viernes, 25 de noviembre de 2011

Lagrimas de Rimos. Primera parte.

VI.

“Las Lágrimas Negras”, pensaba Dan Rivel a medida que se adentraba en los terrenos de Cízarin por caminos franqueados por muros de piedra que contienen inmensas parcelas plantadas con cereales y hortalizas. Nunca había oído hablar de tales piedras talladas, ¿Cómo podría encontrar algo que ni siquiera conocía?, el viejo de la pata de palo solo le había dado una vaga descripción, al parecer él tampoco las había visto nunca, ¿Qué clase de trabajo era este?, buscar unas piedras sin valor, por las cuales alguien paga mucho, pero que casi nadie parece conocer y que al parecer están en algún punto de una inmensa urbe como Cízarin, ¿Qué tal si tales piedras ni siquiera existen? O si están lejos de aquí, ya estaba bastante ocupado como para perder el tiempo en búsquedas inútiles. Le había prometido a ese viejo que intentaría averiguar el paradero de las lágrimas negras pero antes de empezar ya dudaba de la viabilidad de su tarea. No esperaba que el trabajo fuese fácil, pero al menos que fuese concreto. Conocía a mucha gente en la ciudad pero no podía andar por ahí preguntando “Hola, ¿conoces las lágrimas negras?, ¿sabes dónde están?”…que estupidez, incluso era posible que ese viejo lisiado le hubiera hecho una broma, que tal si se había topado con un demente que le inventó toda esta historia para burlarse de él, era perfectamente posible, y él, el muy imbécil, pidiéndole trabajo a un loco con un siniestro sentido del humor, que además le espeta una amenaza sobre las terribles consecuencias de la traición sobre su persona y su estúpida causa…insólito

La carreta de Dan Rivel continuó su camino, atravesando innumerables kilómetros de tierra cultivada, Cízarin es una ciudad próspera, con una gran potencia agrícola en su periferia y un bullente comercio en su centro, además de un hermoso puerto fluvial. La ciudad en si es bella, su construcción es moderna, completamente pavimentada, donde el río Jazza la recorre por numerosos canales que desembocan en las tierras agrícolas donde es aprovechada en el riego. Cuando el río crece, los torrentes de agua corren por los anchos caminos que separan las parcelas, pues estas están a por lo menos un metro de altura, perdiéndose en la inmensidad de los campos. La ciudad se halla a los pies y al frente de un único cerro densamente poblado de vegetación nativa, que domina el vasto lugar, en el cual se ha construido una pequeña y lujosa urbe rodeada en su totalidad por un muro, respetando y aprovechando la geografía del cerro, y cerca de la cima de este, el hermoso palacio de Cízarin, rodeado de vegetación, con sus doce torres sobresaliendo por encima de esta, desde donde la vista solo es limitada por su propia capacidad. Pero Dan Rivel está muy lejos de todo esto, él se dirige al patio trasero de la ciudad, una amplia zona alejada de esta, los suburbios, donde los caminos no están pavimentados y las inundaciones causan estragos, donde los canales por donde corre el agua son deficientes, donde viven campesinos, obreros, prostitutas y donde Dan Rivel tiene su hogar. Esta zona de Cízarin, comienza en la parte Oeste del otero, donde la hermosa ciudad, que a lo lejos parece que fuera hecha de una sola pieza, pierde abruptamente su modernidad y prolijidad para convertirse en una enteca imitación de si misma, con caminos cubiertos de barro siempre húmedo e incapaz de endurecerse pues el sol es bloqueado la mayor parte del día, enclenques construcciones que no siempre son capaces de defenderse de la agresividad del clima, canales que en muchas zonas se ven sobrepasados y una notable incapacidad de sus pobladores por mejorar sus condiciones, limitados a acceder solo a lo más básico que exige la vida para mantenerse, a cambio de un trabajo arduo e ilimitado.

La carreta se desplaza lenta y sonoramente por el lodoso sendero, Dan se dirige a su casa, una pequeña habitación que según él mismo piensa, se ubica en los suburbios de los suburbios. Un bulto tirado a la orilla del camino cerca de su destino lo obliga a detenerse, no es que el bulto bloquee el camino, sino que se trata de una persona, Ágaro. Este es un hombre joven con una más que evidente deficiencia mental, además de una insana tendencia a beber constantemente. Siempre con los mismos harapos, duerme en la calle, acurrucado sobre una piel tan pringosa como su cabello o su barba. Su risa constante y su escaso vocabulario son familiares para Dan, pues este siempre le ha permitido que le ayude a cambio de algo de comer o de beber, al igual que muchas otras personas a quien Ágaro siempre está dispuesto a ayudar, de esta forma se gana la vida y la estima de la gente. Dan Rivel se baja de su carreta y toma por debajo de los brazos a su borracho amigo, este intenta resistirse y protestar, aunque sus palabras son ininteligibles, pero al reconocer al hombre que intenta pararlo, le dirige una soñolienta sonrisa, y se deja conducir a la parte posterior de la carreta donde se acomoda nuevamente. Para cuando Dan llega a su casa, Ágaro parece estar dormido otra vez, por lo que debe volver a tomarlo para arrastrarlo al precario cuarto junto a su casa donde pernocta su caballo, y lo deja recostado sobre lo que será en un futuro próximo la cena del animal –Aquí estarás mejor que allá afuera- murmura Dan. Luego vuelve a su vehículo, tiene un par de trabajos que hacer en la ciudad. Con respecto a las lágrimas negras, él ya no piensa en ello.

Ágaro entreabre los ojos y examina el lugar donde está, un establo, el establo de Dan Rivel. Al verse solo, la constante expresión idiota de su rostro simplemente se desvanece, su aguda mirada se concentra en la calle por unos momentos, sus ojos denotan una mente sagaz que funciona perfectamente, luego mira el pasto bajo él, está tibio y cómodo. Una sutil sonrisa, completamente distinta a la que siempre tiene, se dibuja en su rostro, luego, Ágaro se acomoda nuevamente, para seguir durmiendo un par de horas más sobre el alimento del caballo de Dan Rivel.

León Faras.

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