X.
El
enano de rocas había regresado al castillo del semi-demonio no porque le
interesara de alguna manera seguir a Lorna, nada en especial lo ataba a ella,
su razón era mucho más práctica, había perdido su piedra primaria y con ella,
tal vez su única posibilidad de reproducción, de transmitir su magia única a
otras rocas ordinarias para que a partir de estas un nuevo enano de rocas
naciera, en un periodo de gestación que podía durar varias décadas de lento y
silencioso proceso mágico. Hace bastante tiempo que su ojo ya no se sostenía
adherido a él como las otras rocas de su cuerpo, sino que se desprendía,
señalando que el momento de entregar una parte de sí a favor de la
multiplicación de su especie había llegado. Lorna ya había visto sin entender,
en el momento en que conoció al enano de rocas, cómo su ojo se caía y debía ser
devuelto a su lugar por el mismo enano, cosa que probablemente no recordaba ni
menos asociaba con el regreso de la extraña y rocosa criatura a las catacumbas,
lugar donde la piedra primaria se había extraviado al momento de rodar por las
escaleras, el enano lo notó, pero cuando la iba a buscar, Lorna cayó y él fue
arrastrado en esa caída. Ahora se mantenía en la sala de guardias a la espera
de poder entrar nuevamente a las catacumbas para recuperar su ojo cuando una
pequeña roca lo golpeó suavemente. Observó su rededor, Lorna estaba allí,
también un guardia y un espíritu que el enano podía percibir, un espíritu que
estaba especialmente interesado en la pequeña joya que lo acababa de golpear,
ninguno de los seres que estaban presentes le generaba mayor interés al enano
de rocas, para él, las criaturas orgánicas eran raras y de costumbres
incomprensible, que en general poco o nada podían afectarlo en su apacible e
imperecedera existencia, no eran una amenaza pero tampoco le generaban
admiración. Sin embargo la joya llamó su atención, era bella, pulida, ovalada,
como una piedra de río. Para un enano de rocas, una roca hermosa era
especialmente interesante, casi irresistible. La tomó con la intención de
adherirla a su cuerpo, en al acto se dio cuenta de que aquella no era un piedra
ordinaria, sintió una energía extraña en su interior que provenía de aquella
joya, era algo extraño pero nada que afectara su siempre impávida actitud,
hasta que de pronto el espíritu que los acompañaba fue absorbido por la joya y
su cuerpo dejó de pertenecerle, su conciencia permaneció pero todos sus
movimientos eran dirigidos por otra
entidad, el enano de rocas no lo sabía, pero Dágaro se había apropiado
momentáneamente de su pequeño y sólido cuerpo con el que pretendía iniciar su
venganza y recuperar su reino.
Lorna
se mostraba lo más encantadora posible tratando de convencer al guardia que
aquel no era el momento ni el lugar para aquello que tenía en mente, pero el
guardia no quería negociar, se suponía que ella debía estar encerrada, y si
había escapado, era su trabajo volverla a encerrar, pero antes, nada le impedía
sacar provecho de su situación, por lo que usó su espada para desarmar a la
chica, quien debió botar el puñal que había conseguido y retrocedió hasta que una
pared se lo impidió, no le temía a lo que el hombre podía hacerle, estaba
bastante acostumbrada a manejar a ese tipo de “clientes” pero lo que no quería,
era volver a las catacumbas otra vez y no sabía bien qué hacer, solo le quedaba
obedecer y tratar de ganar tiempo, luego intentar negociar de nuevo y esperar
que algo sucediera, sin embargo, lo que sucedió, no era algo que esperara.
El
enano de rocas se irguió en un rincón de la sala de guardias, observándose con
curiosidad a sí mismo, luego comenzó a caminar hacia la pareja, lo que
inmediatamente llamó la atención de Lorna que en la posición que estaba podía
verlo, aquel no era el enano de rocas que ella conocía, aunque lucía idéntico,
su expresión, sus movimientos, su forma de caminar, no era la criatura torpe y
graciosa que conoció en las catacumbas, incluso ahora hasta se veía amenazante
desprendiendo un extraño vapor negro. La expresión del rostro de la chica hizo
que el guardia se volteara con cierta preocupación, pero al ver al enano se
relajó, pensando que se trataba solo de la simpática criatura con la que se
divertían hace un rato, solo le dijo que estaba ocupado y que no molestara y
continuó en lo suyo, pero Lorna seguía interesada, ese enano era diferente,
este se acercó y en un momento la mujer pudo ver la joya adherida al pecho de
su pequeño compañero, entonces recordó los guardias del semi-demonio, esas
armaduras inertes con oscuros espíritus aprisionados en su interior capaces de
intimidar a cualquiera, el enano lucía como uno de ellos. Un solo golpe de puño
fracturó de inmediato la pierna del guardia quien cayó al suelo dando alaridos
de irrefrenable dolor, mientras se arrastraba por el suelo tratando de alejarse
del enano de rocas al que no tenía posibilidades de dañar, pero este pasó
caminando por su lado sin prestarle más atención, solo se dirigió a la salida y
se fue rumbo a la superficie. Lorna se quedó boquiabierta, absolutamente
sorprendida con lo que había sucedido no podía ordenar sus ideas, solo se le
ocurrió una cosa, recoger su puñal, pasar alejada del guardia que le pedía
ayuda y la trataba de alcanzar y correr tras el enano que ya no era el enano,
sino que al parecer era la reencarnación, si es que se podía llamar así, de su
medio hermano, el mismísimo semi-demonio Dágaro.
Lorna
corrió por los pasillos dudosa de haber tomado la dirección correcta porque no
pudo dar con el enano. A pesar de moverse rápido, la mujer lo hacía con
precaución, pues no quería encontrarse con sorpresas desagradables como lo
había hecho con aquel guardia en las catacumbas, pero sospechosamente encontró
todos los pasadizos vacíos, lo que era muy raro, sin duda algo había sucedido,
algo lo suficientemente grande como para requerir la presencia de todos los
soldados del castillo. Cuando llegaba a la superficie, el escándalo que había
era más que evidente, en el fondo luminoso del pasillo se podía ver una confusa
escena donde un gran número de soldados gritaban y se movían frenéticos manteniendo
lo que parecía una batalla épica contra una fuerza colosal, cuerpos volaban por
los aires hasta estrellarse contra las paredes, mientras otros se lanzaban al
ataque con gritos de furia, un aullido ensordecedor retumbó y un nuevo grupo de
soldados fue esparramado por el suelo. Lorna no lo podía creer, por un momento
imaginó a su pequeño compañero luchando solo contra todos los guardias del
castillo, pero al asomarse a la salida lo que vio era aun peor, la bestia se
había liberado y estaba destrozando al ejército de Rávaro.
León Faras.
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