lunes, 13 de diciembre de 2021

Humanimales.

 

XXI.



Hasta que alguien te pateó el trasero” Bromeó Límber cuando su compañero llegó a su lado, Tanco caminaba apretándose una costilla con la mano y cojeando levemente de un pie, “Debiste ver cómo volaste, ¡Fue asombroso!” Agregó Mica, divertida, “Si alguien te va a dar una paliza, más vale que sea un tipo grande o mejor no se lo cuentas a nadie…” Replicó Tanco con una mueca de dolor, luego le dio un puño suave en el recio hombro de Maru para agradecerle por salvarle la vida, este lo miró con un gesto grave que luego volvió hacia el horizonte, “No debí haber hecho eso…” Señaló preocupado, pero antes de explicarse, vio con espanto cómo la pequeña Brú descendía de un árbol por una de sus escaleras, “Por todos los dioses, ¿qué le pasó a esa niña en la cara!” Dijo, agachándose incluso para verla más de cerca, con la expresión en el rostro de quién ve algo realmente desagradable y que la pequeña respondió con un suave tirón a su barba plateada, Maru la olisqueó desconfiado y luego se enderezó, “Deberían conseguirle una máscara o algo, o tarde o temprano esta niña hará que la maten” Concluyó, luego se dio la vuelta y se fue hacia la aldea. Pronto regresarían los carnófagos y más valía ponerse a salvo. Tanco se dirigió a sus compañeros antes de iniciar la marcha, “¿Por qué dijo que no debió salvarme la vida?” Preguntó en voz baja, pero solo obtuvo hombros encogidos por respuesta.



Se dirigieron hacia la cabaña con mirador a la que pensaban ir al principio, Límber le explicaba a Tanco que el regalo de Yagras había sido precisamente munición y de cómo lo habían descubierto en el momento más oportuno, “¿Cómo es que no la vimos antes?” Se preguntó Tanco, intrigado. En ese momento, Maru se detuvo de improviso y se giró hacia ellos, “Espera un momento… ¡Tú eres la nieta de Kim!” Exclamó, admirado de sí mismo, Mica se paró sorprendida, no sabía si enfadarse o alegrarse, “¡Debiste decirme que eras la nieta de Kim!” Le reprochó el viejo, apretujándola con sus poderosos brazos, “¿Ahora sí que te acuerdas de mí?” Preguntó la muchacha, contenta, pero fingiéndose ofendida, el viejo la miraba emocionado, sin poder creer lo que veía, como si el hecho de que una niña creciera, fuera algo asombroso “¡Recuerdo a la nieta de Kim, pero ella era poco más que una larva cuando se fue de aquí!” “Pues la larva creció” Replicó Mica, con sus enormes ojos bien abiertos. Después de unos segundos, cuando reanudaron la marcha, Maru añadió, “¿Y qué es del viejo Kim? supongo que…” La muchacha le confirmó lo que ya se suponía, “…el que muere en el Zolga, se queda en el Zolga, y sus restos viajan al gran océano de agua”



La cabaña nueva estaba en mucho mejores condiciones que la anterior, incluyendo sus puertas y ventanas, que sí proveían de algo de seguridad contra los carnófagos. En el mirador que tenía encima, Maru se tomó un buen rato en escudriñar los alrededores, tanto que atrajo la curiosidad de los muchachos, “Cuando yo era muy joven…” Comenzó Maru, “…hubo aquí uno de los incendios más grandes que se hayan visto en Mirra o en cualquier otro lugar. Eran aterradoras murallas de fuego avanzando por todos lados, como un ejército imparable, contra el que no se puede hacer nada, ¿entiendes?” Y luego de unos segundos añadió, “No debí usar esas flechas de fuego” Se lamentó. Desde allí, podían tomar un precario sendero construido con troncos atados a los árboles a modo de puente, hasta el refugio seguro del que Maru habló, pero para llegar allí debían abandonar el carro, así es que Límber se ató a la pequeña Brú como un bulto a la espalda y subió la escalera detrás de Maru. Mientras este cruzaba de un lado a otro dando confiadas zancadas, el resto veía y oía con espanto como los troncos parecían ceder con cada paso y crujir como huesos viejos con cada gramo extra de peso sobre ellos y todo aquello a una respetable altura, parecía un tramo infinito, pero en realidad no era tan largo y pronto llegaron a la zona segura. Se trataba de una plataforma bastante amplia construida sobre los árboles y entre estos, rodeada de toscas barandillas y parcialmente cubierta de techo, además de lo que cubría el propio follaje de los árboles, como una gran casa del árbol sin terminar. Había sido construida por los últimos habitantes de los bosques de Mirra cuando los carnófagos los invadieron, pero de estos solo quedaba Maru y para este, el sitio estaba bien como estaba. Contaba con un receptáculo hecho de barro y piedra en el centro, como el nido de algún ave prehistórica, para encender fuego en él, sobre el cual, colgaban numerosas ratas despellejadas y atadas de sus colas, que se conservaban gracias al humo que absorbían. De las ramas de los árboles colgaban numerosos sacos atados que contenían provisiones, desde raíces o algunos frutos secos, hasta huesos de carnófago que Maru utilizaba para fabricar puntas de flechas. También podían encontrarse numerosos utensilios y herramientas abandonadas por sus antiguos dueños. Era un lugar perfecto para comer algo y descansar como se debía, y para compartir una de las botellas de licor de flores que les quedaba. Maru lo recibió fascinado, “Ese Bardú es un inescrupuloso sinvergüenza, pero fabrica uno de los mejores licores de flores que haya probado”



¿En serio creen que es una niña humana pura?” Preguntó Maru, con media rata ahumada entre sus mandíbulas, “Bueno, existe una posibilidad de…” Comenzó Mica, pero el viejo la interrumpió apenas pudo tragar el bocado que masticaba, “¿Es que alguno de ustedes ha visto uno alguna vez? ¿Alguien en todo el mundo sabe cómo un humano puro debe verse?” Tanto Límber como Tanco masticaban su comida en silencio sin intenciones de intervenir, pero Mica estaba animada, “Mi abuelo decía que había humanos puros más allá del océano de arena, ¡dijo que los vio una vez!” “¡Cadáveres!” Replicó Maru al instante, “Cadáveres fue lo que vio, conservados como ratas secas por la sal y el sol del desierto. Yo también los vi, eran como carnófagos momificados con ropa, y si te dijo que le hablaron, lo siento chica, pero solo se estaba pavoneando contigo, el viejo Kim lo hacía tanto como cualquiera” Mica comprendía que ella era una niña, y que quizá su abuelo solo quería contarle una buena historia, pero aún así quedaba un cabo suelto, “El punto es que, si no podemos decir que es humana pura porque nadie ha visto uno nunca, tampoco podemos decir que no lo es, por el mismo motivo.”


León Faras.



No hay comentarios:

Publicar un comentario