sábado, 28 de agosto de 2021

Del otro lado.

 

LV.



Jeremías caminaba con paso decidido rumbo a la ciudad, como a quién le han encargado una misión importante, más adelante, dos perros callejeros que se disputaban un botín hallado en la basura, tuvieron que dejar de lado sus conflictos y separarse cuando el viejo pasó entre los dos sin la menor consideración, ante el desconcierto de los animales que no comprendían cómo tal ser humano, sin olor a humano, podía existir. Una vez en la ciudad, tomó el camino que siempre acostumbraba a seguir, sin embargo, en determinado momento, el viejo comenzó a aminorar la marcha paulatinamente igual que los camiones cuando van cargados, hasta finalmente detenerse, aunque no sabía por qué, solo había sentido una necesidad imperiosa de dejar de avanzar y ahora no se atrevía a poner un pie delante. Se giró lentamente hacia la derecha e inexplicablemente sintió cómo su cuerpo toleraba eso y podía continuar. Con algo de recelo tomó el nuevo camino, pero cuando quiso retomar su antigua ruta, nuevamente una sensación muy extraña lo obligó a parar, era como un sentimiento profundo e inexplicable de rechazo a no sabía muy bien qué, pero no quiso tentar a lo desconocido, y prefirió volver a girar a la derecha, hacia donde sus entrañas parecían estar de acuerdo. Tardó bastante más de lo que acostumbraba, pero finalmente llegó a la casa de Olivia, donde golpeó la puerta con entusiasmo y luego de dos segundos, volvió a hacerlo pero cabreado, como si llevara mucho rato esperando afuera. Era más de mediodía. La bruja abrió la puerta de golpe, como si pretendiera dar un portazo en sentido inverso, estaba un poco mosqueada también por la insistencia, no se sorprendió de ver a Jeremías ahí parado, su forma de aporrear las puertas era característica, “¡La encontré!” Le gritó el viejo con una sonrisa muy poco habitual en él, suficiente como para que la bruja dudara de su cordura, “¿Encontraste qué?” Replicó la mujer. La sonrisa del viejo se apagó como una brasa en el aire, “A la chica, la que buscabas conmigo hace unos días” La bruja echó un vistazo, como si pretendiera ver a Laura parada por ahí, en alguna parte, obviamente, no vio nada, “¿Y dónde está?” Preguntó sin soltar la puerta ni invitar a pasar al viejo, su respuesta fue desconcertante, pero su gesto era convincente, “Está dentro de mí…” Olivia quiso balbucear algo, pero no salió nada inteligible de su boca, el viejo continuó, “¿Recuerdas cuando te pedí ayuda para saber de mi familia? Entonces me dijiste que yo tenía un don, un don para hallar personas, pues eso es lo que hice” La bruja recordaba eso, pero ese don no funcionaba así, no funcionaba solo, además, una cosa era encontrar el paradero de alguien en particular, y otra cosa muy distinta era… “¿Cómo que la tienes dentro de ti?” Preguntó con gesto que, más que de duda, parecía de indignación, sin embargo, según el razonamiento de Jeremías, no había razones para que dudaran de él, “¿Y para qué diablos crees que yo querría venir hasta aquí inventándome semejante excusa?” Eso era cierto, aunque las dudas de la bruja estaban basadas en su sanidad mental, partiendo de que era un muerto que no aceptaba ni admitía su flagrante condición de muerto, pero, en lo que respectaba a Laura, no tenía ni una sola pista en la que poder avanzar, así que decidió darle una oportunidad, “Ven, pasa, vamos a hacer una prueba…” Y se dirigió a su cocina donde comenzó a amontonar frascos y pocillos frente a ella, que de inmediato pusieron en guardia al viejo, quien ya se intuía lo que la bruja estaba haciendo, “¡No, no, no! Ni se te ocurra que me vas a dar de beber de ese destilado de mierda otra vez, ¡Esa porquería sabe como el culo de un sapo!” Olivia lo miró con el ceño apretado, como a la cosa más inusual del mundo, la verdad era que no debería saber tan mal para un muerto, quiso replicar algo pero Jeremías se le adelantó, “Puedes creerme si quieres, o no, yo solo cumplo con avisar y me vuelvo por donde vine” El viejo amenazó con irse, pero la bruja lo detuvo, “¿Pero estás seguro de lo que dices?” Y se acercó para examinarlo de cerca, como un dermatólogo que busca una forma muy específica de grano, “¿Puede verme? ¿Me escucha?” El viejo la miró como si quisieran besarlo sin su consentimiento, “¿Y yo cómo diablos voy a saber eso!” Le espetó, indignado, como si lo estuvieran reprendiendo por algo que no ha hecho, y agregó “Ella me buscó a mí, supongo que sabrá lo que hace, ¿no?” La bruja no estaba del todo convencida, de hecho lo miraba con algo de pena en los ojos, como se le mira a un abuelo con demencia senil, “No me crees, ¿verdad?” Aseguró el viejo, “Supongo que sí…” Admitió la bruja, poco convincente, “Tal vez si…” Iba a agregar algo, pero su teléfono comenzó a sonar, era el padre José María, lo que le dijo también era desconcertante, pero con un tono de voz convincente, le dijo que había tenido una aparición en su iglesia durante la noche, la aparición de un ángel, un ángel llamado Julieta, también le dijo que había pensado en llamarla antes, pero había sido una noche muy rara, y ni él mismo estaba completamente seguro de lo que había visto, “¿Un ángel? ¿Estás seguro?” Preguntó Olivia con extrañeza, e inmediatamente agregó, “¿Cómo sabes que era un ángel?” Jeremías la miraba profundamente interesado, por su parte, José María se pensaba muy bien lo que quería responder, “La chica dijo que había sido enviada por Jesucristo…” Luego de unos segundos de dramático silencio, añadió, “...pero creo que no por el que todos conocemos, sino que por el otro…” La bruja tardó unos momentos, pero al final comprendió la ambigua respuesta, “David” Lo dijo mirando directo a los ojos a Jeremías, como si le hablara a él, este se veía muy preocupado, “¿Crees que puedes confiar en él?” Le preguntó al cura, mientras el viejo le respondía meneando la cabeza de lado a lado con vehemencia, el sacerdote se permitió un largo suspiro antes de responder, “Eso fue lo último que me dijo: Confíe en mí, padre” Cuando Olivia colgó la llamada, se encontraba en medio de un dilema de fe, y esos no eran de sus favoritos. Por un lado tenía a Jeremías, con toda su particular forma de ser, asegurando tener a Laura metida dentro de su cuerpo, sin poder explicarlo o demostrarlo, y por otro lado estaba José María, probablemente la persona en la que más confiaba en el mundo, afirmando que había hablado con un ángel enviado por un Jesucristo que le apuñaló el estómago hace menos de un par de días, “Los ángeles no bajan del cielo para ofrecerte su ayuda” Advirtió Jeremías, con los ojos muy abiertos y un índice enhiesto frente a él, “Lo sé...” Respondió la bruja, al tiempo que cogía sus cosas para salir, “...pero hay que averiguar qué es todo esto y tú vienes conmigo” El viejo quiso poner en duda la necesidad de su presencia, pero la bruja lo agarró de la solapa, “Tú eres el portador, ¿no?” Cuando salieron, el viejo se detuvo apuntando con el pulgar un rincón en la propiedad de Olivia, “¿Por qué no usamos eso?” La mujer miró, junto a la gran cantidad de basura metálica y desperdicios que amontonaba en su patio, bajo un precario cobertizo dormitaba un vehículo de aspecto anticuado, facha polvorienta y el blanco de los dientes de un vaquero. Como todos los demás cachivaches apilados, había sido un regalo en agradecimiento por un trabajo bien hecho, que lo mismo podía llevar cinco años tirado allí que diez, la bruja no lo recordaba bien. Era un Nissan Tsuru del 86 que Olivia no había tocado nunca pero que, estaba segura, había llegado andando. Jeremías le echó un vistazo a los neumáticos que estaban en condiciones, no óptimas, pero en condiciones, “Oye, no creo que ese cacharro funcione” Se quejó la bruja mientras el viejo abría la tapa del motor sin decir una palabra, como un profesional que no necesita de segundas opiniones, con un trozo de fierro tirado en el suelo, puenteó la batería y esta le respondió con un chispazo que le hubiese chamuscado los dedos de no ser el viejo un muerto andante, aun así lo hizo soltar el fierro con una velocidad sorprendente, luego le lanzó una mirada a la mujer como diciendo “Este muchacho aún respiraEnseguida preguntó por las llaves, Olivia suponía que estaban en alguna parte dentro del vehículo, de hecho, ni siquiera había que buscarlas, estaban puestas en el contacto, el viejo la giró, y luego de un par de intentos el motor arrancó tosiendo y escupiendo una gran nube de humo negro acumulado por años. La bruja estaba sorprendida, “Mi hija me enseñó una o dos cosas sobre estos fierros” Explicó el viejo, mientras bajaba el capó y luego se dirigió al asiento del copiloto, “Tú conduces” La bruja protestó, “¡No he conducido desde que tenía diecisiete años!” Jeremías la miró inexpresivo, dejando en claro que él llevaba muchos más años sin hacerlo, “Ponte el cinturón” Advirtió Olivia, mientras metía la primera marcha, el viejo le echó una mirada petulante, “¿Acaso crees que un muerto puede volver a morir?” La bruja lo miró como si le acabaran de jugar una broma de muy mal gusto, “Entonces, sabes que estás muerto” El viejo miró al frente, el parabrisas estaba cubierto de una película de polvo, “Por supuesto, no soy ningún tarado…” Respondió, y luego de unos segundos añadió, “...es solo que nunca me he sentido como uno.”


León Faras.

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