sábado, 25 de marzo de 2017

La hacedora de vida.

3.

Reni Rochi tenía un amigo mucho más avezado que él en temas robóticos, su nombre era Rudy, un tipo lo suficientemente inteligente y obsesionado con las máquinas como para haberse vuelto un experto en ellas. Tenía una pequeña tienda abarrotada de piezas; engranajes, motores, circuitos y de autómatas desmembrados, colgados por aquí y por allá, como en una tétrica carnicería humana. Nada de lo que se podía ver allí era nuevo, todo aquella inmensa cantidad de chatarra, era el resultado de una necesidad por guardarlo todo, de una veneración por aquellas piezas marcadas por años de valioso servicio, de una certeza en que todo servía de una manera u otra, sino de manera práctica, lo hacía entregando información, conocimiento, tal como el hombre que desentierra huesos para averiguar la historia de ellos. Lo había contactado a su teléfono por una simple razón, el robot que Nora tenía en su váter, al parecer no estaba del todo estropeado como pensaban, y tal vez podía repararse de una forma fácil y no tan cara, para que este pudiera irse por sus propios medio, tal y como había llegado.

Rudy llegó en una motocicleta tan diminuta que ridiculizaba el enorme casco que traía puesto. Rochi lo estaba esperando. El contraste entre este y Rudy era brutal, si Reni era un toro, Rudy sería una lagartija. Se trataba de un tipo sumamente delgado, de ojos grandes y dedos huesudos, consecuencia directa de una vida obsesiva, en la que comer no era tan importante y dormir, una pérdida de tiempo. Apenas vio al robot exclamó “¡Boris, tenías que ser tú!””Boris… tú…” repitió el robot y Rudy se le quedó mirando como si se tratara de un perro que de pronto habla. “¿Se llama Boris?” preguntó Nora, mientras le alcanzaba una taza de algo parecido al café a Rudy, quien tardó varios segundos en reaccionar “…no, en realidad su nombre es BR-15, pero lo llamamos Boris… ¿Acaso repitió su nombre?” “Sí, repite todo lo que dicen” dijo Zardo divertido, pero apenas habló, el robot le borró la sonrisa con una palabra ya memorizada antes, “Idiota” “Entonces…” dijo Rochi señalando al androide, “… ¿Lo conoces?” “Sí…” respondió Rudy dejando su bolso en el suelo, el que sonó igual a un saco de huesos, “…es el robot con más mala suerte que he conocido en mi vida…” y pasó a enumerar la gran cantidad de veces que había debido repararlo, pues Boris había sido atropellado dos veces, cuatro veces había caído desde considerable altura, una vez fue aplastado por una máquina expendedora de gel antiséptico, dos veces se electrocutó  “…y esto no lo van a creer…” continuó Rudy,  “…una vez, una bala recorrió seis kilómetros en la ciudad, entre edificios y transeúntes para terminar alojada en su cuello, fue increíble, y lo más curioso es que no es cosa de falla técnica, yo mismo lo he calibrado al milímetro en sus sensores ambientales, de posición, de movimiento, de fuerza; todo nuevo y en perfecto estado, pero aun así, siempre termina sucediéndole algo…” “Termina… algo” repitió Boris, Nora sonrió “¿Ves? Todo lo repite, como si estuviera aprendiendo a hablar” Rudy abrió su saco de huesos y lo registró en busca de un par de herramientas “Eso es imposible. Los robots no aprenden así, se programan… es distinto. Eso es característico de un ser vivo, ¿No, Boris?” “Boris… vivo…” repitió el robot con su inalterable e inexpresivo rostro perdido en la nada, lo que provocó una risita sin entusiasmo en el rostro del técnico. Con seguridad, había problemas con alguno de sus programas de lenguaje, no se estaba ejecutando correctamente, y eso podía obedecer a varias razones. Rudy le abrió el pecho y comenzó a hacerle pruebas con sus raros instrumentos, “¿Por qué está así?” preguntó al verlo inmóvil del cuello para abajo “Se electrocutó…” respondió Reni Rochi sumando así, uno más a la ya larga lista de accidentes del robot, “Esto es muy raro… no puede ser… Ayúdenme a moverlo” dijo Rudy y entre todos lo inclinaron hacia delante para abrir una tapa en su espalda y comprobar que su fuente de poder estaba completamente muerta, con dos movimientos hábiles y rápidos, Rudy la aflojó y la extrajo completamente, “Esto no sirve, tiene todo quemado… las resistencias…” “Resistencia…” repitió Boris y Rudy se quedó de piedra, era una máquina a la que se le habían extraído las baterías, no podía seguir funcionando de ninguna manera “¿Qué rayos está pasando aquí?” dijo pasmado, sin comprender nada.

Olsen caminaba a buen paso esquivando transeúntes que a su vez lo sorteaban a él. Las estrechas calles siempre estaban llenas de gente que parecía moverse motivadas por un firme e importante propósito, el cual impedía que cualquiera pudiera detenerse, distraerse o siquiera saludar. Pensaba en su hijo, en que si la decisión que había tomado había sido la correcta o había sido la estupidez más grande de su vida producto de la desesperación. Su hijo no era el mismo, lo sabía, él, que pasaba poco tiempo en casa, lo había notado y tanto, que se le hacía un nudo en la garganta y en el estómago al verlo, silencioso, ausente, extraviado. El hombre llegó a su casa en uno de los numerosos edificios donde se amontonaba la población, un departamento pequeño y sombrío como cualquier otro. Todo estaba limpio y ordenado, su mujer ponía la mesa mientras el niño la observaba curioso, sentado en un rincón con un juguete plástico inerte en sus manos. Olsen notó que Lisa, su mujer, se veía tranquila, sus movimientos eran delicados con cada plato o cuchara que ponía en la mesa, con la misma suavidad cogió al niño de la mano y este se dejó llevar dócil a su puesto en la mesa, “Ahora vamos a comer, ¿Sí?” dijo la madre, “Comer…” repitió el niño, mientras le ponían una cuchara en la mano. El hombre se sentó frente a su plato, el niño se veía perdido, sin comprender por qué estaba ahí, ni qué tenía que hacer, Lisa se sentó también, en silencio pero con una leve sonrisa, como quien ha recibido una muy buena noticia que no puede divulgar, a Olsen le pareció forzada, “Lisa, escucha… con respecto a nuestro hijo, yo…” La mujer le tomó la mano y lo silencio suavemente, “No quiero saber lo que hiciste, no necesito que me digas qué pasó. Sé bien lo que nos dijo el médico, pero ahora mi hijo está aquí, conmigo, con nosotros, y eso es todo lo que necesito…” Olsen se sintió aliviado, le besó la mano a su mujer “Estaremos bien…” fue una afirmación, pero no sonó tan convincente. Su mujer sonrió y miró a su hijo que los observaba inexpresivo “Él aprenderá… poco a poco, yo me encargaré de todo, tú ya hiciste lo que tenías que hacer…” El niño no comía, no respiraba, no necesita dormir, su madre ya lo había notado, pero por ahora nada de eso le importaba, sabía que las cosas no volverían a ser como antes, pero eso no necesariamente debía ser algo malo, ya había decidido que no sería así.

“Esto está fuera de mi alcance…” dijo Rudy rascándose la nuca, “…que un robot siga funcionando sin energía, es algo que yo calificaría como más que inusual” Yen Zardo se masajeaba la cara tan confundido como Rudy, mientras Rochi y Nora intercambiaban una mirada de preocupada complicidad. Boris estaba vivo debido al extraño poder de Nora, y ahora, el complejo sistema del androide, de alguna manera se estaba adaptando a su nuevo estado, algo de lo que nadie sabía qué se podía esperar. Debido a su historial de accidentes, nadie se preocuparía demasiado por la desaparición de Boris, aseguró Rudy, por lo que podía quedarse con Nora hasta decidir qué hacer con él, algo que la chica aceptó resignada, pero no sin antes exigir que entre todos movieran al robot de su retrete.


Boris quedó finalmente sentado en su sillón, se podía decir que fascinado con la televisión encendida frente a él, para Nora, cambiar su asiento por su váter no había sido el mejor negocio de su vida, pero sin duda que aquello, era mejor que nada.


León Faras. 

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