viernes, 6 de mayo de 2022

Lágrimas de Rimos. Tercera parte.

 IV.



Cuando Trancas salió del agua se sentía atontado y con unos incontenibles deseos de vomitar la gran cantidad de agua que había tragado. Cuando acabó de expulsar líquido de sus entrañas y comenzó a respirar con normalidad, empezó a sentirse más despejado y a ver dónde se encontraba. Estaba en la orilla de un canal que desembocaba en el río Jazza, se veía lejos del Decapitado pero muy cerca de las columnas de humo donde los cuerpos estaban siendo quemados. El sol estaba alto, con lo que debía de ser mediodía o algo así, eso significaba que había pasado muchas horas en el agua, tal vez hasta había perdido el conocimiento. Había bastante maleza ribereña en la que podía ocultarse pero debía deshacerse de su armadura y de todo lo que lo delatara como soldado rimoriano o lo sorprenderían y lo quemarían a la mínima y sin mediar palabra. Podía oír gente caminando de aquí para allá, o parloteando sobre sus asuntos, pero se mantenían a prudente distancia, entonces comenzó a quitarse su vieja y hermosa armadura de cuero con hierro remachado hasta quedar desnudo, bueno, no desnudo, pero así era como se sentía alguien como Trancas sin su armadura. Acababa ya, cuando, presintiendo una presencia extraña se giró a un lado y vio una criatura pequeña y horrible que lo observaba como un gnomo, pasada la primera impresión, y notando que solo había sido un juego de su nerviosa imaginación, se dio cuenta de que solo era una niña pequeña de tres o cuatro años, con la cara sucia y cuyo pelo parecía jamás haber sido cortado o peinado en toda su corta vida, que acuclillada lo observaba con la insondable curiosidad de los niños. Estaba sola y no parecía en lo más mínimo asustada o impresionada por aquel viejo cansado, empapado y semidesnudo cuyo aspecto era más desvalido que intimidante. Sin embargo, la niña demostró comprender más de lo que parecía. Sin abrir siquiera la boca, le ofreció un trozo de caña con el que hasta hace un rato jugaba tratando de alcanzar una mariposa, el viejo lo aceptó sin decir palabra y así, como un trato entre mudos, la niña se fue. Trancas observó su regalo, la caña era hueca y aunque no le hacía nada de gracia volver al agua, sabía perfectamente que esa era la vía de escape más segura. Sin duda el búfalo unicornio otorgaba buena suerte a quienes se lo encontraban.



El dinero cizariano era bien aceptado en Bosgos, porque estos eran grandes consumidores de la potencia agrícola de sus vecinos, mientras que los bosgoneses, además de por los venenos, eran reconocidos por sus amplios cerros cubiertos de hierba en donde las cabras se multiplicaban como moscas en estado semisalvaje y proveían de carne, leche y sus derivados en abundancia, comercializando con estos hasta Cízarin. En cambio, el dinero rimoriano no era bien cotizado allí porque aquellos solo vivían de hacer agujeros en la tierra y sacar rocas que luego convertían en armas y trajes de metal para soldados que Bosgos no tenía ni nunca había tenido, por lo tanto si no había interés, no había comercio, aun así podían aceptarlo regateando un poco y a regañadientes, como se decía, “más vale una moneda rimoriana, que nada.” Eso fue lo que Gilda le dijo a Nila, cuando esta le ofreció el dinero que tenía para comprar algo de comida y leche para ellas y el bebé. Darlén también contaba con algo de dinero, pero el suyo era Cizariano.



Qrima avanzó tanto como pudo hasta que el camino se volvió tan negro como un pozo sin fondo, que era inútil continuar, entonces debió detenerse, encender un fuego y cenar algo de la carne charqueada que había conseguido. Apenas había dado la primera mordida cuando sintió un paso cansino que se acercaba por el camino, tenía su arco a mano y un buen cuchillo en el cinto, pero debía mostrarse tranquilo, pues él era el que estaba iluminado por el fuego, mientras que el que se acercaba tenía la ventaja de las sombras. Cuando lo pudo ver, se dio cuenta de que se trataba de un hombre harapiento que tiraba de un asno cargado con leña, lo primero que notó el viejo cuando el desconocido comenzó a acercársele, además de un ojo vendado, fue que usaba un buen par de botas que nada tenían que ver con el resto de su atuendo, el recién llegado se justificó antes de que se lo pidiera, “Se las robé a un cadáver, hay muchos de donde vengo. No me enorgullece, pero mis sandalias llevaban rotas demasiado tiempo” Explicó con una sonrisa cansada, “Mi nombre es Gan” Se presentó, sacando un pellejo de vino de su morral, “Tal vez pueda compartir un poco de eso a cambio de un poco de esto” Dijo, señalando la carne seca que el viejo masticaba. Qrima aceptó, “También lo robaste” Preguntó, medio en broma y medio en serio, Gan sonrió, mientras desembarazaba a su asno de su carga “No soy un ladrón, pero el lugar estaba abandonado, medio destruido por el fuego e inundado por la lluvia. Solo lo tomé” Después de un trago de vino, agregó, “Sabe en qué condiciones está el sitio hacia donde se dirige, ¿verdad?” Qrima sabía que Cízarin estaba en guerra, pero el otro le explicó que la batalla había terminado. El viejo estaba asombrado, “¡Solo duró un día!” “Solo una noche” Le corrigió Gan, alcanzándole el pellejo, luego añadió, “Ahora Rimos pertenece a Cízarin. No es un buen lugar para quedarse ahí ¿Es usted cizariano?” Qrima aclaró que era bosgonés, el otro, se identificó como rimoriano, “Sí, aunque he recorrido estos territorios incansablemente, desde Velsi hasta Bosgos con mi asno, mis raíces son espinosas.” Siguieron hablando sin rascarse demasiado profundo uno al otro, sin meterse en asuntos que no le concernían, hasta que decidieron que era buen momento para dormir algunas horas antes del amanecer, “Dime, ¿qué te pasó en ese ojo?” Preguntó Qrima, acomodando la cabeza en uno de sus bultos, Gan, cruzado de brazos y piernas, miraba el cielo, “Fue hace tiempo, era joven y estaba tendido en el suelo, tal como estoy ahora, observando a un pájaro construir el nido más extraño que haya visto en mi vida, cuando un maldito ganso se me acercó y de un picotazo me arrancó el ojo, ¡se lo comió! ¿puede creerlo? ¡Se comió mi ojo! Nunca antes había sucedido algo así y nunca he sabido que vuelva a suceder… Maldito ganso. No es algo bonito de ver, por eso aún lo cubro” Concluyó.



Aquella noche, la Descorazonada se llenó de tal manera que toda la estructura se balanceaba terroríficamente sobre sus pilotes, aunque nadie parecía notarlo o importarle, excepto Nazli que no podía creer cómo era que nadie salía huyendo de ese lugar. El tema en boca de todos era el nuevo Tigar, y cómo había derrotado a Pasco y a otros dos guerreros sin apenas esfuerzo, sin embargo, eso no era lo más interesante que había ocurrido aquella noche, lo más interesante, y que también llamó la atención de la nueva camarera, era la forma como un profundo corte en su espalda, se había cerrado inmediatamente con una cicatrización monstruosa que dejó a todos boquiabiertos y con serias dudas de lo que acababan de ver, Cegarra en cambio estaba encantado con su nuevo campeón.


León Faras.

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