XV.
Manuel
estaba a punto de ir a recostarse un rato después de un almuerzo abundante y
delicioso cuando sintió el llamado de Alan desde la ventana de su casa, el
viejo con un entusiasmo repentino se acercó a abrir la puerta “Adivina quién se
acaba de ir de mi casa…” Alan entró y se dejó caer sobre una de las sillas del
comedor que estaban pegadas a la pared sin ánimos de jugar a las adivinanzas
“no sabía que Beatriz te venía a visitar” El tono de voz de su amigo hizo que
el viejo ciego perdiera su entusiasmo inicial y lo cambiara por un tono casi de
justificación, “de vez en cuando viene, hablamos de ti, de mí, de Silvia, de
cuando todos éramos jóvenes” Silvia había sido la mujer de Manuel, pero había
muerto muy joven por problemas al corazón, Gloria, la hija, ni siquiera
recordaba su rostro de no ser por algunos retratos. “¿Te vio?” Alan estuvo a
punto de responder que sí pero prefirió mentir, Beatriz jamás recordaría
haberle visto, “no, pero yo a ella sí, y créeme que cada vez que la veo se me
viene a la mente un gran amor mezclado con un dolor gigantesco y es como si
todo volviera a ocurrir” Un largo e incómodo silencio se instaló hasta que el
propio Alan lo rompió dejando de lado la nostalgia para cuando estuviera a
solas, “Escucha Manuel, tengo que asegurarme de que tu nieta está efectivamente
habitando su departamento. Necesito algunas horas a solas en el departamento de
tu hija. De noche” El viejo se extrañó un poco de la petición “pero si te digo
que está ahí, todos sabemos eso, por eso es que te he pedido que me ayudes” Pero
para Alan no era tan fácil “escucha viejo, cuando un ser querido muere, la
gente no lo deja ir fácilmente, sobre todo si se trata de personas jóvenes con
mucha vida por delante, y aunque el espíritu ya se haya ido las personas siguen
oyendo y viendo cosas porque así lo desean. No dudo de lo que dice tu hija,
además, he averiguado un par de cosas y prometo seguir investigando pero
necesito cerciorarme por mi mismo” Al viejo no le agradó la idea pero a final
de cuentas le pareció sensata “¿Y tienes alguna idea?”, “sí, y lo haremos esta
misma noche”
Alan
aguardó sentado solo en la banca que el viejo Manuel tenía en su patio
delantero hasta que oscureció, y luego hasta que la noche estaba bien entrada.
Pensaba miles de cosas mientras jugueteaba con una piedra, haciéndola girar en
las manos y cambiándola de una a otra. El encuentro con Beatriz aun estaba muy
presente y le pesaba haberse dejado ver, la conmoción que le causó y la
posterior duda por la ausencia de recuerdo, inevitablemente pensaba en su hijo,
en el momento de su muerte y en todos los sentimientos terribles que vivió en
el corto lapso de tiempo que pasó de la muerte de su hijo hasta la última
sensación de la bala rompiendo el hueso en su sien, apenas nueve minutos, antes
de que cualquiera lo pudiera evitar. Consultó su ridículo reloj infantil que
había podido tomar prestado ya que era el único más barato que se encontraba
funcionando en la tienda, y que pensaba devolver cuando fallara la batería,
marcaba las tres de la madrugada, era buena hora para ponerse en marcha, se
puso de pie y caminó hasta la reja de la entrada, salió a la calle y antes de
cerrar la verja dio la vuelta y lanzó con buena potencia la piedra que llevaba
en su mano haciendo estallar el gran ventanal del comedor de la casa de su
amigo, luego cerró la reja con calma y comenzó a caminar sin apuro rumbo al
departamento de Gloria, el lugar donde se suponía encontraría a Laura, la nieta
de Manuel. Solo esperaba que ese viejo testarudo entendiera el mensaje y
llamara a su hija y a su nieta por teléfono como si le hubiese sucedido una
emergencia, aunque para un viejo ciego y solo aquello era una emergencia, porque
solo le había dicho que le daría una señal pero no le dijo nada sobre romperle
una ventana.
Iban
a ser las cuatro de la mañana cuando Alan metió la llave que el viejo le había
pasado en la cerradura de la casa de Gloria, la madre de Laura, una llave que nunca
había sido usada de un departamento en el tercer piso con una gran cantidad de
plantas amontonadas a un lado de la puerta por fuera. Era una buena hora para
estar seguros de que el espíritu se encontrara presente, ya que no lo podría
ver. Entró sin hacer ruido y posó el oído en cada uno de las puertas de todas
las habitaciones para cerciorarse que no hubiera nadie, encontró tres
dormitorios, el primero estaba ordenado pero se podía ver que pertenecía a una
mujer adulta, era el de la madre, el de en medio estaba bastante más
desordenado y con la decoración de una adolescente, “…y en la puerta número
tres… bingo” pensó Alan, la habitación de Laura era la de una difunta, sin
vida, como una dramatización de museo, todo limpio y en perfecto orden, sobre
la cómoda había una fotografía, una mujer con sus dos hijas, era fácil
reconocer cual era Laura, a Alan le pareció una chica atractiva, luego miró a
su rededor, no tenía toda la noche, sabía muy bien que en la situación o estado
en que estaba Laura percibía cualquier cosa que no tuviera vida o que no
proviniera de algo vivo, por lo que era posible llamar su atención y hasta
comunicarse con ella a pesar de que no podían verse ni oírse, una tabla ouija le
hubiese servido bien, pero solo traía lo que había podido conseguir en casa de
Manuel pero con eso debía bastar. Varias velas, las prendió y las apagó varias
veces antes de dejarlas encendidas en el piso para que el humo y el olor
característico de la vela se esparcieran por la habitación, un espejo, no trajo
ninguno pero en todas las habitaciones de chicas había uno, y Laura tenía uno
de buen tamaño, lo puso tras las velas apoyado en la pared, los espejos tenían
ciertas facultades místicas, además que multiplicaría la luminosidad y llamaría
mejor la atención, sacó algunas hojas de papel, usó algunas para dejarlas en el
piso donde luego se sentaría, otra la dejó apoyada en el espejo con un mensaje
escrito “Laura, soy Alan, un amigo, puedo ayudarte y trato de llamar tu
atención, ¿Estás aquí?” Luego se sentó a esperar algún mensaje, una señal, una
luz que se encendiera, algo que cayera, cualquier cosa que se moviera, pero nada
sucedió, era posible que la chica no estuviera presente en el departamento, él
sabía perfectamente que los espíritus en pena hacían muchas cosas en su nueva
forma de existencia pero las personas las interpretaban erróneamente, por otro
lado, también era posible que no existiera ningún espíritu en ese lugar, y que
todo se tratara de una mala interpretación de fenómenos naturales por parte de
la familia, pero no sería una noche perdida ni tampoco era un error de la
familia, a las cinco treinta las velas iban consumidas ya a la mitad cuando
algo sonó sobre la cómoda, Alan se puso de pie de un salto, un lápiz labial
parecía fuera de lugar en medio de todo ese orden, el sonido había sido leve, Alan
lo irguió sobre la mesa y con un suave empujoncito lo hizo caer de lado, era el
mismo ruido que había oído, había sido usado, se notaba un gasto en la punta y
no en la zona que normalmente se gastan esos lápices, por lo que el hombre
comenzó a buscar en rededor, seguramente había escrito algo en alguna parte pero
revisó el suelo, las paredes, el espejo, la cómoda, hasta el techo por absurdo
que sonara pero no encontraba nada, en ese momento sonó la puerta de entrada al
departamento, las mujeres llegaban, Alan se apresuró a recoger sus cosas cuando
lo vio, en las hojas sobre las que estaba sentado, escrito con lápiz labial
decía “Sí estoy” eso lo puso feliz como si hubiese ganado un premio importante, pero debía dejar algo antes de irse, se
apresuró, la voz de Gloria se escuchó justo afuera de la habitación, tomó todas
las velas.
Gloria
abrió la puerta guiada por su olfato y por el fuerte olor a humo y vela
encendida que había en todo su departamento, detectó de inmediato el labial en
el suelo y el espejo apoyado en la pared, además de la ventana abierta, “Ya
está Laurita desordenando su pieza…” dijo en voz alta por si “alguien” le
escuchaba. Su hija menor, Lucía, se paró en la puerta con un gran cansancio
dibujado en el rostro “…Y después nos tratan de locas por decir que vivimos con
un fantasma…” dijo con un dejo de sarcasmo antes de irse a su cuarto, Gloria
dejó todo como debía estar y se fue al suyo cerrando la puerta tras de sí.
Alan
se había lanzado justo a tiempo por la ventana desde el tercer piso pero estaba
bien, hace mucho que no sentía dolor, del físico al menos, se guardó los
papeles y echó a caminar, solo esperaba que Laura encontrara su mensaje antes
que alguien más y así poder reunirse.
León Faras.
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