martes, 24 de noviembre de 2015

Del otro lado.

XXIII. 


Laura estaba realmente fascinada con su nuevo descubrimiento, su nueva habilidad, poder ver el mundo a través de los reflejos era para ella una experiencia extraordinaria, como si viera la vida por primera vez. Absolutamente todo comenzaba a vislumbrarse allí, los numerosos vehículos, las interminables personas, los árboles, la incontrolable vegetación, las aves en el cielo, los perros vagos o con sus dueños, todo era visible para ella nuevamente, pero solo a través de un reflejo mudo y lejano, impenetrable, como si se encontrara del otro lado del espejo, pero aquello no era ningún inconveniente para la muchacha por el momento, pues con ver todo aquello y saber que no estaba sola, que el mundo seguía funcionando igual que siempre a su alrededor, aunque no pudiera percibirlo como antes, ya era un avance muy sustancial para ella que la llenaba de entusiasmo. La ciudad estaba llena de cristales por todas partes y Laura aprovechó todos los que pudo durante su camino a casa para volver a ver a la gente, ella caminaba sola, pero en los reflejos de los vehículos y los escaparates, las personas pasaban por su lado o a través de ella sin prestarle la menor atención, pues nadie la podía ver, ni siquiera ella se veía a sí misma reflejada en la vitrinas, sin embargo, en más de alguna ocasión su mirada se cruzó con la de algún transeúnte, una pequeña niña por aquí o un tipo con lentes de sol por allá, era una experiencia curiosa, aunque probablemente casual. Llevaba una idea muy clara en mente y era volver a ver a su madre y a su hermana, cómo estaban, qué hacían, como se veían, tenía mucha curiosidad por descubrir su casa y su entorno nuevamente, de ver caras conocidas, ya luego cuando anocheciera volvería al cementerio para acudir a la cita que ese tal Alan le había propuesto, otro tema que le causaba bastante curiosidad. Mientras se dirigía a su casa, buscaba en su mente algún indicio de cómo había sucedido su muerte, algún recuerdo o imagen que tal vez pudieran darle alguna pista, pero nada, simplemente un día su vida era completamente normal y luego ya no, sin que ningún suceso en particular marcara el antes y el después.


Se llenó de autentica emoción y felicidad cuando llegó a su población y los polvorientos cristales de un vehículo estacionado le ofrecieron una completa panorámica del lugar, con la multi-cancha en frente y los bloques habitacionales alrededor, pero esta vez con todos sus moradores pululando por ahí, en su mayoría, rostros que le resultaban familiares y que la traían de vuelta a su tiempo y espacio, a su universo. Las vecinas agrupadas conversando en un rincón, jóvenes yendo o llegando en bicicleta, niños que corrían tras una pelota y los árboles, los mismos que buscó con tanta insistencia los primeros días de su nueva forma de existencia, todos ellos estaban allí, aun vivos y resistiendo el constante maltrato al que estaban expuestos, pero al volver la vista a cualquier otro punto la magia desaparecía y todo seguía siendo igual, mudo y vacío, curiosa y entusiasmada, volvió a dirigir la vista hacia la ventana del automóvil con la intención de escudriñar su alrededor con más cuidado y tal vez descubrir la presencia de alguien conocido para ella, cercano o por qué no, alguien de su familia pero lo que descubrió fue espantoso. Parado allí entre los escasos transeúntes que circulaban en ese momento, había una figura humana parada, delgada, alta y oscura como una sombra, como una escultura hecha de humo negro y denso, tal vez, de oscuridad, de sombra, como si esta fuera capaz de agruparse para formar un cuerpo, estaba de pie justo detrás de ella. Laura notó cómo una chica que pasaba por allí con un par de amigas, al parecer rozó aquel ser con su brazo desnudo y debió restregárselo enérgicamente con la otra mano, pues sintió un escalofrío que le erizó los vellos, pero nada más que eso, pues nadie parecía verlo, Laura volteó la vista con precaución tras ella por encima del hombro, por si veía algo que antes no hubiese notado, pero nada, su mundo seguía igual, entonces volvió la vista al cristal del auto, y lo que vio la hizo caer al suelo, la figura se le lanzó encima con una violencia terrible, creciendo de tamaño y abriendo una boca enorme en un grito mudo capaz de engullirla por completo y con garras que parecían no dejarle ninguna escapatoria. Pero toda la violenta embestida se estrelló contra el cristal, que sin ningún esfuerzo, resistió incólume el aterrador envite que se desintegró en el aire desapareciendo por completo. Laura quedó sentada en el suelo, aterrada, desconcertada, sin entender qué había sucedido ni mucho menos poder imaginar a qué se enfrentaba.


León Faras.

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