jueves, 4 de septiembre de 2014

Simbiosis. Una visita al Psiquiátrico.

Una visita al Psiquiátrico.

I.

La plaza en el centro de Bostejo era uno de los pocos lugares de la ciudad que se podía decir que conservaba de buena forma su belleza y estilo de diseño. En la ciudad de las escaleras la plaza no se quedaba atrás, poseía tres pisos o tres niveles circulares sobre una base cuadrada que era la manzana, cada anillo era más pequeño que el anterior, conectados con elegantes y amplias escaleras de piedra las que albergaban abundante vegetación entre unas y otras, arboles añosos que convivían con arbustos más jóvenes de la misma manera que estos se imponían en tamaño sobre la fresca y abundante hierba, todos ellos enclaustrados tras robustos pero elegantes balaustrales igualmente de piedra tan pálida como dura. Se encontraba a buena altura dentro de la desnivelada ciudad, por lo que además de los numerosos asientos, ofrecía también un atractivo paseo con una privilegiada vista de la ciudad. En domingo era común encontrarse actos artísticos o culturales en el último anillo, músicos interpretaban reconocidos temas musicales, malabaristas entretenían al público con su habilidad y era además un lugar donde el comercio ambulante también tenía su espacio. Alberto había aceptado la ayuda económica que Estela le había ofrecido del empeño del reloj para que visitara a su mamá, con la condición de que le permitiera usar ese dinero para comprar globos y así poder ganar algo más con su trabajo, y así lo hizo, Estela aceptó el trato pero también puso su condición, que le permitiera comprar caramelos y hacer una especie de sociedad para venderlos, así ambos podrían obtener algo más de dinero para realizar el viaje a San Benito, un viaje que planeaban realizar juntos siempre y cuando la señora Alicia estuviera de acuerdo.

Bernarda disolvía una cucharada de miel en su té con limón, sentada frente a la señora Alicia que lucía pensativa, debido a los planes que tenía Estela, le parecía bien que la muchacha quisiera ayudar a su nuevo amigo para que este le hiciera una visita a su madre a quien con seguridad necesitaba ver, pero acompañarlo, dos muchachos tan jóvenes que viajaban solos y además a un hospital psiquiátrico, era algo que no le parecía una buena idea desde ningún punto de vista, “Hasta puede ser peligroso, ¿no cree?” y Bernarda asintió con la cabeza “…aunque por otro lado, la situación de ese chico es bastante dura, según sabemos, no está ni su papá ni su mamá para que se preocupen de él, debe encargarse él mismo de todo y encima la vida no está fácil para nadie. Debe hacerle mucha falta su madre a ese niño y es muy noble que Estela quiera ayudarlo” La señora Alicia estaba de acuerdo con todo eso, pero exponerlo de esa manera solo la hacía sentir culpable y no solucionaba nada “Yo lo sé, pero permitir que Estela viaje sola en compañía de ese muchacho no es un acto de buena voluntad, sino una irresponsabilidad, si llegara a suceder algo… Dios no lo permita…” y ambas mujeres se santiguaron “… ¿a quién podrían recurrir? Estela nunca ha estado allí y no conoce a nadie en esa ciudad” Bernarda bebió un sorbo de su té y volvió a posar la taza con cuidado sobre el platillo “Es cierto y no digo que deba permitir que Estela viaje así de buenas a primeras, solo digo que tal vez no debería negarse tan tajantemente sin antes considerar otras opciones” “¿qué otras opciones?” preguntó la señora Alicia con cierto aire de extrañeza “digo que tal vez hayan ciertas condiciones que necesite para permitir ese viaje y no lo sé… tal vez los muchachos puedan hacer algo al respecto” La señora Alicia guardó silencio y siguió en su actitud pensativa porque la idea aun no la convencía en absoluto.

Los muchachos preparaban sus cosas en uno de los asientos de la plaza de Bostejo, Estela se encargaba de ordenar y clasificar sus caramelos en una caja de cartón tal como lo hacía Aurora con los cigarrillos que vendía, mientras Alberto se ponía su traje de payaso y se pintaba el rostro. Una vez listos comenzaron con su trabajo, recorriendo los diferentes niveles ofreciendo sus productos hasta llegar a la parte más alta de la plaza, varios niños con sus padres se detenían a observar en un sector y Alberto notó inmediatamente por qué “Mira, hay un acto de títeres… ven, conozco al dueño, nos dejará vender nuestras cosas” El escenario de títeres no era más que una estructura angosta y liviana de madera vistosamente pintada con una ventana provista de cortinas por las que se asomaban los títeres que nunca eran más de dos al mismo tiempo por una cuestión de espacio pero sobre todo porque solo había un titiritero, pero cuyo espectáculo era la delicia de su pequeña y entusiasta audiencia. El hombre era un tipo de unos cuarenta y tantos años, tremendamente delgado, con una barba tan larga, lisa, tosca y negra como su cabello, usaba unos diminutos anteojos que entonaban muy bien con el aspecto afable que casi siempre acompaña a la gente que sin caer en la tacañería, deben llevar una vida austera y parca, pero con todo eso, era un hombre que había elegido su oficio porque era lo que le gustaba y lo hacía con pasión a pesar de lo poco que a veces obtenía a cambio. Sentado sobre una caja de madera, un cigarro se consumía en su boca mientras le zurcía el vestido a lo que parecía una pequeña hada madrina, de esas que usan gorro en forma de cono y una varita mágica con una estrella en la punta. El payaso saludó con afecto a su amigo titiritero y luego miró curioso a su rededor “¿Y Luna?...”preguntó. El hombre le dio una última calada a su cigarro antes de hacerlo desaparecer bajo la suela de su zapato “Estuvo bastante mal, tos y fiebre, pero ya se recupera. Hoy amaneció mucho mejor, aunque de todas formas aún le quedan algunos días de reposo…” Luna, era la única hija de Jonás, el titiritero, y su única familia también, “entonces te vendrá bien nuestra ayuda hoy…” dijo Alberto con entusiasmo y agregó señalando a Estela “… ¿Tienes el disfraz de Luna? Tengo una amiga aquí que lo puede usar” Jonás vio a la muchacha y la idea le pareció genial.

Unos guantes blancos que solo dejaban libre el dedo pulgar y una peluca dividida en dos gruesos moños, hechos de la lana color zanahoria más gruesa fue todo el disfraz que Estela necesitó, eso, rematado con dos círculos rojos pintados en sus mejillas a manera de cándido rubor, y un pequeño grupo de oscuras y ralas pecas a cada lado, todo hecho con las pinturas de Alberto, el resultado fue mejor que el esperado, la muchacha se veía tal cual la más querible y tierna muñeca de trapo que jamás se haya visto. El titiritero haría tres espectáculos ese día y los muchachos, en cuyos respectivos disfraces se veían sencillamente irresistibles, se encargarían de promocionarlos, eso atraería más gente y mientras más gente, mejor les iría a ellos mismos con la ventas de sus productos. Ayudar a los demás era una buena forma de obtener los beneficios del trabajo en equipo y eso era algo que nadie les había enseñado, ambos habían llegado a comprenderlo en su día a día, solo viviendo.  




León Faras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario