viernes, 29 de noviembre de 2013

Historia de un amor.

II.

Trepó sin demasiado esfuerzo por el rugoso tronco inclinado del árbol hasta alcanzar la rama a la que Bruno se aferraba, Miranda lo animó a que usara su brazo como puente para llegar a sus hombros y de esa manera ella tuviera libre ambas manos para descender nuevamente, pero al animal le pareció una tarea demasiado arriesgada caminar sobre ese brazo flacucho y entre protestas y excusas la desechó de inmediato, “muy bien, plan B” dijo la chica sin pensárselo demasiado y tomándolo del cuero del lomo lo desprendió sin melindres de la rama, el animal indefenso solo le quedó implorar “Cuidado…¿qué haces?... no, ¡no me vayas a dejar caer!... ¡Cuidado!” mientras Miranda lo acercaba lo más posible al suelo antes de soltarlo sobre el mullido colchón de tupida hierba.

“No sabía que escribieras un diario, ¿a quién le has dicho que sí?”, la chica se sacudía el vestido cuando volteó a ver, Bruno tenía una pata sobre una hoja del libro negro sin título y la miraba con extraña curiosidad, “Eso no es mío” replicó Miranda al tiempo que se sentaba nuevamente bajo el árbol en el lugar donde acostumbraba leer, “Pero si esta es tu letra” agregó el gato, “¡Eso es absurdo!” replicó la chica tomando el libro. Aunque ella no había escrito nada ahí, sí era su letra, o por lo menos una muy parecida a la forma como ella escribía, decía, “Ya desde antes pensaba decirte que sí”, “Ni siquiera se parece a mi letra” replicó Miranda metiendo el libro en el bolso y poniéndose de pie para terminar con la discusión. Echó a andar apurando el paso y Bruno luego de salir de sus sospechosas cavilaciones le siguió, apresurado para no quedarse solo, “Pensé que venías a leer”, “Pensé que podría estar tranquila, lo haré en casa” replicó Miranda echando un vistazo atrás, el gato le seguía luchando contra la tupida vegetación, por lo que, apiadándose de su amigo, lo tomó y lo puso en su bolso, “¿Sabes que hoy hay luna llena?” le dijo, “no me digas…” maulló Bruno con ese entusiasmo desabrido que le quedaba tan bien.

Llegaron hasta un camino franqueado por un muro de piedras apiladas que descendía hasta el río, allí cruzaron uno de los muchos puentes que tenía la ciudad, este era de piedras y sencillo, había otros mucho más elaborados, y también varios más precarios, entrando al pueblo, la naturaleza no solo no se acababa, si no que además se mantenía con mucha vegetación silvestre en su origen. “Tú no entiendes nada Bruno, no es que hable con la Luna, solo me ayuda a pensar en lo que quiero”, el gato no usaba bien sus garras ni menos su equilibrio, por lo que iba más preocupado de no caerse que de lo que la chica le hablaba, pero había comentarios que simplemente no se podía guardar, “A veces suenas demasiado específica, exigente… a ese paso no obtendrás nunca lo que quieres”, pasando el puente doblaron siguiendo el curso del río y continuaron por una callejuela angosta, “Te equivocas, debes tener lo más claro posible lo que quieres, hasta los detalles o no le darás ninguna fuerza a tus sueños, solo se diluirán entre muchas posibilidades sin que ninguna sea lo suficientemente buena”, a Bruno le sonó todo muy rebuscado y solo arrugó la nariz, “no sabía que creyeras en esas cosas” la callejuela se adentró en el pueblo y pronto comenzó a descender a medida que marcaba una curva, su casa estaba un poco más abajo, en plena pendiente, “¡ay!, hablas como si se tratara de una nueva religión. Es solo saber lo que quieres para poder alcanzarlo…”


La casa de Miranda estaba construida sobre una plataforma de tierra contenida por un muro de piedras cubierto de una enredadera de flores lilas que nivelaba la pendiente de la calle, una pequeña escalera subía hasta llegar a un cerezo que daba la bienvenida a la casa, al otro extremo un rosal crecía sin restricciones en su esquina. La habitación de Miranda estaba en el segundo piso. Una vez en el cuarto, Bruno fue dejado sobre la cama junto con el bolso donde viajaba, pero luego se bajó y se acomodó sobre la bajada de cama, realmente las alturas le incomodaban, “¿Y dices que debes saber lo que quieres para alcanzarlo?; ¿eso es todo?”, Miranda ponía sus libros nuevos en el librero junto con los otros que ya tenía, “Pues claro, respondió la muchacha convencida, mientras no cambies de idea constantemente, aunque no sepas como, conseguirás lo que sea…” Bruno se lamía pensativo, “¿y tú como sabes eso?” la chica se volteó con un brillo especial en los ojos, como si esperara esa pregunta, “todos los libros hablan de lo mismo, directa o indirectamente, todas las personas que han hecho algo importante en sus vidas, lo han conseguido sin saber como lo harían, solo tenían claro lo que querían”, el gato ya se había enrollado para dormir, “Debe haber algún truco, no puede ser tan fácil”, murmuró Bruno mientras  la chica bajaba rumbo a la cocina. 


León Faras. 

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