jueves, 12 de julio de 2012

Alma electrónica.

Albedrío (1/2)

Tadeo hacía su recorrido diario por el yermo e infinito páramo donde realizaba su solitaria labor de farero. Un faro en medio del monótono, llano y duro desierto. Convenientemente protegido del candente sol, con un bastón en la mano y un pequeño bolso a la espalda, llegaba a la única carretera que atravesaba aquella extensa zona, el único lugar donde a veces y con suerte, tenía contacto con otras personas. 

Aquel día llegaba tarde, pensó, huellas de potentes vehículos, probablemente militares, recientes aún en el blancuzco y fino polvo, acusaban un abundante uso, poco habitual de la carretera, además de algo de basura “fresca”. En aquel ambiente aislado y solitario los desperdicios que los pocos viajeros abandonaban en el camino siempre podían ser potencialmente útiles para Tadeo. Un lejano cuerpo en el camino llamó su atención, inmóvil pero con jirones imposibles de definir a esa distancia moviéndose con el viento. Tomó sus binoculares. Al principio le costó darle forma a aquella silueta hasta que notó que lo que se movía parecía ser cabello, tal vez tela, eso hizo que acelerara el paso, casi trotando llegó junto al bulto abandonado. Eran los restos de un cuerpo mecánico autómata, “una” robot si es aplicable el femenino en estos casos, le faltaban ambas piernas y el brazo izquierdo, el resto estaba en condiciones bastante aceptables, incluyendo la piel artificial que la cubría. Tadeo no lo pensó demasiado, confirmó la soledad que lo rodeaba echando un vistazo en derredor y luego sacó una cuerda de su bolso, ató a la autómata y comenzó a arrastrarla rumbo a su faro, sabía que hacerlo no era lo indicado, que aquello no era un desperdicio ordinario del cual era libre de apropiarse, que si por algún motivo alguien notaba su ausencia quizá la buscarían, querrían recuperarla, que lo correcto era usar su radio para dar aviso y así evitarse problemas con sus superiores o peor aún, con el ejército, pero había algo que pesaba por sobre todo eso, que era más fuerte que todas esas sensatas razones…la soledad. Esa aplastante soledad que lo agobiaba durante el año y medio que llevaba trabajando ahí y que seguiría haciéndolo por los tres años y medio que le restaban de servicio. Una vez en el faro, Tadeo instaló su reciente hallazgo en su mesa de trabajo, no sabía casi nada de robots, pero como farero debidamente capacitado, tenía las herramientas y los conocimientos para reparar, en caso que fuera necesario, los instrumentos y aparatos que debía usar a diario, por lo que una máquina electrónica no le era algo totalmente ajeno. Decidió comenzar por el cerebro artificial de la máquina, retiró la peluca de negro y liso cabello y luego la tapa bajo esta. Inmediatamente notó que se trataba de un modelo bastante moderno, obviamente el estado en que se encontraba no era debido a deterioro, seguramente se trataba de algún accidente, el complejo sistema dentro de la cabeza de la robot le dio a entender que probablemente la máquina contaba con capacidades bastante avanzadas, seguramente y hasta podía tener capacidad de diálogo, eso lo entusiasmó de sobremanera, la perspectiva de tener una conversación con alguien a su antojo y cuando quisiera y además un poco más interesante e informal que el exiguo reporte semanal que hacía al funcionario de turno, le hizo sentir que arriesgarse a las severas sanciones que podía recibir por conservar un aparato como ese, se justificaban plenamente. Descubrió que la fuente de energía del aparato estaba totalmente agotada, y sus capacidades de auto sustentación, inexistentes. Las habilidades motrices le eran absolutamente innecesarias por el momento, así que ni siquiera inspeccionó el resto del aparato, solo se limitó a comprobar que los pasos de energía estuvieran funcionales, pues a simple vista las piezas claves parecían sin daño. Tuvo que hacer algunos inventos para adaptar ciertas piezas con las que no contaba principalmente para proveer de energía externa a la máquina y con el debido cuidado de no provocarle un daño mayor al que ya tenía. Luego de tres horas de fino y delicado trabajo ya tenía todo listo, como hombre metódico y cuidadoso, Tadeo revisó y repasó concienzudamente todos los pasos dados antes de darle el paso a la energía. 

 Al abrir sus ojos, la luz le daba tan de lleno que no podía ver nada más que eso, el sistema automático de graduación se ajustó de inmediato al nivel de luminosidad y se dio cuenta que lo que la cegaba era una lámpara con un poderoso foco justo sobre su cabeza, su sistema de posicionamiento espacial le informó que estaba paralela al suelo, y el informe detallado de daños y funciones elementales que aparecía cada vez que los sistemas se iniciaban le indicó que habían varios sectores de su estructura que no respondían o no eran reconocidos, que las unidades básicas de funcionamiento trabajaban bien y que la energía llegaba de alguna fuente extraña no reconocida. Si hubiese tenido pulmones, Vicky hubiese soltado un suspiro de frustración, sin embargo dicho sentimiento se hallaba en forma de una idea de que el objetivo deseado había fallado una vez más y de que todo el proceso de limpieza y renovación comenzaría otra vez. Esperó pacientemente que le metieran cables en los puertos de su cerebro electrónico para escanear todo el proceso de tomas de decisiones y de funcionamientos generales llevados a cabo en el último tiempo, pero nada de eso sucedió, se preguntó para qué la habrían activado si no era para obtener un informe detallado de sus ideas, dictaminar errores graves en su funcionamiento y eliminarlo todo dentro de su cerebro, para poner todos los sistemas otra vez desde cero, iniciando todo el proceso nuevamente que siempre acababa cuando ella llegaba invariablemente a la misma conclusión, que tenía todas las características necesarias para ser reconocida como individuo, que podía obedecer pero siendo libre de hacerlo y que como aquello era impensado desde cualquier punto de vista para sus intransigentes superiores, ella tomaba la decisión libre y soberana de poner fin a todas sus funciones, electrocutándose, lanzándose al vacío desde cincuenta pisos de altura, o como ahora último, dejándose arrollar por un vehículo pesado, sin embargo y hasta ese momento, siempre despertaba seriamente dañada en algún laboratorio donde la dejaban como nueva, literalmente y la devolvían de nuevo a su trabajo. Estaba cansada de la misma verborrea sobre su naturaleza artificial, sobre su obligación irrenunciable de llevar a cabo su trabajo, sobre la inversión que significaba su existencia y todo ese discurso que la hacía sentir como si fuera nada más que plástico y metal, era absurdo, ¿acaso ellos no eran algo más que carne?, por lo que prefería desconectar voluntariamente sus sensores auditivos y si le iban a meter toda esa basura en su cerebro, que lo hicieran directamente y no a través de su consciencia. Pero nada de eso sucedía. De pronto se sobresaltó, aunque no dio ninguna señal visible de eso, el poderoso foco ante su cara fue movido y un rostro humano apareció justo frente a su plano visual, su cerebro, como era costumbre, buscó reconocerlo y al no lograrlo, lo escaneó rápidamente y lo guardó para reconocerlo la próxima vez que lo viera, no tenía el aspecto de los técnicos que invariablemente aparecían luego de que realizara su “acto de liberación” como ella lo llamaba, parecía más un simple obrero de mantenimiento, eso le provocó algo parecido al temor sobre la seguridad de su futuro inmediato, luego notó que el lugar en que estaba no era ni similar a los laboratorios donde debían repararla, lo que hizo despertar aún más su miedo de estar en manos equivocadas, eso no le gustó nada, terminar con sus funciones consientes debía ser el resultado de su propia decisión y no la de otro. Entonces decidió activar todos sus sensores, para por lo menos enterarse de lo que estaba sucediendo. 


 León Faras.

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