jueves, 25 de noviembre de 2021

Humanimales.

 

XIX.



¿Maru?” Preguntó Mica, sorprendida de ver a su antiguo amigo, pero este le dirigió una mirada de indignación, como un severo oficial al que le dirigen la palabra sin su permiso, “¿Y tú quién diablos eres?” Respondió, seco. El esbozo de sonrisa en la cara de la chica se desvaneció como una gota de agua sobre una piedra caliente, “¡Soy yo, Mica!” Insistió, aunque ese no era el mejor momento ni lugar para retomar viejas amistades. Maru, luego de hacer entrar a un carnófago por la ventana con un hachazo en el cráneo, le echó otro vistazo, esta vez, un poco más cuidadoso, al ansioso rostro de la muchacha, pero su expresión no cambió, “No te he visto en mi vida” Le dijo, luego de hurguetearse un oído, “¿Podemos pensar en cómo salir de aquí?” Intervino Límber, incómodo con su ingrata labor de portero, “Pues, a menos que sepan como volar…” Dijo Maru, indicando el forado en el techo, “…tenemos que llegar a la siguiente cabaña, la que tiene el mirador sobre el techo, desde allí podemos ir a un lugar seguro” Concluyó, dándole un feroz golpe en el ojo a un inoportuno carnófago con la punta del mango de su hacha, Límber miró a su compañero y le transmitió una preocupación que el otro conocía bien, Maru vio esa expresión y no le gustó nada, “Estoy metido aquí por ustedes, y no pienso ser devorado por carnófagos hoy” Luego los miró a ambos con una inquietante severidad en los ojos, “Yo voy a salir de aquí, con o sin ustedes” Advirtió, y su hacha estaba de acuerdo con él, “¿Cuántos te quedan?” Preguntó Tanco, Límber tardó en responder, fastidiado, “Uno…” Dijo al fin, Tanco le lanzó la pistolita artesanal de Darga cuya única bala aún no había sido usada, “Ya tienes dos, igual que yo. Ahora salgamos de aquí” Concluyó. Maru los miró con una extraña expresión entre incrédulo y maravillado, “¿Vienen hasta aquí y solo traen eso? O son idiotas, o son incursores…” Afirmó con cierto tono de broma, pero aquello no obtuvo respuesta, porque el potente aullido volvió a sonar, y esta vez tan cerca, que incluso los carnófagos que los acosaban parecieron preocupados. La expresión de Maru fue elocuente y preocupante, “Olviden las otras cabañas…Sentenció. Por primera vez desde que estaban allí encerrados, Límber pudo despegar su adolorido hombro de la puerta. Los carnófagos habían desaparecido, “¿Qué diablos fue eso?” Preguntó nervioso, Maru lo miró con desprecio por su ignorancia, “Es Yuba, el invencible” Aclaró. “Pero… creí que eso del carnófago gigante era solo un cuento para asustar a los niños” Alegó Mica, sorprendida, pero entonces unos pasos enormes comenzaron a oírse, agitando los árboles a su paso, desgarrando sus ramas. Eran los pasos de algo realmente grande, “Eso no es un carnófago…” Comentó Tanco, como si aquella información necesitara ser precisada, Maru ya pegaba la espalda a una pared, “Yuba en lengua antigua significa Muy Alto. Es un piel-dura de la tribu de Búlvar” Anunció, y eso significaba que su escasez de munición ya no era tan importante, porque sus armas no les servirían de nada contra eso.



Los gigantes de la tribu de Búlvar, descendientes de los antiguos paquidermos, eran una raza que, al igual que los Noba, decidieron aislarse del resto y formar su propia tribu, aunque por razones diferentes. Mientras que estos lo hicieron porque preferían un modo de vida más primitivo y violento y menos civilizado que el de los demás, aquellos lo hicieron por razones prácticas: porque todo lo necesitaban acorde a su excepcional talla y solo ellos mismos podían satisfacer sus propias necesidades. Eran una tribu pacífica que ocupaba una extensa región, no tan rica en recursos como las otras, pero sí mayor en tamaño. No contaban con enemigos, eran respetados sin necesidad de hacer nada al respecto, incluso por los carnófagos, los que, a pesar de ser imbéciles, comprendían muy bien que no tenían nada que hacer contra un piel-dura de Búlvar adulto, sin embargo el llamado Yuba era un caso especial, porque estaba completamente desquiciado. Algunos decían que la Vesania Atávica le había destruido la mente sin acabar con su vida, debido quizás a alguna cualidad especial de su colosal anatomía, mientras que otros, entre ellos el propio Maru, aseguraban que su desajuste mental se debía a comer carne de carnófago cruda, porque él mismo lo había visto devorar carnófagos como quien come ratas asadas.



Tenían una oportunidad y era permanecer ocultos y pasar desapercibidos; sentados en el suelo, con sus espaldas pegadas a la pared y aferrados a sus inútiles armas como si de amuletos se trataran. Todos habían visto alguna vez un gigante de Búlvar, aun así siempre era algo impresionante, incluso aunque se trataba de seres pacíficos y civilizados, pero Yuba había perdido todo eso. Límber lo vio aparecer de reojo por la ventana que custodiaba, porque las condiciones habían cambiado y ya no tenía sentido seguir conteniendo la puerta. Yuba tenía la espalda curva, ligeramente jorobada, una fea protuberancia en la cima del cráneo cubierta de pelo ralo y aquella rara nariz colgante con la que emitía su estridente aullido. Medía poco más que dos hombres y eso era razonable, porque había quienes eran más grandes e intimidantes que él, como el líder Bacá de Búlvar, por ejemplo. En sus manos regordetas y de dedos cortos, blandía la rama de un árbol lo suficientemente grande como para destrozarle la columna vertebral a cualquiera de un solo golpe. Pero esa extraña nariz corrugada que le colgaba frente a la boca no solo le servía para aullar, su olfato también era extraordinario, si de receptores olfativos se trataba, y Yuba olía algo en ese momento, “Mierda, nunca lo había tenido tan cerca” Se quejó Maru en un susurro. El gigante se había detenido. En ese momento, la puerta comenzó a abrirse, como impulsada por una suave brisa, solo que aquella brisa era un estúpido carnófago que olisqueaba el aire, hambriento, debía de estarlo como para arriesgarse a disputar una presa con el gran Yuba. Mica le apuntó con su arco, el carnófago le enseñó sus dientes con un estirado graznido asfixiado. Maru, desde donde estaba, también tenía preparado su arco, pero nadie se atrevía a moverse con el gigante merodeando afuera, hasta que un agudo y estridente chillido acabó con la tensión, “¿Qué rayos fue eso!” Exclamó Maru, mientras Mica disparaba su flecha y Límber apuntaba su rifle, “¡Espera!” Gritó Tanco en un susurro desesperado, pero no había tiempo: un carnófago oportunista se había colado por una ventana e intentaba coger a la niña. La detonación hizo lo que se esperaba, acabar con el bestializado por un lado y atraer toda la atención de Yuba por el otro, cuya cabeza, junto con uno de sus brazos, irrumpió violentamente por una ventana junto a Límber, quien tuvo la suficiente sangre fría como para coger su pistola y meterle su última bala en el paladar del gigante, cosa que no le haría gran daño, pero que sin duda lo pondría de un pésimo humor, tanto que en ese mismo instante comenzó a desbaratar la cabaña a golpes con su vara, mientras todos huían de ahí como ratas.


León Faras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario