domingo, 12 de abril de 2015

Los Condenados.

Ciudad de Salvajes.

El reducido casino de la nave estaba desierto salvo por una mesa donde Vilma secaba su diminuto vaso de licor de un trago y lo volvía a llenar, era el sexto, junto a ella Nardi jugueteaba entre los dedos con su tercer vaso, ya sabía que no podía seguirle el paso a la chica y debía tomarse las cosas con calma. Frente a él, Marcus estudiaba un grueso libro concienzudamente, delante de este permanecía su primer vaso intacto, el hombre levantó la vista y vio como la chica volvía a vaciar el contenido de su vaso de un trago “¿Por qué bebes tanto si sabes que no te puedes emborrachar?”, Vilma saboreó el contenido de su vaso antes de tragarlo y respondió “¿Y por qué vuela el ave dentro de su jaula si sabe que no puede ir a ningún lado?” Nardi sonrió mientras besuqueaba su vaso robándole un sorbo de líquido, “La mejor respuesta del sabio es otra pregunta” dijo Marcus, y tomó su vaso en la mano para brindar, “¿Y tú por qué lees tanto si sabes que no puedes ser más listo?” dijo la chica con absoluta seriedad, lo que provocó la risa de los dos hombres, luego los tres secaron sus vasos y Vilma los volvió a llenar sin ninguna mueca en su rostro, incapaz de reír como era. Caín entró en ese momento, “Prepárense muchachos, ya casi llegamos…”

La nave se posó en un amplio páramo que parecía pavimentado de gigantescas rocas como placas, numerosas estructuras rocosas lejanas semejaban ciudades medievales, con sus torres y cúpulas. Los hombres descendieron, mientras Vilma bajaba a Beatrice, su viejo y querido vehículo de combate, ella misma lo había bautizado así y se lo tenía escrito en un costado con letras toscas y negras. Más de alguna vez le habían preguntado el porqué de un nombre femenino para una máquina tan robusta y poderosa, ella siempre bromeaba con la respuesta, pero cuando Marcus le preguntó lo mismo, le dijo que “…el nombre femenino es por su carácter, y que sea Beatrice es porque más de una vez le he visto escapar del infierno”; “Como el gran amor de Dante” agregó el artillero comprendiendo inmediatamente la alusión. A pocos kilómetros de ellos, se podía ver una construcción artificial, como una pequeña ciudad de metal y vidrio que yacía en medio de una planicie a tan solo un par de kilómetros. Caín se paró en el borde de la meseta a contemplarla, mientras los otros preparaban las cosas, una vez que todo estuvo listo se pusieron en marcha. Marcus abrió una caja grande de metal en la parte de atrás y comenzó a repartir en silencio armas para todos, incluso Nardi tuvo que aceptar una, “¿Sabes exactamente qué pasó aquí?” preguntó Vilma dirigiéndose a su jefe pero sin despegar la vista del camino, “No, desconozco los detalles, como siempre no nos dicen mucho, solo sé que ahí dentro funcionaba un gigantesco laboratorio biológico, algo salió mal, se escapó  de las manos y la gente comenzó a infectarse con algo, evacuaron a los que aún parecían sanos y al resto los abandonaron a su suerte… encerrados ahí dentro.” “¿Abandonados y encerrados? Ja…” dijo la chica imitando una risa fingida y seca “…y se supone que nosotros somos los delincuentes” Caín continuó mientras preparaba su arma “No había mucho más que hacer en este lugar desolado, el hecho es que continuaron recibiendo mensajes de auxilio hasta que los generadores dejaron de funcionar y la energía se acabó” Nardi escuchaba con el rostro desencajado, “¿Dices que ese lugar está lleno de personas con una enfermedad contagiosa?” Caín también parecía afectado por su propio relato “De eso ya han pasado más de dos meses, probablemente solo hayan cadáveres” El resto del recorrido, que no era mucho, se hizo en silencio hasta que la voz del Coronel se escuchó a través de los parlantes del vehículo, “¿Llegaron al lugar?”; “Ya casi” respondió Caín con sequedad “Entiendo…” dijo el Coronel “…Espero que todo salga bien y ojala que si alguien aun está con vida allí, le encuentren. Como sea, tengan cuidado.” Esa última recomendación dejó a todos más preocupados de lo que ya estaban, nunca el Coronel había mostrado tener la más mínima preocupación por ellos o por sus vidas y ahora les pedía que tuvieran cuidado. “Esto sin duda estará feo” concluyó Nardi en el momento en que Vilma detenía a Beatrice frente a las enormes y elegantes puertas de metal y vidrio del edificio.

Los hombres se bajaron para inspeccionar el lugar, solo Vilma se quedó en su puesto. Caín observaba el interior a través de los cristales cuando Marcus le llamó. A varios metros de allí, muy cerca de las paredes de la construcción, había al menos una docena de cuerpos humanos en un avanzado estado de putrefacción, la mayoría era sólo huesos y ropa desgarrada, el artillero alzó la vista señalando una serie de ventanales en la parte alta sobre ellos, muchos de los cuales estaban rotos, “Es como si los hubiesen lanzado desde ahí, ¿no te parece?” Caín asintió, en ese instante, se escuchó un ruido de cristales rotos, cuando regresaron, Nardi había abierto las puertas, “Son cerraduras electromagnéticas que sin energía se convierten en cerraduras ordinarias que se pueden abrir desde dentro” explicó. El sitio verdaderamente era como un pueblo, moderno y techado con galerías a ambos lados y con una amplia avenida para el paso de vehículos grandes. Al entrar los recibió una bocanada de hedor a muerte, el lugar estaba en penumbras pero se podía ver que todo adentro era un desastre, estaba todo tirado, había restos de sangre seca por todas partes, algunos restos humanos y numerosos agujeros de bala, como si se hubiese llevado a cabo una pequeña batalla campal en ese lugar, los hombres encendieron sus linternas, “¿Esto fue hecho con un lanzallamas?” dijo Marcus con incredulidad mientras inspeccionaba una gran mancha en la pared. “Oh por Dios, aquí dentro hay personas…” dijo Nardi mientras alumbraba a través de la ventana el interior de una oficina cerrada. Debían de ser unos veinte, de pie, mirando hacia la pared moviéndose con un casi imperceptible vaivén, parecían salvajes con el pelo largo y desordenado, las uñas crecidas y sucias y sus ropas horriblemente deterioradas, no parecían prestarles atención a pesar de que todas las linternas los iluminaban. “¡Hola, hola!” Nardi comenzó a golpear el cristal con suavidad “¿Pueden oírme?” insistió. Caín trató de abrir la puerta pero estaba cerrada con llave, “¿Crees que debamos dejarlos salir?” preguntó Marcus nervioso, “Son personas y están con vida…” respondió su jefe, “…¿No es eso a lo que vinimos?” “¿Por qué los habrán dejado ahí dentro?...” preguntó Nardi al tiempo que Caín retrocedía un par de pasos y le daba dos tiros a la cerradura. Aquello desató el caos.

Los salvajes encerrados ahí dentro acusaron un terrible dolor, retorciéndose y llevándose ambas manos a los oídos, se voltearon hacia la puerta, entonces pudieron ver sus rostros, estaban carcomidos, con heridas abiertas por todos lados. La calma con la que estaban en segundos se convirtió en una furia incontenible, se abalanzaron en tropel contra la salida dándose de golpes unos a otros, descontrolados y ciegos de ira. “¡Cierra! ¡Cierra!” gritó Marcus desesperado, pero la cerradura estaba irremediablemente rota y a duras penas lograron aferrarse a la puerta para contener a los salvajes que trataban de alcanzarlos con numerosos brazos que se colaban inevitablemente. El hedor que desprendían era indescriptible, desechos humanos y putrefacción. Marcus disparó por el espació de la puerta que quedaba con la esperanza de disuadir y contener a sus atacantes pero solo empeoró las cosas, el insoportable dolor que les provocaba el sonido de las detonaciones hizo que la furia con la que los atacaban se redoblara. La ventana estalló en mil pedazos, Nardi fue agarrado del brazo por uno de los salvajes, por un segundo le pareció diferente al resto, tal vez era que aun usaba anteojos, era un viejo de barba vestido con una sucia bata blanca como las que usan los médicos. Pronto el salvaje lo soltó, quedó ensartado en un trozo de vidrio muriendo ahí mismo aplastado por los otros que le pasaban por encima. Vilma detuvo el vehículo a su lado y comenzó a disparar con sangre fría y precisión a los que ya salían por la ventana o mejor dicho, caían expulsados por los que venían más atrás “¡Suban!”Gritó. Nardi estaba horrorizado y no necesitó que se lo repitieran. Marcus y Caín ya habían soltado la puerta y disparaban mientras retrocedían pero más y más salvajes salían del interior, enloquecidos de rabia. “¡Suban ahora!” repitió Vilma cuando una nueva ventana se rompió completamente y otra horda de salvajes comenzó a caer desde una de las galerías superiores. Caían torpe y atropelladamente pero no sentían más dolor que el de sus oídos. Los hombres se lanzaron hacia el vehículo tan rápido como pudieron mientras el terrible ataque continuaba, dos salvajes se lanzaron sobre Caín al mismo tiempo, al primero lo derribo de un disparo pero cuando le disparó al segundo, su arma sonó vacía. El salvaje mordió su brazo con una fuerza impresionante pero logró zafarse y subir al vehículo, “¡Arranca, arranca!” gritó mientras Vilma aceleraba golpeando a varios salvajes a su paso.

No se detuvieron hasta llegar a una enorme bodega, amplia y alta como un galpón solo iluminado por las luces de Beatrice, numerosos camiones y vehículos de carga reposaban ahí, además de grandes cantidades de material de todo tipo apilados junto a las paredes. Un par de salvajes se podían ver vagando por ahí pero no prestaban la menor atención a su presencia. Aprovecharon de recargar las armas y Caín de revisarse el brazo, la chaqueta que llevaba le había protegido pero aún así la fuerza de la mordida le había desgarrado la piel, “No se ve tan mal” dijo Vilma, Caín la miró como si aquello hubiese sido una broma pero la chica como siempre no sonreía, “La herida no me preocupa…” dijo el hombre “…he recibido heridas mucho peores, lo que me preocupa es que esta mierda sea contagiosa. No quiero terminar vagando en este lugar, cagándome encima y comiendo quien sabe qué porquerías” “Sí eso sucede, yo misma te pegaré un tiro” respondió la mujer y nuevamente Caín la miró no muy seguro de que si aquello era una broma o hablaba en serio. Marcus cogió el botiquín para desinfectarle la herida pero algo lo detuvo, en el silencio del lugar se escuchó lejano pero nítido el grito de una mujer y lo más preocupante era que parecía venir del lugar donde habían sido atacados por los salvajes, un segundo grito los hizo ponerse en marcha en esa dirección. Una mujer apareció de pronto en la oscuridad del pasillo corriendo hacia ellos y Vilma debió apretar los frenos a fondo para no arrollarla. Una multitud de salvajes aun exaltados le perseguían, “¡Abajo, abajo! ¡Métase abajo!” gritó Caín señalando el vehículo y luego volteándose hacia atrás gritó “¡Marcus el cañón! ¡Ahora!” El disparo retumbó en el lugar como un trueno, iluminando el pasillo en gran parte de su extensión y haciendo desaparecer de una vez la turba de salvajes que ya se acercaban peligrosamente. La mujer salió de debajo del vehículo algo aturdida por el estruendo pero todavía alarmada por la situación “Hay que salir de aquí rápido, esa explosión debe de haberse escuchado en todo el edificio y ahora todas esas cosas estarán furiosas y vendrán hacia acá” “¿Todavía hay más?” Preguntó Nardi incrédulo “Muchos más” “Estos solo eran el comité de bienvenida…” Bromeó Vilma sarcástica, y agregó “…¿Y ahora hacia donde?” “Hacia la salida” ordenó Caín pero la mujer se negó tajante “Aún no podemos irnos”

La mujer no exageraba cuando dijo que habían todavía muchos salvajes vagando en el lugar y que con la detonación del cañón seguramente estarían de malas, pero arriba del vehículo y en movimiento no corrían mayores peligros. Era un recorrido corto y Vilma hacía lo posible por no arrollar a todos los salvajes que se le atravesaban por delante pero no siempre lo conseguía y Beatrice cada vez olía peor. Al fin la mujer señaló un lugar, se detuvieron, subieron una escalera y entraron en una oficina iluminada con luz natural, lo que había allí los maravilló a todos, incluso a Vilma que rara vez parecía sorprenderse de algo. Estaban sobre un gigantesco prado cubierto de flores de distintos colores y tamaños y conviviendo en perfecta armonía, todo dentro de una colosal cúpula de vidrio. Ya había pasado una buena cantidad de tiempo que ninguno de ellos veía algo así “El sistema de riego es completamente automatizado y trabaja con energía solar. Es una de las pocas cosas que aun funcionan en este lugar desde que apagamos los generadores.” “¿Ustedes apagaron los generadores de energía?” preguntó Marcus, “Sí, y nos salió bastante cara la aventura, pero el ruido infernal de esas máquinas mantenía permanentemente alterados a los salvajes y el silencio era más seguro para todos” entonces la mujer se fijó en la herida de Caín “¿eso es una mordida?” preguntó, el hombre asintió con desgano y la mujer agregó “Vengan conmigo” El grupo atravesó algunas oficinas hasta llegar a un salón amplio, como esos usados para dar conferencias, completamente iluminado por grandes ventanales, la mujer entró allí y formó uno al lado del otro a cinco niños, dos niños y tres niñas. La menor tendría unos meses de vida, y era sujeta por la mayor, una chica de unos trece años. Caín y sus hombres miraron a los niños y luego se miraron entre sí, “Son solo niños…” balbuceó Marcus como ratificando una verdad obvia “¿Es que ni siquiera se llevaron a los niños?” preguntó Vilma realmente indignada. La mujer reflejó desprecio en su rostro y en sus palabras para contestar “Esos animales…sacaron a la mayoría de los niños, pero estaban llenos de miedo, alguien comenzó a disparar y todo se fue al diablo, todo se llenó de salvajes enfurecidos que mientras más les disparaban, más aparecían, algunos de nosotros decidimos ocultarnos con los niños mientras todo se calmaba, pero cuando todo terminó ya no quedaba nadie, solo nosotros y los drogados” “¿Los drogados?” repitió Caín sin tener claro de a quienes se refería, la mujer le habló a la mayor de las niñas mientras tomaba el bebé en sus brazos, “Ve por el botiquín…” y luego se dirigió al grupo “…Sí, así les llamamos a veces”, “¿Por qué drogados?” preguntó Vilma “¿No lo saben?... todo esto es culpa de una droga” “¿No es una enfermedad contagiosa?” preguntó Nardi incrédulo, “No…” dijo la mujer “…fue culpa de una droga, un medicamento realmente fabuloso para manejar la depresión, la ansiedad o el estrés, sumamente útil en este lugar remoto e inhóspito, todos la tomaban, casi como si fueran aspirinas… habían hecho innumerables pruebas y nada parecía salir mal pero… algo pasó, algo se contaminó o se mezcló mal y… la gente comenzó a transformarse, se primitizaron y se volvieron intolerantes al ruido, inmunes al dolor físico y además dejaron de dormir, de hecho, el insomnio es uno de los primeros síntomas… lo que hacía que las personas precisamente tomaran más droga” “¿Cómo están seguros de que fue esa droga la causante y no cualquier otra cosa?” preguntó Caín preocupado por la mordida en su brazo. “Porque los que no la tomábamos no nos convertimos… los niños y las embarazadas por ejemplo” La niña llegó con el botiquín y Nardi pensó en dirigir la conversación en otra dirección “Bueno, fue una suerte que al menos pudieran enviar esos mensajes de auxilio, ¿no?” La mujer lo miró extrañada, “Nosotros no enviamos ningún mensaje de auxilio, era muy arriesgado salir con los generadores funcionando” Entonces la niña que ya comenzaba a curar a Caín habló “¿Lo ves? te lo dije… fue el doctor, ¡yo lo vi!””¿Qué fue lo que viste niña?” preguntó Caín “El doctor estaba entre los vagabundos, se veía como uno de ellos, pero yo lo vi y él me miró, sonrió y me hizo una seña para que guardara silencio… él no era uno de ellos” “Si es así, el pudo enviar los mensajes hasta que la energía se cortó…” razonó Marcus “… ¿pero dónde está ahora?” Nadie respondió a esa pregunta, hasta que Nardi pareció recordar algo, “Aquel doctor… ¿Era un hombre mayor, de barba y anteojos que vestía una bata blanca?” “¡Tú también lo viste!” dijo la niña entusiasmada, “Creo que sí… me sujetó el brazo cuando se rompió la ventana y se formó el desmadre en la entrada. Estaba encerrado bajo llave con los salvajes, parecía uno de ellos, tal vez ya era uno de ellos. No podíamos hacer nada por él” “Entonces solo quedamos nosotros…” dijo la niña con tristeza mientras guardaba todo de vuelta en el botiquín.


El vehículo se dirigió a la salida a buena velocidad con todos los sobrevivientes a bordo, debiendo golpear a varios salvajes por el camino para abrirse paso. La voz del Coronal se escuchó por los parlantes “¿Encontraron a quien envió los mensajes de auxilio?” “No…” respondió Caín “…pero sea quien sea que haya sido, salvó la vida de una mujer y cinco niños” Después de algunos segundos respondió el Coronel en un tono menos autoritario y más amable “…Un médico los estará esperando para revisarlos.” Y cortó. “¿Qué crees que harán con este lugar y todas las personas que vagan ahí dentro?” preguntó Vilma a Caín sin quitar los ojos del camino “Hay muchas personas ahí y todas ellas tienen una historia, una familia, alguien que tarde o temprano preguntará por ellos. Ya veremos si para ese entonces aún queda algo de este lugar.”


León Faras.

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