejarse
caer, que no estuviera ninguno de los gatos del vecindario asoleándose sobre su
lugar y evitar así sentarse encima de uno de estos indiferentes animales que
solían comportarse como amos del mundo sin importarles nada las necesidades o
deseos del dueño de casa. Algunos golpecitos en la cubierta de su banca eran
suficientes, pero aquella mañana, los golpecitos no sonaron de forma correcta
ni se dieron a la altura adecuada, por lo que el viejo decidió agudizar el oído
y golpear un poco más fuerte hasta conseguir alguna respuesta, esta vez en
forma de quejas, que además de ser humanas también eran bastantes conocidas
para él. Alan se había recostado a lo largo en aquel lugar a la espera de su
amigo, no había descansado nada esa noche y su cuerpo cada vez más materializado
no solo acusaba agotamiento con cierta frecuencia, sino que también disfrutaba
de los pequeños placeres mundanos, como ese momento de relajo al abrigo del sol
mañanero, placer del que fue sacado abruptamente con repetidos golpes a la
altura de sus canillas. “¡Y encima tienes la desvergüenza para presentarte aquí
luego de atentar contra mi propiedad!; ¡Porque no me vas a negar que fuiste tú
quien agarró a pedradas mi casa!, ¡Sé que fuiste tú!” El viejo estaba realmente
ofuscado y aunque lo regañaba casi a gritos Alan aguardó en silencio y dejó que
desahogara su enojo, luego le soltó lo que le venía a decir “¿sabes de alguien
que quisiera matar a tu nieta?” Manuel tardó un poco para procesar la pregunta
por lo que Alan continuó con su informe “…a esa muchacha la mataron y no solo
fue una fatal coincidencia, al parecer, el arma fue encargada a un tal Chavo
para que la consiguiera con el fin de eliminar a tu nieta por alguna razón que
desconocemos…” el viejo se había sentado lentamente y no perdía palabra de las
que le decía su amigo “Ese tal Chavo, ¿Es el mismo que vive en la población de
mi hija y mi nieta?”, “El mismo, son casi vecinos” respondió Alan. El viejo
parecía hacer un esfuerzo recordando detalles, “Lo recuerdo, Laura tenía una
pareja, le llamaban “el Tavo” Gustavo Fuentes se llama, era amigo de ese tal
Chavo que mencionas y de la misma calaña diría yo, vago, oportunista y
aprovechador. No sé qué le vio mi nieta a un tipo así, a veces las mujeres
parece que tuvieran un…” y el viejo ya comenzaba a desarrollar su hipótesis
sobre los misteriosos motivos de las mujeres para escoger a sus parejas pero
fue interrumpido abruptamente por Alan quien ya veía venir una discusión tan larga
como estéril “…Eso no es todo lo que debía decirte. Todo el montaje que hicimos
anoche dio los resultados esperados, comprobé que tu nieta aun habita su cuarto,
logré atraer su atención” Manual volvió a poner su interés en lo que hablaban “¿Y
cómo atraes la atención de una difunta?”, “Con las velas que me diste. Por lo
menos los espíritus que no se han ido aun, solo perciben dos olores, el de las
velas y el de las flores. Por algo será que ambas estás asociadas a los
muertos, ¿no?” El viejo lo meditó todo durante un rato “Y aun no sabes qué
necesita para…tú sabes, descansar en paz” Alan sonrió en silencio ante esa
frase, no conocía demasiados muertos pero ninguno de ellos estaba precisamente descansando
en paz, “Trataré de comunicarme con ella y ya te cuento… ya me voy” Se puso de
pie para irse pero recordó algo más “¿Tú sabes donde ella está sepultada?”
Manuel respondió de inmediato “Ah, eso es sencillo, el mausoleo familiar es muy
fácil de encontrar. Está justo frente a la pileta del cementerio, ahí está la
tumba de Laura”, “Vaya…” susurró Alan antes de irse.
León Faras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario