sábado, 21 de agosto de 2021

Del otro lado.

 LIV.



Cuando despertó, la luz del sol entraba limpia y cristalina por su ventana, lo primero que vio Laura, fue el pequeño altar armado en su memoria, en la esquina de su cuarto, bajo el espejo. Su retrato estaba ahí, con un candelabro con sus extremidades consumidas enfrente, y dos floreros gemelos montándole guardia, que, aunque lucían vacíos para ella, el espejo y su fragancia los delataba: ambos lucían sus gargantas llenas con los tallos de calas y claveles blancos, que su madre había adquirido en tiempo record gracias a una clienta. Su filodendro también estaba ahí, más sano y orgulloso que nunca, aunque solo podía verlo a través del espejo. Tardó unos segundos más de la cuenta en mirar fuera de su ventana. Su visión se había reducido a una infinita pared oscura ubicada a un par de metros de su ventana, que de alguna manera no bloqueaba la luz aunque ya se había tragado gran parte de la ciudad, y estaba a un paso de engullirla a ella. No sabía si sentir alivio o frustración, pues se había preparado mucho, emocionalmente, para despertar del otro lado y enfrentar de una vez a su verdugo del infierno, y ahora debería hacerlo todo de nuevo. Estaba cansada de este juego del gato y el ratón, cuyo resultado estaba decidido desde un principio y que solo podía dilatarlo hasta que se cortara como queso derretido. Se encaramó sobre su ventana y con un mínimo esfuerzo se puso de pie, sacando la mitad de su cuerpo hacia afuera, quedando sujeta con una mano del marco, como un marino que divisa tierra desde la parte más alta de su barco, desde allí, un suave brinco sería suficiente, después de todo, se había preparado mucho para eso y ahora casi que se sentía decepcionada de tener que esperar un día más. Cerró los ojos, flectó las rodillas un poco y entonces el maullido de un gato la detuvo, estaba ese gato plomo de nombre inapropiado parado tras ella, como cualquier mascota exigiendo que se le alimente o dejando en claro que necesita salir a hacer sus necesidades, y como casi cualquier mascota lo haría, lo hacía en un momento de lo más inoportuno. Laura lo miró perpleja, pero su expresión se redobló, cuando de un segundo vistazo rápido al espejo de la pared, comprobó que, al igual que ella, el animal tampoco se reflejaba allí. La muchacha bajó de la ventana, su acto de valor suicida podía esperar, “¿Pero qué diablos haces tú aquí?” Preguntó, como si de verdad esperara una respuesta de parte del felino, pero solo obtuvo su indiferente y pretenciosa mirada, luego, acuclillándose, agregó, “¿Qué quieres…? ¿Qué eres…?” Entonces sucedió aquello que en lo más profundo de su corazón ya se temía, el gato le habló: “Tú sabes lo qué soy.” Sucedió en un momento en el que no lo estaba mirando, por lo que no pudo ver cómo lo hizo, pero lo oyó perfectamente, con un agradable tono de voz masculina y todo, tanto que la chica se fue de espalda con los ojos como platos, hasta chocar con la pared bajo la ventana, y por suerte que esta la contuvo a pesar de ser ella un espíritu o hubiese salido volando directo a la pared oscura, “¡Esto no puede ser...! ¿o sí?” Preguntó espantada a un gato que se acicalaba el trasero con insolente desparpajo, y que luego se puso de pie para dirigirse a la puerta, y con un desganado maullido solicitarle que la abriera, pero un maullido, entonces la voz se la había imaginado, aquello era posible, llevaba mucho tiempo sin que nadie le hablara o siquiera oír la voz de otro ser humano, y algo así ya le había sucedido antes, sobre todo cuando se encontraba en duermevela y los sueños podían mezclarse con la realidad, pero eso era cuando estaba viva, ahora no estaba tan segura. Se puso de pie y caminó hasta la puerta, apenas la abrió el gato salió, Laura se quedó ahí echándole un vistazo al altar que su madre le había preparado y a la pared negra que pacientemente la esperaba afuera, solo a ella… “Sígueme” Volvió a oír y esta vez estaba segura, ese gato le había hablado de nuevo, y la esperaba ahí para que le siguiera. El felino se dirigió hasta la entrada de la casa y se quedó allí para que le abrieran la siguiente puerta, Laura lo siguió suspicaz, como cuando sorprendes a alguien conocido en acciones sospechosas, “¿Desde cuándo que puedes hablar?” El gato ignoró la pregunta, y solo la miró impaciente para ver por qué diablos no abría la maldita puerta todavía, “¿Eres como un ángel o algo así?” Preguntó la chica mientras giraba la manilla. La puerta se abrió, el felino salió y Laura se rechazó a sí misma su última sugerencia agitando una mano como si espantara una mosca, luego de recordar la imagen de su amigo en posición contorsionista lamiéndose el trasero, muy poco digna de un ser celestial. Urano dio un brinco y pasando entre los fierros de la valla, aterrizó en el suelo, varios metros más abajo, pero sin apenas inmutarse, la chica lo siguió con toda la gracia y experiencia que había acumulado hasta ese momento, “¿Eres una especie de espíritu protector?” Insistió con una astuta sacudida de sus cejas, pero el gato se detuvo de golpe para echarle una mirada como si lo que acababa de decir era un inconcebible y absoluto disparate, Laura también se detuvo, un poco pasmada, ella solo estaba lanzando ideas al aire, y no todas tenían que ser geniales, pero un gato que hablaba no podía ser solo un gato. Caminaron en dirección contraria al rayo de luz oscura, que ya parecía una gigantesca torre elevada hasta el mismísimo firmamento, y más allá, donde la ciudad se volvía menos urbanismo y más vertedero improvisado, “Solo hablas cuando te da la gana, no sé por qué te sigo” Se quejó la chica, Urano continuó con su trotecito soberbio hasta la desembocadura de una alcantarilla muy vieja en la que se introdujo decididamente. Laura echó un vistazo dentro, podía intuir el olor que había ahí y no debía ser muy agradable, aunque por otro lado, qué más daba un poco de porquería para una chica muerta. Se adentró con cautela, pero pronto el gato desapareció y le habló desde la oscuridad, “Ven” A pocos metros de avanzar, la oscuridad era absoluta, “¿Eres fruto de mi imaginación?” Sugirió la muchacha mientras caminaba con una mano pegada a la pared, “Algo así…” Respondió Urano. La chica no estaba muy convencida de lo que hacía, pero aun así siguió, “Creo que sí, porque ahora te oigo dentro de mi cabeza…” Y luego de unos segundos, agregó, “...como a Pepe Grillo” “Pepe Grillo era la conciencia, no la imaginación” La corrigió el gato, “¿Eres mi conciencia?” Replicó Laura de inmediato, Tenía la necesidad de hablar para disipar la incomodidad de estar arrastrándose por una alcantarilla en completa oscuridad, “No lo creo. Puedes detenerte” Laura obedeció, aunque el silencio y la oscuridad absoluta eran inquietantes, “¿Quién te puso ese nombre tan… raro?” Continuó la muchacha después de unos pocos segundos de incómodo silencio, “Tú lo hiciste…” respondió el gato, e inmediatamente agregó, “Siéntate.” Laura protestó como si hubiese sido insultada de alguna manera, “¡Yo jamás te pondría un nombre tan feo para un gato!” “Lo hizo tu subconsciente ¿Quieres sentarte de una vez?” Laura comenzó a tantear el piso para sentarse, “¿Eres mi subconsciente?” Preguntó curiosa, “Supongo que sí…” Respondió el gato, e iba agregar algo, pero la chica lo interrumpió impulsiva, “¿Y de dónde diablos mi subconsciente sacaría un nombre tan malo para un gato!” “¡Eso qué diablos importa!” Casi gritó Urano, “Ahora, cierra los ojos” Le ordenó. Para Laura, en ese sitio, no había absolutamente ninguna diferencia entre tener los ojos abiertos o cerrados, pero obedeció, “Dime una cosa, Subconsciente, ¿Cuánto mide la cumbre más alta del mundo?” Recordaba haberlo estudiado hace años, pero ya lo había olvidado por completo, “8.849 metros” Respondió Urano sin esfuerzo, y agregó, “Necesito que te duermas” Pero la chica estaba demasiado emocionada, “¡Diablos, entonces tú recuerdas el rostro del que me disparó en el autobús!” El gato respondió que no, y ella quiso saber por qué, “Porque no puedes recordar algo que no ves, y aunque pudiera, ¡qué más da! Ahora duérmete” Laura había perdido todo su entusiasmo de repente, “Pero si lo hago, despertaré en mi cuarto por la mañana y todo habrá acabado” Su voz sonó como la de una niña que no quiere jugar para no ensuciar su vestido, la del gato, en cambio, sonó áspera y un poquito burlona, “¡Pero si estabas a punto de lanzarte por la ventana!” Luego de varios segundos, la chica susurró, “No había hablado con nadie hasta entonces…” Luego de un rato, la voz de Urano sonó más conciliadora, “Duérmete, solo será un momento. De verdad” Laura aceptó eso, después de todo, no hablaba con nadie, solo era ella. Se durmió.



En ese instante, los ojos de Jeremías se abrieron de golpe en la total oscuridad de su agujero, “¡La encontré!” Exclamó, y luego de cerciorarse de que sus propias palabras fueran ciertas, se puso de pie y salió corriendo.


León Faras.



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