jueves, 27 de octubre de 2011

Lágrimas de Rimos. Primera parte.

V.

            En las partes más altas de Rimos, luego de los últimos rincones habitados, se ubican los hornos para el metal, altas y toscas torres, con pequeños infiernos en su interior capaces de derretir la roca, siempre expeliendo denso humo de sus hocicos, como chimeneas de una industria sepultada. En los alrededores se ubican las interminables minas, con sus caminos que se adentran en la tierra, franqueados por costillas de madera que hacen lo imposible por sostener las estructuras internas. Más arriba, donde las rocosas montañas se manchan de verde, un pequeño villorrio sirve de albergue a los escasos pastores de Rimos cuando las inclemencias del clima no les otorgan tiempo suficiente para regresar a sus hogares, casitas de roca de una sola habitación agrupadas a orilla del único sendero que se aventura hasta esos lugares. Osado sendero que continúa hasta casi desvanecerse, volviéndose menos que un sendero, una huella, que solo un exiguo uso evita que desaparezca, el uso que le da una persona que vive autoexiliada en las montañas. Una mujer llamada Hilena, la cual ya siente asco de la omnipresencia y control de Cízarin en Rimos y de la desesperante pasividad con que las personas lo aceptan como algo normal, sin que ni siquiera sus gobernantes consideren la emancipación como un derecho ganado. Aunque su huida no solo es producto de su espíritu subversivo y su naturaleza renuente a los lujos, más bien fue gatillada por el hecho de haberle roto la mandíbula a un soldado de Cízarin que tuvo la ingenua ocurrencia, dentro de su estado de intemperancia, de que su autoridad alcanzaba para dominar sobre ciertas partes de la anatomía de la mujer, la que no lo pensó demasiado antes de romperle un grueso jarrón de arcilla en la cara seguido de algunos puntapiés antes de que la tomaran para llevársela del lugar. Siendo cada vez más difícil de controlar su descontento con el escaso amor patrio de su pueblo, y de soportar las atribuciones cada vez más osadas por parte de la milicia de Cízarin, optó por alejarse con la esperanza de que en algún momento la mecha de la revolución se encienda en Rimos. Ahora vive en un pequeño templo abandonado hace mucho, dedicado a los antepasados, cuando estos eran aún recordados, es solo una habitación de madera que la mujer ha restaurado de a poco y con los medios a su alcance, hasta hacerla habitable. Está sobre una pequeña loma dividida en su centro por una escalera de piedras que acusa longevidad y abandono, derrumbada a trechos y colonizada por la hierba, cerca de la vertiente de agua que pasa por ahí en su camino hacia Rimos, donde seguramente antaño los peregrinos calmaban su sed. El entorno que rodea el templo ha sido usado como huerto. Una yegua sin ataduras pasta apaciblemente unos metros más abajo, sus orejas se mueven al oír pasos que se aproximan. Es Hilena quien llega, trae un arco en su mano y algunas flechas, además de un morral en su espalda que parece pesado, seguramente con alguna presa recientemente cazada, al pasar junto al animal este levanta la cabeza para recibir una fugaz pero afectuosa caricia luego la vuelve a bajar para seguir hurgueteando el terreno. La mujer se acerca a la vertiente para refrescarse, dejando los bultos que carga en el suelo, pero antes algo llama su atención, una paloma color grafito come ávidamente en el poste que ella a preparado a los pies de la escalera de piedra con agua y comida, precisamente para sus palomas cuando vuelven hambrientas y sedientas a su hogar, se acerca y toma entre sus manos a la dócil ave, esta trae un diminuto tubo de madera cuidadosamente atado a su pata con un mensaje en su interior. Para alguien que conoce a sus palomas es fácil adivinar la procedencia de tal mensaje, y esta no viene de muy lejos, es una de las aves que le entregó a su padre, Aregel Camo. Es interesante saber que ni ella ni su padre dominan ese exótico y complicado arte de la escritura, por lo tanto los mensajes solo constan de símbolos previamente acordados, usados generalmente por soldados, que, aunque incapaces de expresar ideas demasiado detalladas, sí son muy útiles para transmitir recados simples y precisos, como el donde y cuando de una reunión.



León Faras.

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