lunes, 14 de marzo de 2022

Lágrimas de Rimos. Segunda parte.

 

XLI.



Faltaba una hora para el amanecer y Nazli seguía atendiendo heridos que no paraban de llegar, aunque hace rato ya que buscaba una oportunidad para largarse, en ese momento, un soldado traía tomado por debajo del hombro a su sargento gravemente herido, mientras pedía ayuda con insistencia. El hombre, de unos cincuenta años, poseía un respetable estado físico y una cabellera intacta, aunque muy encanecida. La chica revisó la herida, una profunda puñalada en la parte baja del pecho sin salida por detrás, podía tener suerte si resistía lo suficiente sin desangrarse por dentro o infectarse por fuera. Debería suturarla, las mujeres tenían algo de algodón y agujas como para coser sacos, pero lamentablemente ya no les quedaba nada para minorar el dolor, solo un trozo de madera forrado en cuero para morder. El sargento, luego de mirarla largo rato, finalmente le habló, “Me alegra ver que estás bien y que estás aquí para ayudarme” A Nazli su voz y su cara le resultaron familiar, pero era un Cizariano y ella no conocía demasiados Cizarianos, hasta que de pronto se iluminó, aquel era el soldado que la había liberado del viejo caníbal que pensaba devorarla hace algunas horas y ahora podía devolverle el favor. La chica solo le respondió con una suave sonrisa, antes de ponerse manos a la obra con una mano firme y segura. Un veterano soldado se acercó al sargento, “Será una bonita cicatriz para presumir, ¿eh, señor?” Le comentó, al tiempo que le alcanzaba un trago de aguardiente de una vasija que portaba para repartir entre los heridos, el sargento, que resistía estoico los pinchazos de la aguja en su carne viva, recibió el licor con infinito agrado, “Sí…” Dijo, con los dientes apretados “Esta será una de las buenas” Luego compartieron algunas ideas y experiencias brevemente, para distraer la mente del doloroso trabajo de la muchacha, fue en eso en que el sargento comentó que había sido herido por un viejo manco, Nazli dejó de suturar por un segundo, pero inmediatamente fingió que algo le molestaba en los ojos, y luego de restregárselos, continuó. El sargento también, “…Fue mi culpa, no debí subestimarlo. Creí que no daría problemas, pero resultó ser increíblemente hábil con la espada, para un hombre de su edad, además que cubría todos mis ataques con el muñón sin que pareciera molestarle siquiera… no parecía un ser humano” Sin duda alguna estaban hablando de Gabos, tal vez el viejo seguía vivo después de todo. Apenas terminó, la chica llamó a la servicial, pero poco apta para la enfermería, Arlín, para que cubriera la herida con Hierba del Soldado y la vendara, ella tenía otros asuntos que atender, y esos incluían largarse de allí, pues aquel no era su sitio. Había observado algunos arcos y flechas abandonados por sus malheridos dueños que podía coger antes de irse, pero al hacerlo, un soldado en la puerta la detuvo, Nazli desprendía un aire a inocencia y esa no era una buena noche para que una chica así vagara por las calles oscuras, pensó en inventar algo como que necesitaba más vendas o algo así, pero alguien más habló por ella, “No se preocupe por ella, señor, sabe defenderse muy bien, créame, además, hay personas de las que no sabe nada y de seguro está muy preocupa… como todos, señor.” Nazli se volteó con lo ojos más grandes que tenía, el que hablaba era nada más ni nada menos que Váspoli, usando sus enormes incisivos esta vez, para convencer al soldado con un amago de sonrisa lastimosa que funcionó gracias a que hace rato esa zona estaba tranquila, la guerra se había movido a otro sitio, la lluvia parecía querer amainar y a juzgar por el color del cielo en el horizonte, pronto amanecería, “Está bien… pero ten cuidado” Aceptó el soldado.



La tupida y violenta lluvia se había convertido en una llovizna de gruesos goterones como en un techo con muchas goteras. Cransi y los mellizos llegaron hasta las inmediaciones del Decapitado, las últimas casas y callejones antes del palacio real, como en casi todo Cízarin, no había ni una sola lumbre que iluminara donde estaban, sin embargo se oía algo de vez en cuando, el choque esporádico de un par de espadas solitarias y algún que otro murmullo humano. Éger dejó su escudo en el suelo y le pidió a Cransi que le ayudara a subir a un tejado. El cielo comenzaba a abrirse, como había anunciado el viejo Prato, pronto amanecería y la lluvia se detendría finalmente. Había un gran numero de soldados allí, pero solo estaban reunidos como espectadores, estaba seguro de que, por su elaborada armadura, uno de ellos debía ser Siandro, rey de Cízarin, pero salvo por el ruido de espadas que chocaban, nadie luchaba contra nadie, “Están observando un duelo” Dijo el mellizo sobre el techo, pero aunque todos tenían la misma curiosidad, no podía ver quienes luchaban, “Hay que acercarse, seguro hay uno de los nuestros ahí que necesita nuestra ayuda” Señaló Cransi, poniéndose en marcha nuevamente.



¡Oh, pero si es el gran Motas! Dime algo… ¿Cómo un hombre puede ser recordado por su bravura con semejante nombre?” Se burló Féctor, posicionándose en medio del patio. Por órdenes de Zaida, ella, el rey y varios de sus soldados se dirigieron hacia la entrada del palacio, donde podían guarecerse de la lluvia, la que claramente ya estaba en franca retirada, y acercarse a los braceros que permanecían encendidos, los que se habían vuelto enormemente decisivos para ganar la batalla, aunque los propios inmortales de Rimos no lo supieran aún. “Tú serás recordado solo como el Traidor, y yo, como el que te cerró la puta boca llena de mierda que tienes, arrancándote la cabeza con mi espada” Respondió Motas, acercándose decidido a enfrentar al traidor, sin importarle la multitud de soldados Cizarianos que le rodeaban, mientras sus compañeros, Trancas, Lerman, Rino y Gánula se quedaban parados, confundidos, sin poder entender por qué un par de sus camaradas montaban semejante show para entretención y deleite del enemigo al que deberían enfrentar. Motas dejó caer su enorme espada en vertical sobre Féctor con brutal ferocidad, una y otra vez, mientras aquel la esquivaba con saltitos ágiles dignos de un experimentado púgil que se sabe inferior en fuerza pero no en destreza, esperando a que el viejo con su desmesurada espada se agotaran, y entonces le atravesaría el cuello de lado a lado con Malagonía, lanzándole de vez en cuando rápidas estocadas que lo mismo divertían a su público, que enfurecían a su rival. En medio de ese juego estaba Féctor, cuando los ojos de Motas delataron que algo interesante estaba a punto de suceder a sus espaldas. Se giró sobre sí mismo en el mismo momento en el que una maza de hierro caía sobre donde hace un segundo estaba su cabeza, lanzando al mismo tiempo un corte de su espada completamente instintivo, practicado una infinidad de veces, directo a donde debía estar el cuello del enemigo al que apenas había visto por una fracción de segundo y solo por el rabillo del ojo. Motas gritó un largo y desgarrador “¡Noooo!” Mientras la cabeza de Cransi se desprendía de su cuerpo, el que era arrastrado al suelo por el peso de la maza y la inercia de su golpe. Féctor también estaba sorprendido de ver la cabeza del joven Cransi rodar por el suelo, su reacción había sido automática, letal y contra alguien que no estaba precisamente en su lista de los inmortales a los que quería derrotar para su gloria. Con la misma cara vio como Siandro festejaba aquel movimiento dando palmaditas.


León Faras.



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