viernes, 21 de junio de 2013

Alma electrónica.

Alta mar.


En alta mar, las máquinas no tenían el alcance para ejercer su dominio, por lo que todo funcionaba automáticamente hasta que se acercaban lo suficiente a las primeras barcazas flotantes aéreas que podían funcionar como enlace. Era poco el tráfico marítimo que existía, las máquinas no tenían comunicación y eso hacía del océano un lugar seguro aunque no la solución definitiva. Solo eran seis hombres a bordo de un pesquero mediano, se habían alejado lo suficiente de cualquier costa como para no tener que temer a las barcazas vigilantes, hace solo un par de horas que había anochecido y una que llovía, era una lluvia totalmente vertical, y el mar la recibía sin demasiado disgusto. Una enorme mancha oscura se divisó a lo lejos, uno de los hombres que vigilaba dio la alarma, solo dos de los seis hombres que iban a bordo eran hombres de mar, el resto solo eran marineros circunstanciales, quien gritó era un profesor de cuarenta y tres años. El capitán se asomó a cubierta con un impermeable amarillo, tenía casi sesenta años, era pescador antiguo y dueño del barco, una mancha oscura en un cielo oscuro y sobre un mar oscuro era difícil de ver y más aún de identificar pero un relámpago lejano lo volvió fácil, un buque avanzaba en el horizonte, no llevaba ni una sola luz encendida, era solo una mancha enorme y negra, incluso las naves con sistema de navegación automático y sin tripulación usaban luces para ser vistas. El pesquero apagó sus luces, serían demasiado evidentes en una noche como esa, pero continuaron acercándose, el buque se movía muy lento, como si anduviera a la deriva, tal vez se había quedado sin energía, tal vez sin tripulación. Desde que las máquinas tenían el control no era algo raro un buque con esas características pero como fuese, sin duda era una oportunidad de tomar cosas de invaluable utilidad, combustible de cualquier tipo o medicamentos, mapas o instrumentos, aun en los barcos más automatizados el papel de la parte humana era fundamental y no se había desechado, por lo que era posible incluso hallar alimentos en buenas condiciones. Si el buque estaba  a la deriva efectivamente, no ofrecería ningún riesgo mientras se mantuvieran a prudente distancia de las costas, lejos de las barcazas que solicitarían identificación, activación de los sistemas de seguridad y si nada de eso sucedía, la destrucción del buque. Los hombres remolcaban un bote a remo, y además llevaban una balsa inflable a bordo, pero se inclinaron por el bote, mucho más estable y sigiloso para moverse cuando era necesario. El sobrino del capitán, un hombre de casi cuarenta años era el timonel, solo él se quedó a bordo del pesquero los otros cinco abordaron el bote y se acercaron al buque que aún no mostraba ninguna señal de vida, ni natural ni artificial. La lluvia era copiosa pero el mar estaba relativamente tranquilo, lo suficiente como para que un bote maniobrara, el más joven de los hombres fue el primero en subir, no alcanzó a estar dos años en el ejército pero practicaba alpinismo desde los catorce, el joven soldado una vez arriba soltó la escalera de cuerdas que cargaba para sus compañeros y echó un rápido vistazo al rededor, del mismo bolso donde cargaba la escalera, sacó una pistola, no era de gran ayuda contra las máquinas pero era mejor que nada, no había nada en la cubierta y aparte de la lluvia solo se oía el suave rechinar de la grúa que se balanceaba, aún faltaba que subiera el último hombre cuando un rugido comenzó a oírse junto con un silbido estridente y molesto de metales mal lubricados, los motores se ponían en marcha, la inercia del empujón que recibió el barco por poco y los bota, los hombres se agazaparon, el profesor que aún estaba colgando se aferró a la escalera y durante cinco minutos eternos aguardaron, luego entre quejumbrosos chillidos los motores se detuvieron, el buque no estaba totalmente sin energía, pero los sistemas automáticos habían activado los planes de ahorro, los motores funcionaban solo para corregir la dirección o cuando la velocidad disminuía demasiado, eso no cambiaba mucho el panorama, las máquinas siempre han trabajado así, los hombres aún tenían una oportunidad de sacar algo de provecho. La calma retornó y los hombres se dividieron en dos grupos, el capitán y el profesor, revisarían el puente y las cabinas, los otros tres, la carga, porque se trataba de un buque de carga, los de pasajeros hace mucho que habían dejado de circular, por falta de pasajeros, precisamente, con una grúa en la proa, el puente de mando con todos los controles en la popa y entre ambos toda una cubierta plana y despejada donde se encontraban apilados cerca de una centena de containers, seguramente no llevaban algo de demasiada importancia o las máquinas lo llevarían bien protegido, no se les daba bien usar llaves o cerraduras, se les daba mejor usar armas. Soldado iba seguido de payaso, un tipo larguirucho y de anteojos que había nacido en un circo, dado su pasado se tomaba las cosas muy en serio, tras este iba un músico, tocaba cualquier instrumento de cuerda, tanto con arco como con uñeta, nada más lejos de lo que cargaba ahora, una escopeta de repetición, este último fue el que vio las manchas de sangre en uno de los container y llamó a los otros dos, soldado las inspeccionó, eran sangre seca o la lluvia la hubiese lavado.
           
Profesor y capitán eran dos tipos que se llevaban bien, ambos eran sensatos, cultos y respetuosos, cuando llegaron al puente lo encontraron destruido, una explosión en el interior había hecho volar por los aires todo dentro de este, capitán echó un ojo dentro y vio vidrios en el interior, si la explosión arroja todos los vidrios hacia afuera, esos habían sido arrojados antes, “una granada” comentó profesor, “Yo diría dos…” corroboró capitán y profesor asintió. Eso había puesto fin a los sistemas principales de seguridad y navegación automáticos, ellos no eran los primeros humanos que abordaban ese buque, seguramente esos mismos habían dejado sin energía el barco y solo funcionaba con la reserva, arrastrándose por el mar como un animal herido que precisa llegar a su cueva para recuperarse. En las escaleras de estribor encontraron un cadáver, o lo que quedaba de él, las aves ya había dado cuenta de buena parte, la cabeza se había desprendido y caído al mar, el cuerpo tenía numerosos disparos, también encontraron varias manchas de sangre en las paredes y el piso, se había llevado a cabo una batalla y al parecer los humanos habían perdido, aunque las máquinas tampoco habían salido incólumes, “Algo importante debió haber llevado este buque” comentó profesor, “¿por qué habla en pasado? Los containers aún están aquí” preguntó capitán, “porque si aún tuviera su carga, tendríamos media centena de robot patrullando y una barcaza sobre nosotros, ¿no cree usted, capitán?” El viejo capitán se quedó pensando con la vista en el mar, allá lejos en el horizonte le pareció ver una mancha larga y oscura como un puerto, vagamente visible en una noche lluviosa, “…una barcaza sobre nosotros…” las palabras le hacían eco, una inspiración que se negaba a aparecer con claridad lo mantenía rumeando las palabras del profesor, tal vez estaban cerca de la costa, entonces una barcaza agotada luego de los altercados sufridos, se adelantaría a tierra para pedir apoyo, el que no tardaría en llegar.

Soldado y su grupo habían llegado a los pies de la grúa de proa bordeando los containers, el cuerpo de un hombre difícilmente identificable estaba ahí, tenía una granada en lo que le quedaba de mano, no alcanzó ni siquiera a quitarle el seguro, músico la tomó y la guardó en el bolsillo de la chaqueta, hasta ahora de la incursión no habían sacado casi nada positivo, esperaban que los containers llevaran algo que valiera el esfuerzo, fueron a abrir uno, no les costó demasiado, las máquinas no eran hábiles con las cerraduras, el rayo de luz de la linterna que cargaba payaso entró y salió rápidamente del interior de ese contenedor dejando una imagen de brillos y sombras móviles en la retina de los hombres, estaba repleto de robot soldados formados y de pie, eso significaba que no se trataba de androides de fábrica embalados y sin sistema operativo incapaces de mantener el equilibrio por si solos, no, estos estaban totalmente operativos y lo más preocupante, armados. Los hombres se quedaron afuera evitando hacer cualquier ruido, payaso apagó la linterna mientras que músico urgía por irse, seguramente estaban invernando, podían despertarse por cualquier cosa, incluso por ese rayo de luz, y si despertaba uno ese activaría a los demás de forma automática y sincronizada. El oleaje aumentaba acercándose a la costa y el buque se mecía con suavidad, en cada movimiento del barco, los robot daban unos pasos a los lados para mantener el equilibrio aún dormidos lo que ponía más nerviosos a los hombres, era mala idea seguir ahí, comenzaron a regresar, no había nada que hacer en ese barco, tomaron otro camino más corto a la escalera y al bote y apuraron el paso, de pronto soldado vio algo que lo hizo detenerse, uno de los containers estaba con una de sus puertas abierta y estaba en frente por donde debían pasar, lo que se alcanzaba a ver del interior no habían máquinas, pero en su mayoría era oscuridad, no se arriesgarían a encender la linterna, si hubiera robot despiertos ahí no estarían dentro, soldado se acercó y pasó rápidamente al otro lado, músico vigiló la boca del container y pasó también sin que nada sucediera, tal vez estaba vacío, llegó el turno de payaso y este cruzó sin problemas pero al detenerse tras sus compañeros algo le atenazó el brazo, el larguirucho tipo se volteó y disparó su revólver asustado, un muchacho cayó con dos perforaciones en el estómago y balbuceando palabras en otra lengua, había permanecido oculto ya por cuatro días desde que el abordaje de él y sus compañeros había fracasado, payaso quedó estupefacto, sus lentes mojados no le permitían ver bien y el muchacho lo había agarrado de sorpresa en vez de hablar, trató de justificarse, “tal vez no quería hacer ruido” comentó el músico, pero nadie quería oírlo, sin embargo tenía razón, los ruidos anormales eran peligrosos y los disparos fueron suficientes para despertar a los androides de los containers cercanos, una pequeña lucecita se les encendió en la sien derecha y sus sistemas comenzaron a operar, una señal comenzó a transmitirse rápida y sistemáticamente de robot a robot y de container a container, un protocolo de seguridad se ejecutaba y las máquinas comenzaron a abrir sus contenedores. Los hombres corrieron frenéticamente, al encaminarse rumbo a la escalera de abordaje divisaron a capitán listo para bajar que desesperado les gritaba, soldado le hizo señas para que guardara silencio, las máquinas le oirían, pero el viejo gritaba y gritaba, cuando por fin le oyeron ya no tenía caso, el buque se iluminó sobre ellos, una barcaza aerostática llegaba flotando con sus silenciosos motores eléctricos, pasando por sobre la torre de control del barco, se enteró a la velocidad de las ondas de radio de lo que sucedía y se estacionó sobre ellos para abrir fuego, en ese momento, los motores del buque se pusieron en marcha nuevamente, el movimiento brusco hizo trastabillar a soldado y caer a los dos que lo seguían, capitán cayó al mar pero profesor alcanzó a sujetarse, cinco proyectiles lo atravesaron antes de que se soltara y cayera al agua sin vida. Para el resto solo el mar los podía salvar, el agua los ocultaría, tanto de la visión electrónica de las máquinas como de la infrarroja, un punto de calor era invisible en un océano de frío, los androides bípedos no eran tan rápidos como los humanos que imitaban pero eran cientos, músico desde el piso le voló la cara a uno con su escopeta e hizo que varios se tropezaran con él, luego le dio a tres en las piernas con un solo disparo haciéndolos tropezar, en ese momento todo se iluminó, la barcaza estaba sobre ellos, “¡¡Al mar, al mar!!” gritó músico, soldado y payaso saltaron la barandilla y oyeron unos disparos más antes de entrar al agua, pero no alcanzaron a oír la explosión, la barcaza acribilló a músico haciendo detonar la granada que llevaba en su bolsillo, solo vieron los restos de los robots destrozados que estaban más próximos a músico y que caían en el momento que salían a tomar aire.


Capitán había logrado alejarse del buque tomado del bote cuando una luz, mucho más pequeña que los focos de la barcaza, lo iluminó, Timonel, su sobrino, se acercaba en la balsa flotante, payaso y soldado estaban con él, todos entumecidos hasta los huesos, pero con vida.


León Faras.

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