V.
Nila había partido antes del alba
hacia Cízarin y a esa hora del medio día ya tenía ante sus ojos el cerro a cuyo
rededor se encontraba la ciudad, rodeada de innumerables kilómetros de tierras
cultivadas, donde hombres sonrientes trabajaban la tierra al sol, mujeres cargaban
semillas en sus delantales y decenas de carretas se desplazaban con la gran
variedad de productos que esa tierra fértil podía ofrecer. Mientras se acercaba
la muchacha podía oír a dos hombres que discutían acaloradamente al parecer por
no poder acordar el precio más conveniente de una carga de grano, Nila pensó en
lo absurda que sonaba aquella discusión, con el fantasma de la guerra sobre sus
cabezas, luego, revivió su propia infancia al divisar un par de niños que
jugaban entre los pastizales mientras su madre trabajaba cerca de ahí en la
cosecha de legumbres. Sintió que el peso de la información que cargaba estaba
tomando su real volumen, la culpabilidad de no prevenir a esas personas, no
tanto porque fueran su pueblo, si no porque eran inocentes se le estaba
haciendo cada vez más palpable, ellos eran los que más sufrirían sin ser
creadores ni participantes de la batalla que se avecinaba, todo lo que veía a
su rededor era acompañado de un final inminente en su interior, los bellos
campos serían quemados, muchos niños morirían y los que no, llorarían junto a
los cadáveres de sus padres, los sobrevivientes huirían despavoridos sin saber
adonde ni por qué. Una mujer se acercó a la jinete que llegaba e interrumpió
los angustiantes pensamientos de esta, amigas desde niñas, la mujer la
reconoció apenas la vio, llegó con una sonrisa amplia, disfrutando plenamente
de un encuentro retardado varios años, en cambio Nila solo se angustió más al
verla, la mujer estaba evidentemente embarazada y tras ella un niño de unos
cinco años le miraba aferrado a la falda de su madre, la sonrisa en el rostro
de esta se desvaneció instantáneamente al ver la aflicción de su amiga, Nila se
apeó de su caballo y la abrazó, no podía hacerlo, no podía callar aquello que evitaría
tanto dolor y desconsuelo, “Debes huir de aquí, debes salir de Cízarin antes
del atardecer y llevarte los niños, Rimos atacará al ocaso…” la mujer apenas
digirió la información que le caía atropelladamente y con las preguntas
atoradas en su garganta vio a Nila subirse de nuevo a su animal y apresurar su
ida, solo alcanzó a soltar un par de palabras y oír a su amiga que gritaba mientras
apuraba su carrera “¡llévate a los niños, debes llevarte a los niños!”.
León Faras.
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