martes, 30 de abril de 2013

Del otro lado.


IV.


Alan decidió caminar de regreso, su conversación con su viejo amigo Manuel, en vez de aliviarlo como siempre, le había dejado un problema, era el único con el que podía hablar sin tener que comenzar todo de nuevo una y otra vez, bueno, el único vivo en estricto rigor, y además su amigo, lo conocía desde que él era joven, ambos eran jóvenes, pero él aún no se suicidaba. No lo podía ayudar, si la chica estaba allí todavía como el viejo aseguraba, entonces su muerte no había sido un accidente como creían, hablando de la muerte, los accidentes no existen, no son más que herramientas en las hábiles manos de la vida, una vida más allá de la existencia de la carne, si te vas, es porque debías morir, si te quedas, es porque no era tu momento, lo que significa que te quitaron (o te quitaste) la vida antes de tiempo, no por un accidente. Si la chica estaba vagando por la población, encendiendo luces y televisores como decían,  y no se suicidó, entonces la mataron, no podía ser de otra forma. Pero él no podía hacer nada. Una persona en las condiciones de ella es practicamente incontactable, si es que este término existe, él mismo después de su suicidio permaneció treinta y ocho años absolutamente solo sin poder percibir ninguna forma de vida excepto los gatos, algo anormal tienen esos animales, pero estuvo todo ese tiempo en un mundo sin plantas, ni animales, ni personas de ningún tipo, por lo menos no que él pudiera ver, ni oler, ni oír, a excepción de los gatos, pero eso a ellos les importa un carajo. Casi cuarenta años penando en el que era su hogar y todavía ahora hay quienes dicen que aún lo escuchan cuando hace rato que dejó de ser un fantasma para convertirse en un materializado. Él no tenía como saber donde estaba esa chica al igual que ella sería incapaz de verlo a él hasta que el cuerpo inmaterial de ella estuviera listo y volviera a percibir la realidad como su cuerpo de carne y hueso lo hacía, cosa que sucedía con todos los seres humanos de manera natural. Una vez estando listo el cuerpo inmaterial este tomaba el lugar del cuerpo material provocándose el fenómeno que conocemos como muerte y hacemos el paso al otro lado sin ningún contratiempo, excepto cuando este cambio se produce antes de tiempo, y eso sucede solo con un suicidio o un asesinato. El problema era que para que su cuerpo inmaterial estuviera listo podía pasar una cantidad de tiempo indeterminable, unas personas no alcanzaban a usar siquiera su cuerpo material, otros lo conservaban por más de cien años, esa era otra cosa que no se podía saber. Por lo pronto, lo único que podía hacer era averiguar si realmente aquella chica estaba penando en el lugar de su muerte, y así determinar que se trataba de asesinato y no de un accidente como se creía, cosa que se podía saber sin ninguna duda aunque nadie le creería a un materializado como él, tal vez Manuel, pero incluso a él tendría que presentarle pruebas.

Alan estaba muerto, su suicidio había terminado con su cuerpo material treinta y ocho años antes de que su cuerpo inmaterial estuviese listo, aguardó esos treinta y ocho años y cuando estuvo listo para irse, supo que su hijo aún estaba en el trance de un cuerpo a otro, su hijo pequeño pasando por la misma soledad que había pasado él, se sentía tan adolorido y culpable como en el momento en que se disparo en la cabeza y se negó con todas sus fuerzas a irse, cosa que es posible hacer bajo su propio riesgo. Su estadía aquí ha ido materializando paulatinamente su cuerpo inmaterial con el riesgo de que mientras más días pasen más difícil le será irse algún día, cuando a su hijo le llegue el momento y mientras tanto debe resignarse a vivir sin permanecer en la mente de nadie, salvo algunos fantasmas que aún no se han ido y tampoco se han materializado y Manuel, un viejo con un don incapaz de ser visto como tal.  


León Faras.

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