viernes, 4 de marzo de 2022

Los Condenados.

 Odregón.



Sexta parte.



Quci tenía una gran fortaleza ahora, ahora que comprendía que no podía sentir miedo porque no había nada a qué temerle. Nunca había podido sentir miedo, propiamente tal, pero sí todas sus limitaciones programadas artificialmente en el fondo de sus circuitos, que parecían tan importantes antes pero que ahora no valían para nada. Ahora su verdadero temor era perder la vida de aquellos humanos. Quci se acercó hablándole al chupa-sangre en el enrevesado idioma sacerdotal, diciéndole lo que había visto y que sabía lo que había estado haciendo el último tiempo, el humanoide pareció confundido, inclinando la cabeza como los perros que intentan descifrar el extraño lenguaje de sus amos, pero no por el lenguaje en sí, sino por no entender la verdadera naturaleza de aquella criatura, tan parecida pero tan diferente. El chupa-sangre respondió con una corta frase y un potente escupitajo a la cara del androide, el cual no se detuvo hasta que la mano del vampiro le atenazó el cuello con increíble fuerza. Vilma, quien aún luchaba por quitarse el pegote de la cara sin arrancarse parte de esta, era rodeada por Marcus y Caín que con sus armas listas procuraban mantener a distancia a los saltamontes carnívoros que no parecían mostrarle respeto alguno a los seres humanos ni a sus armas, hasta que se escuchó un golpe y algo que se descuajaba como una rama seca. El brazo del chupa-sangre pendía aún agarrado del cuello de Quci, desprendido por el codo de su legítimo dueño, quien parecía más haber recibido una desagradable ofensa que una mutilación, la que ni siquiera sangraba, por cierto. Luego y ante la incredulidad de Vilma y los muchachos, el androide giró su torso con un movimiento explosivo y le descargó una bofetada de revés a su enemigo que se escuchó como un violento choque de pequeños vehículos, seco y contundente, pero que apenas volteó la cara del chupa-sangre, el que parecía quedarse sin recursos, ya que ni sus escupitajos de pegote, ni su formidable fuerza física surtían efecto contra aquella criatura metálica, cuya naturaleza no acababa de comprender del todo. Acto seguido, Quci se abrazó al humanoide, sujetándole firmemente sus alas pegadas a su espalda y comenzó a caminar con él con paso pesado pero decidido, como si se estuviese adentrando en un mar de brea. El bicho humanoide comenzó a gritar, y a atacar al androide con todo lo que tenía, especialmente con el codo de su brazo completo, golpeando la cabeza de Quci de forma brutal, con intenciones de arrancársela, pero el tiempo no le alcanzaría para tanto. Los saltamontes dejaron a sus presas humanas para atender los gritos de su amo y golpearon el cuerpo del robot con agresividad desesperada y dentelladas inútiles, pero este logró llegar hasta el borde de la plataforma, donde se giró, apoyó el trasero en la barandilla y se dejó caer de espaldas, como un buzo entrando en el mar, con su enemigo impotente atenazado entre sus brazos. Aquello fue increíble, y sucedió en un tiempo difícil de determinar, tan lento y a la vez tan rápido. Vilma y sus compañeros corrieron hasta la barandilla, pero la figura que caía se empequeñeció rápidamente hasta desaparecer y el sonido del impacto nunca llegó a sus oídos debido a la desproporcionada altura de Dilion, “Larguémonos de aquí…” Ordenó Caín.



¿Alguna idea?” Preguntó Vilma, viendo con asco como un trozo de pegote de su cara salía con parte de su ceja; y como no recibió respuesta de inmediato, agregó, “Beatrice y yo no cabemos en los ascensores y allá adentro…” Señaló el interior del túnel, “…hay un enjambre de bichos que bien pueden hacerte pedazos si te atrapan” Caín estaba consciente de ello, “Iremos contigo, encontraremos alguna forma de…” “Oigan…” Lo interrumpió Marcus, “¿Es normal que suceda eso?” Preguntó, señalando un punto donde la intensa luz de uno de los huevos acababa de apagarse. Ninguno de ellos podía responder con certeza, pero todos sintieron la misma mala espina, “Tal vez deberíamos destruirlo antes de que caiga y salgan más bichos de dentro” Sugirió Vilma, a Caín le pareció la mejor idea que había oído desde que llegaron ahí, tiempo el cual, por cierto, no lo tenían nada claro, e iba a dar luz verde para dispararle con el cañón, pero Marcus lucía muy preocupado con la idea, “Se supone que de esas cosas sacan energía para toda la ciudad por años… ¿Han pensado en qué pasa si le disparamos y explota? ¡Podemos volar media montaña!” Caín y Vilma se miraron, la verdad era que aquello sonaba exagerado, pero sonaba más seguro no intentarlo, “¿Y si usamos la grúa para bajarlo?” Sugirió Vilma con cara de dolor ajeno, como si fuera una pésima idea pero que alguien debía mencionar. Con gran alivio para todos, la idea fue rechazada por unanimidad sincronizada; ese no era su trabajo, y meterse en trabajos ajenos nunca acaba bien. Mientras Vilma maniobraba para girar a Beatrice dentro del no muy amplio espacio de la plataforma, Caín se adentró en el túnel para echar un vistazo con su linterna de bolsillo y evaluar la situación, Marcus le seguía de cerca con su arma preparada y la mira pegada al ojo, todo parecía muy tranquilo, “Creo que esa triste linterna que llevas es de más ayuda que cualquier arma dentro de este agujero” Murmuró el artillero, mientras su líder inspeccionaba los alrededores cercanos con su pobre luz, luego este se detuvo y le echó una mirada como si le hubiese dado una gran idea que luego fue reforzada con la aparición de los poderosos focos de Beatrice en la entrada, “Vilma, saca tus herramientas” Ordenó Caín. Al cabo de una hora, le habían retirado tres de los cuatro focos delanteros al vehículo, y los habían adaptado para poder llevarlos encima de este, y poder guiar su luz en cualquier dirección. Caín, de pies atrás, llevaba uno en cada mano, mientras que el otro lo unieron al cañón de Marcus para que iluminara en la dirección que este apuntara. La idea era mantener a raya a los bichos carnívoros con luz, que estaban seguros que no les caía nada bien, y con respecto a la reina, pegarle un cañonazo a la mínima. El resto del plan era solo conducir hacia delante sin parar. Así fue como pasaron del día eterno, iluminado por los huevos de dragón, a la noche sin fin del interior de Dilion.



Más temprano que tarde se dieron cuenta de su error, porque podrían haber salido de ahí sin siquiera hacer ruido, con las luces apagadas y descendiendo solo gracias a la gravedad y a la pendiente del camino, el cual estaba ahora perfectamente despejado de obstáculos, y tanto los bichos, como su reina, en la comodidad de su rincón oscuro, ni siquiera se hubiesen molestado en seguirles, ni menos en atacarles, después de todo, solo eran insectos que se defendieron de quienes les destruían sus nidos, pero lo primero que hicieron los hombres, fue dirigir sus poderosos y molestos rayos de luz directo hacia ellos, como una innecesaria distracción, como una torpe advertencia y fastidiar la paz que hasta ese momento reinaba en el interior del árbol. Los bichos afectados y molestos por la luz enloquecieron y volaron en masa describiendo un gran círculo que esquivaba los rayos de luz para luego lanzarse en picada, como el ataque de un halcón. Muchos de ellos, cegados por los focos, se estrellaban contra Beatrice o contra sus ocupantes, golpeándolos con violencia; sus cuerpos eran duros y más de alguien podía terminar aturdido de un golpe si no se protegía oportunamente. Arriba, en la bóveda de Dilion, permanecía la reina, la que no representaba ningún peligro ni mostraba interés en representarlo, fue entonces cuando esta pareció desprenderse del cielo y caer por el medio del gigantesco árbol hasta el fondo. Así, sin más. Vilma la vio pasar a su lado, agazapada tras los parabrisas de Beatrice, protegiéndose tras ellos de la tormenta de bichos que los azotaba como granizo, arrojado con furia, como la venganza de algún dios invernal. Caín estaba demasiado ocupado lanzando rayos de luz en todas direcciones, pero Marcus también vio el enorme bulto desprenderse y caer, como si un simple rayo de luz hubiese sido suficiente para derribarla, pero pronto verían que no sería tan sencillo, porque lo que había caído, no era más que su gigantesco abdomen, dilatado grotescamente por la incesante producción de huevos a la que se había sometido en el último tiempo, cosa que se había quitado de encima como si de una pesada mochila se tratara, como solo los insectos pueden hacerlo. Ella también podía escupir pegote, pero no lo hacía por la boca, como el chupa-sangre, sino más bien, por un asqueroso conducto en la base de su vientre como una tripa expuesta, la que podía dirigir casi en cualquier dirección, como un cañón. Esto fue lo que los muchachos vieron cuando la reina apareció sobre sus cabezas y les escupió encima para luego desaparecer. Se movía rápido por las paredes, como una araña, y ahora, sin el enorme bulto que cargaba antes, era mucho más proporcionada y ágil. La bola de pegote golpeó el parabrisas de Beatrice, el cual inmediatamente se llenó de bichos adheridos a este apenas estrellarse, como piedras en el fango, lo que dejó a Vilma con muy poco espacio para ver el camino. El escupitajo de la reina era por mucho mayor que el del chupa-sangre. Hasta ahora, el plan de la luz les había funcionado, evitando que los bichos les atacaran directamente, pero no los había librado de recibir varios golpes bastante duros, como si se estuvieran defendiendo de un grupo de boxeadores invisibles, cuyos puños eran muy reales. Resistían, pero no estaban para nada holgados, entonces, la reina apareció sobre ellos, era increíble la agilidad con la que ahora se descolgaba de las paredes. Caín la apuntó con ambos focos de luz, mientras Marcus giraba su cañón para dispararle, sin embargo, la reina lo hizo primero. El disparo de pegote, iba dirigido a la molesta fuente de luz que la cegaba, pero la velocidad del coche, hizo que el impacto lo recibiera el artillero, y por poco lo bota de su torreta, pero al menos logró cubrirse la cara, para cuando el cañón disparó, la reina ya se había ido, y el tiro solo destruyó parte de la estructura más lejana, “¡Mierda!” Se oyó mascullar a Vilma, aun por encima del intenso zumbido que los rodeaba a todos, y fuera lo que fuera no era nada bueno; Beatrice se estaba quedando sin combustible, y aunque la conductora siempre se aseguraba de cargar con bidones con gasolina extra, aquel era un momento de lo más inoportuno. Lo que sí tenían a favor, era la pendiente del camino, que ahora era solo de bajada, por lo que podían mantener una velocidad constante y decente sin forzar los motores del vehículo y así ahorrar combustible,pero no les duraría para siempre, y sin embargo, el asedio parecía no tener fin, y los bichos no paraban de atacar una y otra vez, acompañados de su reina, entonces Caín tuvo una inspiración, un ataque de locura, en realidad, aunque a veces ambas cosas pueden mezclarse y confundirse. Cuando la reina apareció, Caín soltó sus focos, cogió su arma y ante el asedió de los bichos que lo golpeaban como al blanco fácil que era, disparó a la reina todo lo que tenía, gritando como un desquiciado que a perdido la cordura agobiado ante la brutal contundencia de la realidad, Marcus aprovechó la oportunidad, dirigió la luz de su foco hacia ella, y disparó el cañón con el tiro de energía más agudo y concentrado que tenía, “La lanza de Apolo,” al tiempo que veía cómo su líder y compañero, quedaba totalmente suspendido en el aire, casi inmóvil por innumerables milésimas de segundo, soltando sus armas y despegando ambos pies del vehículo, mientras este seguía su carrera dejándolo atrás. El disparo de pegote de la reina esta vez le había dado de lleno, y con tal fuerza, que sumada a la velocidad que llevaba Beatrice, lo había tirado a varios metros de esta. El grito de Marcus hizo que Vilma frenara bruscamente, pero cuando la chica trataba de averiguar por qué debían detenerse en un momento y lugar tan inapropiado, un estruendo la hizo saltar en su asiento: el cadáver de la reina, perforado limpiamente de lado a lado por la lanza de Apolo, acababa de caerle encima del capó, rompiendo el parabrisas de Beatrice con su enorme y dura cabeza, cuyos ojos parecían mirar a Vilma con reproche. Era una gran suerte que no les hubiese caído encima a ellos. Los bichos comenzaban a disiparse como liberados de una obligación irrenunciable a la que estaban sujetos, mientras Marcus corría a ver a Caín, quien semiinconsciente, comenzaba a asfixiarse debido al golpe de pegote que le cubría más de media cara, “No te muevas” Advirtió el artillero, pronunciando con sumo cuidado cada sílaba de sus palabras, mientras abría con su afilado cuchillo una cavidad por la que el líder pudiera respirar, retirando lonjas del pegote que le cubría la boca. En tales circunstancias, el pañuelo en la cara no le había servido de nada. Vilma, luego de cerciorarse de que Caín aún respiraba, recargó combustible, y miró con infinita rabia contenida, el parabrisas destrozado de su querida Beatrice, deseando asesinar una vez más el cadáver de la reina, el que por cierto, no estaba del todo segura como retirarían para continuar su camino, porque era bastante grande. La solución fue un poco repugnante, pero increíblemente satisfactoria para la conductora: Trozarlo.



En el piso, en la base del árbol, se había formado una pequeña laguna de baba con pequeños huevos transparentes dentro, en cuyo interior se agitaba algo marrón y vivo, como renacuajos gigantes, todo aquello salido del pellejo que la reina soltó y que literalmente se reventó con el impacto de la caída. Al salir fuera del árbol, Vilma dobló a la izquierda, “La salida está por allá” Anunció Marcus, señalando el lado contrario, pues Caín aún luchaba contra el pegote adherido a su cara y un intenso mareo, “Espera” fue la escueta respuesta de la conductora. Quci estaba allí, aún abrazada al cuerpo del chupa-sangre, con sus extremidades corrugadas en un estado inservible, aunque nada comparado con el estado del humanoide bajo su pesado cuerpo metálico, quien lucía la cabeza abollada como un balón reventado, y el tórax casi partido en dos donde el androide le abrazaba. Este último parecía muerto, o completamente descompuesto, Vilma intentó que reaccionara, primero con palabras amistosas, luego con gritos poco amables, palmadas y bruscos zarandeos y finalmente descarados puntapiés que no rindieron ningún efecto, “Trae la cortadora de acero para liberarle los brazos” Ordenó la chica al artillero, pero en ese momento la cabeza del robot se movió, desorientada y al menos uno de sus ojos se encendió, “¿Qué hacen aquí? ¿Volvieron por mí?” Preguntó, con su nada entrañable tono lastimoso, “¿Volver? ¡Pero si todavía no nos vamos!” Replicó Vilma, agria como siempre. Con su ayuda, el robot fue liberado del cadáver del chupa-sangre y conducido al vehículo, pues sus piernas, aunque magulladas, aún podían sostener su peso, “¿Por qué volvieron por mí?” Repetía latoso, “Solo apágate, ¿sí? No hagas que me arrepienta…” Le reprendió la conductora, y cuando iba a poner en marcha el motor de Beatrice, una explosión los hizo encogerse a todos en sus asientos, a todos excepto a Quci, seguida de una pared de gases, como una tormenta de arena que los envolvió y los remeció en una niebla fétida como a huevo podrido, obligando a Caín, quien aún se sentía débil, a vomitar casi en el acto lo poco y nada que tenía en el estómago, mientras Vilma aceleraba hacia la salida, apretándose la nariz y la boca con la mano. No se quedarían a averiguarlo, pero aquello solo había sido el huevo que antes había apagado su luz, como en todo orden de cosas, algunos simplemente se descomponían en líquidos y gases nauseabundos y se desprendían como fruta madura.



En el hangar, bajo el castillo de Odregón, Vilma y el artillero se encontraron con el hombre pequeño de idioma rimbombante y andar de pato, quien se mostró muy afectado con el lamentable estado de Beatrice. Estaban cansados, hambrientos y apestaban, pero para la chica, primero estaba su vehículo, porque si su vehículo estaba bien, todos estaban bien y Marcus no podía menos que estar de acuerdo con su filosofía. Mientras Vilma sacaba filtros y limpiaba conductos, el hombre pequeño, y sin que nadie se lo pidiera, comenzó a desprender el trizado parabrisas de Beatrice, Vilma quiso objetar algo, pero el viejo la tranquilizó con una sonrisa y un gesto de sus manos. Lo cogió, lo metió en una especie de prensa que corrigió su forma haciéndolo crujir dolorosamente y de ahí lo metió en otra máquina que de inmediato comenzó a generar calor intenso. Vilma no podía cerrar su boca ni aflojar su ceño por más que lo intentara, mientras el hombre, que no paraba de hablar aunque nadie le entendiera, cogía unos vasos, los llenaba con su delicioso licor sabor a miel y se los ofrecía feliz a Marcus y a la chica como si estos fueran sus invitados. Al cabo de unos minutos, y como si se tratara de un pavo metido en el horno, la máquina emitió una señal y de esta salió un parabrisas completamente restaurado para admiración y asombro de Vilma, quien jamás había visto algo así, y ya más relajada, acabó con su licor de un trago para seguir trabajando. Caín regresó de su reunión con el señor Dugan, con algo de comer y beber luego de explicarles todo lo sucedido, de ahí en más ellos deberían decidir qué hacer si ya no contaban con más sacerdotes cosechadores, “¿Y qué va a pasar con este?” Preguntó Vilma, señalando con su mentón el cuerpo inerte de Quci, “Si lo quieres, es tuyo. Supuse que preguntarías y se lo pedí al señor Dugan” Respondió Caín, mientras el hombre pequeño, asentía y sonreía sin enterarse de nada.



Fin.

León Faras.

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