II
Desde hace ya varios días que la
princesa Delia no salía de su habitación donde permanecía acostada casi
permanentemente, su embarazo no había sido de lo más agradable en las últimas semanas,
debido en parte a complicaciones propias del proceso de gestación dada su
juventud, pero también a una inefable angustia que se le había anidado en el
interior de su pecho, manteniendo un desagradable e insano miedo a algo que aún
ignoraba, pero que estaba segura que sucedería, presentimientos que había
heredado de su madre y que en la experiencia de esta, nunca fallaban. A su
lado, como siempre, permanecía una muchacha a penas mayor que ella llamada
Nila, cuya única función era atender cualquier necesidad de la joven princesa,
había nacido una importante y natural
amistad entre ambas, debido al mucho tiempo que pasaban juntas, llegando
a convertirse en mutuas confidentes y en acérrimas aliadas, “por favor señora,
no debe mantener esa angustia en su interior, no es buena para usted ni para su
bebe…” Nila, constantemente trataba de disipar los malos presentimientos que
cercaban a la princesa, buscando siempre en las conversaciones desviar los
temas a recuerdos más agradables “…además el señor llegará pronto, debe
sentirse feliz por eso”, Delia era feliz, pronto sería madre del hijo del
hombre que amaba, pero su malestar era totalmente involuntario, y poco podía
hacerse para eliminar tal sentimiento, “Ay Nila, estoy bien, te lo prometo, lo
que siento no es algo que yo quiera, ni siquiera sé por qué lo siento, además
tú siempre estás aquí, luchando contra mis fantasmas…” sin embargo había algo
más importante para la princesa Delia en ese momento que convencer a su amiga
de su salud y una preocupación más tangible que sus inefables presentimientos.
Ambas sabían del inminente ataque a Cízarin que se planeaba por parte de Rimos,
algo funesto para las dos, pues Nila era natural de Cízarin, hace mucho que
servía en la casa de los señores de Rimos, pero toda su familia, padres y
hermanos vivían en Cízarin y ahora la guerra iba a enfrentar a los dos lugares
que amaba involucrando a las personas más importantes en su vida, y eso, aunque
Nila trataba de no mencionarlo, era algo que se estaba volviendo a cada momento
más difícil de llevar para la muchacha, “¿Qué vas a hacer Nila?”, la princesa
Delia preguntaba con infinita ternura reflejada en sus inusuales ojos claros,
profundamente preocupada por la situación en la que su amiga estaba envuelta,
“No lo sé señora, aún no lo sé, pero usted no debe preocuparse por eso, usted
debe…”, Delia desde su lecho tomó la mano de su amiga con una suave sonrisa de
amable condescendencia “piensas ir allá ¿verdad?, ¿necesitas que te ayude en
algo?”, Nila vio sus pensamientos reflejados en las palabras de su señora, pero
se limitó a guardar un explícito silencio, “Bien, prométeme que te vas a cuidar
y que no te vas a arriesgar demasiado…y que vas a regresar lo antes posible”,
la joven Nila sonrió y puso su mano sobre la de Delia, apenas respondió, la
puerta de la habitación de la princesa se abrió con timidez, y tras ella
apareció Ovardo, quien fue recibido por una ágil reacción de la joven criada,
quien de dos zancadas ya sostenía la puerta para que el príncipe de Rimos se
acercara a su sonriente novia, al pasar junto a Nila, el príncipe le susurró un
poco disimulado mensaje que hizo ampliar más la sonrisa de las muchachas,
“Alguien se muere de ganas de verte allá afuera…”, un mensaje verdadero, pero
también el pretexto perfecto para conseguir el tiempo a solas con su mujer que
Ovardo ya extrañaba.
León Faras.
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