viernes, 3 de enero de 2014

Del otro lado.

XI. 


Julieta se quedó de pie en el bus y al lado de la Macarena y su hermana Jimena, la viuda, era un espíritu y para ella viajar de pie o sentada era exactamente lo mismo, las leyes de la física como la gravedad o la inercia ya no la afectaban, por lo menos, mientras no se materializara como Alan. Siempre le pasaban cosas curiosas cuando se subía a un bus, una vez se sentó junto a la ventana para ver el recorrido y a pesar de que el transporte se llenó casi por completo, nadie utilizó su asiento o el del lado, era raro, para los demás no era más que un asiento vacío, pero todos pasaron de largo, como si se tratara de alguna vibra extraña o algo así. En otra ocasión, estando de pie en el pasillo como ahora, vio claramente como un tipo metía su mano en el bolso de una mujer mayor que dormía, no supo qué hacer, le gritó al tipo, le habló a la señora, gritó mirando a sus alrededor si es que alguien se daba cuenta de lo que sucedía pero al ver que nadie hacía nada, dio un grito junto a la mujer como solo una fanática que ve pasar a su cantante favorito a pocos metros lo haría. La mujer despertó suavemente y el robo se frustró, tal vez solo fue coincidencia, porque ha probado gritar de esa manera en otras ocasiones y con nulos resultados, pero en ese momento, Julieta se sintió bien. Otra vez un ciego le pidió permiso para pasar y ella se lo dio, luego se sintió un poco tonta al recordar que ella era un fantasma y que aunque quisiera no podía impedirle el paso pero en ese momento la costumbre fue más fuerte.

Durante su recorrido las dos mujeres solo hablaron cosas irrelevantes que no le interesaban a nadie más que a ellas, una llamada telefónica corta y siguieron su camino. Bajaron en la parada de buses fuera de la población donde vivían, la misma en la que Laura había muerto, el Chavo salió a recibirlas, caminaba apurado y parecía de mal humor, Julieta los siguió de cerca, algo había sucedido que tenía alterado al tipo ese, hablaba rápido y en un lenguaje extraño para Julieta, codificado como el de los delincuentes, mirando a todas partes mientras lo hacía y cuidándose de que no lo oyeran, pero algo sacó en limpio de todo eso la fantasma, la policía había estado ahí haciendo averiguaciones, el arma era robada, según las últimas pericias, resultaba que no tenía porque estar en las manos del difunto esposo de Jimena en ese momento ni en ningún otro, había sido extraída de forma irregular. El grupo se adentró en la población con Julieta siguiéndoles, esta ni se inmutó al ser atravesada por un vehículo que pasaba en ese momento, a plena luz del día era completamente invisible, “y todavía hay que comprar esos remedios…” se escuchó decir a la Macarena con desesperación fingida, solo para hacer notar que habían perdido un dinero que necesitaban, por lo que fue regañada por el Chavo que aseguró conseguiría el dinero de otra forma, pero que cerrara la boca. El grupo entró a su departamento y le cerraron la puerta en la cara a Julieta que obviamente no sufrió ningún daño si no que quedó con la mitad de su cuerpo inmaterial dentro de la casa, se movió a un rincón mientras Macarena se iba a una de la habitaciones, el resto se quedó hablando sobre esa arma que al parecer ellos esperaban, sobre las preguntas que pronto la policía le haría a Jimena y lo que esta respondería y sobre un dinero que no llegaría para costear unos medicamentos que el Chavo debería conseguir por otros medios. 

El lugar era pequeño y no tenían las comodidades que antes tuvieron, habían debido vender muchas de sus cosas, Julieta notó sobre la mesa del comedor, uno muy viejo y gastado, una bolsa de plástico repleta de cajas de medicamentos, y en una esquina había una silla de ruedas replegada, el angosto pasillo se veía bastante oscuro pero al final se iluminaba desde el interior de un cuarto, se dirigió hacia él con precaución, oía lo que parecía ser una televisión encendida en aquel cuarto, por un segundo olvidó que solo podía actuar como una espectadora de lo que ocurría en esa casa y sintió la ansiedad de quien husmea sin autorización, eso hasta que la Macarena le diera un susto de muerte al salir del cuarto de repente y la atravesara sin notar siquiera su presencia. La chica se regañó a si misma por asustarse de esa manera, “un vivo asustando a un muerto”, pensó, y soltó una risa seca y apagada. La puerta había quedado abierta a medias, aunque en realidad nunca estaba cerrada del todo, una medida que se tomaba en esa casa para hacer más expedito el acceso a esa habitación, esta estaba iluminada por una ventana protegida por barrotes y un visillo transparente que se movía con la brisa, la televisión sonaba sin que nadie le prestara atención, en una cama especial para postrados, particularmente alta, yacía un muchacho de no más de quince o dieciséis años, con sus brazos y piernas recogidos en una posición clara de alguien con serios daños en su sistema nervioso y en su rostro la expresión del retraso mental severo. Julieta entró con timidez, prendada del rostro de aquel chico que ella veía como alguien normal atrapado en un cuerpo defectuoso, ella entendía aquello como nadie y sabía que una vez llegado el momento, sería liberado y podría disfrutar de todo cuanto ahora no podía. Sintió un sentimiento ilógico y potente de conexión con ese muchacho, de amor, sorpresivo e irracional pero tan verdadero como era capaz de reconocerlo, en vida no había tenido oportunidad de enamorarse como la adolescente que era, su ceguera, su enfermedad y su juventud no se lo permitieron, pero ahora, sin esperárselo siquiera, estaba ahí olvidándose de todo y entregando su corazón de la forma más pura, aquella capaz de esperar el tiempo que sea necesario sin debilitarse ni desviarse, sin más objetivo que amar aunque no pueda ser amada, aún.

León Faras. 

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