XI.
Julieta
se quedó de pie en el bus y al lado de la Macarena y su hermana Jimena, la
viuda, era un espíritu y para ella viajar de pie o sentada era exactamente lo
mismo, las leyes de la física como la gravedad o la inercia ya no la afectaban,
por lo menos, mientras no se materializara como Alan. Siempre le pasaban cosas
curiosas cuando se subía a un bus, una vez se sentó junto a la ventana para ver
el recorrido y a pesar de que el transporte se llenó casi por completo, nadie
utilizó su asiento o el del lado, era raro, para los demás no era más que un
asiento vacío, pero todos pasaron de largo, como si se tratara de alguna vibra
extraña o algo así. En otra ocasión, estando de pie en el pasillo como ahora,
vio claramente como un tipo metía su mano en el bolso de una mujer mayor que
dormía, no supo qué hacer, le gritó al tipo, le habló a la señora, gritó
mirando a sus alrededor si es que alguien se daba cuenta de lo que sucedía pero
al ver que nadie hacía nada, dio un grito junto a la mujer como solo una
fanática que ve pasar a su cantante favorito a pocos metros lo haría. La mujer
despertó suavemente y el robo se frustró, tal vez solo fue coincidencia, porque
ha probado gritar de esa manera en otras ocasiones y con nulos resultados, pero
en ese momento, Julieta se sintió bien. Otra vez un ciego le pidió permiso para
pasar y ella se lo dio, luego se sintió un poco tonta al recordar que ella era
un fantasma y que aunque quisiera no podía impedirle el paso pero en ese
momento la costumbre fue más fuerte.
Durante su recorrido las dos mujeres solo
hablaron cosas irrelevantes que no le interesaban a nadie más que a ellas, una
llamada telefónica corta y siguieron su camino. Bajaron en la parada de buses
fuera de la población donde vivían, la misma en la que Laura había muerto, el
Chavo salió a recibirlas, caminaba apurado y parecía de mal humor, Julieta los
siguió de cerca, algo había sucedido que tenía alterado al tipo ese, hablaba
rápido y en un lenguaje extraño para Julieta, codificado como el de los
delincuentes, mirando a todas partes mientras lo hacía y cuidándose de que no
lo oyeran, pero algo sacó en limpio de todo eso la fantasma, la policía había
estado ahí haciendo averiguaciones, el arma era robada, según las últimas
pericias, resultaba que no tenía porque estar en las manos del difunto esposo
de Jimena en ese momento ni en ningún otro, había sido extraída de forma
irregular. El grupo se adentró en la población con Julieta siguiéndoles, esta
ni se inmutó al ser atravesada por un vehículo que pasaba en ese momento, a
plena luz del día era completamente invisible, “y todavía hay que comprar esos remedios…”
se escuchó decir a la Macarena con desesperación fingida, solo para hacer notar
que habían perdido un dinero que necesitaban, por lo que fue regañada por el
Chavo que aseguró conseguiría el dinero de otra forma, pero que cerrara la
boca. El grupo entró a su departamento y le cerraron la puerta en la cara a
Julieta que obviamente no sufrió ningún daño si no que quedó con la mitad de su
cuerpo inmaterial dentro de la casa, se movió a un rincón mientras Macarena se
iba a una de la habitaciones, el resto se quedó hablando sobre esa arma que al
parecer ellos esperaban, sobre las preguntas que pronto la policía le haría a
Jimena y lo que esta respondería y sobre un dinero que no llegaría para costear
unos medicamentos que el Chavo debería conseguir por otros medios.
El lugar era
pequeño y no tenían las comodidades que antes tuvieron, habían debido vender
muchas de sus cosas, Julieta notó sobre la mesa del comedor, uno muy viejo y
gastado, una bolsa de plástico repleta de cajas de medicamentos, y en una
esquina había una silla de ruedas replegada, el angosto pasillo se veía
bastante oscuro pero al final se iluminaba desde el interior de un cuarto, se
dirigió hacia él con precaución, oía lo que parecía ser una televisión
encendida en aquel cuarto, por un segundo olvidó que solo podía actuar como una
espectadora de lo que ocurría en esa casa y sintió la ansiedad de quien husmea
sin autorización, eso hasta que la Macarena le diera un susto de muerte al
salir del cuarto de repente y la atravesara sin notar siquiera su presencia. La
chica se regañó a si misma por asustarse de esa manera, “un vivo asustando a un
muerto”, pensó, y soltó una risa seca y apagada. La puerta había quedado
abierta a medias, aunque en realidad nunca estaba cerrada del todo, una medida
que se tomaba en esa casa para hacer más expedito el acceso a esa habitación,
esta estaba iluminada por una ventana protegida por barrotes y un visillo
transparente que se movía con la brisa, la televisión sonaba sin que nadie le prestara
atención, en una cama especial para postrados, particularmente alta, yacía un
muchacho de no más de quince o dieciséis años, con sus brazos y piernas
recogidos en una posición clara de alguien con serios daños en su sistema
nervioso y en su rostro la expresión del retraso mental severo. Julieta entró
con timidez, prendada del rostro de aquel chico que ella veía como alguien
normal atrapado en un cuerpo defectuoso, ella entendía aquello como nadie y
sabía que una vez llegado el momento, sería liberado y podría disfrutar de todo
cuanto ahora no podía. Sintió un sentimiento ilógico y potente de conexión con
ese muchacho, de amor, sorpresivo e irracional pero tan verdadero como era
capaz de reconocerlo, en vida no había tenido oportunidad de enamorarse como la
adolescente que era, su ceguera, su enfermedad y su juventud no se lo
permitieron, pero ahora, sin esperárselo siquiera, estaba ahí olvidándose de todo
y entregando su corazón de la forma más pura, aquella capaz de esperar el
tiempo que sea necesario sin debilitarse ni desviarse, sin más objetivo que
amar aunque no pueda ser amada, aún.
León Faras.
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