sábado, 12 de junio de 2021

Del otro lado.

 

XLIV.

 

No había duda, tanto Gloria como su hija Lucía podían confirmar, por los restos de ropa calcinados o a medio quemar, que las prendas usadas para causar ese incendio eran las extraídas de la habitación de Laura, lo comprobaron yendo hasta allá mismo cuando notaron que, al mismo tiempo que la ropa desaparecía en su casa, las radios locales se regodeaban en conjeturas sobre un supuesto caso de despecho amoroso, en el que alguien había decidido prender fuego a la ropa de su novia en un acto de venganza o de desapego, y debido a la torpeza de esto, el incendio se había desatado, esa era la teoría más popular en la comunidad. Los últimos días estaban siendo una completa locura para Gloria, que cada día era sorprendida por un fenómeno paranormal nuevo, del que ella no había tenido nunca intenciones de saber. Apenas entrando a la población, cuando regresaba a casa junto con su hija, Mario Fuentes la detuvo alarmado, como si algo muy grave estuviera pasando, sin lugar a ninguna duda, las grabadoras habían captado algo, “Te vimos venir por la ventana, Lorenzo todavía está estudiando las grabaciones. Tienes que oírlas, definitivamente hay algo” Lorenzo Valdés estaba sentado en su comedor con unos robustos audífonos apretujados contra sus orejas, con el ceño apretado y la vista fija en el audio de la grabación. No oyó entrar a los demás. Lucía venía aferrada al brazo de su madre como si de eso dependiese su seguridad. En cuanto se acercó lo suficiente la mujer, Lorenzo se quitó los audífonos y le cedió su asiento sin decir una palabra, aún tenía un gesto muy grave, como el del médico que tiene malas noticias y algunos garabatos anotados en una hoja de papel con palabras que había podido descifrar, Mario se apresuró a ayudarle con los audífonos, “Solo escucha con mucha atención, antes de que te digamos nada…” Ambos aparatos habían obtenido grabaciones similares, pero el trasto antiguo, gracias a los años que tenía, y a su sistema más mecánico de funcionamiento, había desarrollado un constante ruido blanco mucho más evidente, muy similar al que haría un televisor sin señal, lo que era muy útil, porque ese ruido blanco contenía todas las frecuencias de sonido sin que ninguna sobresaliera y en el momento en el que una se destacaba por sobre el resto, se notaba, y esas grabaciones eran las que luego se interpretaban como voces electrónicas, cosa que el aparato pequeño había logrado con menos eficiencia. Lo primero que oyó Gloria fue un sonido constante como el de una cascada cayendo dentro de una cueva, ese era el ruido blanco, monótono, con apenas variaciones salvo por un diminuto tic que se repetía cada cierto tiempo debido a una imperfección en unas de los rollos de cinta, pero nada más, hasta que la oyó, lejana y profunda, pero audible: Laura la llamaba diciendo “¡Aquí, mamá!” y luego algo que se perdía en la niebla del ruido blanco, como un barco en la bruma. Gloria soltó un grito, rebobinó la grabación y volvió a oírla con el doble de atención, pero no logró desentrañar nada más del mensaje. Su hija Lucía la miraba preocupada, como si su madre estuviera tan desesperada, que ahora incluso era capaz de oír voces imposibles grabadas en aparatos de museo, sin embargo, ella también escucharía esa parte de la grabación, pudiendo reconocer con bastante proximidad la voz de su hermana, la que sonaba como si viniera del fondo de un pozo muy profundo, esa fue la impresión que le dio, y la imagen le causó tanta mala espina, que no quiso volver a oír nunca más mensajes grabados en esos aparatos, fueran verdaderos o falsos. Lorenzo cogió los controles de su grabadora, y con la misma gravedad de antes, los hizo retroceder nuevamente, había otra grabación, anterior a esa, que habían dejado para el final porque les pareció mucho más digna de análisis y estudio, Mario estaba de acuerdo y ambos actuaban exageradamente formales, “De esta creo que podrás sacar algo más…” le dijo, cruzándose de brazos y llevándose una mano al mentón, como alguien que se dispone a estudiar concienzudamente algo. Gloria respiró hondo, su hija la miraba temerosa, como si en cualquier momento su madre cruzaría un límite del que no podría retornar. La grabación comenzaba igual que la otra, con ese ruido persistente de cascada, algún sonido aleatorio, y de pronto, de las profundidades, la voz de Laura que parecía decir “Ayudarme…” luego algo ininteligible y después unas palabras que claramente decían, “Devorado por oscuridad…” y al final algo terminado en “er” hacer, comer, creer… pero que no quedaba completamente claro. Gloria estaba consternada e impresionada, realmente aquella le había parecido la voz de su hija muerta hablándole desde el más allá. Lorenzo le señaló con toda seriedad y respeto, que había algo que Laura quería decir, pero que no quedaba completamente claro, “Sin embargo…”intervino Mario, “…existen complejos programas de computadora, capaces de desentrañar grabaciones sonido por sonido. Creo que podremos capturar el mensaje completo” Aseguró confiado. Gloria ya se hacía una idea, tenía en su poder la grabación que le había dado Olivia, donde aparecía la voz de ese hombre, antiguo amigo de su padre, quería compartirla con él, y de ser posible, también con Beatriz, solo ellos podían asegurarle si esa voz era efectivamente la de Alan Sagredo o se trataba de un truco de la bruja.

 

La noticia del incendio no había causado ni el más mínimo interés en Olivia, hasta que recibió la llamada de Gloria que le decía que la ropa en la habitación de su hija, había estado desapareciendo como por arte de magia y que luego fue usada para iniciar el fuego, junto con combustible de encendedor, pues el envase también podía verse claramente, la bruja reaccionó suspicaz, pero lo cierto era que Gloria le estaba llamando desde el mismísimo lugar donde el incendio se había iniciado, “¿Hay algo más?” Preguntó Olivia, “Algo como qué…” respondió la mujer, la bruja se quedó pensando unos segundos, “Olvídelo…” respondió finalmente, “…Iré yo misma.” Media hora después, cogía un vehículo que la acercaba lo más posible al lugar del siniestro. El sitio estaba silencioso y solitario, el sol estaba alto, aunque no hacía demasiado calor y el olor a chamusquina lo inundaba todo. Pronto se daría cuenta de que no estaba sola, ciertas presencias espirituales le alborotaban algo dentro que las delataba antes de verlas. Allí estaba, acuclillada sobre los restos de la ropa a medio quemar. Se sorprendió de que pudiera ser Laura, pero luego desechó esa idea, ella no podía ver a Laura, y si podía verla, entonces el Escolta también podría. Era una jovencita de vestido muy sencillo y anticuado, como los que ella misma solía usar, y pies descalzos, que parecía no prestarle atención, “¿Vives por aquí?” Preguntó la bruja, bueno, obviamente la muchacha no vivía, estaba muerta, pero se entendía lo que quería decir. La jovencita se puso de pie y la miró sin sobresalto, con cierto encanto infantil, era un espíritu relativamente reciente que aún no comenzaba su materializado, caminó dos pasos hacia ella y se detuvo, “Tú debes ser Olivia, ¿verdad?” La bruja tenía cierta reputación entre los espíritus, pero no tanta entre los más nuevos, “¿Cómo lo sabes?” Preguntó, la niña le señaló la cabeza, “Por ese mechón de pelo blanco que tienes, te queda bien…” Admitió, y luego agregó, “Ah, y por tu habilidad para vernos…” Olivia asintió, “Eso es lo que algunos llaman ser médium, y lo de mi pelo se llama poliosis, por cierto” Aclaró innecesariamente. “No, no vivo por aquí…” Dijo la muchacha de pronto, retomando una pregunta lanzada hace rato “Estoy aquí, porque oí que este incendio lo provocó Laura…” Explicó, volviendo a examinar el lugar donde estaba antes, Olivia se sorprendió, “¿Conoces a Laura?” “Alan me habló de ella” Respondió la niña con naturalidad, eso tenía más sentido, pensó Olivia, ambos tenían un amigo en común “¿Buscas algo en especial?” Preguntó la bruja, atraída por el interés de la niña en escarbar el piso, esta se puso de pie con cierto gesto de frustración infantil en el rostro, “No, solo algo que nos dijera que sí es ella y que sí está aquí, cualquier cosa, cualquier sentimiento o sensación, pero no hay nada, como si no existiera…” La bruja ya comenzaba a pensar que su viaje había sido en vano, “Eso es porque no existe, en este mundo” La muchacha la miró confundida, ambas comenzaron a caminar, “Pero ella solo murió, no dejó de existir” Comentó la niña, Olivia estaba a punto de hablar nuevamente sobre el mundo de Laura, cuando vio algo demasiado evidente más adelante, que le dejó sus explicaciones para después, una gran línea hecha con piedras puestas una al lado de la otra, la bruja supo que se trataba de una marca dejada por Laura porque cada cierto tramo, una piedra estaba marcada con una “x” dibujada con lápiz labial, esa era su marca. La bruja no estaba segura, pero sospechaba que Laura estaba dibujando con rocas el límite de su mundo con el de los vivos, lo que no se le ocurría era para qué.


León Faras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario