viernes, 27 de junio de 2025

Lágrimas de Rimos. Tercera parte.

 

99.



Yurba ya se sentía como nuevo y aun así, llevaba varios días en casa de Teté siendo atendido como un rey, pero la única que pensaba así era Rubi, porque su madre aún se sentía culpable por lo que le había sucedido al pobre chico por su culpa, y Falena disfrutaba de bromear con él en todo momento, pero sin tener que atender ninguna de sus necesidades en serio. En eso estaban cuando la voz ronca y pausada de Demirel le habló. “Me da gusto verte bien.” Falena se quedó paralizada, como si hubiese sido sorprendida por la autoridad cometiendo un delito. Su tío Demirel en su casa, era ya de por sí algo extraño. Su papá Tibrón también estaba con él y su semblante no era más alentador. Tuvo un mal presentimiento instantáneo. Yurba, en cambio, se incorporó con desparpajo, presumiendo despreocupación ante cualquier noticia que le trajeran.



La única razón por la que Demirel estaba allí era porque Teté no estaba en ese momento en casa, nada personal, pero odiaba esas incómodas predicciones sobre la muerte que esa mujer soltaba sin que se las pidieran y no había nada peor para él, que ir a la batalla con un presagio de muerte sobre su cabeza, porque sí, el siguiente ataque sobre Bosgos ya estaba anunciado y esta vez sería demoledor, Cízarin golpearía con todo lo que tiene, sin advertencias ni peticiones formales. “La ciudad será tomada por la fuerza a cualquier precio.” Anunció Demirel, sin emoción en la voz, apoyando a Gindri en el suelo para sentarse y recibir la bebida que Rubi le ofrecía. Yurba asintió guapo, restregándose la nariz con brusquedad. Falena, reaccionó alarmada. “¿A cualquier precio? Pero… no podemos.” “Esa es la orden y así se hará. No tendremos el mismo tropiezo otra vez.” Le interrumpió Tibrón antes de que la chica redundara en la negación, y luego, y para sorpresa de nadie, excepto la propia Falena, le anunció que esta vez ella estaba fuera. “Tú no irás.” Por el rostro inalterable de Demirel, éste estaba enterado y de acuerdo, Yurba, por su parte, no hizo gesto alguno, por lo que no se sorprendía ni se oponía, y Rubi, ni hablar, en cuanto su hermana la miró, ella le soltó sin dudarlo: “Ya oíste a papá: tú no irás.” Falena protestó: que ella también era un soldado, que no podían dejarla fuera, que esto era injusto, pero su tío le puso fin a la pataleta con un golpe contundente de Gindri en el piso que hizo temblar la vajilla cercana. “¡Y así te crees un soldado?” Le espetó, irritado. La chica cerró la boca y bajó la mirada en el acto. Su tío era su referente en cuanto a todo lo militar, y aunque sabía que la quería como parte de su familia, no podía evitar intimidarse un poco al verlo enojado. “Si te dicen que saltes al frente, tú saltas; si te dicen que te quedes atrás y cierres la boca, tú te quedas. No preguntas, no cuestionas, no haces lo que se te da la gana. ¿Qué clase de soldado protesta ante una orden! ¿Qué clase de batalla se gana con soldados así!” La regañó, sin ponerse de pie siquiera, y aun así su figura y su voz eran imponentes. Tanto Tibrón como Yurba permanecían circunspectos y ajenos, como era lo propio cuando un superior reprendía a un colega en frente de uno, Rubi, en cambio, aprobaba cada palabra de su tío con un gesto altanero de su cara. Fría como el pedo de un muerto. Demirel continuó volviendo a su tono grave y pausado. “¿Sabes lo que significa que una ciudad será tomada a cualquier costo? Significa que todos morirán si es necesario, significa que no puedes detener tu espada hasta que el último de ellos haya dejado de luchar, significa que es una batalla sin inocentes… Sucia.” Falena levantó la vista con timidez. Su tío era el hombre más orgulloso de su profesión, pero ahora no sonaba así. “Ser soldado tiene dos caras, ¿entiendes? Estás recién empezando, no necesitas este peso sobre tus hombros tan pronto.” “Es la cara fea de ser soldado, ¿verdad?” Comentó la chica. El señor Sagistán le habló muchas veces sobre lo estúpido que era glorificar la profesión de un soldado y sobre lo ingrato y desagradable que podía ser el trabajo a veces, pero ella sólo lo había comprendido a medias. Demirel posó una rodilla en el piso para mirarla a los ojos. En ese momento Teté entraba por la puerta. “Eres un soldado, pero todavía puedes elegir tus batallas. No desestimes eso, no seas necia para pensar que es poca cosa la que tienes.” Luego de eso se puso de pie recuperando su auténtico volumen. La presencia de Teté lo motivaba a huir de allí lo antes posible. Pasó junto a ésta brindándole un saludo tan cortés como parco, sin apenas dirigirle la mirada o detenerse, y se fue antes de que ésta pudiera siquiera replicar algo.



Darlén se movía descalza por el monte adusto con la soltura del rapaz que nunca ha usado zapatos en su vida. Sus delicados pies no eran tan delicados como ella creía, y su conexión con el mundo que la rodeaba era alucinante y completa como la magia que vivía en su interior. El fuego, el agua o el alimento, acudían a ella ahora cada vez que los necesitaba colmando sus necesidades sin esfuerzo. La lluvia le avisaba antes de caer y podía sentir cómo el viento la advertía ante cualquier peligro. Así fue cuando la brisa le llevó a los oídos un ruido de huesos rotos, no estaba tan cerca, pero fue muy claro, así como también el tufo de la carne cruda y tibia bajo la piel. Aquello no debía ser un peligro de por sí, pero su instinto la había puesto en alerta. Podía ser un animal salvaje, pero los animales grandes eran raros y escasos en la tierras bajas, además, un animal por salvaje que fuera no podía ser un problema para una maga como ella. Lo que no era, era un hombre o ya lo sabría. El ser humano se delataba con mucha antelación y de muchas formas distintas. Darlén dudó si debía investigar o seguir su camino, y más aún cuando pudo notar que la criatura se había movido sin que ella apenas se diera cuenta. Tenía su bastón de andariego pero jamás había pensado siquiera en tener que usarlo para defenderse. El sonido de una ramita triturada le indicó que la criatura estaba a sus espaldas. Ella se volteó sin sobresalto. Ambos se miraron, la criatura, que sostenía el cadáver de una liebre entre los dientes como si fuese un perro, era un hombre, pero no era totalmente un ser humano, lo mismo pudo percibir Costia con su instinto al ver a la bruja, que aquella parecía una mujer pero no era solo una mujer. Luego de estudiarse varios segundos, la criatura decidiría alejarse por la paz, no habría comunión ni enfrentamiento en esta reunión. Darlén no sintió miedo, pero sí pudo percibir la ferocidad latente en el interior de aquel espíritu corrompido. Sintió angustia de pronto, algo horrible le había sucedido a ese hombre nefasto, inimaginable incluso para ella.



León Faras.

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