XLIV.
No
había duda, tanto Gloria como su hija Lucía podían confirmar, por los restos de
ropa calcinados o a medio quemar, que las prendas usadas para causar ese
incendio eran las extraídas de la habitación de Laura, lo comprobaron yendo
hasta allá mismo cuando notaron que, al mismo tiempo que la ropa desaparecía en
su casa, las radios locales se regodeaban en conjeturas sobre un supuesto caso
de despecho amoroso, en el que alguien había decidido prender fuego a la ropa
de su novia en un acto de venganza o de desapego, y debido a la torpeza de
esto, el incendio se había desatado, esa era la teoría más popular en la
comunidad. Los últimos días estaban siendo una completa locura para Gloria, que
cada día era sorprendida por un fenómeno paranormal nuevo, del que ella no había
tenido nunca intenciones de saber. Apenas entrando a la población, cuando
regresaba a casa junto con su hija, Mario Fuentes la detuvo alarmado, como si
algo muy grave estuviera pasando, sin lugar a ninguna duda, las grabadoras
habían captado algo, “Te vimos venir por la ventana, Lorenzo todavía está
estudiando las grabaciones. Tienes que oírlas, definitivamente hay algo”
Lorenzo Valdés estaba sentado en su comedor con unos robustos audífonos
apretujados contra sus orejas, con el ceño apretado y la vista fija en el audio
de la grabación. No oyó entrar a los demás. Lucía venía aferrada al brazo de su
madre como si de eso dependiese su seguridad. En cuanto se acercó lo suficiente
la mujer, Lorenzo se quitó los audífonos y le cedió su asiento sin decir una
palabra, aún tenía un gesto muy grave, como el del médico que tiene malas
noticias y algunos garabatos anotados en una hoja de papel con palabras que
había podido descifrar, Mario se apresuró a ayudarle con los audífonos, “Solo
escucha con mucha atención, antes de que te digamos nada…” Ambos aparatos
habían obtenido grabaciones similares, pero el trasto antiguo, gracias a los
años que tenía, y a su sistema más mecánico de funcionamiento, había desarrollado
un constante ruido blanco mucho más evidente, muy similar al que haría un televisor
sin señal, lo que era muy útil, porque ese ruido blanco contenía todas las
frecuencias de sonido sin que ninguna sobresaliera y en el momento en el que una
se destacaba por sobre el resto, se notaba, y esas grabaciones eran las que
luego se interpretaban como voces electrónicas, cosa que el aparato pequeño
había logrado con menos eficiencia. Lo primero que oyó Gloria fue un sonido
constante como el de una cascada cayendo dentro de una cueva, ese era el ruido
blanco, monótono, con apenas variaciones salvo por un diminuto tic que se
repetía cada cierto tiempo debido a una imperfección en unas de los rollos de
cinta, pero nada más, hasta que la oyó, lejana y profunda, pero audible: Laura
la llamaba diciendo “¡Aquí, mamá!” y luego algo que se perdía en la niebla del
ruido blanco, como un barco en la bruma. Gloria soltó un grito, rebobinó la
grabación y volvió a oírla con el doble de atención, pero no logró desentrañar
nada más del mensaje. Su hija Lucía la miraba preocupada, como si su madre
estuviera tan desesperada, que ahora incluso era capaz de oír voces imposibles
grabadas en aparatos de museo, sin embargo, ella también escucharía esa parte
de la grabación, pudiendo reconocer con bastante proximidad la voz de su
hermana, la que sonaba como si viniera del fondo de un pozo muy profundo, esa
fue la impresión que le dio, y la imagen le causó tanta mala espina, que no
quiso volver a oír nunca más mensajes grabados en esos aparatos, fueran
verdaderos o falsos. Lorenzo cogió los controles de su grabadora, y con la
misma gravedad de antes, los hizo retroceder nuevamente, había otra grabación,
anterior a esa, que habían dejado para el final porque les pareció mucho más
digna de análisis y estudio, Mario estaba de acuerdo y ambos actuaban
exageradamente formales, “De esta creo que podrás sacar algo más…” le dijo,
cruzándose de brazos y llevándose una mano al mentón, como alguien que se
dispone a estudiar concienzudamente algo. Gloria respiró hondo, su hija la
miraba temerosa, como si en cualquier momento su madre cruzaría un límite del
que no podría retornar. La grabación comenzaba igual que la otra, con ese ruido
persistente de cascada, algún sonido aleatorio, y de pronto, de las
profundidades, la voz de Laura que parecía decir “Ayudarme…” luego algo
ininteligible y después unas palabras que claramente decían, “Devorado por oscuridad…”
y al final algo terminado en “er” hacer, comer, creer… pero que no quedaba
completamente claro. Gloria estaba consternada e impresionada, realmente
aquella le había parecido la voz de su hija muerta hablándole desde el más
allá. Lorenzo le señaló con toda seriedad y respeto, que había algo que Laura
quería decir, pero que no quedaba completamente claro, “Sin embargo…”intervino
Mario, “…existen complejos programas de computadora, capaces de desentrañar grabaciones
sonido por sonido. Creo que podremos capturar el mensaje completo” Aseguró
confiado. Gloria ya se hacía una idea, tenía en su poder la grabación que le
había dado Olivia, donde aparecía la voz de ese hombre, antiguo amigo de su
padre, quería compartirla con él, y de ser posible, también con Beatriz, solo
ellos podían asegurarle si esa voz era efectivamente la de Alan Sagredo o se
trataba de un truco de la bruja.
La
noticia del incendio no había causado ni el más mínimo interés en Olivia, hasta
que recibió la llamada de Gloria que le decía que la ropa en la habitación de
su hija, había estado desapareciendo como por arte de magia y que luego fue
usada para iniciar el fuego, junto con combustible de encendedor, pues el
envase también podía verse claramente, la bruja reaccionó suspicaz, pero lo
cierto era que Gloria le estaba llamando desde el mismísimo lugar donde el
incendio se había iniciado, “¿Hay algo más?” Preguntó Olivia, “Algo como qué…”
respondió la mujer, la bruja se quedó pensando unos segundos, “Olvídelo…”
respondió finalmente, “…Iré yo misma.” Media hora después, cogía un vehículo
que la acercaba lo más posible al lugar del siniestro. El sitio estaba
silencioso y solitario, el sol estaba alto, aunque no hacía demasiado calor y
el olor a chamusquina lo inundaba todo. Pronto se daría cuenta de que no estaba
sola, ciertas presencias espirituales le alborotaban algo dentro que las
delataba antes de verlas. Allí estaba, acuclillada sobre los restos de la ropa
a medio quemar. Se sorprendió de que pudiera ser Laura, pero luego desechó esa
idea, ella no podía ver a Laura, y si podía verla, entonces el Escolta también
podría. Era una jovencita de vestido muy sencillo y anticuado, como los que
ella misma solía usar, y pies descalzos, que parecía no prestarle atención,
“¿Vives por aquí?” Preguntó la bruja, bueno, obviamente la muchacha no vivía,
estaba muerta, pero se entendía lo que quería decir. La jovencita se puso de
pie y la miró sin sobresalto, con cierto encanto infantil, era un espíritu
relativamente reciente que aún no comenzaba su materializado, caminó dos pasos
hacia ella y se detuvo, “Tú debes ser Olivia, ¿verdad?” La bruja tenía cierta
reputación entre los espíritus, pero no tanta entre los más nuevos, “¿Cómo lo
sabes?” Preguntó, la niña le señaló la cabeza, “Por ese mechón de pelo blanco
que tienes, te queda bien…” Admitió, y luego agregó, “Ah, y por tu habilidad
para vernos…” Olivia asintió, “Eso es lo que algunos llaman ser médium, y lo de
mi pelo se llama poliosis, por cierto” Aclaró innecesariamente. “No, no vivo
por aquí…” Dijo la muchacha de pronto, retomando una pregunta lanzada hace rato
“Estoy aquí, porque oí que este incendio lo provocó Laura…” Explicó, volviendo
a examinar el lugar donde estaba antes, Olivia se sorprendió, “¿Conoces a Laura?”
“Alan me habló de ella” Respondió la niña con naturalidad, eso tenía más
sentido, pensó Olivia, ambos tenían un amigo en común “¿Buscas algo en
especial?” Preguntó la bruja, atraída por el interés de la niña en escarbar el
piso, esta se puso de pie con cierto gesto de frustración infantil en el
rostro, “No, solo algo que nos dijera que sí es ella y que sí está aquí,
cualquier cosa, cualquier sentimiento o sensación, pero no hay nada, como si no
existiera…” La bruja ya comenzaba a pensar que su viaje había sido en vano,
“Eso es porque no existe, en este mundo” La muchacha la miró confundida, ambas comenzaron
a caminar, “Pero ella solo murió, no dejó de existir” Comentó la niña, Olivia estaba
a punto de hablar nuevamente sobre el mundo de Laura, cuando vio algo demasiado
evidente más adelante, que le dejó sus explicaciones para después, una gran línea
hecha con piedras puestas una al lado de la otra, la bruja supo que se trataba de
una marca dejada por Laura porque cada cierto tramo, una piedra estaba marcada con
una “x” dibujada con lápiz labial, esa era su marca. La bruja no estaba segura,
pero sospechaba que Laura estaba dibujando con rocas el límite de su mundo con el
de los vivos, lo que no se le ocurría era para qué.
León Faras.
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