XIII.
Ya
iba a ser medio día cuando Alan llegaba al cementerio, luego del encuentro con
Gastón Huerta el día anterior, había vagado casi todo el resto del tiempo,
tratando de apaciguar sus sentimientos de ira, impotencia y frustración,
pensando en el día de su muerte, las imágenes, la sangre, la desolación de lo
irremediable y el dolor insondable de lo irreversible, el llanto incontenible y
amargo que le siguió y que le puso fin a todo, el terrible y fugaz momento en
que Huerta entró en su vida y todo terminó de la peor forma. Pero no podía
dejar de ir a visitar a su hijo y debía llevar la presencia de ese tipo de la
mejor forma, aunque después requiriera de un día entero para calmarse y
recuperar la paz.
Buscó
a Julieta por todo el cementerio pero no la encontró, por lo que decidió
esperarla sentado en uno de los abundantes asientos del cementerio, la chica
llegó al rato después, traía un aire diferente, tal vez un brillo en la mirada,
una sonrisa insinuada, un vaivén en su forma de andar, algo impreciso pero que
Alan no lo notó, Julieta sí notó de inmediato el cansancio y la amargura en la
mirada de su amigo y preguntó, pero al oír el nombre de Huerta comprendió todo
“Deberías perdonarlo, dejarlo ir, te haces más daño a ti mismo del que le haces
a él…” Alan suspiró “Si pudiera perdonarlo, lo haría, pero no es tan fácil. ¿Averiguaste
algo con esas mujeres?” La chica le contó todo lo que se había enterado acerca
de la mujer que siguió y su pareja, el Chavo, le dijo que el arma era para él,
que la necesitaba para conseguir dinero, pero que con el accidente y la muerte
de Laura todo se había arruinado, “¿Y para qué irían a ocupar esa arma?;
¿Tendría algún trabajo que hacer con ella?” Alan se mostraba interesado, “…o
simplemente para vendérsela a alguien” propuso la chica, “Vamos a tener que
preocuparnos más de ese tal Chavo, seguro está metido hasta el cuello en todo
esto” “¡Yo lo haré!” se apresuró a decir Julieta y provocó una mirada de simpático
asombro de su amigo “¡Cuánto entusiasmo! ¿Pasó algo?” Y Julieta no pudo
contener la sonrisa de felicidad, le contó del muchacho que había encontrado en
casa de la Macarena y el Chavo, le dijo que dejaría el cementerio para irse a
acompañarlo, que le haría bien a ambos, que sentía algo muy fuerte, ni siquiera
sabía su nombre aún pero estaba segura de que había una conexión poderosa entre
ambos. Alan la miró con una honesta incredulidad que rápidamente se disipó
“Pues si es lo que sientes y es lo quieres… hazlo. Es importante obedecerse a
sí mismo…” y luego cambiando de tono y haciendo una mueca como si pidiera algo totalmente
indiscreto agregó “…pero si averiguas algo que nos sirva por favor, házmelo
saber, ¿sí?” la chica rió “Por supuesto que te lo haré saber.”
Un
par de horas después Alan llegaba a la población donde vivía Manuel, estaba
desierta, se dio cuenta que era la hora del almuerzo y pensó que su viejo amigo
estaría junto a Gloria, su hija, quien todos los días le llevaba la comida a su
padre y se aseguraba de que se la comiera. Él no necesitaba comer desde el día
de su muerte, pero desde que había comenzado a materializarse sentía de vez en
cuando algunos aromas apetitosos, algunos antojos culinarios que pronto
ignoraba por la costumbre de los años, pero que sin duda comenzaba a sufrir.
Cuando llegó a la casa de Manuel fue recibido por el aroma de un delicioso
guiso de carne que salía desde la ventana abierta de la cocina, eso era muy
raro, hace años que nadie cocinaba en casa de su amigo, menos el viejo ciego,
algo sucedía, se detuvo y comenzó a acercarse con precaución, no quería que lo
sorprendieran husmeando y que alguien se alarmara innecesariamente, la tupida
enredadera de la reja le permitía espiar disimuladamente lo poco que alcanzaba
a ver a través de las cortinas, una especie de reunión familiar se desarrollaba
dentro, tal vez estaban celebrando algo, se escuchaban risas principalmente
femeninas y podía notar que la persona que estaba de espaldas a la ventana
parecía ser Gloria, pero estaba claro que habían más personas y eso era muy
raro. Era un mal momento para visitas y Alan decidió esperar, hacía mucho
tiempo que había comprendido que tenía todo el tiempo del mundo y no le
importaba perder un rato, ya había esperado buen rato a Julieta en el cementerio
y ahora podía esperar a Manuel, necesitaba hablar con él, era posible que
supiera algo sobre ese tal Chavo y le interesaría saber que el arma que mató a
su nieta era para él, también decirle que tenía fuertes motivos para pensar que
se trataba de asesinato y no de un accidente, eso aun no lo podía asegurar,
para eso debía ir al departamento de Laura y confirmar que efectivamente ella
aun se encontraba en su departamento. Si estaba ahí pero no la podía ver,
entonces sí la habían matado.
Pasó
un buen rato, Alan estaba en cuclillas y apoyado contra la reja, completamente
distraído pensando en sus cosas cuando se oyeron las despedidas en la puerta y
un grupo de mujeres salió de la casa de Manuel, las vio casi encima y no
alcanzó a más que disimular manteniendo su vista en el suelo, confiado en que
cualquier vistazo que le echaran se desvanecería rápidamente en el tiempo,
Gloria y su hija Lucía pasaron sin prestarle mayor atención, detrás venía una
anciana tomada del brazo de una mujer de mediana edad que por el parecido podía
ser su hija o una hermana joven, reían alegremente y ese sonido activó algo en
el cerebro de Alan que de forma automática e involuntaria levantó la vista sin
poder volverla a mover de ahí, la anciana por su parte siguió su vista guiada
por el movimiento de aquel hombre y sin detener su andar vio un rostro conocido
tan sorprendido de verla como lo estaba ella, pero algo en sus entrañas le
advirtió de inmediato que era de existencia imposible, tal vez en el segundo
exacto en que ya pasaba, su cerebro encontró en aquellos archivos de imágenes
más antiguos el dueño de aquel rostro pero ya era tarde, porque el contacto
visual se rompió y la existencia de ese hombre se borró para siempre de su
memoria. Beatriz se detuvo en seco, algo muy raro le había sucedido pero no
sabía qué, como si hubiese acabado de vivir una experiencia que le aceleró el
corazón y le erizó los vellos del cuerpo pero no tenía idea de qué, la mujer
que le acompañaba le animó a seguir luego de preguntarle si estaba bien, Gloria
y su hija también se detuvieron a esperar a la anciana que confundida, caminaba
aun con algo de renuencia a dejar pasar el suceso, tratando de explicar con
palabras lo que había acabado de sentir, “…fue algo tan raro como si me hubiese
ido de aquí por un tiempo indeterminado y hubiese vuelto al momento justo en
que me fui…”mientras Alan ocultaba su rostro terriblemente consternado por
haberse dejado ver por Beatriz, la que fue su mujer, la madre de su hijo y con
la que tanto amor compartió.
León Faras.
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