III.
La joven criada se dirigió a la parte trasera de la casona, y luego en
dirección a una terraza lateral, rodeando todo el inmueble para llegar al lugar
donde Emmer Ilama le esperaba en un pequeño asiento de piedra orillado en aquel
jardín delantero carente de plantas. El soldado le oyó venir y se puso de pie
con una suave sonrisa en los labios y satisfacción en los ojos, el abrazo fue
digno de dos personas que se necesitan más de lo que se tienen y el prolongado
beso demostraba que su relación había dejado atrás el cortejo hace mucho,
“¿esperó por mí durante mucho?”, Nila preguntó con sincera preocupación, “eso
no importa, tu ausencia siempre es eterna”, la muchacha sonrió con complicidad
ante la galante zalamería de su prometido, “yo también tenía muchas ganas de
verlo”, “lo sé…”, respondió Emmer ampliando más su sonrisa. Un anhelado
encuentro como este que debía ser con el calor del amor que ambos se profesaban
se veía opacado por la preocupación que inundaba irremediablemente todo lo que
les rodeaba, el ataque a Cízarin se llevaría a cabo al día siguiente en el cual
Emmer estaba obligado a participar, sabiendo que el conflicto afectaría
directamente a la familia de la mujer que amaba o incluso causarles la muerte a
alguno de ellos. Por su parte Nila tenía conciencia de que la traición o la
deserción por parte de un soldado de Rimos eran castigadas con la muerte, por
lo que en ningún caso se le ocurriría pedirle a su novio que desistiera de
cumplir con su deber.
Nila, cambiando abruptamente el tenor de la reunión, bajó la cabeza
para tomar el aliento necesario y luego levantó la mirada fijándola en los ojos
de Emmer, “voy a ir a Cízarin”, le espetó a quemarropa, como si tuviera algo
muy caliente en su boca y que debía escupir antes de que siguiera haciéndole daño,
“¿Qué?...pero...no puedes, no debes…” el soldado se mostró incrédulo, eso era
algo que no se esperaba, la idea de que Nila se encontrara en Cízarin en el
momento del ataque se le hacía fuertemente perturbadora, casi como si se
anticipara una desgracia que sabía, no podría soportar. La chica lo abrazó, y
con la cabeza pegada en su pecho continuó hablando, “volveré de inmediato, no
debes preocuparte por mi, pero debo hacerlo, mis padres, mi hermana y su
familia están allá…ellos no tienen ni idea, es necesario que les avise…”, Emmer
la abrazó fuerte, “pero, no es tan fácil, sabes que si te sorprenden pueden
acusarte de traición, ellos pueden…” Nila tomo la cara de él entre sus manos e
interrumpió el fatal desenlace de las conjeturas del soldado “no, no pienses
eso, no dejaré que me descubran...viajaré antes de que el sol salga, conozco
bien la ruta, llegaré antes del medio día”
La invasión a Cízarin no se llevaría a cabo hasta el atardecer del día
siguiente, en estricto rigor, había tiempo para que la muchacha viajara,
pusiera al tanto a su familia de la inminente guerra y salieran de ahí, por lo
menos, tales fueron los argumentos que tranquilizaron a la pareja sobre el
viaje de Nila. Ambos permanecieron abrazados en silencio, tal vez por la
posibilidad inherente de no volverse a ver, tal vez porque querían aprovechar
el poco tiempo que pasaban juntos en sentirse mutuamente.
La luz del día ya comenzaba a diluirse en las sombras del universo
infinito, el frío ocaso se esparcía con rapidez, la pareja se encaminó
hacia una pequeña habitación desocupada
destinada al descanso nocturno de los guardias. Solo una lámpara de aceite
iluminó sus cuerpos cuando empezaron a desnudarse, a besarse con ascendente
ímpetu y a saciar toda la sed que tenían uno del otro, dejando aquella noche
poco tiempo para el descanso.
León Faras.
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