jueves, 19 de septiembre de 2019

La Hacedora de Vida. Segunda parte.


Segunda Parte.

1.

El cuerpo robot portador de consciencia encendió la luz de sus ojos, en el momento exacto en el que Mansi despertaba de su sueño y se encontraba en el interior de la máquina cuya carga de energía, lo podía ver, estaba completa y listo para funcionar. Lo primero que hacía era revisar las funciones vitales de su otro cuerpo, el orgánico y comprobar que a pesar de su completa inmovilidad, mantenía un buen estado de salud. Éste estaba dentro de una habitación de cristal, recostado sobre una camilla conectado por decenas de cables y mangueras en la cabeza y el resto del cuerpo, a un montón de aparatos de diferentes formas y tamaños que la rodeaban como los enanos a Blanca Nieves en su funeral; fuera de la habitación y de todo esto, un computador de estructura tosca y abombada y de un amarillo ya blanqueado en los bordes, pasaba constantemente datos que Mansi leía y comparaba todos los días. Una cosa más que su cuerpo orgánico hacía sin parar y desde siempre, pero que hasta ahora no parecía tener motivo ni impacto en su salud, era lagrimear, simplemente no podía evitarlo ni explicarlo. Una curiosidad más en un mundo lleno de gente curiosa. Luego de eso, se iba a la otra habitación de su casa donde podía pasar días enteros, cuando no tenía o no quería salir: el cuarto en el que su padre había trabajado toda su vida en la creación de una planta, un ser vivo vegetal, un árbol capaz de generar su propia agua y de vivir y reproducirse en el ambiente inerte que rodeaba la isla, un proyecto que estaba muy avanzado en lo teórico, pero que aún no podía ser llevado a la práctica de manera exitosa, sin embargo, Mansi se sentía cada vez más cerca de lograrlo, pero aún sus pequeñas creaciones verdes tenían una existencia limitada, sólo le faltaba una pequeña pieza del puzzle con la que no podía dar, aún. En ese momento, llamaron a su puerta, no esperaba a nadie y generalmente nadie la visitaba; se echó un vistazo sobre sí misma, estaba “desnuda”, es decir, su cuerpo metálico se veía tal como el de cualquier robot, no es que eso estuviese mal, pero todavía le incomodaba un poco que la gente la viera así, sin embargo, fuera de confundirla con un robot cualquiera, a la mayoría de las personas les daba lo mismo, aun así, cogió uno de sus vestidos y una de sus pelucas y se los puso rápidamente. A una de las personas, la reconoció enseguida, era la chica ciega que aquella noche, en que conoció a Boris, participaba del juego de Orión, el otro era un muchacho grandote al que no recordaba haber visto, la razón por la que Dixi y Reni Rochi estaban allí era porque Boris quería verla y para los muchachos, la sola idea de tener que volver a bajar y luego subir al robot y su silla por las escaleras, era sencillamente inadmisible e irrepetible, por lo que ellos decidieron salir a buscarla a ella, y no fue tan difícil de encontrar, gracias a que el aspecto de Mansi era tan peculiar como inconfundible.

El nuevo Audio-visor 5000 de Dixi era una maravilla, en cuanto entró a la casa de su hermana, el aparato le describió con toda exactitud la figura de un cuerpo inerte que guindaba colgado con una cuerda del cuello, la chica soltó un grito fuerte y agudo, aunque bastante breve, pero suficiente para que todos dieran un respingo, a excepción de Mansi que los acompañaba, porque su cuerpo artificial no tenía ese tipo de reacciones reflejas tan finas ni un sistema nervioso tan avanzado, pero de haberlos tenido, seguro que también daba un salto. Tampoco Boris lo hizo, su cuerpo era incapaz, pero además, era él quien estaba suspendido en el aire por una cuerda atada a su cuello. Nora y Yen Zardo estaban allí, ambos con cara de circunstancia, tiraban en ese momento con todas sus fuerzas y el escaso peso de sus cuerpos, del otro extremo de la cuerda donde estaba atado el robot, “¡Reni, no te quedes ahí parado y ayúdame!” gritó Nora con los dientes apretados, el chico se acercó con algo de duda, pero en cuanto notó lo que estaba sucediendo, se apresuró a sujetar la cuerda: la idea había sido de Nora, había conseguido un bonito traje de un color rojo oscuro bastante elegante para ponérselo a Boris y que de esa manera, su aspecto estuviera acorde con el de su invitada. La otra idea, la de colgar al robot por el cuello como a un ahorcado en el Oeste, fue de Yen Zardo, aunque viéndolo fríamente, aquello era lo más práctico que podían hacer con un cuerpo metálico exánime de doscientos kilos.

Los muchachos se quedaron amontonados en un rincón con un vaso de un miserable sucedáneo de limonada en la mano, el cual apenas habían tocado, en actitud forzada, innecesariamente serios, intentando pasar desapercibidos, pero poniendo toda su atención y de la manera más burda posible, en lo que Boris hablaba con Mansi, que no era otra cosa más que contarle el cómo y por qué es que debía de hacer un viaje a los bosques de chatarra en busca de un hombre al que, estaba seguro, había conocido en sueños y que ahora deseaban que encontrara como esperanza para salvar lo que quedaba de la humanidad habitando en la Isla y que se lo debía contar, porque estaba muy interesado en conocerla un poco más a ella y pasar más tiempo juntos. Mientras Nora se masajeaba la frente sin entender cómo un robot podía llegar a ser tan cursi por culpa de la televisión, para Mansi era otra cosa la que no entendía, que hasta ese momento, ella creía que, al igual que sí misma, Boris tenía un cuerpo humano al que permanecía conectado, porque, de otra manera era imposible que un robot tuviera una personalidad tan elaborada y sobre todo tan particular, la que se podía imitar, pero siempre resultaba tal imitación, blandengue e inverosímil, tan falsa como cuando un robot quiere contar un chiste, pero no Boris, él tenía una personalidad perfectamente humana “…no hay ningún cuerpo humano al que esté conectado, pero la consciencia que habita dentro de mí, puedo asegurártelo, es tan humana como la tuya o la de cualquiera…” los aparatosos tosidos de Nora le interrumpieron en ese momento: acababa de ahogarse con su limonada al oír aquello último. Boris continuó imperturbable después de unos segundos, “…no sé cómo explicarlo, ya te lo dije antes, esto no es más que el resultado de un extraño accidente…” Tenía razón, oír a Boris, no era oír a un robot, y además se veía tan real enfundado en ese elegante traje rojo y negro, que incluía hasta el sombrero… pero no los zapatos, eso ya era pedir demasiado para Nora y los demás… Mansi podía ver una persona en él, pero el hecho de que esa persona no existiera en realidad, era algo muy difícil de aceptar, eso significaba que no era más que un robot, y un robot no podía ser muy diferente del refrigerador o de la máquina para esterilizar desechos humanos, y se sentía muy raro pensar en ser “amiga” de una de esas cosas. Sin embargo, no dijo nada, solamente aceptó que luego, cuando regresara de aquel viaje, podían conocerse un poco mejor, estaba confusa, y eso le daría tiempo para aclarar sus ideas, sobre todo, sus encontrados y raros sentimientos.



León Faras.

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