II.
Trepó
sin demasiado esfuerzo por el rugoso tronco inclinado del árbol hasta alcanzar
la rama a la que Bruno se aferraba, Miranda lo animó a que usara su brazo como
puente para llegar a sus hombros y de esa manera ella tuviera libre ambas manos
para descender nuevamente, pero al animal le pareció una tarea demasiado
arriesgada caminar sobre ese brazo flacucho y entre protestas y excusas la
desechó de inmediato, “muy bien, plan B” dijo la chica sin pensárselo demasiado
y tomándolo del cuero del lomo lo desprendió sin melindres de la rama, el
animal indefenso solo le quedó implorar “Cuidado…¿qué haces?... no, ¡no me
vayas a dejar caer!... ¡Cuidado!” mientras Miranda lo acercaba lo más posible
al suelo antes de soltarlo sobre el mullido colchón de tupida hierba.
“No
sabía que escribieras un diario, ¿a quién le has dicho que sí?”, la chica se
sacudía el vestido cuando volteó a ver, Bruno tenía una pata sobre una hoja del
libro negro sin título y la miraba con extraña curiosidad, “Eso no es mío”
replicó Miranda al tiempo que se sentaba nuevamente bajo el árbol en el lugar
donde acostumbraba leer, “Pero si esta es tu letra” agregó el gato, “¡Eso es
absurdo!” replicó la chica tomando el libro. Aunque ella no había escrito nada
ahí, sí era su letra, o por lo menos una muy parecida a la forma como ella
escribía, decía, “Ya desde antes pensaba
decirte que sí”, “Ni siquiera se parece a mi letra” replicó Miranda
metiendo el libro en el bolso y poniéndose de pie para terminar con la
discusión. Echó a andar apurando el paso y Bruno luego de salir de sus
sospechosas cavilaciones le siguió, apresurado para no quedarse solo, “Pensé
que venías a leer”, “Pensé que podría estar tranquila, lo haré en casa” replicó
Miranda echando un vistazo atrás, el gato le seguía luchando contra la tupida
vegetación, por lo que, apiadándose de su amigo, lo tomó y lo puso en su bolso,
“¿Sabes que hoy hay luna llena?” le dijo, “no me digas…” maulló Bruno con ese
entusiasmo desabrido que le quedaba tan bien.
Llegaron
hasta un camino franqueado por un muro de piedras apiladas que descendía hasta
el río, allí cruzaron uno de los muchos puentes que tenía la ciudad, este era
de piedras y sencillo, había otros mucho más elaborados, y también varios más
precarios, entrando al pueblo, la naturaleza no solo no se acababa, si no que
además se mantenía con mucha vegetación silvestre en su origen. “Tú no
entiendes nada Bruno, no es que hable con la Luna, solo me ayuda a pensar en lo
que quiero”, el gato no usaba bien sus garras ni menos su equilibrio, por lo
que iba más preocupado de no caerse que de lo que la chica le hablaba, pero
había comentarios que simplemente no se podía guardar, “A veces suenas demasiado
específica, exigente… a ese paso no obtendrás nunca lo que quieres”, pasando el
puente doblaron siguiendo el curso del río y continuaron por una callejuela
angosta, “Te equivocas, debes tener lo más claro posible lo que quieres, hasta
los detalles o no le darás ninguna fuerza a tus sueños, solo se diluirán entre
muchas posibilidades sin que ninguna sea lo suficientemente buena”, a Bruno le
sonó todo muy rebuscado y solo arrugó la nariz, “no sabía que creyeras en esas
cosas” la callejuela se adentró en el pueblo y pronto comenzó a descender a
medida que marcaba una curva, su casa estaba un poco más abajo, en plena
pendiente, “¡ay!, hablas como si se tratara de una nueva religión. Es solo
saber lo que quieres para poder alcanzarlo…”
La
casa de Miranda estaba construida sobre una plataforma de tierra contenida por un
muro de piedras cubierto de una enredadera de flores lilas que nivelaba la
pendiente de la calle, una pequeña escalera subía hasta llegar a un cerezo que daba
la bienvenida a la casa, al otro extremo un rosal crecía sin restricciones en
su esquina. La habitación de Miranda estaba en el segundo piso. Una vez en el
cuarto, Bruno fue dejado sobre la cama junto con el bolso donde viajaba, pero
luego se bajó y se acomodó sobre la bajada de cama, realmente las alturas le
incomodaban, “¿Y dices que debes saber lo que quieres para alcanzarlo?; ¿eso es
todo?”, Miranda ponía sus libros nuevos en el librero junto con los otros que
ya tenía, “Pues claro, respondió la muchacha convencida, mientras no cambies de
idea constantemente, aunque no sepas como, conseguirás lo que sea…” Bruno se
lamía pensativo, “¿y tú como sabes eso?” la chica se volteó con un brillo
especial en los ojos, como si esperara esa pregunta, “todos los libros hablan
de lo mismo, directa o indirectamente, todas las personas que han hecho algo
importante en sus vidas, lo han conseguido sin saber como lo harían, solo
tenían claro lo que querían”, el gato ya se había enrollado para dormir, “Debe
haber algún truco, no puede ser tan fácil”, murmuró Bruno mientras la chica bajaba rumbo a la cocina.
León Faras.