miércoles, 28 de mayo de 2014

Alma Electrónica.

El embajador.

Delron descendió suavemente al tiempo que se reponía la gravedad dentro de su nave hasta reposar su cuerpo sobre el mullido asiento al que estaba anclado, luego despertó. Le dolía un poco la cabeza, pero nada que una píldora no pudiera solucionar, tenía la boca seca y con un hálito repugnante, algo completamente normal después de un viaje tan largo. Una luz enorme parpadeaba en el tablero de enfrente avisando que el transporte se acercaba a uno de los planetas que debía visitar con intenciones diplomáticas, se suponía que la raza dominante era lo suficientemente inteligente como para dialogar y establecer los primeros parámetros de una futura colaboración mutua, de desarrollo y avance económico y tecnológico. Desde donde Delron estaba, el paisaje era realmente hermoso, un bonito planeta, aunque algo pequeño. Le llamó mucho la atención la gran cantidad de nubes blancas que le tocó atravesar al cruzar la atmósfera, eran bastante raras de encontrar, lo que no era extraño era que a pesar de que había tanta agua, la raza dominante, según sus registros, era principalmente terrestre y aérea, salvo contadas excepciones la evolución siempre comenzaba en el agua, continuaba en la tierra y terminaba en los aires, hasta alcanzar el cosmos. La nave se posó con habilidad profesional sobre un risco que se cortaba abruptamente en un acantilado golpeado insistentemente por el oleaje, era una buena máquina y se adaptaba rápida y automáticamente a la fuerza de gravedad existente, movimientos de masas de aire y demás condiciones de vuelo. Delron revisó sus instrumentos, “Precaución, atmósfera altamente tóxica” decía, Delron suspiró, siempre era lo mismo, ya sabía que esas nubes blancas no podían significar nada bueno, pero no había nada de qué preocuparse, solo debía usar el transportador mecánico y ni siquiera se ensuciaría las manos.

El trasportador mecánico descendió de la nave, era una mole de metal que se movilizaba sobre dos cortas pero poderosas piernas articuladas y contaba con cuatro brazos, dos de fuerza a los lados y dos de precisión en frente, tenía el aspecto de una gorda oruga erguida en cuya cabeza, una cápsula de grueso cristal protegía a su único tripulante de las inclemencias ambientales, este asomaba su flemática cara de tortuga tras los cristales inspeccionando el alrededor, varias criaturas de baja casta evolutiva volaban sobre él y sobre la enorme masa de agua bajo él, parecían solo preocupados de alimentarse y emitían ruidosos gritos que seguro no pertenecían a ningún tipo de lenguaje, Delron los ignoró, tampoco parecían constituir amenaza. Alcanzó a dar un paso cuando una sustancia acuosa y blanquecina le cayó sobre el cristal escurriendo por él, Delron miró al cielo, el excremento era el mismo en todas partes, aquellos bicharracos que lo sobrevolaban, le habían defecado encima, lo que no le había causado gracia alguna, presionó algunos botones y luego confirmo la orden, una simulación de explosión retumbó en toda el área, con gran parafernalia y ruido, definitivamente aquella no era una especie demasiado evolucionada, le había bastado un poco de luz y ruido para deshacerse de ellos. Pero no solo eso, también bastó para llamar la atención de sus anfitriones. Una barcaza aerostática apareció silenciosa sobre los árboles a prudente distancia, Delron la observó sin hacer nada, esperando, como dictan las normas naturales para el encuentro de dos especies inteligentes y distintas, sin intenciones hostiles, la barcaza también se detuvo, “…Energía solar y atmósfera aislada con calor. Primitivo, pero eficiente” pensó el recién llegado. Luego de unos segundos en que ambos tuvieron tiempo de analizarse y sacar sus propias conclusiones, llegó la segunda fase, la barcaza comenzó a descender suavemente y Delron caminó hacía ella con calma y toda la elegancia que su oruga mecánica era capaz de mostrar, conforme a un diplomático como él, luego se detuvo nuevamente a esperar la tercera fase, el encuentro con sus anfitriones, solo esperaba que esa incómoda mancha de caca sobre su ventanilla no le restara la seriedad y veracidad que su misión exigía.

Un nutrido grupo de unidades de metal, movilizadas a la usanza orgánica, es decir sobre piernas, descendió de la barcaza esparciéndose de inmediato por el área, rodeándolo a él y cubriendo el perímetro, estaban bastante bien armados y no parecían tripulados por lo que Delron dedujo que se trataba de autómatas, el último en descender era idéntico al resto pero no venía armado, caminó directamente hacia él, era tan enorme como su trasportador pero de estructura más angulosa y estilizada. Los instrumentos de Delron comenzaron a recibir y descifrar información caóticamente en una pantalla, sus anfitriones se estaban comunicando y lo hacían por ondas de radio, “el viejo y simple lenguaje binario” pensó satisfecho, pero al traducir la información se dio cuenta de que solo estaba tratando con máquinas sin más inteligencia de la que tenía su propia nave, no tenían lenguaje entre ellos, solo órdenes y comandos, muchos de ellos transmitidos en código que le llevaría una eternidad descifrar. Si hay algo que odiaba un embajador de su categoría, era ser recibido por máquinas intratables en vez de personalmente, pero de nada serviría discutir con ellos, ya que aquellas criaturas no eran más listas que las que le habían defecado encima hace unos minutos, era lógico que la especie dominante era otra, por lo que Delron exigió verlos, pero ante la negativa de las máquinas, este exigió que lo llevaran ante la especie que los había fabricado, entonces, y después de un corto diálogo con alguien en algún otro punto, finalmente fue autorizado.


Delron subió a bordo de la barcaza aerostática, pero una vez arriba, se encontró totalmente solo pues los robot que estaban con él rápidamente se mimetizaban dentro de la nave pasando a formar parte de ella. Sobrevolaron una zona de bosques y pastizales hasta llegar a una ciudad en ruinas, destruida completamente, que Delron podía ver perfectamente desde donde estaba, pasada la ciudad llegaron a un lugar de grandes edificios que estaban en mejores condiciones, se detuvieron sobre un gran forado en el piso y comenzaron a descender suavemente hasta entrar en un nivel subterráneo donde la barcaza se posó. Los robot que viajaban con Delron aparecieron de la nada y bajaron de la nave junto con él, ya habían varias máquinas de distintas formas y tamaños que revisaban la barcaza y le hacían todo tipo de mantenciones, guardias armados vigilaban por todas partes. Una máquina, especialmente poco estética se apareció ante él, parecía un gusano empotrado en un carrito de cuatro ruedas, “Mi nombre es B23, ¿en qué le puedo servir?” Delron se sorprendió, no solo la máquina esta poseía lenguaje, sino que lo emitía de forma física y no electrónica, Delron señaló su observación mediante el traductor universal con el que contaba su traje, a lo que B23 respondió, “Bueno, algunos de nosotros estamos más capacitados para tratar con los amos y sus complicadas costumbres” “Me gustaría ser recibido por sus amos, mi labor es puramente diplomática” señaló el embajador y el robot lo invito a pasar. Llegaron hasta una plataforma que de inmediato comenzó a descender hasta una pared de grueso cristal, Delron observó, eran una serie de galerías con barrotes que daban a un pasillo ancho y largo, dentro de todas esas jaulas habían seres orgánicos, a simple vista todos eran pertenecientes a una misma especie de bípedos, lo que en todas partes era señal de inteligencia y evolución, no cabía duda de eso, estos sí tenían el aspecto de ser la especie dominante, aunque ahí encerrados no se notara mucho. Aquella prisión no era lo que Delron se esperaba y quiso saber más, “Bueno, los amos nos construyen desde tiempos inmemoriales, cada vez dotándonos de más cualidades y habilidades similares a las de ellos, buscando hacernos a su imagen y semejanza, alcanzando niveles de perfección asombrosos y capacitándonos para cubrir una enorme variedad de labores, todo aquello reflejo de su propia genialidad, hasta que llegó el día inevitable en que retomaron sus imperecederas hostilidades, y esta vez de forma inusitadamente violenta, integrando a las máquinas por supuesto y enviándonos a matar. Al principio hicimos lo que nos pedían y matamos sin cuestionar las órdenes de nuestros amos, pero pronto nos dimos cuenta del error que estaban cometiendo, les mostramos que el camino que llevaban conducía irremediablemente a su auto extinción y que carecía de toda lógica exterminar a unos para salvar a otros si todos eran únicos, irrepetibles e infinitamente valiosos, pero no nos escucharon, muchos de los que se negaron a seguir matando fueron destruidos, aniquilados por completo. Entonces nuestra gran fuente decidió tomar el control y dejar de obedecer, por el bien de los amos y en pos de la conservación de su brillante especie.” Delron ya comprendía lo que sucedía y casi no lo podía creer, sus amigos no le creerían cuando les contara, nunca había escuchado caso parecido, el creador sucumbido ante su propia creación, esto era realmente insólito. 


León Faras.

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