lunes, 26 de diciembre de 2022

Lágrimas de Rimos. Tercera parte.

 

XXX.



Velsi, la más pequeña de las ciudades independientes, es poco más que una aldea nacida a las orillas de un lago alimentado por un brazo del generoso río Jazza, donde la pesca lacustre es el principal sustento y donde los suaves y ovalados cerros como pechos de una joven mujer, brillan dorados al sol por las espigas de grano que los cubren, pero, lo que realmente le da fama a Velsi, son sus asesinos. La historia se remonta a unos cien años atrás, más o menos, cuando un hombre llamado Deric llegó a instalarse allí, cuando aquello no era más que un puñado de precarias casas de pescadores y el grano aún no se sembraba. Aquel era un hombre de aspecto extraño y reservado, pero amable en el trato. Un día, en una taberna cizariana durante un viaje de negocios, conoció a dos hombres que hablaban sin tapujos sobre la inoportuna existencia de un tercero, que se rehusaba a hacer negocios con ellos o a venderle parte de sus tierras y sobre lo conveniente que sería para ellos que aquel tipo muriera en el corto plazo y así negociar con su mujer, mucho menos testaruda, “Es un desgraciado que se niega al avance y nos impide a los demás prosperar.” Así lo describieron. Deric les dijo que, si le pagaban lo justo, él podía hacer el trabajo y sin hacer más preguntas, los hombres aceptaron. En el transcurso de una semana, aquel hombre que estaba estorbando en el progreso de sus vecinos, tuvo un feo accidente con su caballo y se rompió el cuello. Los hombres se alegraron mucho, pero cuando llegó el momento, se rehusaron a pagar porque alegaron que aquello había sido un accidente y que el supuesto asesino, en realidad, no había hecho nada. Deric, les aclaró que él no era un “supuesto asesino” y que aquello no había sido un accidente, pero lo corrieron tratándolo de sinvergüenza, de farsante y dándole una pequeña parte del dinero acordado como si de una limosna se tratara para taparle la boca. Deric se fue, pero antes les advirtió, “Pagarán.” En el transcurso de la siguiente semana sucedió un nuevo accidente, el hijo mayor de uno de los hombres fue encontrado ahogado en el río, un muchacho joven y sano que había aprendido a nadar antes que a correr, pero ese tipo de accidentes pueden suceder. Entonces apareció Deric para decirles a los hombres que ahora le debían dos trabajos en lugar de uno y que ahora deberían llevarle su dinero hasta su casa, en lugar de venir él a buscarlo. Los hombres, confundidos e incrédulos, tardaron mucho en ponerse de acuerdo sobre qué hacer, y en el transcurso de la siguiente semana, la mujer del otro hombre fue encontrada sin vida en su propia casa, sentada a la mesa mientras pelaba habas y sin ninguna muestra de violencia. Aunque joven aún, fue diagnosticada de muerte natural por los vecinos y parientes. A pesar de que nadie había visto a Deric rondando la ciudad durante ninguno de los “accidentes,” los hombres ya sabían que ahora eran tres los trabajos que le debían al asesino. Uno de estos hombres, el que había perdido a su hijo, vendió todo lo que pudo hasta reunir la mitad del dinero, pero para el otro, aparte de la desgracia de quedarse viudo con dos hijos pequeños, le parecía terrible la idea de perder sus cosas para pagar una supuesta deuda, “No arriesgues la vida de tus hijos” Le advirtió su amigo antes de partir a caballo a saldar su deuda, “No se atreverá a tocarlos…” Afirmó sin real convicción el otro. Para el hombre que partió a Velsi, no fue difícil encontrar la cabaña de Deric, aquel era un caserío realmente pequeño y mientras llamaba a la puerta, el dueño de casa apareció a sus espaldas de la nada, ¡cómo un fantasma! Dejando en claro que él era un hombre difícil de sorprender. El hombre le entregó la mitad del dinero por los tres trabajos que le debía y le pidió que le perdonara por no haber cumplido con su deuda en un principio, que aquella lección le había costado cara y que jamás la olvidaría. Antes de irse, le rogó que tuviera paciencia e indulgencia con la deuda de su amigo, pues le aseguró que aquel ya hacía todo lo posible por reunir el dinero y que solo necesitaba de un par de días más. El hombre que se quedó, el viudo, aún no podía creer que aquel asesino hubiese entrado en su casa sin que nadie lo viera y asesinado a su mujer sin tocarla, como un espíritu maligno, y que lo que supuestamente se le debía, era demasiado, pero aquella misma tarde, uno de sus hijos enfermó, comenzó a toser, a arder en fiebre y a debilitarse rápidamente, asustando a todo el mundo con una nueva y terrible enfermedad contagiosa, el hombre, desesperado y sin poder hacer nada, oró y su plegaria fue atendida, pues su amigo llegó al galope aquella noche para decirle que el asesino le había dado algunos días más de plazo, y que lo había mandado a él con un antídoto para el niño, además de instrucciones de buscar bajo su cama un pequeño saco escondido que debía ser retirado y quemado en la chimenea sin demora y sin abrirlo, con lo que el niño se repondría tan rápido como había enfermado y así fue, y así fue también como los hombres terminaron pagando su deuda. Por su parte, Deric inició un próspero negocio, pues en cada taberna o cantina que visitaba encontraba a personas deseando la muerte de otras personas por las razones más variadas; válidas, razonables o completamente absurdas, pero a él los motivos no le interesaban solo le interesaba que le pagaran lo justo. Con el tiempo se hizo de cierta reputación y respeto y dejó de frecuentar las cantinas en busca de clientes, para dejar que estos lo buscaran a él, al mismo tiempo, la ciudad comenzó a crecer y en sus colinas empezó a brotar el grano, con lo que Deric decidió invertir su dinero ahorrado en el primer molino de agua de Velsi, pues en su experiencia, el grano debía ser molido o no servía para gran cosa. Luego, los campos crecieron, los molinos se multiplicaron y con el desarrollo llegaron también los desechados de la ciudad, los pordioseros y los zarrapastrosos buscando su oportunidad en la vida, fue entonces cuando Deric comenzó a reclutar muchachos a los que transmitir y legar su curioso oficio para que se ganaran la vida y le aportaran ganancias a él, principalmente ladronzuelos a los que la vida en las calles y el hambre ya había agudizado los sentidos y atrofiado los remilgos, solo varones en un comienzo, o hasta que conoció a Gúnur.



Gúnur era una chica huérfana, apenas una adolescente sin mayores atributos más allá de su ingenio, el que le había valido para sobrevivir sola durante años, mintiendo, hurtando o haciéndose pasar por quien no era y cuando las cosas fallaban, también era buena corriendo y ocultándose. Llegó a Velsi buscando su oportunidad, como todos y fue derecho hacia el molino de Deric a pedirle trabajo a este como su aprendiz, pero aquel ni se molestó en considerar la propuesta y la desechó con un ademán, “Parece que es un mal momento, ¿Estás molesto por algo?” Preguntó la muchacha, “Ese no asunto tuyo, y aquí no hay trabajo para niñas” Gruñó Deric, quien efectivamente andaba desde hace unos días bastante enojado con el mundo y bien lo sabían el par de muchachos que trabajaban para él, aunque no el porqué. Gúnur insistió con candidez en el tono, “¿Acaso te han robado?” Deric se detuvo en el acto, como si hubiese sido insultado con algo muy grave y se quedó mirando a la chica largos segundos, pero fue inútil, en su mente era la primera vez que la veía, “¿Cómo sabes eso?” Preguntó, pero la chica solo se encogió de hombros, inocente e infantil. Claramente estaba jugando, “No lo sé, pero parece como si te hubiesen robado y no supieses quien fue” Los muchachos también detuvieron sus quehaceres para ver lo que ocurría, cosa que jamás harían delante de su jefe. Deric podía sentir como su cerebro sudaba por recordar algo de esa muchacha, pero no tenía nada, a pesar de que estaba claro que esa niña sabía algo, “Sé quien fue, pero aún no sé dónde está” Dijo, con todo el peso de su mirada sobre los ojos de Gúnur. En efecto, Deric sospechaba de una fulana parlanchina y de mal aliento que se le había pegado durante toda la tarde en una taberna de Rimos, hablando sin parar y haciendo gala de una risa estruendosa y desagradable, pero de la que nadie sabía nada. Se lo mencionó, y la chica asintió concienzuda, “Es posible, o puede haber sido el mozo que recibió su caballo…” “O la anciana a la que le diste limosna cuando llegaste” Deric estaba sorprendido, ¿acaso esa chiquilla lo había estado siguiendo sin que él lo notara? “¿Cómo…?” Quiso preguntar, pero la chica extrajo de entre sus cosas la bolsa de monedas que le habían robado y se la lanzó de vuelta, “Lo siento, no quería robarte pero no se me ocurrió otra manera de llamar tu atención” Se excusó la muchacha. Deric aún intentaba encajar las piezas en su mente, “Pero… ¿Cuál de ellos eras tú?” La chica abrió los ojos, sorprendida, como si le estuvieran preguntando algo que creía que ya estaba claro, “Todos ellos…” Dijo, Deric no lo podía creer, ni siquiera le importaba ya que le hubiera robado, “¿Tú eras esa mujer? ¡Imposible!” Declaró, pero Gúnur imitó a la perfección la destemplada risa de la fulana y a Deric solo le quedó una duda, “¿Y el mal aliento?” La chica sonrió con picardía, “Ah, esa es una hierba que masticaba mi mamá cuando no quería que mi papá se le acercara, la llaman Bocamuerta.”



Ahora mayor y regenta de los asesinos de Velsi, Gúnur administra el negocio desde el viejo molino que su mentor le heredó, hacia el cual se dirige ahora un inmortal que busca desaparecer por un tiempo sin desaprovechar sus habilidades: Vanter.


León Faras.

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