sábado, 9 de abril de 2022

Lágrimas de Rimos. Tercera parte.

 Tercera parte.



FALENA.



I.



El yelmo de Nivardo, rey de Cízarin, rodó por el barro a los pies de Serna, el único capacitado para recibir la real comitiva cizariana en ese momento, “Espero que con esto baste, el resto del cuerpo del rey Nivardo no estaba en condiciones de ser transportado” Anunció Siandro con liviandad, y se quedó esperando una réplica que nunca llegó, por lo que continuó, “Asumo que su hijo Ovardo estará en casa para recibirme” Serna estaba tan impactado como todos los presentes, preguntándose cómo un ejército de quinientos inmortales había sido aplastado en tan solo una noche, solo podía pensar en una traición, en una insurrección masiva de las tropas o hasta en un cambio de bando, “¿Cómo murió?” Preguntó el clérigo mirando el yelmo, al rey de Cízarin eso le pareció divertido, no la pregunta en sí, sino que ese hombre siguiera haciéndole preguntas en vez de estar hablando con el que debía ser el nuevo rey de Rimos, “Venimos a hablar con el príncipe Ovardo, no contigo…” Dijo Zaida, con dureza, pero sin pretender sonar amenazante, Serna comprendía eso, “Mucho me temo que eso será imposible en este momento, el estado del príncipe es… delicado” Zaida y su nieto se miraron con el ceño apretado, no tenían ni idea de que el príncipe Ovardo estuviera enfermo o herido, pero debía de ser algo muy grave como para ser incapaz de hacerse cargo de las consecuencias de perder una batalla que ellos mismos han iniciado, eso o estaba demasiado avergonzado del patético intento de conquista de su padre, cómo fuera, “Tal vez la princesa Delia esté dispuesta a recibirnos en nombre de su esposo” Sugirió Siandro, no sin algo de socarronería en el tono, Serna debió admitir que eso sería aun más imposible. Todo aquello parecía ser un mal chiste, como si les estuvieran poniendo excusas absurdas para evitar hacerse responsables de los daños materiales y humanos que había ocasionado su tonto intento de invasión, pero el clérigo hablaba en serio y podía probarlo. Fagnar aceptó la oferta, ya que Siandro no entraría allí para ser emboscado por un enemigo desleal que atacaba de noche y por la espalda. Poco rato después salía el general, su rostro perturbado reflejaba que lo que había visto resultaba convincente, tras él, una jovencita cargaba con un recién nacido en brazos que por primera vez recibía los rayos del sol, “No sé cómo explicarlo…” Se excusó Fagnar, y agregó, “…parece como si el príncipe Ovardo fuese víctima de un horrible maleficio que lo ha destruido por dentro sin tocar su cuerpo, excepto… sus ojos, que se asemejaban a ciruelas resecas al sol de todo un verano” Maleficio o no, ellos no habían tenido nada que ver, se apresuró a aclarar Siandro; con respecto a la princesa Delia, efectivamente había muerto durante el doloroso parto de la bebé que cargaba Teté en ese momento, ya que había sido necesario rajarle el vientre a la madre para sacarle la cría, confirmó el general con toda la circunspección de la que disponía, que no era poca. Y luego, ya aclarada la situación y sin nadie presente de la realeza rimoriana más que una niña recién nacida, Siandro comenzó a hacer sus exigencias mientras Serna lo oía con la cara de quien resiste un viejo y conocido dolor que de pronto regresa. Comenzó apropiándose de la mitad de la riqueza de Rimos y también de sus recursos naturales por tiempo indefinido, como compensación por los numerosos daños. La fabricación de armas y armaduras estaría de ahora en adelante controlada completamente por la corona cizariana; Rimos no podría fabricar ni un cuchillo sin que Cízarin lo supiera. Ordenó que lo que quedaba del ejército rimoriano estaría bajo las órdenes de Cízarin, e instauró el servicio militar obligatorio y de por vida para al menos un varón por cada familia de Rimos, ejército que debería estar disponible para servir en cualquier momento que Cízarin lo requiriera. Determinó que el príncipe Ovardo seguiría con su condición de gobernante de Rimos, pero como reino vasallo de Cízarin. Finalmente decretó que el linaje real de Rimos se acababa con el príncipe Ovardo, que su hija sería llevada a Cízarin y criada como una cizariana, y que si el príncipe decidía contraer un nuevo matrimonio en el futuro, este sería morganático, es decir, con una plebeya. Cuando Siandro terminó con sus exigencias, el silencio era vergonzoso, Serna estaba aplastado bajo la responsabilidad, y la mirada de los oficiales presentes que sabían que él era en parte responsable de esta desastrosa situación, solo se atrevió a hacer un torpe comentario, “Algunas familias querrán reclamar por los cuerpos de sus seres queridos…” El rey de Cízarin le respondió mirando en otra dirección, “Pueden reclamar un puñado de cenizas, si quieren, todos los miembros de su ejército han sido apilados en el campo y calcinados. Las columnas de humo aún pueden verse desde aquí” Efectivamente, las columnas de humo habían estado casi toda la mañana ahí, pero jamás ninguno se imaginó que en realidad era su ejército el que ardía. Luego, y sin nada más que agregar, el rey de Cízarin espoleó suavemente su caballo para que comenzara a andar, mientras la vieja Zaida pedía al capitán Dagar, con educada autoridad, un caballo para transportar a la joven Teté junto con la recién nacida, “No te preocupes, no te faltará nada, ya tienes un trabajo allá” Le advirtió la vieja a la muchacha. “El ejército de Cízarin tomará posesión de Rimos paulatinamente y de forma permanente, por favor, prepárense para llevar este proceso de la forma menos desagradable posible” Anunció Fagnar antes de irse también.



Mientras descendían el zigzagueante y empinado camino de Rimos hacia el bosque muerto, Teté se atrevió a preguntar por cuál sería su trabajo en Cízarin, Zaida la miró con una suave sonrisa, “¿Cuál es tu nombre, muchacha?” le preguntó a su vez, la chiquilla respondió que su nombre era Telina, pero que todo el mundo la había llamado desde siempre Teté, “Bien Telina, pues tu trabajo será cuidar de esa pequeña hasta que crezca…” Y ante la cara de agobio que puso la muchacha, la vieja agregó, “No te preocupes, niña, obviamente te conseguiremos algunas nodrizas para que la amamanten por ti” Teté no podía creer semejante responsabilidad, ¡cuidar de la hija del príncipe Ovardo ella sola! Seguro que si algo le sucedía a esa pequeña, a ella la azotarían, o le cortarían una mano… o algo peor. Es que habiendo tantas mujeres más experimentadas, ¿por qué siempre le tocaba a ella? A veces el destino era muy cruel con las criaturas más débiles. Se lamentaba la muchacha, cuando Zaida interrumpió sus pensamientos, “Por cierto, ¿cómo se llama la bebé?” Preguntó la vieja, la chiquilla la miró asustada; la niña apenas había nacido, su madre había muerto horriblemente y su padre apenas y podía balbucear su propio nombre en este momento. Si alguien había pensado en un nombre para la pequeña, a ella sería la última persona a la que se lo dirían, “No lo sé, señora…” respondió Teté, acostumbrada a ser lo más escueta posible ante la autoridad. Como le habían inculcado siempre: “solo responde sí o no, nadie está interesado en conocer tu opinión.” Entonces la vieja le dijo con absoluta naturalidad que debía pensar en un nombre para la niña. Teté creyó que había oído mal, ¿cómo alguien como ella iba a ponerle el nombre a la hija de un príncipe y de una princesa? La respuesta de Zaida la dejó más perturbada de lo que ya estaba, “Ahora, tú eres su madre.”


León Faras.

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